En el Parlamento Vasco, en la sesión de investidura, dos universos desgraciadamente muy lejanos se mostraron en público tal y como son.
En un lado, la obsesión por una forma de pureza racial e identitaria, obsesivamente aludida por Ibarretxe y Egibar, la patrimonialización de la identidad nacional y la vinculación de ésta a la ideología de los dirigentes del nacionalismo vasco.
En el otro lado, un discurso de ciudadanía abierta y de democracia laica de S.XXI; socialdemócrata, liberal y desnacionalizado que no se mete en el campo teológico de las identidades nacionales sino que se mueve con comodidad en las diferencias y en el respeto a todas las formas de interpretarse que cada ciudadano tenga. Que habla de ciudadanos y no de nacionales, que busca reforzamientos de ciudadanía y amplitud de espacios en el tamaño de nuestra democracia. Abrir, no cerrar.
En el Parlamento Vasco, una vez más, romanticismo frente a Ilustración, esquemas pre modernos frente a las formas clásicas de la modernidad en la interpretación racional de la vida.
Afortunadamente, este último, tuvo ayer más votos por primera vez en muchos años.
José Luis Zubizarreta lo explica muy bien aquí http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20090506/mas-actualidad/politica/cambio-200905060910.html
Suerte... mucha suerte.