Trailer

Fotogramas de la película

Sinopsis

En la Alemania de los años 30, John Halder es un profesor de literatura con graves problemas personales. Su última novela le ha servido para reflexionar sobre su familia y defender la eutanasia, algo que los políticos han utilizado para apoyar su actividad propagandística. A partir de ese momento, y con la intención de tener éxito, Halder comienza a hacer favores a hombres poderosos. Sin embargo, cuando se da cuenta de sus errores ya es tarde: el bueno del profesor se ha convertido en un nazi.

Presentada en el Festival de Toronto, "Good" es la adaptación al cine de la obra teatral homónima de C.P. Taylor, famosa por haber sido la última que escribió antes de morir a principios de los años 80. Muchas han sido las alabanzas sobre su argumento y contenido moral, pero nadie se había atrevido a adaptarla hasta ahora. Dirigida por el brasileño Vicente Amorim (El camino de las nubes), la película se sirve del drama personal de un hombre y sus posteriores errores para simbolizar el viaje de Alemania al nacionalsocialismo. De hecho la estructura de la cinta tiene mucho que ver con la de las clásicas obras moralistas, donde se mostraba la evolución ética de los personajes.

El encargado de dar vida a ese hombre bueno que se deja arrastrar por el éxito y las circunstancias es Viggo Mortensen. El recordado protagonista de "El Señor de los Anillos" está aceptando últimamente papeles más complejos, como ya le ocurrió en "Una historia de violencia" y más recientemente en "Promesas del Este", con la que optó al Oscar. Mark Strong (La Reina Victoria) y Jason Isaacs (La conjura de El Escorial) están en un reparto que se completa con los nombres de Jodie Whittaker (Venus) y Steven Mackintosh (La vida secreta de las palabras).

Crítica

Rara vez el cine anglosajón tiene las narices y lo que hay que tener para meter mano a cuestión tan espinosa. Las abundantes miradas planas y horizontales a la barbarie nazi, frecuentemente enfatizada en la perspectiva grotesca del Holocausto, desprecia matices, análisis y revueltas. El cine americano los nazis son psicópatas hijos de mala madre que perpetran sus atroces crímenes apretando los dientes en plan alimaña desorejada ante la pasividad meramente a la expectativa del vulgo. "Good" es una película valiente en tanto en cuanto se atreve a cuestionar ese determinismo aparatosamente melodramático indagando en la mismísima raíz sociológica del problema, no en el histrionismo gratuito del régimen del terror sino en el impecable sustrato social que lo ampara, en la complicidad no pasiva sino activa de honrados ciudadanos alemanes arrastrados por el espejismo de la deleznable utopía totalitaria.

Adaptación de un soberbio texto teatral firmado por el dramaturgo C.P. Taylor, "Good" estudia al microscopio la degradación moral de un individuo honesto, su progresiva condescendencia interesada con el infierno. Amorim escarba en la conciencia dividida de un ciudadano ejemplar, y he ahí precisamente el quid de la cuestión, en que no calza cuernos y cola, arrastrado por el vendaval fascista no por principios, sino por conveniencia desde la irresponsabilidad del que se fabrica una mentira a la que rendir culto para justificar actos moralmente reprobables. El hundimiento ético del individuo es en "Good" el hundimiento ético del colectivo, de todo un país cómplice con la inminente barbarie.

Nutrida de excelentes y afiladas líneas de diálogo, defendida por la contención autista y terroríficamente elocuente de un Viggo Mortensen tan sólido como es costumbre en sus últimos trabajos, la película de Vicente Amorim se descubre hablando de asuntos altamente trascendentes, sacando punta a una reflexión apasionante. Sin embargo no es oro todo lo que reluce. La obra teatral objeto de adaptación descansa en un cáustico y muy lúcido encadenado de de monólogos y disertaciones de cara al público. Amorim se enfrenta a un reto considerable en la reconversión de ese minimalista espacio escénico en el de una película narrada en tercera persona y poblada de múltiples personajes. La transición es defectuosa, ni director ni guionista acaban de acertar con las teclas y, en ocasiones, su película se revela esclava de un formato que no logra trascender. El tono de la propuesta es errático y sólo circunstancialmente a la altura de su monumental fuente. Con todo incita Amorim la reflexión buscando las cosquillas en los lugares adecuados. Su película, que escenifica desde lo pequeño el auge del nazismo como probeta del declive moral del género humano, apuntala una panorámica nada banal del misterio social del éxito totalitario en Alemania en busca de una necesaria tercera dimensión, aquí latente y a veces explícita (no tanto como en la obra teatral lamentablemente) al dilema histórico y moral.