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Editorial
Rescate y seguridad

2010-10-14

La tecnología y la perseverancia de las autoridades chilenas han propiciado la resurrección de 33 mineros. Una operación de rescate similar hubiera sido impensable hace dos décadas, como inimaginable era el despliegue mediático que ha cubierto el salvamento de esos 33 mineros que han pasado 68 días bajo tierra, a una profundidad de 700 metros. Por eso, ayer, cuando comenzaron a salir los rescatados de uno en uno de la cápsula Fénix-2 hubo gritos de milagro. Una extraña conjunción de intereses ha propiciado ese rescate, esa victoria en la lucha de la humanidad contra la muerte. Por eso, todo el mundo se ha alegrado del final feliz de esta historia. Una gesta que tiene su origen en las condiciones de inseguridad en las que trabajan muchos asalariados en el Tercer Mundo para hacer la vida más fácil a los habitantes del Primer Mundo. La mina San José, en el desierto chileno de Atacama y cercano a la localidad de Copiaró, era una trampa mortal en manos de unos empresarios sin escrúpulos que, tras el accidente, se declararon en quiebra y que no dieron a conocer el siniestro a las autoridades hasta cinco horas después de que ocurrió. Ahora, el Gobierno chileno anuncia un plan de seguridad en las minas (ojalá tomen esa medida todos los países mineros del Tercer Mundo) y así se evite ese aparatoso despliegue de tecnología que salvó a 33 mineros. Que este accidente mejore la seguridad minera.


Mina cerrada
Cierra la última mina de carbón de las comarcas de Lleida. Una actividad que en la actualidad dependía de las subvenciones más que del carbón que se extraía. Es el punto final de un negocio, y peligroso trabajo, que ya no es rentable en el Primer Mundo.


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