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Perfil
Albert Rivera acudía a las urnas con la duda razonable de si estos comicios desvelarían si lo de 2006 fue flor de un día o si, por el contrario, la irrupción de Ciutadans en el Parlament tendría continuidad. Tres escaños, exactamente como en aquellas elecciones, le permitirán mantener la visibilidad necesaria como para ser el acicate del gobierno catalán en temas-portada, como ha sido en estos años ante la prohibición de los toros o el bilingüismo. El efebo de los candidatos quería más pero aunque se queda igual, confirma que eEs el mismo que pasó de ser la imagen del partido -tras la que elucubraban un grupo de intelectuales- a ser EL partido. Deportista y entrenado en el arte de la oratoria, el candidato más joven se enfrentó a esta campaña como a una carrera de motos en la que no salía desde la 'pole'. Y no ha ganado la carrera pero al menos, se asegura un puesto de honor.
Como hijo único, este barcelonés de cuna tiró de primos. Recuerda los veranos en Málaga y las tardes de patio de colegio, "siempre ideando alguna". Admite que no era de los que pasan desapercibidos en el colegio, pero también presume de tener un currículum limpio de bullas: "No me he peleado en mi vida". De padres, tíos y abuelos comerciantes, empezó a darle a la labia de adolescente, echando un cable en la tienda de electrónica y electrodomésticos de sus padres. Con la edad desarrolló alergia al pelo de los animales, un fastidio para un joven que adoraba montar los caballos de su padre y que, antes de que le provocaran una lluvia de estornudos, tuvo un gato.
Pero su auténtica pasión es otra. Dice que tiene el cloro en la sangre. Y la sangre le tira, embotellada en nostalgia, cuando alguna vez acude a ver un partido de waterpolo del Barceloneta, del que es socio. Su palmarés le corona como el delfín de la política catalana: fue dos veces campeón de Cataluña de natación, deporte al que se dedicó su vida de los 10 a los 18 años. Como la alta competición era dura, difícil de compaginar con sus estudios de Derecho y menos divertida que el juego en equipo, a los 18 cambió al waterpolo. Jugó en el Granollers, en segunda división nacional, hasta los 26 años. Ahora nada una o dos veces por semana. Excepto en campaña, que el reloj no le da ni para meter el dedo gordo del pie en el agua.
Su aspecto de niño bien no engaña: no fuma y bebe sólo de vez en cuando. Y, si le preguntas sus vicios, resulta que uno de ellos es el deporte. El otro es la gasolina, así que si no descarga tensiones a base de endorfinas subacuáticas, tira de adrenalina. La velocidad le viene de casta: su padre fue campeón de España de karts. Albert Rivera recuerda con nitidez el día que con cinco años se subió por primera vez en una moto. Su Yamaha FZ1 ya la lleva solo. Así ha recorrido con su pareja este verano Menorca. Cuando toca acelerar, se escapa a hacer tandas o cursos en Jerez, Cheste o Montmeló.
No está casado, pero hace años que vive con su novia en un piso en La Garriga, donde es conocido por su temperamento. Aunque sólo tiene 31 años, nunca es pronto para hacer balance de fobias: un "pelín" de vértigo -aviones y rascacielos, ok, pero ni acercarse a una barandilla- y, aunque no es claustrofóbico, no se metería en una cueva demasiado estrecha. El pudor no suma, claro, para el hombre que saltó a la arena política sin miedo a enseñar sus propias carnes.
A Rivera le dejaron solo en el Parlament y el electorado le ha dado el visto bueno a su prueba individual. El trío de escaños de Ciutadans se desmembró cuando José Domingo y Antonio Robles, más próximos a las consignas de Rosa Díez que a las de su propio líder, intentaron destronarle. No pudieron. Y acabaron abandonando el barco camino a las aguas internacionales del Grupo Mixto. Y así, también en política, volvió a ser hijo único. Esta vez, Carmen de Rivera ejerce de prima, a su lado, y ocupa el otro escaño del partido.
Ficha
Presidente de Ciutadans desde julio de 2006.
Diputado en el Parlament de Cataluña (2006-2010)