Trailer

Fotogramas de la película

Sinopsis

Martin es un estudiante americano que llega a la universidad de Oxford para que el prestigioso profesor de lógica Arthur Seldom dirija su tesis. El primer encuentro se da cuando ambos descubren, por accidente, el cuerpo de una anciana asesinada en su propia casa. Sólo será el primero de una serie de crímenes que podrían pasar por muertes naturales si no fuera por los símbolos que los acompañan. Unos mensajes inquietantes que alumno y profesor deben descifrar para acercarse a la verdad absoluta.

Alex de la Iglesia adapta a la gran pantalla la novela de Guillermo Martínez "Los crímenes de Oxford" y lo hace con una estética a medio camino entre los thrillers hollywoodienses y los clásicos del cine negro. El cineasta español sigue siendo un director de culto en nuestro país gracias a sus inicios (El día de la bestia, La comunidad), aunque después de algunos fiascos en taquilla (800 balas, Crimen Ferpecto) ha decidido apostar por películas con mayor proyección. Rodada en inglés, "Los crímenes de Oxford" plantea la resolución de un misterio, pero el espectador también está invitado a reflexionar sobre aspectos más trascendentales como la existencia de una lógica oculta que ordena la realidad.

En el reparto Alex de la Iglesia ha contado con estrellas de corte internacional de la talla de Elijah Wood, que parece querer borrar su imagen de Frodo en "El Señor de los Anillos" apostando por producciones de corte independiente como "Olvídate de mí" o "Bobby". Su desconfiado profesor es John Hurt (El buen pastor), actor de la próxima entrega de "Indiana Jones". Completan el reparto la española Leonor Watling, a la que no veíamos desde "Teresa: El Cuerpo de Cristo" y Julie Cox (Troya).

Crítica

El tránsito de Alex de la Iglesia desde el Crimen Ferpecto hasta el crimen perfecto es la historia, contada en un suspiro, del sacrificio de una identidad creativa en aras de una inserción (absolutamente legítima) en el cajón de sastre del cine internacional y, con ello, su inclusión en la lista ésa que maneja Hollywood de cineastas susceptibles de aportar el puntode vista exótico en alguna superproducción interesada en vender la falacia de la sangre nueva. "Los crímenes de Oxford" despunta como un trabajo de realización extremadamente correcto que confirma, si es que hacía falta a estas alturas, que De la Iglesia sabe bregar con producciones de primera división, discreto pero sólido, por lo bajini pero con firmeza. El quid de la cuestión es saber si la cinta que nos ocupa es una pura y simple parada de postas en la trayectoria del cineasta vasco, un acomodo transitorio en un área de descanso o si definitivamente un pasaporte a la gloria y al maremagno ése de artesanos absorbidos por las imposiciones de la industria pesada en la meca del cine. Si es lo primero, descubrimos a un Álex de la Iglesia en proceso transicional, experimentando el placer de la inmersión total en los rudimentos estándar del cine de género, del thriller especulativo e intelectual de vieja escuela y matriz hitchkockinana.

Preferimos no obstante al De la Iglesia ferpecto que al perfecto, al casero y esperpéntico que al políglota y filoclásico. "Los crímenes de Oxford" es de esas películas que podría haber dirigido casi cualquiera (un cualquiera con eficiente dominio del medio, bien es cierto), un tobogán de superficie ancha, sin baches ni quiebros en el trayecto, calculado con precisión aritmética pero salpicado por la amenaza omnipresente de lo improbable. Hablamos de un thriller con doble tirabuzón y salto mortal, pero aún dentro de estas coordenadas de legítima libertad argumental, aficionada al golpe de escena y al redoble de tambor, el filme milita en el resbaladizo dominio de lo inverosímil. Desde los subjetivos paisajes de un Oxford un punto siniestro, oscuro y amenazante hasta la explosión de un clímax de los de cinco ases en la mano, la cinta circula a velocidad inconstante por la montaña rusa, tocada de muerte por la química cero del improbable triángulo pasional Elijah Wood-John Hurt-Leonor Watling.

"Los crímenes de Oxford" quiebra en falso con demasiada frecuencia y cuando lo hace para escurrir el bulto se esconde detrás del tópico. La decepción es considerable atendiendo a la adictiva exposición del planteamiento narrativo, la llegada del brillante estudiante yankee a la ajetreada ciudad estudiantil, la presentación del agudo y soberbio profesor de lógica con máscara y secretos (grande John Hurt) y, sobre todo la escenificación del primer crimen en un soberbio plano-secuencia rematado desde la ventana de la habitación de la infeliz víctima. De ahí en adelante "Los crímenes de Oxford" deviene crecientemente convencional, errática (infumable la presencia del histriónico y pesadísimo compañero de habitación ruso de Elijah Wood) y militante en un crescendo misterioso codificado del montón. A esas alturas De La Iglesia ya no aparece por ningún lado. La película ha cobrado vida por sí misma al margen de la voluntad de su director, y lo hace para ser rutinaria y gris, como el cielo de Oxford, o más.