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La lipotimia de Millás
Álvaro Colomer | 13/10/2010 - 09.39 horas
Juan José Millás publica 'Lo que sé de los hombrecillos" (Seix Barral) y Juan Cruz, que le entrevista en el suplemento cultural Babelia (El País, 09-X-2010), nos cuenta una anécdota que, de algún modo, explica el cambio estilístico, así como temático, que el valenciano imprimió a sus novelas a partir de 1994, año en el que su narrativa, siempre influida por Thomas Bernhard, Franz Kafka, Samuel Beckett y, entre otros, Jorge Luis Borges, adquirió un tono más humorístico y menos lúgubre, más metafórico y menos hermético, más eficaz y menos experimental.

Cuenta Juan Cruz que, estando Millás tomando unas copas con unos amigos, sufrió una suerte de lipotimia que lo dejó sin sentido sobre la mesa. Sus compañeros, alarmados ante el desmayo, lo sacaron a la calle, sentándolo en una silla, para que le diera el aire. Al cabo de unos segundos el escritor volvió en sí y, tan sólo abrir los ojos, soltó una frase que inquietó a Juan Cruz hasta el extremo de considerar que algo había cambiado por siempre en su amigo. Y es que Millás, a poco de recuperar la conciencia, dijo: 'Ya está".

Supone el periodista que aquel despertar dividió la obra de Juan José Millás en dos etapas. La primera, antes de la lipotimia, oscura, claustrofóbica, introspectiva; la segunda, humorística, metafórica, extrovertida. Realmente, es hermosa la idea de que alguien pueda cambiar su actitud ante la vida, o ante la literatura, tras sufrir un desvanecimiento. Sobre todo si ese alguien despierta de su letargo diciendo 'ya está", como si anunciara que algo ha terminado, que algo se ha cerrado por siempre, que algo se quedó en el lugar al que nunca más regresaremos.

Normalmente, la gente que experimenta este tipo de cambios lo hace a peor. No es inusual encontrar en la historia de la literatura personajes que, de repente, escuchan un 'crack" en su cerebro, como si una cosa importante se hubiera roto, y a partir de entonces todo cambia, casi siempre en sentido negativo, marcando el inicio de una caída hacia el infierno. Pero el 'ya está" de Millás nos recuerda que el cerebro también recorre el camino inverso de sopetón, yendo de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría, de dentro a fuera. Y es que, a lo largo de las novelas, Juan José Millás nos ha ido enseñando que los acontecimientos cotidianos en ocasiones ocultan acontecimientos extraordinarios, que lo insignificante alberga en su interior grandeza, que las oraciones simples pueden estirarse hasta hacerse compuestas. De modo que, como apunta Juan Cruz, tal vez la historia de la lipotimia no sea una simple anécdota y contenga en su seno toda una teoría sobre el funcionamiento del cerebro de los escritores y, por extensión, de los seres humanos. Quién sabe.
 
 
 
 
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