Facebook Twitter Crea un blog - Admin

Se muestran los artículos pertenecientes al tema Oficios del libro y la cultura escrita/Oficis del llibre i la cultura escrita.

The Open Publishing Handbook

Tal vez la respuesta más llamativa a la consulta que hemos estado formulando estos días en A&C (1 y 2) la ha dado Joaquín Rodríguez, poniendo en marcha esta iniciativa colaborativa: The Open Publishing Handbook.

Cabe señalar que en su presentación del manual abierto de edición pone la idea en relación con nuestro requerimiento. Dice Joaquín:


En tiempos revueltos es posible que el axioma de que mil cabezas son mejores que una sola sea irrebatible. Estos últimos días Silvia Senz se preguntaba si publicar un manual de edición tendría o no todavía sentido. Es posible que sí, pero no desde luego en la forma de una obra clausurada, cerrada sobre sí misma, con presunción de perpetuidad e ínfulas de texto irrebatible. Los cambios son tantos, tan acelerados; las incertidumbres son tantas, tan inexcrutables; los futuros son tan plurales que más vale explorarlos colaborativamente.

 

La verdad es que yo no me preguntaba eso. Lo que Montse Alberte y yo (como coautoras de un proyecto en el que probablemente entre otra gente) planteábamos es si, tal y como está hoy el mercado sectorial, se considera necesario un manual de edición de textos y corrección editorial, pero no de edición. No es tanta nuestra ambición y dominio del tema.

Para aclarar conceptos (algo a lo que venimos dedicándonos), la edición de textos es una parte muy concreta de la edición que no se ve grandemente afectada por los cambios tecnológicos, sino más bien por los cambios legales y normativos, a pesar de lo cual mantiene un método inalterable que responde a factores fijos:

1) el código escrito, que tiene características generales peculiares e inalterables;

2) la norma (de todo tipo), que se establece también según métodos, fines, modelos y un catálogo de criterios estables;

3) la relación de intermediación del editor de textos entre autor, productor y lector;

4) las peculiaridades de las tipologías textuales;

5) el conocimiento tipográfico fundamentado en criterios razonados de legibilidad, proporcionalidad y funcionalidad.

 

Y es a esas partes fijas que condicionan un método a lo que queríamos atender en primer lugar. En segundo lugar, a lo variable.

En cuanto a nuestra participación en la iniciativa de Joaquín, si bien consideramos realmente encomiable su capacidad de emprendimiento y su altruismo, hemos de dejar claro que nuestras circunstancias económicas nos impiden regalar sin más nuestro conocimiento, más allá de lo que ya solemos hacer aquí. La generosidad tiene un límite para nosotras: el que nos imponen los bancos.

Por otra parte, mal encajarían asuntos de edición y corrección de textos en castellano o en catalán en un manual en inglés.

Con todo, animamos a participar en el prometedor The Open Publishing Handbook a todo el que esté en condiciones de hacerlo. Es una estupenda idea.


Silvia Senz y Montse Alberte

 

Etiquetas: , , ,

Formación editorial: seguimos el diálogo con nuestros lectores

Antes que nada, queremos decir que agradecemos infinitamente las respuestas recibidas a nuestra consulta. Ha sido una placer conocer mejor a nuestros lectores (incluidas sus páginas respectivas) en los casos en que aún no habíamos tomado contacto con ellos.

El derrotero de las conversaciones privadas que han seguido a ese contacto nos ha mostrado que existe cierto deseo y necesidad de formación en el área de Edición y Corrección de Textos, mayor en Latinoamérica que en España pese a que aquí, para el castellano, la formación es un verdadero páramo: del todo fragmentada, dispersa e insuficiente.

Por experiencia propia intentando promover posgrados en línea de estas materias, parece que quienes podrían apoyarlos no tuvieran siquiera la conciencia de lo mucho que hay por enseñar y aprender. Y se nos ocurre que tal vez una obra de referencia es el primer paso hacia la creación de esa conciencia, primero entre formadores, después dentro de un mercado editorial que, ante un panorama de edición digital abierto al intrusismo, ha de comprender que su futuro pasa por recuperar dos atributos propios del editor de raza: selección y calidad.

Como decía Ado, tal vez se trate de que la oferta cree la demanda.

Nos gustaría seguir leyendo más impresiones. Gracias de antemano.


Silvia y Montse

Etiquetas: , , ,

Consulta a los lectores

Este no es un blog muy dado a la interactividad. Siempre se ha publicado más por deseo de escribir, comunicar y difundir que de debatir. Nadie aquí se ha dedicado mucho a atender los comentarios. Se responden en ocasiones y se borran cuando se insulta. Poco más.

Por eso no sería de extrañar que los lectores habituales de esta bitácora no nos respondieran a esta consulta. Y no podríamos culparlos.

Con todo, agradeceríamos mucho que se atendiera a este excepcional reclamo de feefdback.

La pregunta es simple: ¿en España o América Latina se considera necesaria una obra con muy amplio contenido metodológico y teórico sobre edición y corrección de textos? No nos referimos a un simple prontuario de normas para consulta urgente, sino a un manual especializado que requeriría al usuario horas de lectura y estudio, donde se explique todo lo necesario para profesionalizarse en este campo. ¿Alguien cree que el decadente mercado editorial la exige?

Gracias de antemano por las respuestas.


Silvia Senz y Montse Alberte

 

Etiquetas: , , , , , , ,

Ortotipografía, tipografía y corrección. Para aclarar conceptos

20100609134920-correcteur.jpg

Tiempo atrás comentamos lo triste que resulta ver cómo muchos correctores advenedizos (traductores en no pocos casos) o mal formados que se dedican a corregir pruebas tipográficas se llaman a sí mismos correctores ortotipográficos, dejando atrás el término que, con toda justificación, designa desde hace siglos a este profesional: corrector tipográfico.


Como el error terminológico campa por sus respetos, vamos a aclarar conceptos.




1. Qué es la tipografía


La tipografía es el conjunto de reglas y conocimientos tradicionales sobre diseño de grafismos, composición tipográfica, y disposición y compaginación (puesta en página) de los diversos elementos que conforman un texto en combinación con elementos espaciales (blancos).


La tipografía es un saber forjado durante siglos de práctica en las imprentas y las editoriales, y remodelado y perfeccionado gracias a los avances tecnológicos y a la aplicación sistemática de criterios de estética, proporcionalidad y funcionalidad tipográficas, y de eficacia comunicativa.
Grosso modo, comprende los siguientes aspectos:

Tipología:


Los tipos de letra: rasgos del tipo y varieaddes (estilos, familias y series o clases).
– Diacrisis tipográfica.
– Factores de legibilidad.
– Principios de estética tipográfica.

Tipometría:


Sistemas de medida tipográfica.
– Formatos de papel.
– Medidas de los filetes y otros grafismo ornamentales (viñetas, bigotes...).

Composición y disposición tipográficas:


Principios de proporcionalidad tipográfica aplicados a:
a) los cuerpos y la interlínea de los elementos textuales y extratextuales según jerarquía interna, formato, legibilidad de la letra y tipo de lector;
b) los blancos en relación con los textos a los que se aplican.


Cuerpo e interlínea: aplicación en cada elemento textual y extratextual de una obra.


Cálculo de las medidas de la caja del texto y los márgenes.


Cálculo de las medidas de las columnas.


Aplicación y medidas de otros blancos, aparte del de los márgenes: sangrías, líneas de blanco, corondeles....


Los tipos de párrafo y su aplicación según tipo de obra, legibilidad del párrafo y tipo de elemento textual y extratextual.


Grafía, composición y disposición de los lemas.


Grafía, composición y disposición de los sumarios.


Grafía, composición y disposición de los poemas.


Grafía, composición y disposición de los cuadros.


Grafía, composición y disposición de los diversos tipos de títulos.


Grafía, composición y disposición de rotulados y pies de figura.


Grafía, composición y disposición de los diversos tipos de notas.


Grafía, composición y disposición de los diversos tipos de índices.


Grafía, composición y disposición de las obras teatrales.


Composición y disposición de las bibliografías.


Grafía, composición y disposición de las cronologías.


Grafía, composición y disposición de las firmas.


Aplicación, composición y disposición de los folios explicativos.


Aplicación, composición y disposición de los folios numéricos.


Tipos y aplicación de filetes y otros grafismos ornamentales (viñetas, bigotes...).


Compaginación:


Cálculo de las páginas de una obra.


Orden y disposición de las partes de una obra en la compaginación.


Obras útiles sobre tipografía:
BUEN, JORGE DE:
Manual de diseño editorial, 3.ª edición, corregida y aumentada, Gijón: Trea, 2008.


MARTÍNEZ DE SOUSA, J.: Manual de edición y autoedición, Madrid: Pirámide, 1994.
— «La diacrisis tipográfica», Español actual: Revista de español vivo: monográfico sobre ortografía y ortotipografía, núm. 88 (2007), pp. 63-80.


ZAVALA RUIZ, ROBERTO: El libro y sus orillas: tipografía, originales, redacción, corrección de estilo y de pruebas, 6a. reimp. de la 3a. ed. corregida, México: UNAM, 2005.




2. Qué es la ortotipografía y qué es la corrección ortotipográfica


La ortotipografía es la parte de la ortografía técnica que se ocupa del estudio y aplicación de los principios tipográficos de estética, funcionalidad, legibilidad y eficacia comunicativa en la escritura de un texto con caracteres tipográficos. Como la tipografía, se estableció en el mundo del impreso.


La corrección ortotipográfica se realiza en diversas fases:


1) en el original de un texto (antes de que se componga), y


2) en las pruebas tipográficas de ese mismo texto (ya compuesto).


La ortotipografía comprende los siguientes aspectos:
– grafía y aplicación de las variantes de letra: redonda, cursiva, negrita, versalita, ancha y estrecha, superíndice y subíndice, etcétera;
– normas de alineación;
– el mecanismo y grafía de las remisiones;
– aplicación incorrecta de los distintos tipos de folios numéricos;
– disposición (a párrafo seguido o aparte) y puntuación de las citas;
– puntuación de todos los elementos textuales y extratextuales (textos de pies de figura, cuadros, gráficas, notas, etc.);
– signos empleados en los diversos tipos de notas y puntuación que les afecta;
– blancos incorrectos (sangrías, espaciado, prosa, líneas de blanco, corondeles...);
– grafía, composición y disposición de apartados y subapartados;
– normas de división y separación de palabras a final de línea en las pruebas tipográficas;
– líneas incorrectas;
– páginas incorrectas;
– normas de partición de títulos en los textos compuestos tipográficamente;
– signos de corrección tipográfica.

La normativa ortotipográfica NO es competencia de las academias de la lengua. Como todo saber tipográfico, se desarrolló en el mundo del impreso y se halla dispersa en infinidad de fuentes, algunas oficiales e internacionales (como las que afectan a los signos de corrección), pero la mayoría de origen particular y uso restringido (libros de estilo y códigos tipográficos), lo que supone una gran disparidad de criterios en los usos que dictan unas editoriales y otras.


El principal compilador y sistematizador de esta normativa, y a la vez analista crítico y optimizador de la ortografía académica, es José Martínez de Sousa, y por ello sus obras constituyen la principal referencia en materia ortográfica y ortotipográfica:


MARTÍNEZ DE SOUSA, J.: Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, Gijón: Trea, 2007. [En proceso de revisión para una 2.ª edición.]
Manual de estilo de la lengua española, 3.ª ed., Gijón: Trea, 2007.
Ortografía y ortotipografía del español actual, Gijón: Trea, 2008, 2.ª ed.

Para la lengua catalana son referencia habitual:
MESTRES, J. M., J. COSTA, M. OLIVA Y R. FITÉ: Manual d’estil: la redacció i edició de textos (libro + CD), 4.ª ed., Barcelona: Eumo Editorial/Universitat de Barcelona /Associació de Mestres Rosa Sensat/Universitat Pompeu Fabra, 2009. [Si se tiene la 3.ª ed. (2007), aquí se pueden descargar gratuitamente las actualizaciones de esta edición: http://www.eumoeditorial.com/recursos_ident.php ]


PUJOL, J. M., Y J. SOLÀ: Ortotipografia: manual de l’autor, l’autoeditor i el dissenyador gràfic, 2.ª ed., Barcelona: Columna, 2001. El Tractat de puntuació de Solà que incorpora es, sencillamente, una joya igualmente válida para el castellano.


Para textos científicos es bastante útil:


BEZOS LÓPEZ, Javier: Tipografía y notaciones científicas, Gijón: Trea, 2009.




3. El corrector tipográfico, la ortotipografía y la tipografía


El corrector tipográfico es aquel profesional del control de calidad del texto en la edición que se ocupa de corregir sucesivas pruebas tipográficas, es decir, obras ya compuestas tipográficamente según un diseño y compaginación determinados.


En lo relativo a la ortotipografía y la tipografía, se encarga de:
– Verificar la aplicación de todas las correcciones ortotipográficas realizadas en el texto original y de llevar a cabo las que se hayan omitido debido a algún lapsus del corrector y del preparados del original.


Comprobar la aplicación de las siguientes señalizaciones tipográficas marcadas en el original:
a) orden de la compaginación;
b) tipos de párrafos,
c) líneas de blanco,
d) sangrías,
e) folios explicativos y numéricos,
f) situación de las notas,
g) alineaciones,
h) jerarquía de títulos,
i) espaciados.


Corregir:


a) la aplicación incorrecta de los distintos tipos de folios numéricos;


b) blancos incorrectos (sangrías, espaciado, prosa, líneas de blanco, corondeles...);


c) la división y separación de palabras a final de línea en las pruebas tipográficas;


d) las líneas incorrectas;


e) las páginas incorrectas;


f) la partición incorrecta de títulos en los textos compuestos tipográficamente;


g) la repetición en líneas seguidas y en el mismo lugar de texto idéntico (más de dos caracteres).




Silvia Senz Bueno





Etiquetas: , , ,

Las guías de estilo editorial

20100526132852-mele.jpg

 

A fin de optimizar la labor de todos los que intervienen en la elaboración y edición de un texto, las editoriales se valen en muchos casos de guías internas de trabajo, destinadas a orientar al propio autor (escritor o traductor) y al personal editorial.

 

1. Tipos de guías de estilo

 

Tradicionalmente, se han acuñado los textos que compilan la normativa editorial (general o específica) con muy variados nombres: normas editoriales, prontuarios editoriales, cartillas tipográficas, códigos tipográficos, libros de estilo, manuales de estilo... Esta caótica terminología ha dado pie a algún intento de uniformación en la nomenclatura y de categorización tipológica, en función de:

su contenido (norma lingüística, norma tipográfica, norma ortotécnica, norma documental, deontología profesional, legislación, estilo redaccional, etc.);

su campo de conocimiento (ciencia, técnica, humanidades, etc.),

su ámbito de aplicación (general, administración, prensa, editoriales de libros, imprentas, comunidad científica, etc.);

su estilo normativo (sólo prescripción o combinación de contenido descriptivo y normativo).

 

1.1. Los códigos tipográficos

 

Los códigos tipográficos son publicaciones normativas, que recogen las reglas para la realización de un impreso, particularmente las de grafía tipográfica.

Empleados en las imprentas y en las editoriales bibliológicas desde el siglo xvii, los códigos tipográficos surgen por en Francia de la mano del impresor y librero Pierre_François Didot (1732_1793), que publicó el Code des corrections typographiques. Modernamente, en la misma Francia se publicó el Code typographique, con múltiples reediciones (17.a ed., 1993) y una reciente modernización en la obra de nueva planta Nouveau code typographique (1997), heredera de la anterior. Este texto se considera en el país vecino como la biblia de los tipógrafos y de los escritores en lo relativo a grafía tipográfica.

En España, las normas de ortotipografía y ortografía técnica se hallan dispersas en infinidad de fuentes, algunas de ellas oficiales, emitidas por organismos normalizadores nacionales (como las normas UNE de la Asociación Española de Normalización, AENOR), que a su vez son reflejo de normas internacionales (las normas ISO), pero la mayoría de origen particular. Hasta ahora, lo más parecido a un código tipográfico de uso general que existe en el ámbito hispanohablante es el Diccionario de ortografía técnica, de José Martínez de Sousa (Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1987, reimpr. 1999), refundido en su Ortografía y ortotipografía del español actual (2.ª ed., Gijón, Trea, 2008), parte de la cual se refleja también en su Manual de estilo de la lengua española (3.ª ed., Gijón, Trea, 2008).

El contenido de un código tipográfico se limita a norma tipográfica, ortográfica y ortotipográfica.

 

1.2. Los libros de estilo periodísticos

 

Los libros de estilo de prensa y revistas son prontuarios (obras de tipo normativo) de estilo periodístico para uso interno de una publicación periódica, nacidos en la prensa estadounidense en la primera mitad del siglo xx (1931, primera edición del libro de estilo del Daily News) con el fin de establecer cánones deontológicos y retóricos específicamente periodísticos y soluciones unificadas a problemas de grafía.

Aunque nacieron en los Estados Unidos, hoy se hallan extendidos por todo el mundo. Todo periódico que se precie tiene el suyo (o sigue, en líneas generales, uno establecido por otro periódico). Entre los libros de estilo periodísticos sobresalen el del grupo Vocento, el de La Voz de Galicia, el de El País, el de El Periódico, el de La Vanguardia y el de Abc. Lo tienen, asimismo, ciertas emisoras de radio y televisiones. La radio cuenta con el Manual de estilo de RNE; las agencias de prensa, con el excelente Manual de español urgente, y la televisión, con el Manual de estilo de TVE, entre otros.

En España tampoco en este terreno existe todavía unidad de criterio con relación a las normas lingüísticas comúnmente aceptadas, lo que explica la diversidad de grafías entre unos y otros periódicos y revistas. Es posible que esta situación se modifique próximamente: según convenio establecido entre la Academia, la Fundación de Español Urgente y diversas cabeceras de prensa y grupos de comunicación, los medios suscriptores del convenio adoptarán en sus respectivos libros de estilo las pautas establecidas en el Diccionario panhispánico de dudas, aun cuando no son adecuadas ni suficientes para atender a las necesidades de un medio masivo.

En el ámbito anglosajón existe una obra de consulta común de los medios, que sirve de modelo para la redacción de los libros de estilo particulares; se trata del The Oxford Dictionary for Writers and Editors (Oxford: Oxford University Press, 2000, 2.ª ed.).

 

1.3. Los libros de estilo bibliológicos

 

Los libros de estilo bibliológicos son textos normativos, editados por y para las editoriales de libros, que tienen su precedente histórico en los códigos tipográficos y las normas ortotipográficas recogidas en los libros sobre técnica tipográfica.

 

1.4. Los manuales de estilo

 

Los manuales de estilo son obras de carácter descriptivo y explicativo, además de normativo, editadas para un público amplio, que recogen tanto el contenido de los códigos tipográficos como las normas para la redacción y edición de obras académicas o científicas.

 

En el mundo anglosajón son obras de común referencia en el ámbito de las humanidades el Copy_Editing: The Cambridge Handbook for Editors, Authors and Publishers (de Judith Butcher; Cambridge University Press, 1992), el The Oxford Guide to Style (de Horace Hart; Oxford University Press, 2002), el MLA Handbook for Writers of Research Papers (de Joseph Gibaldi y Phyllis Franklin; Nueva York: Modern Language Association, 2003, 6.ª ed.) y el The Chicago Manual of Style (Chicago: University of Chicago Press, 2003, 15.ª ed.); en el ámbito de las ciencias sociales, el Publication Manual of the American Psychological Association (Washington: APA, 2001, 5.ª ed.); en el de las ciencias biomédicas, el Scientific Style and Format: The CBE Manual for Authors, Editors, and Publishers (University of Wisconsin_Madison Writing Center, 1994, 6.ª ed.).

De este tipo de obras, en España sólo disponemos, en el campo de la medicina, del Manual para la redacción, traducción y publicación de textos médicos, de José Luis Puerta López-Cózar y Assumpta Mauri Mas (Barcelona: Masson, 1994) y del Manual de estilo de publicaciones biomédicas, de la revista Medicina Clínica (Madrid, Mosby/Doyma Libros, 1993), que ofrece, este último, de forma rigurosa y coherente, amplios criterios sobre el proceso de elaboración y publicación de artículos científicos, sobre aspectos lingüísticos relacionados con la expresión técnica y sobre convenciones tipográficas del texto científico-médico.

El único manual de estilo de tipo general, especialmente aplicable para las humanidades, que existe en España es el Manual de estilo de la lengua española (2.ª ed., Gijón: Trea, 2001), de Martínez de Sousa.

 

2. Contenidos habituales de las guías de estilo

 

2.1. Normas que afectan especialmente al editor de textos y a los correctores

 

Obras y normas de referencia en la editorial.

Aspectos de la ley de Propiedad Intelectual relativos al derecho del autor a la integridad de su obra y al derecho a corregir pruebas.

Pautas generales para unificar criterios.

Normas de alfabetización.

Formación y grafía de abreviaciones (abreviaturas, siglas y acrónimos).

Empleo de mayúsculas y minúsculas.

Grafía de las citas textuales.

Sistema de cita bibliográfica.

Grafía de los lemas.

Grafía de los poemas.

Grafía de los diversos tipos de notas.

Grafía de los diversos tipos de índices.

Grafía de las bibliografías.

Grafía de las cronologías.

Mecanismos de las remisiones.

Grafía de las firmas.

Grafía de los folios explicativos.

Grafía de párrafos, apartados y subapartados.

Grafía y empleo de los símbolos.

Grafía y empleo de signos.

Empleo de los signos de puntuación en tipografía.

Grafía de las cifras y cantidades.

Normas de división y separación de palabras a final de línea en las pruebas tipográficas.

Normas de partición de títulos en las pruebas tipográficas.

Aplicación de las variantes de letra con valor diacrítico: cursiva, negrita, versalita, redonda y redonda entrecomillada.

Lista de errores morfosintácticos habituales (género, número, concordancia, valores verbales, uso de determinantes, uso de preposiciones, uso de formas verbales...).

Criterios unificados en cuestiones que pueden grafiarse y disponerse de más de una manera (con o sin acento; junto y separado; con dos grafías posibles [yerba/hierba]; con o sin inicial mayúscula, con cifra o con letra...).

Lista de palabras habitualmente mal empleadas (impropiedades, anglicismos, barbarismos, galicismos, etc.).

Lista de homófonos y parónimos.

Lista de siglas, acrónimos, abreviaturas y símbolos habituales.

Listas de antropónimos y topónimos dudosos o habituales.

Lista de gentilicios dudosos o poco habituales.

Signos de corrección de estilo y de corrección tipográfica.

Método de la corrección de estilo y de la corrección tipográfica.

Recursos en la red para el trabajo del editor de textos y del corrector.

 

2.2. Normas que afectan especialmente a los redactores y autores

 

En medios de comunicación: fundamentos y objetivos de la labor periodística.

Criterios de deontología (conducta ética y socialmente responsable):

a) periodística,

b) científica;

c) documental (reconocimiento e identificación de la bibliografía consultada, e identificación y reproducción de las citas textuales).

Estándares propios de las disciplinas de que traten las obras que habitualmente publica una editorial.

Aspectos controvertidos de la disciplina sobre la que tratan las obras que habitualmente publica una editorial.

Instrucciones para la correcta presentación de los originales:

a) uso del programa de procesamiento de textos;

b) formateo de la página (tipo y cuerpo de letra, interlineado, medidas, márgenes y numeración);

c) identificación y presentación de las partes de la obra;

d) formato de presentación de los documentos;

e) organización del texto en partes;

f) tratamiento y disposición de los diversos tipos de texto (texto general, notas, pies de figuras, rotulados de figuras, recuadros de texto, citas intercaladas, remisiones internas, índices y cuadros);

g) sistema y grafía que debe utilizar para las citas textuales, para la manipulación de las citas, para la elaboración de la referencia bibliográfica y para la confección de bibliografías;

h) tratamiento y presentación de las imágenes;

i) grafía de signos y símbolos.

Estilo, tono y estructura de textos específicos:

a) destinados a una sección (si se trata de publicaciones periódicas),

b) destinados a una obra o colección determinadas (si se trata de publicaciones bibliológicas).

Normas de transcripción al español de diacríticos y signos especiales de otras lenguas con alfabeto latino (alemán, checo, danés, finlandés, húngaro, polaco, rumano, etc.).

Normas de transcripción al español de idiomas con alfabetos no latinos (árabe, búlgaro, griego, hebreo, serbio, ruso, etc.).

Normas de transcripción al español de idiomas con escrituras ideográficas (chino y japonés principalmente).

Normas de adaptación al español de transcripciones (de lenguas en alfabeto no latino o con escritura ideográfica) hechas para el inglés o el francés.

Normas de lenguaje no sexista.

 

2.3. Normas que afectan especialmente a los traductores

 

Criterios generales para resolver problemas de transferencia cultural de difícil solución o para los que existen diversas opciones sobre las que el traductor no acaba de decidirse (p. ej., supresión de la referencia cultural, aclaración por medio de nota a pie del traductor o adaptación mediante equivalencia en la cultura de la lengua fuente).

Criterios de traducción/transcripción/adaptación:

de abreviaturas;

de citas e inscripciones;

de siglas;

de locuciones latinas;

de nombres de acontecimientos históricos, guerras y batallas;

de antenombres y títulos de dignidad;

de títulos y gradis académicos

de rangos militares;

de antropónimos y de sobrenombres;

de nombres propios de religiosos (frailes y monjas), reyes, emperadores, príncipes, cardenales y papas;

de nombres de personajes de ficción;

de nombres de asambleas políticas;

de nombres de partidos políticos;

de nombres de asociaciones, entidades, establecimientos comerciales, instituciones, organismos, organizaciones y sociedades;

de nombres de modelos y marcas registrados;

de nombres de eventos: campeonatos, competiciones, ferias, exposiciones, salones, congresos, jornadas...;

de nombres de equipos deportivos;

de nombres de deportes y juegos;

de nombres de estilos y movimientos artísticos, políticos y culturales;

de nombres científicos de animales o plantas;

de nombres propios de animales;

de nombres propios de aviones, embarcaciones, satélites artificiales, trenes y zepelines;

de nombres propios de fenómenos naturales;

de nombres de fiestas, conmemoraciones y celebraciones;

de nombres de grupos musicales o teatrales;

de sistemas de notación musicales;

de nombres de premios o condecoraciones;

de nombres de órdenes y congregaciones religiosas y de sectas;

de topónimos geográficos (físicos y políticos) y de topónimos urbanos;

de títulos de conferencias, cursos, tratados y encíclicas;

de títulos de obras creadas, publicadas o no (artículos, danzas y ballets, diarios, discos, documentos en línea, esculturas, folletos, canciones, libros, obras teatrales, óperas, películas, pinturas, poesías, programas y series de televisión o radio, revistas, sinfonías y otras composiciones musicales clásicas, tebeos, vídeos, etc.);

de títulos de páginas electrónicas y sus partes;

de títulos de programas de investigación.

 

Normas de transcripción de nombres propios y topónimos de lenguas con alfabeto no latinos.

Normas de transcripción de nombres propios y topónimos de lenguas con alfabeto latino.

Normas de transcripción al español de diacríticos y signos especiales de otras lenguas con alfabeto latino (alemán, checo, danés, finlandés, húngaro, polaco, rumano, etc.)

Normas de adaptación al español de transcripciones (de lenguas en alfabeto no latino o con escritura ideográfica) hechas para el inglés o el francés.

Lista de extranjerismos ortográficos y ortotipográficos.

Lista de extranjerismos léxicos.

Lista de falsos amigos.

Sistemas de medidas no normalizados y equivalencias en el SI.

Instrucciones para la correcta presentación de los originales:

a) uso del programa de procesamiento de textos;

b) formateo de la página (tipo y cuerpo de letra, interlineado, medidas, márgenes y numeración);

c) identificación y presentación de las partes de la obra;

d) formato de presentación de los documentos;

e) transcripción y tratamiento en la traducción de los blancos del diseño de la obra original;

f) tratamiento y disposición de los diversos tipos y estilos de texto (texto general, notas, pies de figuras, rotulados de figuras, recuadros de texto, citas intercaladas, remisiones internas, índices y cuadros).

Recursos en la red para el trabajo del traductor.

 

 

Silvia Senz

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

Curso gratuito de «Corrección de estilo en castellano»

(COMPLEMENTARIO DEL CURSO DE «CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA»)
Docente: Silvia Senz
Calendario y horario: 17/05/2010-23/06/2010, lunes y miércoles, de 18.30 a 21.30 h
Duración: 20 h presenciales
Lugar de realización: Editrain-Gremi d’Editors de Catalunya (Barcelona)

C/Comte Borrell 235-239 - 08029 Barcelona
Tel.: 93 488 08 84
Más información: Francisco Sierra <formacionbcn@editrain.com>.



I. CONCEPTOS BÁSICOS: CORRECCIÓN Y EDICIÓN DE TEXTOS Y CONTROL DE CALIDAD


II. NORMAS Y REGLAMENTOS EN LA EDICIÓN Y LA CORRECCIÓN DE TEXTOS

1. Conceptos de norma y reglamento

2. Reglamentos legales que afectan al trabajo de edición y corrección de textos

3. Normas que afectan al trabajo de edición y corrección de textos
3.1. Estándares no lingüísticos y ortotécnicos, y autoridades normativas
3.1.1. Conceptos básicos: estandarización
3.1.2. Normas ISO y normas del BIPM

3.2. Estándares lingüísticos (terminología y lengua general) y autoridades normativas
3.2.1. Conceptos básicos: lengua, variedad y estandarización lingüística
3.2.2. Estándares terminológicos
3.2.3. La norma académica: estado actual

3.3. La norma editorial (ortotipografía y tipografía) y autoridades normativas

4. Bibliografía y recursos en la Red



III. DIFICULTADES Y CRITERIOS NORMATIVOS Y ESTILÍSTICOS

1. Plano ortográfico (ortografía usual, ortografía tipográfica, ortografía bibliológica y ortografía técnica)

2. Plano gramatical

3. Plano léxico

4. Plano textual

5. Plano estilístico

6. Plano de transferencia (traducción y adaptación)


IV. LA CORRECCIÓN DE ESTILO

1. Conceptos preliminares

2. Perfil, competencias y atribuciones del corrector de estilo

3. Métodos, signos y técnicas de la corrección de estilo
3.1. Sobre papel (signos y fraseología)
3.2. Sobre pantalla
3.3. Mixta
3.4. Tecnología para la corrección de estilo

4. Taller práctico

Etiquetas: , , , , , , , ,

El ojo experto de un corrector profesional

Decíamos en la nota anterior que no había ya más comentario que añadir al desolador panorama que presenta la corrección editorial en el mundo (al menos, en Europa). Bien, tal vez sí. En esta bitácora, al fin y al cabo, estamos en parte para eso: para reivindicar la necesidad que toda publicación de calidad tiene de someterse a la revisión de profesionales que verifiquen, en fases progresivas, si un texto que va a publicarse y comercializarse se acomoda a los estándares (no sólo lingüísticos) pertinentes.

La bondad de la corrección editorial puede constatarla cualquier productor con una idea más o menos clara de lo que implica corregir, simplemente cotejando el texto sin corregir con el texto corregido. Pero aunque quede persuadido de la conveniencia de aplicar procesos de corrección, es probable que no vea la diferencia entre encargarle esa tarea a un profesional afín y encargársela a un corrector formado y de oficio.

En este vídeo se muestra de manera bien gráfica, mediante el seguimiento del recorrido del ojo en la pantalla, el décalage en la atención, la eficacia, la concentración, el método y el rigor que hay entre una corrección en pantalla realizada por una experta en comunicación escrita y la corrección del mismo texto llevada a cabo por una correctora profesional. Tomen nota los editores que suelen cargar esta tarea a redactores o traductores con tal de ahorrarse al corrector:

 

 

Etiquetas: , , , , , , , , ,

Curso gratuito «Corrección tipográfica en castellano» del Gremi d'Editors de Catalunya

20100101135218-corregir-2.jpg

PROGRAMA

I. LA CORRECCIÓN EN EL PROCESO DE PREIMPRESIÓN

1. Conceptos preliminares

2. Tipos de corrección y profesionales

II. NORMA Y FUENTES DE NORMATIVA EN EDICIÓN
1. Conceptos de norma y reglamento

2. Tipos de normas

3. Normas que afectan al corrector tipográfico

4. Bibliografía y recursos en red para la corrección tipográfica

III. TIPOGRAFÍA Y CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA

1. Terminología tipográfica básica para la corrección

2. Norma tipográfica
– Normas de composición y compaginación: aplicación de blancos (sangrías, líneas de blanco, corondeles, espaciado, prosa, y páginas de birlí, de cortesía y blancas...), de tipos de párrafo a cada elemento textual y extratextual, de jerarquía tipográfica de los títulos, partes, párrafos y apartados y de la compaginación (distribución del contenido por páginas).

3. Norma ortográfica (ortografía general, ortografía tipográfica, ortografía bibliológica y ortografía técnica)
– Convenciones ortográficas y estándares normalizados: palabras que pueden escribirse juntas o separadas; alternancias acentuales, alternancias grafemáticas, grafía de grupos vocálicos, grafía de las palabras compuestas; formación, grafía y uso de abreviaciones (abreviaturas, siglas, acrónimos, símbolos, etc.); empleo de mayúsculas y minúsculas; grafía de antropónimos y topónimos; sistemas de medidas y tablas de equivalencias entre sistemas; grafía y uso de signos y símbolos; grafía de las cifras y cantidades; empleo de los signos de puntuación en tipografía; puntuación de diálogos y pensamientos; normas sobre alineación; sistemas de alfabetización; sistemas de división y separación de palabras; uso de las distintas variantes de letra (cursiva, versalita, negrita); normas de partición de títulos; etcétera.

IV. EL PROCESO DE CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA

1. Tipos de corrección tipográfica

2. Perfil y competencias profesionales del corrector tipográfico

3. La corrección de primeras pruebas (galeradas o precompaginadas)
3.1. Objetivos de la corrección de primeras
3.2. Método y técnicas de la corrección de primeras en papel

4. La corrección de segundas pruebas (compaginadas)
4.1. Objetivos de la corrección de segundas
4.2. Método y técnicas de la corrección de segundas en papel

5. La corrección de terceras pruebas (de comprobación)
5.1. Objetivos de la corrección de terceras
5.2. Método y técnicas de la corrección de terceras en papel

6. La corrección de fotolitos y de ozálidas (plotters)
6.1. Objetivos de la corrección de fotolitos y de ozálidas
6.2. Método y técnicas de la corrección de fotolitos y de ozálidas

7. Taller práctico


Fecha de inicio:
18/01/2010

Fecha de finalización: 03/03/2010

Horario: lunes y miércoles de 18.30 a 21.30 h

Profesora: Silvia Senz

Duración: 36 h presenciales

Más información en: Editrain-Gremi d’Editors de Catalunya
http://www.editrain.com/content/seccionweb7.php

C/ Comte Borrell, 235. 08029 Barcelona

Tel.: 34 93 488 08 84

Fax: 34 93 487 50 75

Contra las autoridades lingüísticas arbitrarias. Métodos revolucionarios para el profesional de la lengua, 1: las recomendaciones de la Fundéu y el consultorio de la RAE

20091215153129-fundeu.jpg

Supe que ahora la lista de la Fundéu, Apuntes, puede seguirse en Internet sin necesidad de estar inscrito. Como estoy recopilando recomendaciones de la Fundéu y objeciones a ella, me interesa mucho poder leer lo que allí se dice.

Vi que estos días un suscriptor ponía en tela de juicio que la Fundéu dé algunas recomendaciones (normas light, pero normas de corrección al fin y al cabo) a la prensa exentas de una mínima argumentación (v. aquí el hilo «Recomendacion - emiratos»).

Está muy bien plantear este tipo de objeciones a los responsables de la Fundéu. Entiéndanme: no creo que haya que corregirles los errores que cometen en sus recomendaciones. De hecho, cuando se les ha corregido alguno (y sé por un buen amigo que se ha hecho más de una vez), nunca han publicado una rectificación reconociendo el error cometido primero y enmendándolo luego; eso pondría en evidencia sus limitaciones, mostraría su falibilidad y debilitaría su autoridad referencial. Lo que, en mi opinión, ha de exigirles el profesional (corrector, editor de textos, traductor, periodista...) que consulta sus recomendaciones o incluso quien plantea dudas en su consultorio es transparencia normativa siempre que le quepa alguna duda sobre los fundamentos de una recomendación o de una respuesta a una consulta. Para ello dispone de dos vías de acceso directo: e-correo y lista Apuntes.

De igual modo puede obrar el profesional que utilice el consultorio de la RAE, que por desgracia no ha dispuesto aún otras vías de contacto con el usuario. Cuando reciba una respuesta a su consulta, si está disconforme con ella o no le resulta clara, puede enviar una nueva consulta, identificándola como réplica a la respuesta de una duda anterior. De este modo, en no pocas ocasiones, muchos usuarios profesionales hemos acabado manteniendo una conversación fluida y en tiempo real con el amable, esforzado y creativo personal contratado en el departamento de Español al Día, que atiende este servicio.


Corolario y recomendación revolucionaria:

Siempre que tengamos modo de hacerlo, hay que exigir transparencia normativa, esto es:

1) las credenciales de quien da una norma/recomendación o responde a una consulta, y

2) una explicación sucinta de las bases de la norma en cuestión (a partir de qué criterios y conocimientos de la lengua se ha elaborado), que un profesional podrá entender fácilmente.

Es bueno para nosotros, los que trabajamos con la lengua, porque seremos en adelante capaces de aplicar esos mismos criterios (si los juzgamos válidos) y conocimientos a casos análogos, y porque de este modo la autoridad se reparte entre quienes emiten la norma y quienes tienen la opción de juzgarla antes de aplicarla.

Es bueno para la norma, porque si sabemos en qué se fundamenta, podemos contribuir a mejorarla, para bien de todo el que ha de aplicarla en su trabajo.

Por supuesto, no es bueno para el emisor, que con ello cede autoridad, es decir, poder, que en el caso de la codificación y normativización de una lengua es mucho más que poder estandarizador: es poder social, poder político y poder económico. (Que se lo digan, si no, al BBVA y a los patrocinadores corporativos de la RAE.)

Esta es una de las maneras de acabar con autoridades arbitrarias e inmerecidas. Seguiremos proponiendo otros métodos.


Silvia Senz

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , ,

La (no) formación del corrector y editor de textos (en castellano) en España

20091016121450-corrector-de-espanol.jpg

 

Cuando, hace pocos días, en Infoedicat nos hacíamos eco de la sesión inaugural de la 10.ª edición del Postgrau de Correcció i de Qualitat Lingüística, la 5.ª del Postgrau d’Assessorament Lingüístic en els Mitjans Audiovisuals y la 4.ª del Màster en Correcció i Assessorament Lingüístic de la UAB a cargo del eminente lingüista Joan Solà (cuyo Tractat de puntuació, por ejemplo, me enseñó a mí a puntuar también en castellano), sentí una sana envidia. Cierto que ningún lingüista que trabaje como corrector o asesor va a tener un futuro dorado. Pero, al menos, un corrector y asesor lingüístico de catalán podrá tener la dignidad y la seguridad que le ofrece una formación reglada y de grado.

En esta bitácora hemos hablado muy a menudo de la precaria y desasistida situación del profesional del texto (en castellano) en el mundo de la edición de libros o de prensa, por centrarnos sólo en medios escritos (véanse especialmente las secciones «Oficios de libro», «Edición y calidad» o «Agonías profesionales»). ¿La razón? La adaptación del sector a un cambio tecnológico (la autoedición), que llegó de la mano de la irrupción de un modelo de explotación salvaje del negocio editorial. Durante el largo periodo de acomodo a la digitalización de la producción, los gremios de editores españoles que ofrecían formación continuada especializada prácticamente abandonaron la capacitación en el campo de la tipografía, la corrección y la edición de textos, para dedicarse a la formación de técnicos en autoedición. De los dos principales, diez años estuvo el Gremio catalán sin ofrecerla y no nos consta que el de Madrid haya reemprendido este tipo de formación. Desde hace más de 15 años, casi vacías las plantillas de correctores y editores de oficio, quienes aspiraban a esta clase de instrucción han debido conformarse con una oferta siempre insuficiente y a menudo deficiente de cursos privados impartidos en academias y asociaciones profesionales, o con la escasa atención que posgrados y másteres de edición han prestado a este importante campo, puntal básico del oficio de editor desde el momento en que el valor añadido que puede ofrecer un promotor editorial a todo texto que publica es una mejor lectura.

Para más inri, no se avista un futuro mejor. La urgencia de formar profesionales capaces de acometer el proceso de digitalización de toda la cadena del libro parece que vuelve a arrinconar la formación de correctores y editores de texto, pese a que lo que seguimos leyendo, en un e-book o donde sea, es fundamentalmente texto, y a que los modelos de trabajo textual canónicos siguen estando básicamente vigentes.

Esta situación, ya de por sí grave para la calidad de los textos en lengua castellana, empeora si tenemos en cuenta que, más allá de los valiosísimos libros de consulta que, durante años de brillante, solitario y meritorio esfuerzo, nos ha proporcionado José Martínez de Sousa, no hay a la vista dignos sucesores del maestro. ¿Cómo encarar ese vacío bibliográfico que nos espera? No lo sabemos. Quienes alguna vez nos hemos planteado la necesidad de continuar con la tradición de manuales de estilo generales y compendios ortográficos y tipográficos implantada por él, hemos topado con una cruda realidad: aun teniendo parte de la preparación y disposición necesarias, escribir obras de esta talla exige un sacrifico y un esfuerzo descomunal que, de hecho, el sector no pide. Al menos en España.

En algunos países latinoamericanos con más tradición formativa (caso especial de la región rioplatense), se toman las cosas un poco más en serio. Por poner algunos ejemplos, en Argentina existe oferta diversa de carreras de Corrector de tres años de duración (véase el caso no exclusivo del I. Mallea). Gracias a los esfuerzos de Pilar Chargoñia y un nutrido y perseverante grupo de correctoras uruguayas, la Universidad de la República cuenta ya con una tecnicatura de Corrección de dos años.

Mientras, en esta España que tanto se llena la boca con el valor económico del idioma, ese petróleo que no es siquiera carbonilla, correctores y editores de texto en castellano seguimos en caída libre.


Silvia Senz

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , ,

Hacia el colapso de los oficios del libro, II: la sintomatología de la decadencia de la corrección editorial

20090129123148-corrector.jpg

Una de las muchas maneras de diagnosticar el estado de salud de una profesión es fijarse en la terminología sectorial que usan «los profesionales». Cuando, por ejemplo, ves que un autodenominado corrector habla de «abreviaturas sin puntos» para referirse a los símbolos o que se ofrece como «corrector ortotipográfico» [sic] y de estilo, y no digamos ya cuando esta terminología la emplean importantes portales del sector en sus clasificaciones profesionales, te das perfecta cuenta de que quienes se dicen representantes de este colectivo profesional no se han planteado un minuto la razón de ser de su oficio en cada una de sus especializaciones, y, por consiguiente, no tienen ni idea de a qué se dedican.

Que no la tengan es en buena medida consecuencia de que, durante más de una década de progresiva externalización profesional, los gremios —al menos en España y en español—  no se hayan encargado de capacitarlos; de que las empresas de formación que han ido ocupando el vacío gremial no hayan exigido niveles mínimos de acceso a los estudios de corrección; de que los másteres y posgrados de edición que han ido floreciendo dieran escasísima importancia a los procesos editoriales; y de que muchos aspirantes a correctores o editores de mesa no se hayan preocupado de ampliar debidamente su experiencia y formación básica, lo que significa leer y estudiar, hincar los codos, mantener una actualización continua, dirigida o autodidacta, pero siempre perseverante y bien orientada.

Que los interesados no quieran hacer ese esfuerzo se entiende, también: las fuentes dignas de estudio y consulta son costosas, y su densidad exige muchísimas horas de lectura y asimilación. Y además, en su carrera profesional —y la palabra carrera cobra todo el sentido en el aceleradísimo sector de la edición—, se las tendrán que ver con muchos superiores o clientes incapaces de entender, valorar y controlar la calidad y adecuación de su trabajo. Así que ¿qué más les da saber más o menos, llamarles ajos a las cebollas y pepinillos a los calabacines, poner el punto aquí o allá, consultar esta u otra fuente, si de lo que se trata es de producir a toda prisa? Sólo el pundonor (o la neurosis) personal y el más puro amor al arte justifican prácticas de estricto respeto al texto, al lector, al autor y, claro, a una profesión de larga tradición y perfecta vigencia.

La negligencia y la vacuidad profesional se comprenden perfectamente, pues. Pero no se sostiene que, en este caso, uno se llame a sí mismo «corrector». A esta categoría de nuevos correctores sempiternamente noveles habrá que ir buscándoles un nuevo nombre.

 

Etiquetas: , , , , ,

Hacia el colapso de los oficios del libro (y contra la pacatería de la biblioblogosfera)

20090124120348-oficios-del-libro.jpg

Para muestra de lo que decíamos ayer, este botón, del informe La traducción editorial en España publicado en diciembre del 2008 por el Centro de Documentación del Libro (Ministerio de Cultura de España), que «oficializaba» las conclusiones a las que ya había llegado el último estudio socioprofesional de ACETt.

Que esta situación —como la de otros trabajadores, aún más desprotegidos, que siguen a los traductores en la cadena de producción y control de calidad del libro— es insostenible no deberíamos decirlo tan a menudo. Tampoco habría que cansarse repitiendo que la responsabilidad es fundamentalmente de una deficiente legislación de consumo, que no facilita en nada al lector de libros la reclamación por productos mal elaborados y defectuosos —algo a lo que contribuye la precariedad laboral de los que los elaboran— y que permite al editor sin escrúpulos campar a sus anchas en el vacío legal. Y que quien necesita un código deontológico son los grandes conglomerados editoriales, y no los traductores, es una obviedad de tal tamaño que tener que subrayarlo nos deja ya sin aliento.

Pero habrá que llegar a un verdadero colapso (la edición sin oficios) —un colapso que permitirá a las improvisadas editoriales digitales y de autopublicación competir en superioridad de condiciones con las editoras tradicionales— para que este rumbo se rectifique, vista la indiferencia con que este asunto se trata en el sector y también en la tecnológicamente alucinada —y cada vez más insufriblemente pacata— biblioblogosfera.

 

PROBLEMÁTICA ACTUAL

Como se refleja en páginas anteriores, muchos de los derechos patrimoniales y, aunque en menor medida, de los derechos morales del traductor recogidos en la Ley, son objeto de importantes irregularidades:

►Por un lado, el escaso respeto al porcentaje de concesión en concepto de derechos de autor: sólo un 65 % de los encuestados en el estudio manifestaron la existencia de esta estipulación en contrato. Este dato refleja cierta mejoría respecto a al arrojado en el estudio anterior, que situaba en un 45 % los casos en que esto está estipulado. No obstante, aun existiendo este respaldo, el colectivo de traductores se queja de su frecuente incumplimiento y del impago de estos derechos, al establecerse en ocasiones un mínimo de ejemplares para que dicha remuneración se haga efectiva.

►En relación con este problema, se produce otro que afecta gravemente a este colectivo: la transgresión de su derecho a la información. La Ley de Propiedad Intelectual introduce algunas medidas para proteger su derecho a conocer cuáles son las cifras de venta, de tirada y de cesión a terceros; a pesar de que la situación ha ido mejorando (sobre todo en lo que respecta a los dos primeros apartados):

● Un 48 % declara no haber recibido nunca información sobre las ventas de la obra, frente al 6 % que afirma recibirla siempre.

● Un 38 % declara no haber recibido nunca información de tirada por parte de la editorial, frente al 19 % que dice haberla recibido siempre. Consideran por tanto muy necesario establecer medios que permitan un control de tirada.

● Finalmente, en lo que respecta a la cesión a terceros, es donde se plantean las mayores dificultades ya que, en muchos casos, el editor ejerce su derecho a cesión sin el consentimiento del traductor y, en consecuencia, sin liquidar al traductor las cantidades que le corresponden como titular de dichos derechos. En otros, aunque el editor comunique la cesión al traductor, se limita a retribuirle un porcentaje establecido por contrato pero sin realizar la liquidación anual a la que teóricamente tienen derecho también por este concepto. De los encuestados, sólo el 57 % reconoce haber tenido conocimiento de esta situación. Pero además, cuando no se respeta este derecho, muy pocos se atreven a reclamar a las editoriales (sólo un 10 % lo hace siempre que esto ocurre); en general  el porcentaje de reclamaciones ha ido disminuyendo por la habitual respuesta de las editoriales a prescindir del traductor.

►Aunque cada vez ocurre con menor frecuencia, muchos traductores se ven obligados a trabajar sin una relación contractual con las editoriales (en el año 2001 un 8 % se encontraban en esta situación), realizando trabajos “a tanto alzado” (un 28 % ha traducido siempre bajo este tipo de contrato); a esto hay que sumarle la desproporción entre la cantidad percibida y los datos de beneficio editorial (datos a los que, por otro lado, difícilmente tienen un acceso directo).

En este sentido, el establecimiento en 1999 de modelos de contrato tras las negociaciones mantenidas entre la Federación de Gremios de Editores de España y la Sección Autónoma de Traductores de libros de la Asociación Colegial de Escritores (ACEtt) ha supuesto un importante avance. Básicamente se determina un contrato tipo que se completa con cláusulas adicionales para el contrato a tanto alzado y el contrato mixto y que sirve de referencia a este colectivo.

►En cuanto a su derecho la integridad de la obra traducida, los datos reflejan cierta mejoría: un 63 % manifiesta que siempre se ha respetado este derecho.

►Otra de las quejas comunes es la escasa consideración del traductor en todos los ámbitos. En este sentido, reclaman su derecho a aparecer en la cubierta o en la portadilla del libro, algo que ya ocurre en un 85 % de los casos y que refleja cierta mejoría frente a años anteriores; indicar también la existencia actual de 6 editoriales que reflejan el nombre del traductor en la portada e incluso en similar tamaño que el autor. En general, a pesar de estos avances, se consideran una figura prácticamente invisible a escala social, hecho al que también contribuye especialmente la escasez de críticas relativas a la calidad de su trabajo en los medios de comunicación. Consideran que hay una tendencia manifiesta a creer que “los libros se traducen solos”. En este sentido, ACEtt lleva mucho tiempo solicitando a los críticos la inclusión del nombre del traductor, al menos en la ficha; ya lo hacen en los principales suplementos literarios de los periódicos. En cambio, no es habitual que se acuerden del traductor en la reseña.

►También consideran muy necesario el establecimiento de criterios equilibrados a la hora de definir la remuneración en cada caso, según el tipo de documento y el idioma original. En este sentido, desde distintas asociaciones se establecen recomendaciones relativas a las tarifas mínimas.

►En relación también con la remuneración, es muy controvertida la determinación del criterio que define la cuantía: lo normal es cobrar por página traducida, pero es muy común que las editoriales no respeten la “plantilla imaginaria” y computen únicamente caracteres escritos sin contar espacios en blanco. Esta práctica, además de repercutir en una importante disminución de ingresos, va en aumento. Sólo un 59 % de los encuestados ha visto siempre respetada la plantilla imaginaria.

►También consideran que es necesario revisar las tarifas actuales que, en muchos casos, se encuentran congeladas desde hace más de diez años y que están por debajo de la mayoría de países europeos. Según el citado estudio, la tarifa media por página traducida ha evolucionado desde los 7,75 € de los años 1995-1996 hasta los 10,19 € en 2001. Esta cifra supone una subida del 31,4 %, porcentaje que en comparación con la subida del IPC (30,2 %) representa sólo un ligero aumento. Los datos respecto a la renta media anual reiteran e incluso empeoran dicha situación: si en los años 1995-1996 la renta media anual era de 9875 €, en 2001 disminuyó hasta los 9315, lo que supone una reducción de 541 € sin tener en cuenta otros factores.

►Finalmente, también es importante la falta de aplicación de la Ley con carácter retroactivo; esto ha supuesto que muchos traductores no perciban ninguna remuneración (y en muchas ocasiones ninguna notificación) de obras traducidas con anterioridad a la entrada de la Ley. Cerca de tres cuartas partes de los consultados en el citado estudio (el 72 %) traducían con anterioridad a la Ley de Propiedad Intelectual de 1996.

 

Todos estos problemas son, a juicio de este colectivo, los principales causantes de que el traductor literario no pueda vivir de forma exclusiva de su profesión y se vea empujado a realizar otro tipo de traducciones (como las técnicas o jurídicas que están mejor retribuidas) o a compaginarlo con profesiones que le aporten cierta estabilidad. En este sentido, el Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios (CEATL) ha redactado un Código Deontológico Europeo del Traductor Literario, donde se recomienda que el traductor debe, además de afrontar trabajos para los que esté realmente preparado, respetar las ideas o formas de expresarse del autor, guardar secreto profesional en caso necesario y conocer la legislación relativa a derechos de autor, velar por el respeto a sus derechos en contrato y no menoscabar la profesión rechazando aquellas ofertas cuyas condiciones no garanticen un trabajo de calidad.

Tras este breve repaso a los principales problemas manifestados por el traductor en España, pasamos a mencionar algunas de las propuestas realizadas por este colectivo con el fin de superar la situación en la que se encuentran:

►Contar con el asesoramiento legal y jurídico necesario y especializado que les permita enfrentarse con mayor conocimiento, seguridad y apoyo a estas dificultades.

►Agilizar las relaciones, comunicación y colaboración entre éstos y el mundo editorial.

►El establecimiento y actualización de unas tarifas de referencia.

►La unificación de datos e información especializada sobre y para este colectivo en una única entidad de referencia (Oficina del Traductor).

►La adecuación de los programas de estudio universitarios a las necesidades reales y la posibilidad de acceder a una formación especializada.

►La actualización de estudios e informes relativos a la situación del traductor en España.

►La creación de un Colegio de Traductores.

►El acceso a subvenciones para la adquisición de software, hardware y documentación.

►El acceso a bibliotecas de centros especializados a través de acuerdos.

►El establecimiento de bonificaciones en las cotizaciones del Régimen de Autónomos durante los primeros años de actividad. Otros proponen la creación de un régimen fiscal especial adecuado a la realidad del profesional de la traducción.

►El establecimiento de acuerdos con empresas de mensajería.

►El establecimiento de medios dirigidos al control de tirada.

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , ,

Entrevista a l’Oriol Vergés, (bon) mestre i autor

20090109112743-oriol-verges.jpg

Aquest no és un blog literari, però de tant en tant m’agrada donar-hi cabuda a gent del món de les lletres amb qui he tingut una especial relació personal.

L’Oriol Vergés va ser professor meu (d’Ètica i d’Història) i, ja fa una colla d’anys, quan em dedicava especialment a l’edició i la traducció de literatura per a infants i joves, vaig poder traduir al castellà el seu emblemàtic llibre Quin curs, el meu tercer! (encara en guardo exemplars). Podria explicar algunes anècdotes sucoses d’aquest mestre de gran bonhomia —que cada dia arribava a l’institut en una Vespa atrotinada— i tardana estrella de la LIJ, i dels tripijocs que alguns editors han fet per tenir-lo al seu catàleg... però això m’ho reservo per a les meves memòries (és conya).

 

Oriol Vergés, escriptor de literatura infantil i juvenil

«Crec molt en la narrativa com a difusora de la història»

 

Oriol Vergés (Barcelona, 1939) és un dels escriptors de literatura infantil i juvenil més populars i prolífics de les lletres catalanes. Llicenciat en Geografia i Història, va exercir de professor d’institut fins al 1999, any de la seva jubilació. Entre les seves obres destaquen La ciutat sense muralles (premi Folch i Torres), L’abat Oliva (premi Crítica Serra d’Or), Quin curs el meu tercer!, Mònica, la de COU o la col·lecció de novel·la històrica editada per l’Abadia de Montserrat.

 

Sergi Gallego (text) SG (fotos) Per què li ha interessat la literatura infantil i juvenil més que no pas la d’adults?
Bé, de literatura per a adults en vaig fer durant la Transició, quan era conseller en Max Cahner i quan en Tarradellas era president de la Generalitat. Aleshores vaig fer llibres de divulgació. Però, és clar, he estat professor d’història per a nois durant molts anys, i això marca. De vegades em trobo algú que em diu que va ser ex-alumne meu a l’institut Ausiàs March i que, gràcies a mi, va decidir estudiar història i que ara és professor en alguna banda. En definitiva, escric per a nens i joves perquè els vull transmetre la passió per la història, perquè el passat repercuteix en el present. D’altra banda, el que m’ha interessat de fer amb les novel·les juvenils és presentar als nois i noies una visió de la societat dels adults.

Durant molts anys va ser professor d’institut. De quina manera això va influir o va servir per inspirar les seves novel·les?
Va servir de molt. Recordo especialment nanos de 15 o 16 anys que havian viscut la separació matrimonial dels pares i això els trasbalsava. Aleshores, si jo n’era tutor, els deia que en parléssim; si no, li feia veure al seu tutor que aquell alumne ho estava passant malament. I jo veia aquells cops en els adolescents i els reflectia a les novel·les, sí.

Una de les seves novel·les més populars és Quin curs el meu tercer!, de la qual es va fer una versió per a la televisió. ¿Li fa la impressió que li deu alguna cosa a aquesta obra més que no pas a les altres?
No, no considero que li degui més a aquesta novel·la que no pas a les altres. D’altra banda, no en vaig quedar gaire satisfet de la pel·lícula perquè el productor deia que la gent volia que les coses acabessin bé, de manera que va retocar el final perquè fos de més bon pair. Però les coses no acaben tan bé a la novel·la.

Vostè hi apareixia, a la pel·lícula. Com va ser l’experiència d’actor?
(Riu) Ah, no res. Va ser una tarda de rodatge i prou. El meu paper era molt breu. Només li havia de donar la mà a un altre actor i donar-li l’enhorabona perquè li havian concedit una beca al seu nét per anar a estudiar als Estats Units. Res més. No es pot qualificar ni d’experiència.

A les seves novel·les dels 80 (Quin curs el meu tercer!, I de mi, ¿què en fareu?), la separació dels pares és un tema recurrent. ¿Era un recurs argumental o es devia al fet que observava aquest fenomen entre els alumnes?
Totes dues coses. Ara bé, encara que no hagués observat cap cas directe, ja he dit que una de les coses que més m’interessa d’escriure per a joves és oferir-los una visió de la societat dels adults. I la separació dels pares era i és un tema d’actualitat.

Vostè ha escrit un bon nombre de novel·les històriques. ¿Tenia la voluntat de donar-hi a conèixer un període històric o considerava que els fets mereixien una novel·la?
Principalment, volia donar a conèixer uns fets. Però d’una manera que pogués interessar els pre-adolescents o adolescents. Perquè un noi, per definició, no llegeix un llibre avorrit. Així que prenc uns fets, que són els que són, i hi aporto una dosi d’aventura. Però el que m’interessa per sobre de tot és donar a conèixer uns fets. Hem de pensar que els nois i noies no s’interessaran mai per la història científica, però sí la que se’ls serveix a través de la narrativa. No és el mateix servir la figura de Jaume I a través de la literatura científica que a través d’una novel·la. Jo crec molt en la narrativa com a difusora de la història. I sempre des d’una visió realista.

És autor, juntament amb l’il·lustrador Carlos Avallone, del llibre Els néts, són una propina?. Ho són?
(Riu) Els néts, primer de tot, són una gran satisfacció. I són realment una propina. El que passa és que sovint les propines poden ser escasses o massa generoses en funció de si els tens massa al damunt o no. (Riu). Aquest llibre, en qualsevol cas, va ser un divertimento que ha tingut molt poca divulgació.

El fet de tenir néts li inspira històries?
Sí. Per això ara escric la sèrie del Borinotman, que s’adreça a nanos de l’edat dels meus néts. És a dir, l’edat en què s’aficionen a la lectura.

L’any 1998 va començar a publicar la sèrie de novel·les protagonitzada pel superheroi Borinotman. El personatge ja va néixer amb la intenció de protagonitzar més d’una novel·la?
Sí, ja tenia la idea que fos una sèrie. Ja els ho vaig dir als editors de Baula. Ha estat així com he anat fent un llibre cada estiu.

La crítica considera que la literatura infantil i juvenil en català és d’una qualitat extraordinària. Per què se’n parla tan poc, doncs?
De vegades en parlem amb en Joaquim Carbó [escriptor de literatura per a nois i noies i autor de novel·les tan conegudes com La casa sota la sorra] i diem que els mitjans ens consideren els germans petits de la literatura. D’altra banda, quins són els best-sellers que generalment triomfen? Els que s’anuncien a la televisió. Si les editorials tinguessin diners per promocionar la literatura infantil i juvenil a la televisió, segur que aquesta mena de llibres es vendrien més. Molt més. Però no tenen ni un euro per a promoció televisiva.

Què li ha semblat el fenomen Harry Potter?
Bé, molt bé. Jo vaig llegir el segon volum de Harry Potter i trobo que és molt enginyós. Ara bé, jo sóc un autor més realista que fantàstic. És clar que els nanos també volen coses així, fantàstiques, i està bé que combinin la realitat amb la fantasia.

Escriu ara algun llibre?
Sí. Preparo un volum sobre les llegendes de Montserrat que m’ha encarregat el Pare Massot, el director de les edicions de l’Abadia de Montserrat. Hi reuniré totes les llegendes de la muntanya, com ara la de Fra Garí, la de les roques encantades, etcètera. Però hi vull posar un contrapunt. Al costat de cada llegenda, vull donar una versió realista dels fets. Sóc partidari de les llegendes, naturalment, però també del seu contrapunt, d’una visió realista.

OFICI D’ESCRIURE
Escriu a mà o amb ordinador?
Generalment faig un esquema de la novel·la a mà, sobretot si se m’acut una idea tot anant en metro o pel carrer. Però després escric a l’ordinador.

Té clar cap on anirà la novel·la o deixa marge per a la improvisació?
Sé més o menys cap on va la història, la línia mestra que ha de seguir. Però el final no el tinc tan clar. Pot canviar en funció d’una sèrie de factors. Però el gruix argumental, el tinc fixat.

Pot escriure a qualsevol lloc o només en una cambra determinada?
En qualsevol lloc. Com que escric amb portàtil, no tinc gaires problemes. A més, em fa la impressió que domino més el portàtil que no pas els altres ordinadors, perquè amb el portàtil tinc la sensació que el domino més, ja que si m’empipo el tanco i llestos. (Riu)

 

 

 

Etiquetas: , , , , , , ,

«Páginas de Guarda», en pdf

20071025144312-de-guarda-01.gif

Buenas noticias: están ya disponibles (en Dialnet) los pdf del número 1 de la revista en papel sobre lenguaje, edición y cultura escrita Páginas de Guarda.

Etiquetas: , , ,

«Páginas de Guarda»: saberes y prácticas del oficio de editar

20070818200116-de-guarda-03.jpgEn un momento en que las revistas del sector parecen haber olvidado que la esencia de la edición poco tiene que ver con la logística y la mercadotecnia, Páginas de Guarda alcanza su tercer número, para satisfacción de aquellas personas huérfanas de publicaciones capaces de sumergirse airosamente en el insondable mundo de la edición, como medio de expresión lingüística, gráfica y cultural.

 

Por gentileza de una de sus (exquisitas) editoras, Ana Mosqueda, reproducimos este artículo recientemente publicado en el suplemento Ñ Revista de Cultura, de Clarín, donde su directora habla de la revista como lugar de encuentro de especialistas destacados y profesionales expertos, y reservorio del saber que todos ellos atesoran.


La aspiración estéticamente encomiable de darle alcance en la escritura al imperativo flaubertiano de hallar la palabra exacta (le mot juste) parece ser uno de los pilares sobre los que se ha edificado la línea programática de la revista Páginas de Guarda. Surgida dentro del ámbito académico, esta publicación de periodicidad semestral tiene su origen en la cátedra Corrección de Estilo de la carrera de Edición de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, a cargo de la doctora en Ciencias del Lenguaje por la École des Hautes Études en Sciences Sociales e investigadora del CONICET , María Marta García Negroni. Páginas de Guarda se suma a una serie de gestos que en los últimos años, sobre todo con la creación de la carrera de Edición en la Facultad de Filosofía y Letras, han permitido ir construyendo un espacio de reflexión y de formación académica sobre el mundo de la edición y de la cultura escrita, y desarrollar así una «conciencia acerca de lo que es la edición como profesión y las diversas tareas y funciones que un editor debe desempeñar en la actualidad», explica García Negroni. Editada con meticulosa rigurosidad por dos integrantes de la cátedra (Ana Mosqueda y Andrea Estrada), la revista se inscribe, desde la perspectiva de García Negroni, en «ese mismo proceso de legitimación de las prácticas profesionales de la edición, y para ello propone variados caminos (desde diversos ámbitos, perspectivas y disciplinas) que permiten el abordaje de las distintas formas de producción de los discursos, de su lectura y de su interpretación en sus diferentes soportes».

En 2005, la idea que luego cristalizaría bajo en nombre de Páginas de Guarda, comenzó a tomar forma en la imaginación de García Negroni, Mosqueda y Estrada, quienes tuvieron en claro desde el principio un objetivo primordial: la revista debía tender puentes de experiencias y reflexión teórica sobre temas relacionados con tres áreas: el lenguaje (el español), la edición (sus prácticas y necesidades) y la cultura escrita (sus modos de producción, difusión y conservación). En sus cuidadas páginas un párrafo aparte merece el delicado criterio estético aplicado en la selección de las ilustraciones y fotografías que acompañan a cada uno de los artículos se despliegan distintos objetos de estudio y disciplinas (lingüística, historia cultural, bibliotecología, teoría de los medios, literatura y filología), entendidos como medios para la actualización de saberes y de prácticas de investigadores, estudiantes y profesionales de la edición.

Uno de los propósitos de la publicación de la que se han lanzado hasta el momento tres números es impulsar una figura de editor más alejada del tecnócrata actual y más próxima al editor clásico, entendido como un agente cultural. A modo de ejemplo, resulta paradigmática la entrevista realizada en 2005 al ya desaparecido ensayista y editor Gregorio Weinberg, quien dedicó parte de su vida profesional a la producción de libros desde una visión refractaria a los mandatos de la mercadotecnia.

Directora académica de Páginas de Guarda, García Negroni refiere que ese nombre alude a la primera y última página que, en las ediciones antiguas o en las actuales de lujo, se utiliza por su mayor espesor y calidad para proteger el contenido de un libro. En el consejo académico de la revista, se destacan las firmas de intelectuales destacados como Roger Chartier, José Antonio Millán, Ana Longoni y Jorge Lafforgue, entre otros.

Pese a ser una publicación de índole eminentemente académica, las tres secciones que la conforman (lenguaje, edición y cultura escrita) constituyen una panoplia de diferentes estilos de escritura y de diversos grados de academicidad. De hecho, no todo el contenido de la publicación es académico: en la sección de Edición aparecen entrevistas o artículos de editores u otros profesionales del libro. También, en las últimas páginas, pueden leerse resúmenes en español e inglés y las palabras clave de los artículos escritos por especialistas. En cuanto a las influencias, las hacedoras de Páginas de Guarda reconocen en la revista Litterae , de la Universidad Carlos III de Madrid, uno de sus modelos de inspiración, esencialmente en lo referido al contenido.

«Necesitamos editores que deseen compartir los secretos del oficio con aquellos que recién comienzan. Hoy la edición se ha profesionalizado, pero hay un bagaje de conocimientos que podrían ser aportados por aquellos que tienen muchos años de experiencia. Como lo hicieron en el siglo pasado los españoles, cuando debieron dejar España por la guerra civil y trajeron aquí sus conocimientos sostiene García Negroni y concluye reafirmando la esencia de su empeño-. Queremos que la revista se convierta en un espacio de comunicación entre los editores.»


(Maslatón, Carlos A. «Saberes y prácticas del oficio de editar», Ñ Revista de Cultura, sábado 21 de julio de 2007.)


Silvia Senz (Sabadell)

Etiquetas: , , , , , ,

Carme Serrallonga, pedagoga i traductora. (Un petit homenatge)

20070726130425-traduccio-de-carme-serrallonga.jpg

Ahir, a la Biblioteca Vapor Badia de Sabadell, vaig poder visitar —tant com els meus fills em van deixar— l’exposició itinerant «Traductores», que fa una ullada històrica a una activitat (la traducció de textos estrangers al català) considerada sovint subalterna, i que mostra la trajectòria de 12 dones traductores i escriptores catalanes. Passejant entre les fileres que formaven els 12 panells de la mostra vaig tenir l’agradable sorpresa de poder llegir, fil per randa, la vida literària de qui va ser fundadora i directora d’una de les escoles on em vaig formar: Carme Serrallonga, una dona que mai no va deixar d’aprendre noves llengües i noves cultures per tal de poder gaudir de l’art literari sense «traïcions» i que, conseqüent amb aquest desig, mantenia la literalitat com a premissa metodològica.

En aquest article sobre dones traductores, Pilar Godayol, una de les comissàries de l’exhibició, glossava la seva figura:

Fundadora, amb altres companys i companyes, de l’Institut Escola, inspirat en la Institución Libre de Enseñanza, i creadora el 1939 de l’escola Isabel de Villena, Carme Serrallonga (1909-1997), gira al català una vintena d’obres del teatre universal dels grans autors. Traductora de l’anglès, el francès, l’italià, i especialment de l’alemany, Serrallonga explicava que havia començat a aprendre la llengua germànica per poder conèixer a fons l’obra de Brecht, del qual el 1966 tradueix La bona persona de Sezuan, a proposta de Ricard Salvat, i després cinc obres més. De l’alemany també porta al català autors com Friedrich Dürrenmatt, Peter Handke, Goethe, Mozart o Alfred Döblin. Així mateix, Serrallonga fa petites incursions en les literatures anglesa, nord-americana i italiana. Entre d’altres, de l’anglès tradueix Una habitació amb bona vista (1986) d’E. M. Forster, El dret d’escollir (1987) de Brian Clarke i A la glorieta (1992) de Jane Bowles; de l’italià, El jardí dels Finzi-Contini (1967) de Giorgio Bassani, El difunt Mattia Pascal (1986) de Luigi Pirandello i la famosa Una jornada particular (1984) d’Ettore Scola; i del francès, Kean: adaptació de l’obra d’Alexandre Dumas de Sartre. Malgrat ser pedagoga, fins que el 1983 l’editorial La Galera li encarrega la traducció d’En Jim Botó i en Lluc el maquinista de Michael Ende, Serrallonga no havia traduït mai literatura infantil. A partir d’aquell moment es concentra en la gesta de fer accessible al públic jove català obres de més d’una quinzena d’autors i autores d’aquest gènere. Als vuitanta-quatre anys, després de traduir més d’una quarantena d’obres, Carme Serrallonga es posa a estudiar rus pel plaer de poder llegir Txékhov en la seva llengua. Sembla que, abans de morir, provava de traslladar un llibre de poemes d’una altra russa universal, Anna Akhmàtova.

Com a capdavantera del retorn a la docència en català, i per la seva aferrissada lluita per la conservació i l’avenç cultural de la seva llengua en un període especialment dur, la Facultat de Filologia de la Universitat de Barcelona va instituir el Premi Carme Serrallonga a la qualitat lingüística, que honora, any rere any (i en fan catorze), la tasca traductora i docent de «La Serrallonga» —merescuda feminització del nom del bandoler mític, amb la qual l’anomenavem els seus alumnes.

I, per cert, casualitats de la vida, el guardó d’enguany l’ha obtingut la segona empresa senyera de la ciutat on visc, als establiments de la qual hom pot assaborir el català més genuí del món de la restauració: «¡¡¡Oíiido: un zipi-zape paseao, un biki y una de patataaas!!!».

 

Silvia Senz (Sabadell)

 

Lengua, edición, lectura y profesionales del libro en la FIL de Buenos Aires

20070505114330-fil-2007.jpg

 

Durante las 23.as Jornadas de Profesionales organizadas por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que se realizaron entre el 16 y el 19 de abril, las Editoras del Calderón, y editoras de Páginas de Guarda, realizamos un evento cultural para festejar la aparición del tercer número de la revista, e invitamos a esta celebración a distintos profesionales del libro: editores, diseñadores, correctores, libreros, bibliotecarios, trabajadores de la industria gráfica y editorial. Los profesionales acudieron a pesar del cansancio, luego de dos días de trajín, en los que estuvieron ocupados con cuestiones de todo tipo, desde las más simples y domésticas, como la organización de sus propios stands dentro de la Feria, hasta las más complejas, como la compra y venta de derechos, las relaciones comerciales, etc.

El lunes 16, las Jornadas comenzaron con un discurso de bienvenida y un breve panorama acerca de la situación editorial en la Argentina, a cargo de Horacio García, presidente de la Fundación El Libro. A continuación, el escritor mexicano Carlos Monsiváis dio la conferencia inaugural «América Latina, la fuga y el reencuentro de las identidades». Entrevistado luego por la periodista cultural Susana Reinoso, Monsiváis comentó que él, en Latinoamérica, percibe una fuerte tendencia a la integración, debida en parte a la comunicación. Según el escritor mexicano, las especificidades regionales han disminuido y, aunque persistan determinados usos lingüísticos, estos no impiden la comprensión de los textos. A pesar de esta creciente tendencia integradora, la industria editorial sigue muy concentrada en manos españolas, situación que vuelve invisible aquello que se publica en Latinoamérica.

Por la tarde, el BIEF (Bureau International de l’Edition Française) realizó un seminario profesional, en el que se trató el tema «La edición en ciencias sociales y humanas: relaciones entre Argentina y Francia», con el propósito de fomentar el intercambio cultural entre ambos países.

Al día siguiente, los negocios continuaron con el Encuentro Sectorial entre Latinoamérica y Europa (AL-Invest). Por otro lado, se realizó la presentación de la plataforma digital de Google, que pretende impulsar la digitalización de los libros y facilitar su búsqueda.

En el medio de tantas actividades, las Editoras del Calderón, y editoras de Páginas de Guarda, pensamos que debíamos ofrecer a los profesionales un espacio de encuentro, en el que pudieran disfrutar con todos sus sentidos de lo que, en realidad, más les gusta: la lectura. Por eso, luego del agradecimiento a los presentes, por parte de María Marta García Negroni (directora de la revista) y de la presentación del staff por parte de la editora científica Andrea Estrada, tuve el agrado de introducir la proyección de dos cortos, uno llamado Escenas de lectura y otro, Los libros y el cine. En ellos, los realizadores (Sergio Venturini y Valeria Forster, en el primer caso; Eduardo de la Serna, en el segundo), luego de un rastreo breve pero intenso en la cinematografía nacional y extranjera, desde los comienzos del cine hasta hoy, mostraron variadas imágenes de lectura. Bellas, terroríficas, curiosas, alejadas o cercanas en el tiempo, las imágenes fueron reunidas por los realizadores siguiendo las mismas –y mínimas– consignas impartidas por Páginas de Guarda. Los cortos resultaron muy distintos en estilo pero no en calidad, si bien en algunos casos reprodujeron las mismas películas, aunque en tomas diferentes.

Escenas de lectura en el arte cinematográfico, pero también en el arte dramático y fotográfico. En cuanto al arte dramático, la narradora, escritora, narradora y directora teatral Ana María Bovo relató una serie de textos (de Clarice Lispector y de su propia obra teatral, Emma Bovary), cuyo eje continuó siendo la lectura: desde la descripción del dolor que produce en una adolescente la negación del préstamo de un libro muy deseado, hasta el detalle de los síntomas de esa extraña enfermedad producida por la lectura y que el escritor argentino Ricardo Piglia llama «bovarismo» (ver estos conceptos en su novela El último lector, Anagrama, 2005), que lleva a quienes la padecen a desear ser lo que son los héroes de las novelas (en este caso, las heroínas). Con respecto al arte fotográfico, el evento también sirvió para presentar un concurso de fotografía documental, destinado a estudiantes de fotografía y titulado «Lectores de Buenos Aires». Una de las integrantes del jurado, la licenciada en Historia de las Artes Virginia Cavalli, presentó la propuesta. Dijo que el concurso pretendía acercar al espacio de la revista la mayor cantidad posible de testimonios vivientes sobre la lectura en Buenos Aires: acerca de sus lectores, de qué leen y dónde. En qué rincones del ámbito de la ciudad, si leen en medio del ruido o en algún recóndito espacio silencioso, quizás secreto. Y aseguró que, cuando la exposición final estuviera montada, en la Feria del Libro de 2008, y las fotografías elegidas fueran publicadas en la revista, seríamos nosotros los «otros» lectores de aquellos (lectores) que habían sido sorprendidos por las cámaras un tiempo atrás.

Ojalá este pequeño oasis, en medio del fárrago de las actividades de las Jornadas, haya contribuido a que los profesionales del libro abandonaran por un rato su negotium para dejarse subyugar por las mieles de un otium siempre bienvenido.

 

Ana Mosqueda

Editora científica

Páginas de Guarda

(Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires)

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

Esther Benítez y mi viejo (y nuevo) amigo Nicolás

20070115153010-petit-nicolas.jpg

Yo leí todos los libros del pequeño Nicolás que cayeron en mis manos hace ya mucho tiempo. Y cayeron todos, claro, porque si combinamos a un niño que da la lata a sus padres para conseguir un libro, con unos padres confiados en que los libros siempre son una buena inversión con un hijo lector, el resultado es que, uno tras otro, en el cumpleaños, en el día del libro o porque sí, los libros reclamados acababan llegando.

Recuerdo que me reía a carcajadas. Se los prestaba a Blanca, una amiguita mía, y también se reía en voz alta. «Majencio, ¡qué idiota es!», nos decíamos y nos echábamos a reír como tontas.

Era la etapa del pequeño Nicolás. Hubo otras, claro, que compartimos también. Sin embargo, ésta fue la única en la que reímos así, tanto y tan ruidosamente.

Por eso el otro día, en la biblioteca, aunque no pensaba sacar ningún libro, no pude resistirlo. Estaba ahí, con el pequeño Nicolás en la cubierta, con una banda en diagonal que me decía «26 historias inéditas», ilustrado por Sempé, escrito por el siempre llorado René Goscinny, editado por la misma editorial donde me había leído todos los demás: Alfaguara. ¿Quién iba a resistirse? Hasta eché de menos no saber nada de Blanca. Tenía que conseguir encontrarla para volvernos a reír juntas.

En cuanto llegué a casa lo abrí. Comencé. Prólogo de la hija de Goscinny. Le agradecí haber descubierto y sacado a la luz estas historias y me enteré de que me esperaban dos volúmenes más: uno con veintiséis también y otro con veintiocho, todas ellas publicadas ya en Francia, en dos volúmenes.

Corrí al primer capítulo. Me sonreí con «El chiste». Seguí sonriendo con los demás. Y notaba un ritmo extraño y algunas expresiones que, no sé, no recordaba de mi Nicolás.

Fui a la habitación de mi hija mayor, cogí Los recreos del pequeño Nicolás, Madrid: Alfaguara, 1979. Nada más empezar a leerlo me reía como una tonta.

Entonces miré el nombre del traductor: Esther Benítez en todos los que tenía; Miguel Azaola en el que había sacado de la biblioteca. Ah, era eso.

«¿Pero qué narices le pasa a Alfaguara con Esther Benítez?», me pregunté. Y como no tenía ni idea ni sabía a quién preguntar, hice lo que hago cuando no sé qué hacer: buscar en Google. A mi búsqueda respondió en pocos segundos y así descubrí que a Alfaguara no le pasaba nada, que era a Esther a quien le pasaba: había muerto, y de hecho, cuando esto ocurrió, salieron muchísimos compañeros traductores a homenajearla con su pluma, e incuso instituyeron un premio en su nombre; pero yo no me enteré de nada, como no me había enterado de que cuando me reía tanto no se lo debía sólo a Goscinny y a Sempé, sino también a ella.

Miguel Azaola es un traductor magnífico, bregado en la traducción de LIJ del más endiablado y fino humor, como los Cuentos en verso para niños perversos, de Roald Dahl. Gracias a él muchos hemos disfrutado de mil y una historias. Y sin embargo, y sin querer hacerle de menos, cómo me gustaría recuperar mi risa.

Eso sí, Miguel es un hombre valiente. Tras una traductora brillante, como es Esther Benítez, hay que ser muy valiente para traducir otras historias del pequeño Nicolás, como ha hecho Miguel Azaola. Pero las traducciones de Esther no eran sólo correctas: eran maravillosas, insuperables. Uno se partía de risa con el pequeño Nicolás en Alfaguara. En la misma Alfaguara, hoy, con El chiste, sólo me sonrío. Algo no me funciona.

Esther no pondría nunca «querido mío» en boca del papá de Nicolás. Es una expresión muy francesa, pero a mí no me cuela en español. Es muy correcto también el traducir el pretérito perfecto simple escrito en francés por el pretérito perfecto o compuesto en español, y sin embargo, qué bien quedaba que Esther lo mantuviera casi todo el texto en sus traducciones de Goscinny.

Hasta al empollón lo he tenido que buscar con lupa: ya no es Agnan, es Aniano. Será mucho más adecuado, pero lo cierto es que echo de menos a Agnan; hasta me parece que ahora no estudia tanto ni le hace tanto la pelota a la maestra.

No sé... Tal vez aproveche que el pequeño Nicolás tiene un blog (en francés, claro) para contarle a él, directamente, cómo Esther Benítez logró convertirlo en uno de mis amigos de la infancia más queridos y añorados.

Ana Lorenzo, Rivas Vaciamadrid (Madrid), España

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , ,

Sobre Tlaxcala, la red de traductores a favor de la diversidad lingüística

20061218131044-talxcala.jpg

El pasado febrero, gracias a Silvia Senz, supe de la existencia de Tlaxcala, una unión de traductores a favor de me parece— un posicionamiento político crítico, que apoya la diversidad de las lenguas y las distintas maneras de ver la realidad. Parte de la tesis de que «ninguna lengua es neutra y en sus genes lleva la huella de la cultura a que pertenece» que, aunque bastante difícil de probar, es igualmente difícil de refutar.

La idea es hacer llegar al mayor número de personas posible textos que incluyan información interesante, pero que a veces pasa desapercibida o no recibe la difusión que merece. Suele tratarse de información actual, pero también de textos que, a juicio del grupo, merece la pena divulgar. El medio para garantizar su lectura masiva no es otro que el de traducir el texto a diversas lenguas.

Como la idea me pareció interesante, pedí más información. La respuesta tardó en llegar, principalmente porque, como le ocurre a casi todo el mundo en estos momentos, el tiempo escasea y no se puede responder a todo con la celeridad que se desearía. Y con la respuesta a la petición de información llegaron también los requisitos para obtenerla: en contrapartida, yo debía traducir un texto para su publicación en la red.

Aquí sí que se ralentizó el proceso, porque me falta literalmente tiempo para hacer todo lo que quiero. Pero, entretanto, se me dio de alta en el grupo y se me envió el kit para principiantes, que resulta muy útil para descifrar los códigos que se usan en la lista de distribución de los traductores de Tlaxcala. A esta lista se envían los textos que puede merecer la pena traducir, por su relevancia en ese momento. Los traductores —que previamente han indicado sus lenguas de trabajo— deciden qué quieren traducir y envían una nota general sobre ello. Una vez traducido el texto, se reenvía al grupo para que quien pueda editarlo, lo haga y, a continuación, se publica en el sitio web, para acceso público. Por lo que se refiere a los derechos de autor, debe mencionarse la procedencia de los textos, pero están a disposición de quien tenga a bien utilizarlos sin ningún problema, siempre que sea con fines no lucrativos.

¿Cómo se eligen los textos? Algunos los escriben los propios miembros del grupo y se traducen; otros se toman de diferentes medios de comunicación más o menos alternativos, de otros sitios web, etc. Son textos que, de otro modo, no recibirían difusión en otros idiomas, y se cree que la merecen porque se muestra la realidad, sobre todo política, desde un punto de vista poco divulgado y se cuestionan cosas que se dan por hechas. Como ellos mismos dicen en su Manifiesto: «Los principios que Tlaxcala utiliza para seleccionar textos son que éstos reflejen los valores esenciales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la búsqueda de un respeto cabal de los derechos y la dignidad de la persona». Por poner un ejemplo reciente, un compañero está traduciendo al italiano un artículo que echa por tierra el mito de la «bonanza económica» en Chile durante la época de Pinochet.

En la parte de español hay ya publicados 600 textos, una cifra redonda que se alcanzó la semana pasada. La página puede navegarse en varios idiomas, a saber: español, inglés, francés, catalán, árabe, alemán, portugués e italiano, y está abierta para todo el mundo.

El esfuerzo es encomiable, porque el tiempo es poco y las actividades muchas, pero cada uno intenta expandir el conocimiento sobre esa realidad que está ahí, pero que no recibe a la difusión que merecería, oculta tras la avalancha de otra información.

Quizá hay cosas que podrían mejorarse: esa denominación de «Madre África», por ejemplo, que se cuestiona desde algún pensamiento «mujerista», o el hecho de que, siendo mayoría de traductoras, los revolucionarios que se toman como modelo de referencia son hombres. Pero son cuestiones que pueden pulirse con el tiempo. Habrá que proponer los cambios y ver cómo van tomando forma en la red.

 

Mar Rodríguez (Asturias)

Etiquetas: , , , , , ,

Segunda convocatoria de los correctores uruguayos

El pasado viernes 27 de octubre —día del Corrector de Textos—, a las 15 horas, tres correctoras (Serrana Botto, Leticia Chifflet y quien suscribe) nos entrevistamos con el maestro Luis Garibaldi, director de Educación del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay, para pedirle que se otorgara a los correctores uruguayos una constancia oficial en el ejercicio de la profesión. El director Garibaldi nos expuso las posibilidades de intervención de su Dirección en el Ministerio, de manera muy clara y con particular sencillez.

El resultado de la entrevista se divide en dos etapas:

1. Se tratará de conseguir la certificación laboral de los correctores de textos.

Esta certificación la otorgará un tribunal, y ese tripartito estará formado por los agentes involucrados en la evaluación de los correctores (por ejemplo: un representante de la casa de estudios que estará encargada de extender la certificación oficial; otro representante de la parte empleadora, quizá por editoriales, y como tercero se evaluará a quién corresponde incluir, tal vez del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social).

Para conseguir la expedición de la certificación —que tiene un costo para el Ministerio—, no puede tratarse de un colectivo que aglutine a muy pocas personas.

Nuestro próximo movimiento es abocarnos a la firma de una carta que se presentará ante el Ministerio pidiendo la certificación laboral de nuestro oficio. Deberá estar firmada por los correctores uruguayos y también por personas de otros oficios inherentes a la industria de la cultura escrita y que tampoco tengan posibilidad de obtener reconocimiento a su formación en el país.

2. Se promoverá la formación de los correctores de textos.

Esta formación se instrumentará más adelante, ya que primero cabe conseguir la unión de los interesados en la certificación laboral.

Convocamos a los correctores uruguayos a una reunión el próximo sábado 18 de noviembre, a las 10.00 horas, en Adolfo Berro 893 (entre Buschental e Irigoitía).

Rogamos difundir al máximo esta información entre los correctores uruguayos y quienes trabajan en oficios relacionados con las publicaciones.

Por cualquier información, no duden en comunicarse con nosotros a valchar@adinet.com.uy.

Pilar Chargoñia, correctora de estilo

Adolfo Berro 893, Montevideo, Uruguay

Tel.: 336 47 45

[Agradecemos las posibilidades de difusión en la Red de los llamados a los correctores uruguayos, especialmente al Grupo A&C, Ricardo Soca, y Domingo Mendívil.]

En el día del corrector de textos

20061027141116-corregir-2.jpgLa Fundación Litterae[1] instaura como el día del corrector el 27 de octubre.[2] Y no porque esta institución lo haya querido consagrar habría uno de seguir sus pasos. No. Creo que esa rara avis, figura casi siempre anónima y mal pagada (monetaria y moralmente) merece en tierras gauchas, como aquí y en cualquier lugar, un reconocimiento especial.

En el mundo existe una tendencia hacia una disminución absoluta de los índices de lectura.[3] El Perú no es ajeno a esta propensión, y ahora los tipos de personas que antes leían están más habituados al discurso audiovisual que al «monótono» transcurrir de cadenas y cadenas de letras.

Para añadir un poco de ají al asunto las grandes editoriales miden sus costos basados más en la cantidad de marketing —mercadotecnia, insiste el corrector, aunque ni caso le hagan— a invertir que en la calidad del texto.

En este contexto exigente, dados los pocos lectores potenciales, se privilegia al autor que redacte «bien» y que sepa utilizar el corrector ortográfico del supremo Word. No hay problema, se democratiza la producción de literatura, en el amplio sentido de la palabra. Personas que no habrían sido «autores» en otros tiempos ahora lo son a mucha honra. Incluso, hay autoeditores y profesiones en formación que reclaman nuevas posiciones a las tradicionales en la industria editorial, todo ante la insurgencia de la PC y la Internet.

Pero estas bondades de la tecnología han confundido a no pocas personas que ven como los bits, letras y tamaña información vuelan inasibles de clic en clic.

Y pues, surgen, irremediables, las paradojas. Escritores con algo que decir que manejan insuficientemente la gramática y ortografía tradicional de la lengua española. Editores apurados en «sacar» el producto, apremiando a los correctores (si es que tienen la mínima decencia de contratar uno) en tiempos y en precios. Periódicos abrumados por las rotativas de última generación que tiene el diario vecino y que termina saliendo primero al mercado.

¿Quién sufrió los ajustes?, ¿qué eslabón se rompió?

El de corrector de textos —también llamado corrector de estilo o corrector tipográfico, según corrija originales o pruebas—, aquel que cuida que un texto llegue a los lectores bien escrito, o sea, el encargado del control de la calidad.

Resultado: erratas morrocotudas (véanse, por ejemplo, «Esa carie de los renglones llamada errata», o «Don Joaquín y las erratas») párrafos abstrusos, datos falsos, a los cuales no escapan ni los diarios más serios (aquellos que no han dado forata [¿de dónde habrá salido esta palabra?] a todo el equipo de corrección de pruebas y mantienen a uno que otro ojo acucioso maltrecho por ahí).

Los redactores y editores por jubilarse y otros de no tanta edad recordarán a aquellos seres mitológicos pertrechados con raros instrumentos (como el tipómetro, por ejemplo[4]), habituados a luchar con los errores. Aún así, en esos tiempos, como hoy, las erratas eran despiadadas y no hacían distingo por raza o creencia. Pero, al menos había el intento de acabar con ellas.

En esta línea son de destacar iniciativas como el «Manifiesto de los correctores de español», o la que en Uruguay ha iniciado una solitaria correctora llamada Pilar Chargoñia, en busca de «la expedición de un título de idoneidad como corrector de textos (ortotipografía y estilo)».

¿El Perú? Bien, gracias, cuña’o. Sé con’ciente, pe, varón… lo justo, ponte una mano al bolsillo derecho y otra en el corazón.

Mejor termino como dice (¿o decía?) el epígrafe de Addenda et Corrigenda, citando a Antonio Machado: «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas».

¡Feliz día, corrector!, en donde estés.

 

Fernando Carbajal Orihuela

DNI n.º 088760976

Lima (Perú), 27 de octubre del 2006


[1] Institución argentina, nacida, como en su página web puede leerse, para difundir el uso correcto del idioma español. También forma correctores del idioma español. (Para acceder a la lectura sin signos intrusos hay que configurar el explorador web al código griego.)

[2] «La elección del día se debe al del nacimiento del humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam (1467-1536), quien también se desempeñó como corrector.» Hay también un imperdible artículo sobre los correctores, aunque, paradójicamente, con algunas erratas tipográficas.

[3] Aunque cabría hacer la pregunta de qué índices habría que bajar en el Perú cuando nunca los tuvo altos.

[4] «¿Quién sabe hoy qué significan palabras como corondel, regletas, lingotes, galeras, galerines, filetes, orlas, chaflanes, lutos, hombrillos, componedores, chibaletes, platinas, serpentines, matrices... Palabras en general de origen latino o grecolatino. La misma unidad de medición es hoy agua pasada. El tipómetro era la vara de medida, el cícero la unidad. ¿Cuánta gente sabe hoy qué es un cícero? ¿Y cuánta cuál es su correspondencia en unidades decimales? Hoy día se mide en puntos y milímetros.» (Ángel Zoco Sarasa, jefe de Archivo y Documentación del Diario de Navarra: «Los procesos de cambio tecnológico y su repercusión en el entorno de los medios de comunicación escrita. Un estudio de caso: Diario De Navarra (1903-2004)»)

 

Etiquetas: , , , , , ,

Llamado a los correctores uruguayos

Llamado a los correctores uruguayos interesados en firmar una petición, ante el Ministerio de Educación y Cultura, por la expedición de un título de idoneidad como corrector de textos (ortotipografía y estilo). A los correctores que quieran unirse en esta solicitud, les ruego hacerme llegar sus datos a mi dirección electrónica: .

Señor ministro y señores directores generales del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay, Jorge Brovetto, Luis Garibaldi y Luis Mardones:

Solicitamos la imprescindible ayuda del Ministerio que ustedes dirigen para revertir la situación actual de los correctores uruguayos. A diferencia de lo que ocurre en otros países, incluso de la región (Argentina, por ejemplo), en el Uruguay los correctores de textos —de ortotipografía y de estilo— nos hemos formado de manera autodidacta, por lo que carecemos de un título que nos habilite a cumplir con el trabajo. Nuestra formación básica puede ser la de profesores de idioma español o de literatura, egresados de la Facultad de Humanidades o de disciplinas diferentes.

Esta carencia de título es un serio escollo a la hora de conseguir el reconocimiento de nuestra tarea en el país y, muy especialmente, para trabajar con clientes del exterior. Asimismo, oculta las diferencias entre proveedores bien formados y proveedores improvisados. El país cuenta con buenos correctores que hacen su trabajo con esfuerzo, actualizándose permanentemente, comprando bibliografía que no se distribuye en el país y consultando las listas electrónicas internacionales de especialistas en el lenguaje.

Nos atrevemos a presentarles una sugerencia: estos correctores capacitados podrían expedir un título de idoneidad como corrector de textos, de ortotipografía y de estilo, luego de examinar los conocimientos y las fuentes de consulta de los interesados. Si el Ministerio así lo dispusiera, también conocemos especialistas e instituciones argentinos y españoles a quienes recurrir, plenamente capacitados para otorgar esta acreditación.

Agradecemos la atención a este mensaje y las indicaciones que recibamos de ustedes.

 

María del Pilar Chargoñia Pérez, correctora de estilo, C. I. n.º 2.734.472-8, Montevideo, Uruguay.

La pluma invisible del corrector

20060708131334-correccion-estilo.jpgUn interesante apunte de Andrea Estrada (coeditora de la imprescindible Páginas de Guarda) en Página/12, sobre la responsabilidad del corrector de estilo, cuyas virtudes, paradójicamente, sólo pueden mostrarse en una sempiterna negritud.

¿Corrector o corruptor?

Por Andrea Estrada *

A nadie le gusta que lo corrijan, porque corregir es como decir la verdad. Y salvo los chicos, que en general suelen tomar con naturalidad –o indiferencia– los cartelones rojos de las maestras, y los locos –ajenos a todo barbarismo lingüístico, y de los otros–, ni siquiera nuestros parientes aceptarían cambios en sus textos. La otra razón es que, a veces, y aunque parezca paradójico, los correctores operan como verdaderos “corruptores”. ¿Por qué? Porque rebosantes de entusiasmo no pueden evitar caer en la sobrecorrección y la ultracorrección. Si sobrecorrigen, intervienen desacertadamente en los textos ajenos, pues no lo hacen para modificar los errores, sino simplemente por una cuestión de preferencia personal. De la misma manera, si ultracorrigen, también corrigen lo que está bien o, para ser más exacta, realizan una trasposición errónea de la normativa vigente. Es lo mismo que hacen los hablantes cuando para evitar formas como “Pienso DE que es injusto”, suelen decir “Me doy cuenta (DE) que no tengo razón”, quitando el de, que en este caso es correcto. Pero nada de esto invalida el trabajo del corrector, cuya obligación es corregir los errores, aunque algún damnificado se enoje. Quizá la clave para que la corrección no sea vista como un acto soberbio y autoritario, ejercido desde la desventajosa posición de alguien que sabe mucho, pero cuyo conocimiento no sirve para mostrar ni mostrarse, radique en el buen criterio personal para interactuar con editores y autores. Porque corregir es un trabajo oculto, invisible y, por eso mismo, ingrato. Parecido, si se me permite una comparación con el fútbol, al del buen árbitro: debe pasar desapercibido. De allí que muchos escritores consagrados sólo confiesen haberse dedicado a la corrección, a la hora de revalidar su título de “buen intelectual”. Como Rodolfo Walsh, corrector de pruebas de Hachette, Andrés Rivera, o Truman Capote. O incluso Guillermo Cabrera Infante, cuya tarea de corrector de la prolífica escritora española de novelitas rosa –“la inocente pornógrafa”, como él mismo la llamaba– resultaría determinante para su posterior dedicación a la escritura. Este hecho viene a corroborar dos cuestiones: la primera, que no es cierto que a los escritores no se los corrija; la segunda, que a los conocimientos, la minuciosidad y el talento de un corrector tal vez se deba el éxito de una obra, un escritor y un sello editorial. Y si no, pregúntenle a Corín Tellado.

Etiquetas: , , , , , , ,

Sobre el mercado del español en EUA, el prestigio social de la lengua, la calidad lingüística de los medios y la capacitación profesional

 

Hablábamos hace poco del seminario «El español en los medios de comunicación de los EE.UU.», organizado por la Fundéu y la Fundación San Millán y celebrado en los primeros días del pasado mes de mayo en San Millán de la Cogolla (La Rioja, España).

El tema del español en los medios estadounidenses no es novedoso; ya fue objeto de debate en el simposio organizado por el centro del Instituto Cervantes en Chicago a finales del 2002, donde se planteó la conveniencia de una política lingüística encaminada a lograr un español unitario en los medios de comunicación hispanos. Las razones en que se basaba esa propuesta eran el papel dinamizador de los mercados que tienen los medios de comunicación y la idea de que una mayor uniformidad lingüística, basada en el modelo normativo que emana de instituciones socialmente prestigiosas como la RAE y las academias hispanoamericanas asociadas, permitirá cohesionar el diverso y disperso español de la comunidad hispana en Estados Unidos —que no siempre es monolingüe española, sino de lengua materna indígena—, conferirle la imagen positiva y el prestigio social del que carece entre los anglohablantes, hacer frente a la presión del inglés dominante (que ha emprendido el camino hacia la oficialidad exclusiva en EUA) y salvaguardar el prometedor mercado del español en ese país, en el que la industria editorial española ya ha empezado a tomar posiciones.

Al hilo de esa necesidad de unificar el español de los medios hispanos de EUA, en el citado seminario de la Fundéu —donde se sentaron las bases organizativas para la preparación de la segunda edición del Manual de Estilo de la National Association of Hispanic Jounarlists/Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ/ANPH), futuro libro de estilo común para todos los medios que en el mundo publican o emiten en español—, la presidenta de la NAHJ lanzó la idea de crear un certificado de calidad en el uso del español para los profesionales estadounidenses, un certificado que «vendría avalado por el Instituto Cervantes o la Fundación del Español Urgente [Fundéu] y tendría que renovarse cada cierto tiempo, aunque no de manera obligatoria», y que serviría para certificar «el buen uso del idioma por parte del periodista, además de que le aportaría un plus de calidad al medio de comunicación que lo contratase».

Sin duda que ese certificado permitiría implantar el modelo unitario y de prestigio que la Fundéu dispusiese, que no podría ser otro que el académico, y no sería de extrañar que se empezara a trabajar ya en ese sentido. Quizá un primer paso sea el curso en línea «El uso correcto del español en los medios de comunicación», que organizan conjuntamente la Fundéu y la Ceddet, dirigido a periodistas latinoamericanos, y cuyo equipo directivo y docente lo integran miembros destacados de la Fundéu y profesionales de su entorno, conocedores de la norma española y de los modelos de lengua internacional usados por los medios audiovisuales. Este curso no tiene, que sepamos, precedentes en América, aunque sí se imparte en Cataluña (España) un posgrado de Asesoría Lingüística en los Medios Audiovisuales en catalán, organizado por el Grup Llengua i Mèdia de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), estrechamente ligado — por ser ambos requisitos para acceder al Máster en Corrección y Asesoría Lingüística— al posgrado Corrección y Asesoría Lingüística, de formación de correctores profesionales de catalán oral y escrito.

Son muchas las diferencias entre el curso que acaba de iniciar la Fundéu y estos otros de la universidad catalana: la duración, el carácter presencial o virtual, el programa, el nivel académico, el grado académico de la titulación, los requisitos de acceso... No obstante, hay una que resulta especialmente relevante para esta bitácora: el perfil de los destinatarios. Mientras el curso de la Fundéu se dirige a periodistas latinoamericanos en activo de medios escritos, que no necesitan acreditar previamente ningún nivel de conocimiento de la lengua, el posgrado de asesoría en los medios audiovisuales de la UAB va destinado a licenciados en filología catalana, traducción, periodismo u otras carreras que acrediten o demuestren un nivel superior de dominio del catalán normativo. Suponemos que los fines de uno y otro curso son esencialmente tan distantes que no hay punto de comparación posible, pero aun así sería deseable que la Fundéu progresara hacia estudios de capacitación y especialización profesional que tuvieran en su mira niveles de conocimiento y dominio de la lengua como los que se exigen en los mencionados posgrados de la UAB. De otro modo, su trabajo formativo difícilmente va a plasmarse en una mejora del español de los medios escritos latinoamericanos —que exigiría la intervención de profesionales expertos (asesores lingüísticos y correctores)—, suponiendo que sea eso lo que se proponen.

[Sigue aquí.]

 

Silvia Senz (Sabadell)

Artículos relacionados:

«Norma, libros de estilo, cultura escrita y monopolios lingüísticos»

«Diversidad lingüística hispanoamericana, español como recurso económico y políticas lingüísticas institucionales»

«Hacernos pagar lo que ya está pagado: la RAE y el DPD (1.ª parte)»

«Hacernos pagar lo que ya está pagado: la RAE y el DPD (2.ª parte)»

«La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (1.ª parte)»

 

 

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

Ser corrector de textos en el Perú

20060418092651-correctorestilo.gif

I

Según el DRAE:

Redactar. (Del latín redactum, supino de redigěre, compilar, poner en orden). tr. Poner por escrito algo sucedido, acordado o pensado con anterioridad.

Corregir. tr. Enmendar lo errado.

Redactar no es sencillo. Supone, en primer lugar, un proceso mental de «ordenamiento» de las ideas (o de la información) y trasladar estas a un formato escrito. Y como las ideas no van a dejarse atrapar fácilmente y menos ser cohesionadas en un todo analizable, el redactor luchará por domesticarlas para que luego puedan servir fielmente a alguna argumentación, ensayo, etc.

Si bien existen redactores muy experimentados que pueden escribir sobre algún tema de corrido y con poquísimos errores, lo que es exactamente lo contrario suele verse más a menudo.

La demanda de información en una sociedad globalizada ha hecho que cantidades monumentales de datos se emitan cada día desde fuentes hace unos años inimaginables.

Y como en cualquier fenómeno humano, solo unos cuantos canalizan, aprovechan y, muchas veces, distribuyen los esfuerzos e información relevantes. Otros tantos se pierden en rumas de libros por leer, en promesas hechas a amigos de hacer clic en sus enlaces de páginas web, en diarios y suplementos muy interesantes guardados en el segundo cajón de la derecha, esperando aquella hora libre que nunca llega. Y otros muchos, rendidos o siempre hechos a un lado, se limitan a ver, como los niños los aviones, los libros, revistas y webs que cruzan por tantas dimensiones.

Pero es evidente que en esa gran cantidad de papel y bytes producidos hay meras refundiciones o viles copias de otras ediciones, que por decirlo tajantemente nunca debieron ser publicadas.

Así las cosas, las editoriales, aplicando modernísimas técnicas de mercadotecnia, apuestan por llenar estantes y más estantes con novelas posmodernas (léase, mejor, novelas rosas recargadas), con híbridos detectivescohistóricos, y también con textos New Age, esos que te dicen cómo encontrar la felicidad debajo de aquella piedra en forma de estrella que siempre ha estado en el parque a dos cuadras de tu casa.

¿Pero es que no hay lectores exigentes?

Bueno, esa pregunta, en el ámbito mundial, no sé quién la responderá, pero en el Perú, simplemente no los hay (o los hay tan pocos…).

II

En los tiempos que yo estudiaba en la universidad, había una pregunta que me hacían en cualquier reunión y que llegó a tener para mí visos de drama.

—¿A qué te dedicas? —me preguntaban.

A lo que yo, al principio, invariablemente respondía, orondo:

—Estudio lingüística.

La respuesta del interlocutor variaba:

1) [Boca abierta y ojos idos:] ¿Y qué es eso?

2) ¡Ah, ya, profesor de lengua!

3) ¡Ah, entonces tú sabes hablar muchos idiomas!

4) [Y el más acertado:] ¡Ah, lenguaje! ¿Y para qué estudias eso?

Dos años, aproximadamente, intenté explicar qué era la lingüística, su campo de estudio, etc. Luego, como no tuviera resultados en mis explicaciones (en verdad, muchos de mis compañeros de escuela tampoco entendieron nunca qué era la lingüística), opté por responder afirmativamente a cualquier respuesta:

—¿Eres profesor?

—Sí.

—¿Hablas muchos idiomas?

—Oui.

—¿Y qué es eso?

—Exacto, tienes toda la razón.

(La pregunta 4 hasta ahora no he podido contestarla.)

 

III

Han pasado los años y ahora soy corrector de textos en una universidad (que quiere decir ahí: leer, rerredactar, pasar correcciones, maquetar e imprimir). La vez pasada, luego de casi un año de comprarle a la misma señora de la vuelta un par de cigarros para luego del trabajo, se animó y me preguntó:

—¿Y en qué trabaja en la universidad?

Antes de ponerme a pensar en la respuesta:

—Corrijo y edito textos.

—¡Ah ya! Usted es profesor.

(¡Ay, no!)

—No, yo me encargo de..., cómo le digo, hacer los libros, o sea…

—¡Aaaah! Usted escribe los libros.

(Yo pienso: «¡Pucha!».)

—Esteee, mire, yo…, sí, seño, tiene razón, fíeme dos cigarritos hasta mañana, ¿ya? ¿Y qué tal, cómo le va en la venta?

—Ahí, joven, más o menos…

Bueno, habrá quien me diga que la señora no tiene por qué saber lo que es un corrector o un editor. Claro, toda la razón. Pero esta clase de anécdotas solo ponen de relieve estos hechos:

· El corrector de textos (o de estilo) es una figura casi desconocida en el Perú.

· En nuestro país, el 26 % de personas en edad de leer no lo hace nunca. Además, el 45% de los que leen lo hace apenas dos horas a la semana.

· El corrector se ha visto desplazado de los pocos lugares en que tenía su sitio ganado (editoriales, diarios, revistas) y se ha trasladado la responsabilidad del cuidado de los textos a los redactores, con ayuda de programas informáticos.

· La inexistencia de instituciones que formen a un corrector o editor. Hecho que, llegado a extremos, hace que, con honrosísimas excepciones, no se respeten las tradiciones tipográficas (actitud no debida a una rebeldía hacia «normas colonizantes» sino a la mera ignorancia) y las normas ortográficas en libros, periódicos y toda clase de textos.

Fernando Carbajal Orihuela (Lima, Perú)

Etiquetas: , ,

Contrastes culturales de la idea de editar

20060406123101-sindicat-frances.gif

Ya comentamos aquí de qué modo contrastaba el concepto de la edición como una cadena de procesos y profesionales, que promueven activamente los editores independientes franceses, con la escasa defensa de esta idea que hallamos entre los editores españoles.

Más allá de la edición independiente, la simple comparación de los contenidos de la página web de la Federación de Gremios de Editores de España con los contenidos de la del Sindicat National de l’Édition habla por sí sola: en la una, propiedad intelectual, fomento de libro y la lectura, noticias y estudios sectoriales, y estos objetivos:

La Federación desarrolla su actividad en siete grandes áreas de actuación:

1. Promoción exterior.

2. Derechos del autor y del editor.

3. Promoción del libro y de la lectura.

4. Comercio interior.

5. Formación continua.

6. Representación nacional e internacional de los editores.

7. Servicios a los editores.

En la otra, un apartado completo, bien desarrollado, dedicado al oficio de editar, que incluye esta declaración de principios:

Decir, como se afirma a menudo, que la función del editor consiste en hacer llegar una obra preexistente al público supone una visión muy reducida de su oficio. Más allá del riesgo económico que asume el editor publicando una obra está su aportación real y constante a lo largo del proceso, desde la concepción a la venta, con particularidades según los diversos sectores editoriales.

De nuevo, me descubro ante la grandeur de la France.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, España)

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , ,

Lecciones de corrección «on the rocks»

20060403142825-donde-dice.jpg

El pasado miércoles, 29 de marzo, leí en El Periódico una noticia (procedente de un despacho de Efe) en la que se anunciaba, presentándolo como «un nuevo espacio en Internet destinado a proteger el buen uso del español», otro servicio de corrección y certificación de calidad lingüística con presencia en la Red, la Oficina de Corrección del Español, dirigida por Antonio Machín García y coordinada por Pedro García Domínguez y por Alberto Gómez Font (filólogo, escritor, corrector de Efe y coordinador de la Fundéu).

 

Precisamente leo hoy en la página de la Fundéu una reseña de la presentación en Buenos Aires del libro de este último, Donde dice... Debiera decir..., y extraigo de una y otra noticia tres máximas, útiles para incorporar al decálogo profesional de todo corrector de textos:

1) Sobre purismo: Ama los préstamos como a ti mismo: son el futuro de la lengua española y consustanciales a su idiosincrasia. (Lo que no sé es si seguir repudiando los calcos...)

2) Sobre cuitas socioprofesionales: Si nos quejábamos de las bajísimas tarifas que cobra un corrector (de cualquier lengua; más aún un corrector editorial) y de sus precarias condiciones laborales, desechemos ya mismo la idea de pasarnos al gremio de la hostelería (rama coctelería): los bármanes (¿o barmans?) aún cobran menos.

3) Sobre certificaciones: Ya no hay corrección (o servicio de corrección) que se precie si no ofrece un sello de calidad lingüística. (Me voy ahora mismo a encargar un tampón resultón.)

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, España)

 

Noticias relacionadas:

 

«El español, una lengua multinacional. (“Por la norma mediática, hacia una unidad de mercado en lo panhispánico”)» 

«Sobre el mercado del español en EUA, el prestigio social de la lengua, la calidad lingüística de los medios y la capacitación profesional»

«Norma, libros de estilo, cultura escrita y monopolios lingüísticos»

 

«Por la dignidad del corrector»

20060304170142-libro-de-notas.png

Resulta tan extraño encontrar en los medios palabras de elogio y apoyo al papel del corrector, que forzosamente esta bitácora ha de recogerlas en su integridad y agradecerlas de todo corazón.

Ojalá las instituciones que supuestamente se encargan de velar por la lengua española tuvieran con los baluartes del idioma que somos los correctores de español un gesto comparable al que tuvo Màrius Serra en La Vanguardia o ha tenido ahora Miguel Ángel Román en Libro de Notas.

Por la dignidad del corrector

28.02.06

El pasado 23 de febrero saltaba a esta bitácora un enlace sin comentarios, humilde, lejos de las ostentosas y estentóreas polémicas que cruzan como fugaces destellos el firmamento de la información. El mismo (aún andará por el margen derecho de nuestra primera plana) refería a un Manifiesto de los Correctores de Español. Desde esa página perdida en el océano internético un grupo de profesionales “como la copa de un pino” reclaman un derecho que la ignorancia les viene negando: el de elevar su rancio oficio a la categoría de profesión reconocida, moderna, titulada, reglada y avalada por una formación coherente y acreditable.

El corrector es un sujeto oscuro al que uno le coge cierto asco. A nadie que se dedique a juntar letras le apetece que tras parir con esfuerzo una frase que contiene un sublime mensaje expresado en geniales términos, le sea devuelta esposada bajo la acusación de flagrante error de concordancia, anorexia de signos de puntuación y bulimia de adverbios, firmando la denuncia alguien que ha tomado nuestro texto con un distanciamiento emocional que no habríamos sospechado en un ser dotado de alma.

Sin embargo, tras haber disparado tiros en ambas trincheras (tres si contamos la de lector, que no es banal) no puedo sino defender y ensalzar la labor de estos peritos de la lengua.

Como lector irredento me extasío en ocasiones ante la perfección estructural mostrada en las construcciones sintácticas de los grandes de nuestra literatura, las mismas citas que luego enarbolan los académicos para tirarnos de las orejas y plantarnos el ejemplificador texto ante nuestras nescientes narizotas, sentenciando: “así se escribe el español”. Y en ocasiones me he llegado a preguntar ¿qué porcentaje del poderío léxico y gramático de Galdós, Borges, Azorín, Rulfo o Larra fue tal cual cincelado por sus plumas y cuánto fue, sin desdoro suyo, bruñido por la inestimable profesionalidad de sus anónimos correctores de texto y estilo?

¿Cuántos barbarismos fueron naturalizados, cuántas redundancias desterradas, cuántos calcos maquillados y laísmos normalizados por estos profesionales antes de constituirse en gemas engarzadas en las joyas de nuestra literatura? Me temo –o más bien celebro– que muchos más de los que la mitomanía quisiera reconocer.

El idioma es un tesoro, una herencia de incalculable valor acrisolada durante siglos y que constituye, por encima de la etnia, la historia y aun de la geografía, la más íntima amalgama de un pueblo. Los hablantes del español, que nos contamos por centenares de millones, haríamos bien en formar una guardia pretoriana diestra en el manejo del diccionario, experta en las añagazas de la gramática, leal a los dictados académicos, profesionales dignos –en reconocimiento y salario– que velen por la pureza lingüística de nuestros testimonios orales y escritos y confiárselos antes de echarlos a volar hechos una germanía descoyuntada e ininteligible.

Por todo esto, y más argumentos que sería ocioso presentar aquí, estampé mi apoyo virtual al pie del enlace antes citado. Tal vez, y al precio baldío que están estos respaldos cibernéticos, sirva solo testimonialmente, pero mi conciencia no me permitía salir de allí sin dejar mi registro.

Oficios por proteger, oficios que conocer: el Forum des métiers du livre

20060210094327-forum-des-metiers-du-livre.jpg

Hace escasos días nos lamentábamos del olvido de los profesionales del libro que se observa tanto en las secciones de cultura de los medios de comunicación tradicionales, como en las supuestamente más perspicaces, innovadoras y actualizadas bitácoras sobre libros, reflejo sin duda del a veces desconocimiento, a veces clamoroso desdén que muestran por los profesionales de la edición los editores más ajenos al oficio de editar (hoy, la mayoría de ellos, independientes o no).

No obstante, no seríamos justos si no reconociéramos también la parte de responsabilidad (o de falta de reacción) de los propios profesionales del sector con respecto a esta situación. La incapacidad manifiesta de algunos colectivos (particularmente nosotros, los relacionados con la traducción, la edición y el control de calidad del texto) de combatir organizadamente la marginación y el ostracismo a los que nos han condenado medios y productores es también clamorosa. Y no menos decepcionante es la ausencia de sinergias entre profesionales de distintas especialidades, encaminadas a crear zonas de intercambio de opinión, estructuras de apoyo y plataformas comunes desde las que darnos a conocer, defender y promover nuestros oficios.

Afortunadamente, esta no es la tónica en todos los países. El 7 de noviembre del 2005 tuvo lugar en París (Francia) el primer Forum des métiers du livre (Foro de los Oficios del Libro), organizado por el nodo Fontaine O Livres, una red local de recursos, servicios y promoción de los profesionales de la cadena del libro y de la edición independiente, nacido en el barrio Fontaine au Roi, del Distrito XI de París.

El Forum des métiers du livre, cuya primera edición, abierta a todos los públicos, tuvo un carácter fundamentalmente informativo y educativo, es un reflejo de la filosofía que promueve Fontaine O Livres: «el libro que un lector tiene en sus manos es el fruto del trabajo de numerosos profesionales» y « en un momento en que la supervivencia de algunos de estos oficios está en peligro y en que se está señalando a la cada vez mayor concentración en el campo de la edición, parece más oportuno que nunca que se cree un foro de las profesiones del libro, a fin de que estos numerosos oficios, de realidades ricas y muy diversas, sean valorados y más conocidos». En virtud de ello, y con el objeto de darlos a conocer al lector, el Forum acogió, en su primera convocatoria, a más de una veintena de profesionales del libro (escritores, biógrafos, editores, editores de mesa o auxiliares de edición, redactores, traductores, correctores, infógrafos, ilustradores, grafistas, maquetistas, fotograbadores, jefes de producción, impresores, encuadernadores, tipógrafos, grabadores, publicistas, agentes literarios, lectores, distribuidores..), así como a los oficios que sirven de puente entre el libro y el lector: bibliotecarios, promotores y dinamizadores culturales...

Esta bitácora, que nació precisamente para despertar conciencias sobre las indisociables interdependencias de todos los eslabones que componen la cadena de la cultura escrita, no puede por menos que rendirse, en este caso, a la grandeur de la France. Chapeu!

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

Carencias graves de las bitácoras sobre libros y edición

20060206120248-cajista2.gifHay una cuestión que siempre echo de menos en los blogs sobre edición, libros y lectura que suelo visitar, y es la habitual omisión de cualquier aspecto de la realización y fabricación de los libros, una laguna que no deja de traslucir un cierto desconocimiento de su historia y una falta de reflexión sobre su esencia.

El libro no es un producto industrializado; no es una media que haya pasado de tejerse en casa para uso propio o manufacturarse y venderse en mercadillos, a tejerse mecánicamente y a comercializarse en volúmenes industriales por vías diversas y con apoyo de nuevas técnicas de mercado. El libro, tal como lo conocemos, nació con la imprenta, se desarrolló gracias al ingenio y el arte de impresores y tipógrafos, permitió (y permite) fijar el lenguaje escrito por medio de los códigos que contribuyeron a establecer regentes y cajistas correctores, y perfeccionó y diversificó sus contenidos de la mano del editor moderno, mediante el engrase de procesos de edición extraordinariamente afinados y eficaces y la participación de profesionales muy especializados. El libro, como objeto cultural y vehículo de pensamiento, no es obra exclusiva de un autor, de sus promotores ni de sus mercaderes, sino de todos aquellos que lo crearon, que lo desarrollaron y que siguen construyéndolo; de especialistas mucho más vinculados al libro que los propios editores, de los que probablemente un autor autoeditor podrá acabar prescindiendo. ¿Qué sentido tiene, entonces, que sólo se dé voz a autores, promotores y mercaderes, cuando la relación de estos dos últimos con el libro es más bien coyuntural?

Parecido olvido de los profesionales del libro (asesores científicos o literarios –lectores–, ilustradores, fotógrafos, traductores, redactores, escritores por encargo, editores de texto, revisores de traducción y técnicos, correctores de estilo y tipográficos, grafistas, diseñadores y componedores, responsables de producción, impresores, encuadernadores...) se observa en los medios de comunicación tradicionales, por no mencionar el que manifiestan los editores más ajenos al oficio de editar (la mayoría de ellos, hoy en día, independientes o no), cuya política más habitual (siempre omitida) suele ser la de explotación o marginación de muchos de estos especialistas.

Debería empezar a recordarse que, sin todos ellos, sin su participación en condiciones dignas en el trabajo de edición, ya no es que no haya libros: es que no hay buenos libros.

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

Especies editoriales en extinción: Manifiesto de los Correctores de Español

Al hilo de los efectos que ha tenido en la prensa en español la sistemática sustitución de los correctores profesionales por herramientas de corrección automática, Juan José García Posada comenta en un artículo de El Colombiano titulado «Correctores corruptores»:

Fiarse de los programas de corrección automática es un error grave en el que se incurre en los medios periodísticos si se obra con la pretensión de agilizar el tiempo de entrega de textos. Algo similar sucede con los traductores computarizados. Unos y otros cometen equivocaciones fatales. En la memoria de un corrector electrónico pueden caber todos los diccionarios. Pero carece de la intuición, la capacidad de asociación y la facultad de análisis lógico necesarias para decidir en determinados casos cuáles son el vocablo, la frase, la expresión correctos.

Sirven estas palabras como prolegómeno de un texto que lleva ya casi nueve meses divulgándose por la Red, que suma ya más de 8000 adhesiones en La Página del Idioma Español y que es una muestra más del desgarrador canto del cisne que entona un colectivo de profesionales de la cultura escrita absurdamente condenado a la extinción: el Manifiesto de los Correctores de Español. Un canto del cisne que trasciende lenguas, culturas y fronteras y que adquiere una cadencia angustiada en la voz de Sophie Brissaud, desolada en la de Pablo Valle o levemente esperanzada en la de Silvia Senz. En cualquier caso, un tono grave y reflexivo en todos estos acentos, porque la desaparición de estos valedores del idioma, muletas del escritor/traductor, puntales del editor y defensores del lector tiene una trascendencia en la calidad de lo escrito, el buen uso de la lengua y la transmisión cultural que no puede equipararse con el ocaso de otros oficios. Así lo señala García Posada cuando concluye:

Parece como si ese Manifiesto portara la voz de otro gremio que clama en el desierto. No obstante, el reconocimiento del carácter esencial del corrector en todo proceso editorial es al mismo tiempo la aceptación de que el texto se exponga al escrutinio del lector, al control legítimo de legibilidad, inteligibilidad, claridad y dignidad de todo aquello que se escriba para el público. Con todo y la tecnología, es preciso reivindicar la respetable función del corrector.

Por supuesto que el primer corrector debe ser el propio autor: Si el redactor no relee, no verifica, no corrige, pierde el derecho a reclamar por los errores cometidos. Y si en lugar de admitir que su escrito sea leído y verificado por un corrector experto y confiable que actúa como lector calificado y exigente, prefiere dejárselo al programa de corrección automática del computador, no sólo está permitiendo que su producción intelectual caiga en manos de un corruptor, sino que está poniendo en peligro su credibilidad y la del medio periodístico.


Mitos de la edición: el negro editorial

Una entrevista a un negro editorial que sale de la oscuridad y el anonimato. Para comprobar que los autores en la sombra no son un leyenda urbana.

REPORTAJE
El negro literario recupera la firma

• Manuel Manzano, autor de obras para otros, explica su trabajo en el mundo editorial

25/01/2006
M. EUGENIA IBÁÑEZ
BARCELONA

Ha sido editor, guionista, corrector, redactor de cubiertas y solapas y negro literario, autor anónimo de textos que otros han firmado. Tras esa sinuosa trayectoria profesional, Manuel Manzano ha salido del peculiar armario editorial y, por primera vez, ha puesto su nombre en una novela cuya legítima autoría puede ya reivindicar. Mientras acaricia esa obra por fin propia (El inventor de la luz), Manzano repasa lo que ha sido su trabajo, rechaza dar pistas sobre los mediáticos para los que escribió y acepta la existencia del negro como parte de las tareas editoriales.
El escritor por cuenta ajena, o por firma ajena, recibe dos tipos de encargos: los que llegan de gente conocida –casi siempre populares de televisión– que quieren decir algo pero carecen de tiempo, ganas y capacidad para escribir, y aquellos que responden a modas del momento –cocina, memorias, thrillers, humor– que programan la editorial o un autor dispuesto a ganar fama a costa del esfuerzo de otro. Manzano (Zaragoza, 1965) no ve nada indecoroso en la actitud del famosillo que firma lo que no ha escrito –"es un pacto comercial aceptado y remunerado"–, ni cree que se engañe al lector al presentar una falsa autoría.
Recuerda que el trabajo que en España de manera peyorativa se considera de negro literario es práctica habitual de documentalista en países anglosajones, por ejemplo, y añade que ese tipo de encargos tampoco es una epidemia propia de la edición actual: "Asimov y Víctor Hugo tenían machacas para escribir las muchas novelas que ambos publicaron, y Colette se curtió en literatura haciendo de negra de los libros que firmaba su marido".
Manzano ha escrito enteramente dos obras para ser firmadas por otro, unos relatos de humor y un anecdotario. En ninguno de los dos casos mantuvo contacto directo con el personaje mediático cuyo nombre apareció en la cubierta; recibió el esquema de trabajo a través del editor, aceptó cuantas correcciones le fueron formuladas y planteó escasas sugerencias porque, añade, "los criterios de la editorial y del firmante pasan por encima del negro literario, que debe limitarse a montar un puzle con las piezas que recibe". ¿Pagos? A precio hecho, previo acuerdo con la editorial.

ACUSADOS DE PLAGIO
Nunca se le fue la tecla de la mano, como les ocurrió a quienes escribieron textos que firmaron Jorge Bucay y Ana Rosa Quintana, acusados de plagio casi sin saber por dónde llegaban los tiros. Ha depositado sus sueños en esa primera obra que le edita El Aleph, novela histórica de intriga ambientada en el renacimiento y en la época actual, con Miguel Ángel, Rafael, los Médici y una máquina demoníaca capaz de robar el alma presentes en la trama, y tiene no menos de ocho argumentos más en lista de espera, por si El inventor de la luz se hace con un lugar en las librerías. Si no lo logra, seguirá con las traducciones y como negro literario: "Tengo hipoteca, dos hijos y un crédito pendiente, y la alternativa es repetir como camarero o como albañil, que también me gustan los tochos".


Enlaces

Enlaces

Extras

¿Tú primera visita a esta página?. Estás leyendo un weblog, también llamado blog y bitácora.


Powered by Blogia

Contrato Coloriuris

Blog creado con Blogia. Administrar
Blogia apoya: Fundación Josep Carreras - Premios Bitacoras.com 2010 - Labordeta D.E.P