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Se muestran los artículos pertenecientes a Marzo de 2010.

Pregúntale a García de la Concha (si te dejan)

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A pesar del seísmo chileno, los organizadores del V Congreso Internacional de la Lengua Española que tenía que arrancar el martes 2 de marzo en Valparaíso (Chile), no se resignan a tirar la toalla. Con la ayuda de uno de los patrocinadores académicos (Prisa), se ha puesto en marcha una suerte de "CILE virtual".

Hoy toca un chat "moderado" con García de la Concha, ocasión idónea para preguntarle todo lo que uno siempre ha querido saber de la RAE:

 

Víctor García de la Concha

Congreso Virtual de la Lengua - Director de la Real Academia

Lunes, 01 de Marzo de 2010 de 18:00 a 19:00


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L'Instituto Cervantes ignora la Secció Filològica de l'IEC

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Actualització: la mobilització que ha endegat aquesta nota ha donat fruit: l'Instituto Cervantes s'ha assebentat per fi que la Secció Filològica del IEC existeix i l'ha inclòs en el seu repertori. (14/03/2010.)

 

Vegeu com van de ben informats a l’Instituto Cervantes sobre les institucions de normalització i promoció de les "altres" llengües oficials. Podem fer l’ull gros perquè no hi sigui el Termcat (malgrat el benefici que el castellà en treu), però obviar la SF de l’IEC...

 

El Instituto Cervantes, de acuerdo con los objetivos y funciones de la institución, difunde y promueve la diversidad lingüística y cultural de España e Hispanoamérica en colaboración con los diversos organismos regionales, nacionales e internacionales. Ya sea a través de cursos y actividades en la red de centros, ya sea a través de los diversos proyectos y recursos que el Instituto desarrolla en Internet, las lenguas oficiales de España encuentran un impulso internacional en las diversas acciones del Instituto en el Mundo.

ENLACES DE INTERÉS

Real Academia Española

Real Academia Española
http://www.rae.es/

Asociación de Academias de la Lengua Española

Asociación de Academias de la Lengua Española
http://asale.org/

Institut Ramon Llull (abre en nueva ventana)

Institut Ramon Llull (Cataluña)
http://www.llull.cat/

Real Academia Galega

Real Academia Galega (Galicia)
http://www.realacademiagalega.org/

Euskaltzaindia — Real Academia de la Lengua Vasca

Real Academia de la Lengua Vasca — Euskaltzaindia (País Vasco)
http://www.euskaltzaindia.net/

Acadèmia Valenciana de la Llengua

Acadèmia Valenciana de la Llengua
http://www.avl.gva.es/

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La nueva RAE, un espejismo de representatividad, neutralidad ideológica, laboriosidad y modernidad, 9: de instrumento del panhispanismo a propiciadora del neopanhispanismo

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(Entradas precedentes de esta serie: 1, 2, 3, 4, 5, 6,  7 y 8.)


La RAE, instrumento del panhispanismo decimonónico:

 

[...] en la década de 1852-1862, esta burguesía comercial consiguió aumentar constantemente el comercio con América, lo que llevó a pretender establecer unos vínculos con los nuevos países basados en elementos comunes de cultura. La pretensión de aumentar el comercio, disponer de puertos de acogida favorable para la abundante mano de obra de potencial emigración y acelerar el movimiento de reconocimientos consiguió que se generara la conciencia de fortalecer los vínculos entre España y los países americanos tomando como plataforma la pervivencia de una herencia cultural y unos mismos usos y costumbres. [Isidro Sepúlveda: El sueño de la madre patria: hispanoamericanismo y nacionalismo, Marcial Pons, 2005, p. 63.]


Si los comerciantes forman la vanguardia de la ofensiva americanista que emprende la burguesía española en la década de los [18]50, detrás de ellos, auxiliándoles logísticamente, proporcionando ideas, se encuentran los intelectuales y diplomáticos que protagonizan una «cruzada cultural», según Van Aken, caracterizada por el desarrollo de la doctrina del panhispanismo y los proyectos diplomáticos de crear una Unión Hispánica. [L. López-Ocón Cabrera  (1982): «La América. Crónica Hispano-americana: Génesis y significación de una empresa americanista del liberalismo democrático español», Quinto Centenario, 4 (1982), 137-174; p. 161.]



No era de extrañar, por tanto, que los defensores del hispanoamericanismo tomaran la comunidad idiomática como una de las bases esenciales sobre las que edificar sus proyectos unionistas. Incluso quienes poco o nada tenían que ver con este movimiento no podían dejar de apreciar la importancia que en todos los órdenes tenía la utilización del mismo idioma en las dos orillas atlánticas. [...] para todos ellos la utilización de un idioma común contaba con tres valores fundamentales. = El primero de ellos era la constatación de valores psicológicos que la lengua tenía [...]. La lengua era el gran archivo psicológico donde los pueblos conservan sus valores comunes; por lo que creaba por sí misma una comunidad intelectual que, en cuanto tal, no podía ser penetrada por quien desconocía la lengua. [...] = Un segundo punto de análisis mostraba el valor integrador de la lengua. Los hispanoamericanistas veían en ella el principal medio del que se había servido la España colonizadora para forjar, de una variedad dispersa de civilizaciones y sociedades, una única comunidad integrada.  [...] La capacidad de influencia que España pudiera mantener en América dependía del mantenimiento del castellano [...]; e incluso se hacía depender la continuidad de la identidad de las naciones americanas del mantenimiento del castellano como lengua materna [...]. Trascendencia no menor tenía el sostenimiento de la lengua como elemento identificador de esa comunidad, lo que no era otra cosa que el seguimiento de una de las bases estructurales del nacionalismo esencialista. Para el hispanoamericanismo, la aceptación del idioma como elemento fundamental de la comunidad cultural trasatlántica era una de las bases incuestionables, razón por la que su reiteración en la publicística y los discursos llegó a ser un lugar común.  [
Isidro Sepúlveda: El sueño de la madre patria: hispanoamericanismo y nacionalismo, Marcial Pons, 2005, pp. 214-217.]

 


Junto a estas personalidades y las actuaciones que desde la iniciativa privada conformaron el surgimiento del hispanoamericanismo, una de las campañas que más incidencia tuvo en el acercamiento entre España y las repúblicas americanas fue la emprendida en 1861 por la Real Academia de la Lengua. En América se venía produciendo un profundo y en ocasiones agrio debate sobre la importancia del idioma para la identidad nacional de los nuevos Estados. [...] el debate quedó establecido entre quienes mantenían la necesidad de completar la independencia política de la metrópoli española con la separación del idioma castellano y los que propugnaban la continuidad [...]. Esta disputa sobre las lenguas nacionales acumuló el resentimiento de autores americanos por la indiferencia con que se contemplaban sus obras desde la Península, argumentando que la causa de ello era el desdén [...] español hacia América. Con una visión acertada, a todo lo anterior la Real Academia respondió con una política que rompía el monopolio hasta entonces mantenido por filólogos y literatos españoles; la decisión tenía tanta trascendencia en las relaciones de España con las repúblicas americanas como en el interior de la misma España, pues incidía directamente en una de las bases del nacionalismo español, que paradójicamente a largo plazo encontró menos obstáculos a su hegemonía en el continente americano que en el interior del territorio español [...]. En 1866 la Real Academia ya tenía seis académicos correspondientes en América y a partir de 1873 se decidió crear academias correspondientes, siendo la primera la establecida en Bogotá.
[Isidro Sepúlveda: El sueño de la madre patria: hispanoamericanismo y nacionalismo, Marcial Pons, 2005, pp. 68-69.]


La RAE, propiciadora del neopanhispanismo globalizador:

 

En cuanto al presupuesto, siempre es, por definición insuficiente en una institución de este tipo. Nosotros recibimos una parte del presupuesto del Estado lo sabe su señoría porque tienen que aprobarlo, que viene a ser menos de la mitad de lo que realmente gastamos. El resto lo recabamos de ayudas. El Director de la Academia es un continuo mendicante. Tenemos en este momento, como sabe, la Fundación pro-Real Academia Española, cuyo presidente de honor es Su Majestad el Rey. La idea era que se constituyera un capital fundacional importante cuyas rentas pudieran mantener las actividades pero, naturalmente, el bajón de los intereses ha hecho que esa ayuda, aunque considerable, se haya quedado corta, como ocurre en todas las fundaciones. = Por tanto, lo que estamos haciendo es buscar ayudas para cada uno de los proyectos que tenemos. Y vamos a hacerlo y estamos haciéndolo con rigor, es decir, si nosotros queremos reformar los americanismos vamos a Endesa, que tiene intereses en Hispanoamérica, y le decimos que vamos a hacer este trabajo, y vamos a hacerlo en tanto tiempo, y le ofreceremos a usted detallada cuenta de cómo gastamos su dinero. = En la Academia trabajan en este momento más de cien personas, pero aparte de eso nos encontramos con el gran problema de las academias americanas y sus limitaciones presupuestarias, y tenemos que estar ayudándoles porque creemos en la Comunidad Iberoamericana de Naciones. [Víctor García de la Concha (director de la RAE), en comparecencia ante el Senado español (2002). (España. Cortes Generales: «Sesión núm. 301 de las Comisiones: Comisión de Educación, Cultura y Deporte (martes, 11/06/2002)», Diario de sesiones del Senado, VII Legislatura).]

 


Otro hecho concurrente: el renovado papel del español como elemento vertebrador de la comunidad hispánica de naciones. No es algo nuevo ni tampoco aislado, pero hoy adquiere contornos mejor perfilados y más vigor. = Hay que situarlo, enseguida, dentro de lo que acertadamente se ha llamado «reencuentro del mundo iberoamericano» (SANGUINETTI, 2007). Un reencuentro con componentes económicos, sociales y políticos bien definidos: principalmente, la masiva irrupción de multinacionales españolas en las economías de América Latina –escuela de estrategias de internacionalización para aquellas gracias, entre otras cosas, a la lengua compartida–; los flujos migratorios de iberoamericanos hacia España; los reforzados programas españoles de cooperación para el desarrollo; en fin, las anuales Cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, ya cerca de su vigésima convocatoria, y la creación, todavía reciente, de la Secretaria General Iberoamericana. Todo ello, es verdad, conforma una especie de agrandada base material del actual acercamiento, de la revitalizada afinidad, de la multiplicación de intercambios que evoca el término reencuentro. = Donde este, sin embargo, se está produciendo más plenamente es en el terreno del idioma, merced a toda una serie de actuaciones que han ampliado y hecho más consistente el repertorio de normas e intereses compartidos en y sobre la lengua común. Suman aportes públicos y privados, iniciativas académicas y patrocinios de grandes empresas, trabajo especializado de lingüistas de alta cualificación y capacidad gestora. Todo ello al servicio de lo que es un verdadero programa de política lingüística panhispánica, cuyo cometido es fácilmente enunciable: la elaboración compartida –por las veintidós Academias de la Lengua Española de los tres grandes códigos que sustentan e ilustran la unidad del español: el código léxico del diccionario, el código gramatical y el código ortográfico (GARCÍA DE LA CONCHA, 2006). = Fundamental, mas aún, determinante para llevarlo a buen puerto está resultando la fuerza emprendedora y el indiscutido liderazgo de la Real Academia Española, que ha revitalizado de paso la Asociación, creada en 1951, de las correspondientes corporaciones académicas nacionales. Asociación que, a su vez y en colaboración con el Instituto Cervantes, ha encontrado en los Congresos Internacionales de la Lengua Española –en Zacatecas, 1998; en Valladolid, 2001; en Rosario, 2004; en Cartagena de Indias, 2007– un escaparate excepcional para proyectar socialmente su voluntad de preservar la «unidad en la variedad» del condominio lingüístico que es el español. = Los resultados de ese compartido empeño de quienes corporativamente son los valedores de la lengua, los logros de esa suerte de ambiciosa empresa intelectual transoceánica van mucho mas allá de lo estrictamente académico, siendo lo ahí conseguido de la máxima importancia. [
José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez: «Introducción: razones de oportunidad», en Economía del español, Barcelona: Ariel, col. Fundación Telefónica, 2007, pp. 11-20).]

 



Como ya he señalado en trabajos anteriores realizados en colaboración con Luis Gabriel-Stheeman (J. del Valle y Gabriel-Stheeman, 2002),[...] al analizar la imagen del español desarrollada por las mencionadas instituciones [RAE e Instituto Cervantes], nos encontramos, en primer lugar, con que aparece insistentemente caracterizado como lengua de encuentro, como instrumento de comunicación que posibilita un diálogo y una convivencia armónica propios, aparentemente, de una patria común. Este principio lo formulaba así, de forma concisa pero extraordinariamente elocuente, Víctor García de la Concha, [...] actual Director de la Academia: «Es realmente emocionante cómo la lengua está sirviendo de lugar de encuentro y no sólo como canal de comunicación. La lengua nos hace patria común en una concordia superior» (citado en El País, 9 de julio del 2000). [...] = La segunda idea que perfila la imagen del español en la política lingüística a la que aquí me refiero afirma el carácter internacional del mismo. Esta proyección global del idioma se deriva no sólo de su presencia en los países que constituyen el mundo hispánico sino, y muy especialmente, de su capacidad de expansión. [...] la expansión del idioma se suele justificar más bien invocando los valores universales que se le atribuyen, tanto político-culturales, como hemos visto en el párrafo anterior, como económicos, como veremos en el que sigue. = Las virtudes conquistadoras de la lengua son buenas compañeras de la tercera y muy valiosa propiedad que se le asigna: su condición de recurso económico [...] el español como producto anhelado por extranjeros ansiosos de aprenderlo y con ello incrementar su capital cultural; el español como instrumento publicitario, como imagen de marca que hace un producto más apetecible; y el español como basamento de la identidad panhispánica que invita y legitima las inversiones e intervenciones españolas en las Américas. [José del Valle (2005): : «La lengua, patria común: Política lingüística, política exterior y el post-nacionalismo hispánico», en Roger Wright y Peter Ricketts (eds.): Studies on Ibero-Romance Linguistics Dedicated to Ralph Penny, Newark [Delaware], Juan de la Cuesta Monographs (Estudios Lingüísticos n.º 7), pp. 391-416.]


Desde el punto de vista del comercio, la lengua común se erige [...] en una variable determinante [...] dentro de los flujos actuales de mercancías. [...] En el caso del español [...], la comunidad de lengua —y de lazos interpersonales, históricos y culturales que ésta procura— ha sido un factor decisivo, sin el cual es imposible explicar el enorme montante de flujos de inversión orientados hacia América Latina desde el decenio de 1990. Los países de habla hispana han sido, además, el gran «banco de pruebas» de la internacionalización empresarial de España en pocos años. [...] Los dos ejes de cohesión hoy más activos en el mundo iberoamericano son la internacionalización empresarial y la política lingüística panhispánica de la Asociación de Academias de la Lengua Española. [...] Hacer buena empresa a escala internacional equivale, hoy por hoy, no sólo a generar beneficios, sino sobre todo a ensanchar lazos y fronteras del idioma, puesto que constituye un ingrediente cultural y social que va más allá incluso de cualquier consideración económica: una política lingüística común y fuerte es un factor vertebrador y un garante de pautas culturales compartidas y de valores socialmente duraderos y prevalecientes entre Europa y América. [César Alierta, (presidente ejecutivo de Telefónica S. A.) (2010): «La lengua española como elemento aglutinador de intercambios comerciales», V Congreso Internacional de la Lengua Española, sección II, «Lengua española: política, economía y sociedad», sesión plenaria; Valparaíso (Chile).]




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La crisi de la premsa (a TV3 i TVE)

Algunes de les raons per les quals hi ha gent que ja no compra premsa impressa (i a més llegeix els diaris digitals d’uves a peres, com ara jo) a «I tu quin diari compres?» (30 Minuts, TV3):

TVE va tractar el tema gairebé alhora en el seu programa Informe Semanal:

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La nueva RAE, un espejismo de representatividad, neutralidad ideológica, laboriosidad y modernidad, 10: la farsa de la política editorial académica

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(Entradas precedentes de esta serie: 1, 2, 3, 4, 5, 6,  7, 8 y 9.)


Al revisar la publicitación de nueva obra académica que la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española preveían presentar en el V CILE (cancelado a causa del terrible cataclismo chileno) ya dijimos que bastaba con dejar pasar el tiempo para confirmar la falta de fundamento de esas previsiones y comprobar hasta qué punto la RAE suele apuntalar su imagen pública en un espejismo de laboriosidad, eficiencia y dinamismo.

El recurso a la mascarada pública ha sido, de hecho, su estrategia secular para ocultar su tendencia al estancamiento, tan visible ya en su primer siglo de vida que, a juicio de uno de sus más señalados directores, bien podría considerarse un mal endémico de la Docta Casa:


Asistimos así a la dificultad, no sé si congénita en nosotros, para afrontar tareas colectivas, para llevar adelante empresas heredadas, a largo plazo, sin que uno u otro o todos piensen en cambiar la marcha hacia nortes nuevos, apuntados por su ocurrencia, que se cree superior y más cierta. Los cinco primeros lustros de la Academia nos ofrecen la lección eterna de cuánto puede el espíritu humano, asociado para crear. Los ocho siguientes, la muestra de a qué lleva una tornadiza voluntad: brotes súbitos, efímeros fuegos, que ni pujan ni prenden. [Lázaro Carreter, Crónica del Diccionario de Autoridades: 1713-1740. Discurso leído por Fernando Lázaro Carreter y contestación de Rafael Lapesa Melgar, Madrid: Real Academia Española, 1972, p. 101.]


Lo cierto es que no ha sido necesario esperar mucho para que pudiéramos asistir ya a los primeros desmentidos. Veámoslos:

1. Sobre la publicación de la versión manual de la Nueva gramática de la lengua española, se decía antes del V CILE:


La distribución en Hispanoamérica de los dos tomos de la Gramática se ha hecho coincidir con este gran encuentro cultural, en el que también se presentará, como absoluta novedad, la versión "Manual" de la Gramática, que tendrá "más de 800 páginas" y que "es una reproducción a escala de la extensa", dijo García de la Concha.


Pues bien, se confirma lo que nos decían nuestras fuentes: según declaraciones de su coordinador y redactor, Julio Borrego Nieto, a La Gaceta de Salamanca, el Manual, a día de hoy, ni siquiera está terminado y su publicación se ha aplazado al día del Libro (23 de abril):


De hecho, Julio Borrego está inmerso estos días en la realización de la obra, ya que aún tenía pendiente la elaboración de un capítulo del manual y a continuación también será necesario llevar a cabo una lectura de toda la publicación, aunque la impresión comenzó hace meses y ya están completamente terminados [impresos] 39 de los 48 capítulos que componen el manual [...].


La posibilidad de que salga a la venta (está ya en preventa, de hecho, sin ningún contenido visualizable) el 23 de abril, forzando la máquina al límite y en las condiciones de calidad y coherencia interna que sean, nos parece más plausible. La editora de las diversas versiones de esta gramática ya avanzó la publicación de los dos primeros volúmenes de la versión extensa, a falta del tercero, para hacerla coincidir con la campaña de Navidad. El día del Libro parece la fecha idónea para garantizar a la versión manual las espectaculares ventas que ha tenido su hermana mayor. El caso es hacer caja.

[Actualización (17/03/2010): Parece que tampoco podrá estar en la calle el día del Libro. Casa del Libro (librería del Grupo Planeta, al igual que la editora de las diversas versiones de la nueva gramática académica) acaba de anunciar que el Manual estará «A la venta a partir del 06 de mayo. (Fecha sujeta a posibles modificaciones por parte de la editorial)».]


2. Siendo que las expectativas de negocio son excelentes (y el reparto de regalías también), el tercer volumen de la gramática, como avanzamos, no parece tener ya ninguna prisa en salir al mercado y aguarda también a la próxima campaña de Reyes:


[...] esa obra que pesa casi cinco kilos, incursionará en las nuevas tecnologías con un tercer tomo dedicado a la fonética y la fonología que se publicará a finales de 2010 o principios de 2011 con más de mil páginas y un DVD que contendrá ejemplos de las maneras como se pronuncia el español en todas las regiones del mundo.


3. En cuanto a la nueva ortografía en preparación, parece claro que sólo a marchas muy forzadas (y las presiones no parecen escasear) podrá publicarse coincidiendo con la campaña de Navidad 2010-2011. Necesitarán antes superar los dos escollos que ya apuntamos aquí: las dificultades para alcanzar los necesarios consensos interacadémicos y su palmaria incomprensión de la ortotipografía. A este respecto, alguien debería informarlos de que este campo ortográfico no nació con la era informática, sino con la imprenta, y tiene ya más siglos de vida que la propia academia:


Junio será un mes clave porque en Madrid se va a reunir la llamada Comisión Interacadémica. Es una mecánica lenta a pesar de que los plazos (y el presidente de la Real Academia, el también asturiano Víctor García de la Concha) apremian. ¿Estará la Ortografía para el otoño? Gutiérrez aspira a que el proyecto «salga bien, por encima de fechas concretas». = La obra, en todo caso, está moderadamente avanzada. Están aprobados el esquema general, así como los capítulos dedicados a la tilde y a las mayúsculas. El capítulo referido a fonemas y letras será presentado próximamente a las academias americanas. La ortotipografía llenará otros dos capítulos. El Diccionario de la Real Academia la define como el conjunto de usos y convenciones por las que se rige cada lengua mediante signos tipográficos. En esta aparición estelar de la ortotipografía tiene mucho que ver la era informática.  = Los ordenadores eran, claro, inimaginables para aquellos académicos que, en 1741, hace nada menos que 269 años, elaboraron la primera edición de la Ortographia (así, todavía con «ph»).


En fin. Sin comentarios...


Silvia Senz y Montse Alberte

 

 

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¿Qué es un estándar y qué es una norma lingüística?

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[Avance de un artículo en prensa.]


Un estándar lingüístico es una forma de expresión verbal, artificial y convencional, deliberadamente elaborada, esto es, resultante de un proceso de estandarización que implica:

1. La selección de una o más variantes (sociales, geográficas o funcionales) como base del estándar.

2. La criba y la recombinación de los rasgos de las variantes seleccionadas, según una serie de juicios de valor suplementados con cierta dosis de arbitrariedad y subjetividad.

3. La creación de un sistema de grafía.

4. La normativización o formulación de normas, que pueden ser de tipo prescriptivo (que recomiendan u obligan a adoptar ciertos usos, marcados como correctos) y proscriptivo (que prohíben otros, marcados como incorrectos).

5. La codificación o formalización del modelo de lengua obtenido en diversos códigos normativos, que básicamente han de ser tres: diccionario general, gramática y ortografía.

 

Las formas lingüísticas que servirán de base del estándar pueden corresponder a:

1. Todos los niveles socioculturales de la lengua actual.

2. Sólo el nivel de lengua de los hablantes instruidos.

3. Sólo el registro escrito (en el caso de estándares escritos).

4. Sólo el registro oral (en el caso de estándares orales).

5. Sólo el registro técnico o científico (en el caso de estándares terminológicos).

6. Una combinación de registros (p. ej.: oral, escrito y formal) y de niveles de lengua.

7. Formas históricas, con tradición escrita.

8. Todas las variantes geográficas.

9. Sólo una o algunas variantes geográficas.

10. Formas de lenguas extranjeras (lenguas clásicas, lenguas de interferencia o lenguas genéticamente cercanas).

 

Los ámbitos de aplicación de un estándar lingüístico son:

1. Usos públicos de una lengua: Administración, enseñanza y medios de comunicación públicos.

2. Usos privados de una lengua: medios de comunicación privados, comunicación empresarial, productos comercializables (libros, producciones audiovisuales...).

3. Usos sociales: enseñanza a extranjeros, enseñanza a inmigrantes, enseñanza a adultos.

4. Usos especializados: comunicación técnica y científica.

5. Usos locales: Administración, enseñanza y medios de comunicación locales.

6. Usos regionales: organismos políticos regionales.

7. Usos internacionales: comunicación y comercio internacional, organismos políticos internacionales.

 

El fin primordial de un proceso de estandarización suele ser servir a los múltiples objetivos de planificación lingüística, parte de los cuales se describirán, en relación con las academias de la lengua española, en próximos apartados y que escuetamente son los siguientes:

 – reformismo lingüístico;

– purificación de la lengua;

– uniformismo lingüístico;

– expansionismo y asimilacionismo lingüístico;

– competencia interlingüe;

– comunicación inter e intralingüe;

– segregación lingüística;

– modernización lingüística;

– armonización de estándares;

– simplificación estilística;

– estandarización de códigos auxiliares;

– conservación y revitalización de lenguas;

– corrección política.

 

La elaboración de un estándar lingüístico puede quedar a cargo de diversos agentes: academias de la lengua u otro tipo de organismo estandarizador, medios editoriales o periodísticos (productores de diccionarios, gramáticas, ortografías y libros de estilo que se adoptarán como modelo de lengua estándar), y gramáticos normativos, lexicógrafos u ortógrafos.

Las normas en que un estándar se explicita tienen las siguientes características:

1. Son simplificaciones (en diverso grado y según diversos modelos de selección, reducción y recombinación) de la variedad lingüística presente entre la población afectada.

2. Son excluyentes: instituyen los usos integrados en la norma como patrón de actuación lingüística y rechazan implícita o explícitamente el resto con énfasis prescriptivos que pueden presentar una gradación que va desde la proscripción hasta la no recomendación de un uso.

3. Tienen un carácter estable hasta que se hace necesario revisarlas, por ejemplo para:

– ajustarlas a la evolución de la lengua natural;

– adecuarlas a nuevas concepciones del lenguaje y a nuevos conocimientos sobre las condiciones de uso de una lengua;

– ampliar el estándar y habilitarlo para nuevas funciones lingüísticas;

– adecuarlo a nuevos objetivos de ordenamiento lingüístico de la población;

– corregir errores e inconsistencias de las propias normas (incorrecciones lingüísticas, problemas de sistematicidad, de congruencia, arbitrariedades normativas...).

4. Tienen un carácter artificial y virtual; esto es, la norma por sí misma no se hace efectiva si no llega a aplicarse, lo que exige facilidades de implementación y la participación activa de todas las partes implicadas. Uno de los mayores problemas para la ejecución de una norma lingüística es que no se den los medios necesarios para aplicarla o que se oponga resistencia a su aplicación.

 

En el caso de un estándar lingüístico, el coste económico de la elaboración y de la difusión de un estándar (ergo, de los códigos normativos en que se concreta) es mucho mayor que el que exige otro tipo de estándar. Una administración política, según los objetivos anteriormente enumerados, debe:

1. Costear su aplicación en la administración (rotulación pública, formularios, sistemas de atención ciudadana...).

2. Costear o subvencionar la producción y distribución de libros de texto, diccionarios, gramáticas y ortografías para la enseñanza del estándar.

3. Costear la capacitación de todo agente difusor para que pueda aplicar y transmitir debidamente el estándar.

4. Alfabetizar a toda la población.

5. Persuadir a los medios privados de la necesidad de costear su aplicación, sin escatimar gastos, o subvencionar su aplicación.

6. Costear el gasto de los medios de control y sanción por incumplimiento de las leyes que exigen el uso del estándar. 

 

Aunque se adopte, un estándar lingüístico no se realiza nunca. De hecho, no existe más que en la teoría; en la práctica, la incompleción y el carácter restringido de todo estándar lo inhabilitan para sustituir a las variedades naturales de una lengua. Es más, cuando se adoptan las formas estandarizadas, estas se mezclan con las variedades sociales y geográficas de la lengua, que acaban remodelando el estándar base. No obstante, sí existen medios que garantizan su difusión y su aplicación en ciertos contextos:

– la oficialización de la norma;

– la promulgación de reglamentos que obliguen a su aplicación;

– la penalización jurídica de las contravenciones a la norma.

 

Siendo que existe una tendencia social al rechazo de las formas explícitamente coercitivas de implantación de un estándar lingüístico, a menudo su aceptación social requiere la movilización de mecanismos psicosociales que incidan en el conjunto de creencias, aspiraciones y juicios de valor que motivan el comportamiento lingüístico de los grupos de hablantes. De igual modo, el habitual rechazo de actitudes arbitrarias y autoritarias en la elaboración de las normas, y no sólo en su implantación, recomienda observar las siguientes condiciones que favorecen su aceptación y aplicación:

1. La colaboración y el consenso en el proceso de elaboración de la norma de la mayor representación posible de las partes implicadas.

2. La transparencia de la norma, tanto en cuanto a su formulación como en cuanto a la explicitación que hagan sus promulgadores de las fuentes de conocimiento que la inspiran y de los criterios que la guían.

3. Su rigor y consistencia; en otras palabras, la ausencia o mínima presencia de contradicciones doctrinales, errores y arbitrariedades.

4. La compleción de la norma, esto es, su capacidad para cubrir las necesidades expresivas del hablante, al menos en los ámbitos para los que se ha formulado.

5. La difusión y disponibilidad de la norma; esto es, que la norma sea conocida y accesible.

6. La comprobación efectiva, por parte de la población afectada, de las ventajas derivadas de su aplicación.

7. El desarrollo de campañas de comunicación y persuasión, en las que sus promotores difundan sus ventajas entre quienes no conocen ya la norma.

8. La penalización social de las contravenciones a la norma.

 

En el caso del estándar académico del castellano, en su aceptación ha tenido mucho mayor peso el apoyo oficial a la institución y a sus códigos normativos y los mecanismos persuasivos desplegados para convencer a la población de su necesidad, que la simple valoración positiva de una norma que durante siglos se ha mostrado muy deficiente.

La selección de las variedades (diatópicas, diastráticas, diafásicas y diacrónicas) y formas (léxicas, gráficas y gramaticales) que servirán de base para componer el estándar general de una lengua se realiza a partir de la aplicación de una serie de criterios de carácter estrictamente funcional en algunos casos, pero en su mayor parte de tipo axiológico en tanto que suponen la asociación de ciertos valores —derivados de los sistemas de creencias que prevalecen en una determinada sociedad en una época dada— a las variantes y formas seleccionadas:

 

1. Criterio diastrático (valor de mercado social). Se avalan las variantes socialmente «prestigiosas», usadas por la gente instruida y por las clases dominantes, a cuyas producciones verbales se ortorga un elevado valor de mercado. En el origen de este criterio estaría el principio de consensus eruditorum (uso lingüístico de los doctos) de Quintiliano, como modelo de puritas (pureza o corrección en el empleo del lenguaje), opuesto al consensus popularis (uso lingüístico del pueblo) de Cicerón. Este criterio, tradicional en la norma académica, permanece en el Diccionario panhispánico de dudas (2005) y en la Nueva gramática de la lengua española (2009).

 

2. Criterio de historicidad (valor genealógico y tradicional). Según este criterio, se opta por las formas avaladas por la antigüedad o la tradición: las que se ajustan más al étimo, y las que tienen una mayor «solera» escrita o literaria. Es, por ejemplo, el criterio que mantiene, en la norma académica, la condena del laísmo, el loísmo y el leísmo y otros desvíos del paradigma etimológico de los pronombres personales átonos, apoyada también —en ciertos casos— en los criterios diastrático y diatópico.

 

3. Criterio diafásico (valor estilístico). Se seleccionan los usos consagrados por la lengua escrita, particulamente por el registro literario. En el modelo académico, la lengua literaria ha sido una referencia permanente, a la que se ha añadido, desde el Diccionario panhispánico de dudas (2005), el lenguaje de la prensa.

 

4. Criterio canónico (valor cualitativo o estético). Se seleccionan los usos consagrados por cierto grupo de escritores o en cierta etapa literaria considerada particularmente sublime por los codificadores. Tradicionalmente, la norma del español ha tomado como modelo a los autores de los Siglos de Oro, con la excepción particular de los escritores del barroco. Este criterio guarda relacion con la idea de la corruptio linguae, según la cual se entiende la vida de una lengua como un proceso de nacimiento, desarrollo, declive y muerte, que puede detenerse antes de la fase degenerativa mediante la fijación y perfeccionamiento del idioma en el punto de desarrollo que se considere de mayor brillantez, finalidad que guió a la rae durante siglos y que consagró en su lema tradicional «Limpia, fija y da esplendor».

 

5. Criterio diatópico (valor geográfico). Según el cual se seleccionan las formas de uno o más centros geográficos. Según repite el discurso oficialista, el estándar del español se ha basado en los usos del centro-norte de Castilla hasta el Diccionario panhispánico de dudas (2005), aunque lo cierto es que ciertas formas privativas de España no han perdido en esta obra su tradicional privilegio.

 

6. Criterio demográfico (valor cuantitativo). Se avalan las formas que emplea la mayoría de la comunidad lingüística cuya lengua es objeto de estandarización. Este criterio no tiene aplicación en la norma del castellano, dado que, en lo relativo a grupos poblacionales, se prioriza el criterio diastrático, que favorece a una minoría: la clase cultivada.

 

7. Criterio de diasistematicidad (valor cohesivo). Se da preferencia a las formas comunes a la mayor parte de sistemas lingüísticos que componen una lengua (o a todos si se da el caso), cuya débil marcación étnica favorece, por un lado, su aceptación general, y cuya marca de colectividad contribuye a asentar la conciencia de una identidad común entre los hablantes.

 

8. Criterio de autonomía (valor diferenciador). Se prefieren las formas que marcan la distancia lingüística con respecto a una lengua dominante. Está en relación con los criterios de genuinidad y de especificidad:

a) Criterio de genuinidad (valor purificador). Cuando se quieren marcar distancias respecto a una lengua dominante cualquiera, se priorizan las formas patrimoniales (las que se ajustan a los patrones fónicos y morfosintácticos más estables del sistema o de los sistemas lingüísticos estandarizables) y endógenas (las que se originan en el propio sistema). Este criterio es también una constante en la norma del español y responde a una concepción monoglósica de las lenguas.

b) Criterio de especificidad (valor segregador). Cuando hay proximidad genética con la lengua respecto a la cual se quieren marcar distancias, se seleccionan las formas privativas de la variedad que se quiere estandarizar.

 

9. Criterio analógico (valor imitativo). Se prefieren las formas que presentan características análogas a las de las formas preferidas en la tradición normativa de otra u otras lenguas. Así como el criterio de autonomía amplía las distancias con repecto a otras lenguas o variantes, el criterio analógico las aproxima.

 

10. Criterio de regularidad (valor de homogeneidad y sistematicidad). Se da preferencia a las formas gramaticalmente más regulares y a los paradigmas más homogéneos, lo que supone evitar el alomorfismo.

 

11. Criterio de regularidad diacrónica (valor de estabilidad). Se seleccionan las formas que han evolucionado a un ritmo lento y constante.

 

12. Criterio funcional. Se prefieren las formas que aportan alguno de los siguientes valores funcionales:

difusión: se prefieren las formas más difundidas porque son las más disponibles, las que tienen mayor amplitud de aplicación y las que están más acordes con las tendencias generales de la lengua;

diacrisis: se seleccionan las formas que permiten establecer distintividad morfológica y semántica y evitar con ello la homonimia, la ambigüedad y la homografía;

inteligibilidad: se avalan las formas que, por su difusión, por su regularidad, por su distintividad, por su tradición, por su carácter diasistemático o por cualquier otro valor se consideran más fácilmente comprensibles;

simplicidad: se prefieren aquellas formas que, con un mismo grado de inteligibilidad, presentan menos problemas para el aprendizaje;

representatividad: se seleccionan las formas gráficas con capacidad de acoger cualquiera de las pronunciaciones vigentes en la comunidad de hablantes a la que se dirige el estándar. Es la razón, por ejemplo, por la que en el sistema ortográfico del español se mantienen las grafías c ante e, i y z ante a, o, u, correspondientes al fonema fricativo interdental sordo /θ/, aun siendo este minoritario.

 

Para promover la aceptación de un estándar que incorpora criterios de base axiológica y no exclusivamente funcional, su implantación suele acompañarse de una elaboración ideológica, de un aparato persuasivo que naturaliza la selección realizada y estigmatiza las formas desechadas, y que causa verdaderos estragos en las autoevaluaciones que los hablantes hacen de sus formas de expresión y en sus actitudes lingüísticas.

 

 

Silvia Senz

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Paradojas del españolismo lingüístico, 3: de cómo la unidad del español imposibilita su expansión, y viceversa

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(Avance de un artículo en prensa. Entradas previas de esta serie: 1 y 2.)


ESTATUTOS DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Artículo 1. La Academia es una institución con personalidad jurídica propia que tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico.

Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor.

 

El lenguaje humano es un continuo, es decir, un entramado de hablas, que, incluso cuando sufre desgarrones por causas extralingüísticas (genocidio, glotofagia, muerte accidental del conjunto de sus hablantes...), es capaz de reestructurar su red de conexiones por medio de nuevos contactos lingüísticos entre poblaciones. Ello equivale a decir que ese hilo entretejido que forman las hablas humanas sólo podría fragmentarse (dividirse en varias cadenas aisladas) si se dividiera a la humanidad en partes, se las dispersara por el universo y se imposibilitara el contacto entre ellas. Por tanto, más allá de la ciencia ficción, no hay base alguna para afirmar que pueda darse una fragmentación duradera del continuo formado por las hablas humanas.
Sólo a efectos de estudio y clasificación de las diversas manifestaciones del lenguaje humano, la ciencia lingüística realiza secciones de hablas interconectadas, obteniendo de esa compartimentación unidades discretas a las que convencionalmente denomina lenguas. Pero esas secciones, esas unidades discretas, son, por así decirlo, abstracciones científicas. En consecuencia, no hay tampoco base para sostener que las lenguas existan en la realidad como formas netamente delimitadas y claramente discernibles, ni mucho menos para afirmar que son un todo homogéneo puesto que están conformadas por hablas distintas en diversos aspectos. El concepto de unitariedad lingüística —como el de fragmentación—, es, de hecho

 


[...] político y cultural, no lingüístico. = Los lingüistas saben perfectamente que todas las lenguas que se hablan realmente [...] están constituidas por una serie de variedades lingüísticas (llámense dialectos o hablas, según su amplitud geográfica) que forman una cadena de solidaridad lingüística con eslabones contiguos o eslabones más separados. Esto pasa con el euskera, pero también con el español o el inglés que, al ser lenguas con mayor amplitud geográfica, tienen muchísimas más variantes lingüísticas que el euskera. [Moreno Cabrera (2008): El nacionalismo lingüístico, Barcelona: Península, p. 154; la negrita es mía.]

Es más, lo común a las variedades categorizables en el estudio lingüístico como una lengua sólo se hace visible para sus hablantes:

– cuando estas se someten a un proceso de grafización que da como resultado una representación escrita única para todas ellas;

– cuando, en la taxonomía lingüística, se simboliza su pertenencia a una unidad lingüística agrupándolas bajo un mismo nombre genérico;

– cuando se oficializa la existencia de esa lengua concediéndole un determinado estatus legal, y también

– cuando, sobre la evidencia de que una lengua compartida es fruto de un pasado común (de un contacto entre sus hablantes más o menos prolongado y sostenido, con o sin predominio de una parte de la población sobre la otra), se realizan y difunden tres elaboraciones ideológicas, con fines políticos unitaristas:
a) la idea de que la lengua es la sublimación de una idiosincrasia consustancial a sus hablantes, que establece entre ellos una suerte de comunión espiritual (nacionalismo esencialista);
b) la idea de que la forma estándar común (la académica, en el caso del castellano), modelada a partir de ciertas variedades de esa lengua, es la lengua misma —lo que los académicos denominan «el sistema» del español, aunque el español no sea un sistema lingüístico, sino un diasistema—; una lengua con mayúsculas a la que todos deben amoldarse si se quiere evitar que la dispersión de usos la fragmente en un sinnúmero de formas distintas y desintegre con ello la cohesión espiritual de sus hablantes;
c) la idea de que a esa lengua, supuestamente representada por el estándar, sólo puede corresponderle una denominación, sin la que resulta imposible agrupar a sus hablantes en un bloque cultural o político-cultural internamente compacto y externamente identificable. 

Difundido todo ello entre el colectivo poblacional de hablas categorizables como una misma lengua, las ideas de unidad y de comunidad cultural (básicamente homogénea) pueden acabar integrándose en su conciencia lingüística como una evidencia axiomática, aunque la realidad la contradiga.

No obstante, por mucho que se incida en la elaboración y difusión de un forma «común» de lengua; por mucho que se quiera convencer a la población de que la divergencia de ese modelo es algo parecido a una deficiencia mental, y la sumisión a él, un servicio a la nación; por mucho que intenten adoptarlo aquellos hablantes que reúnen prestigio y actúan como modelo social, lo cierto es que ningún estándar, llevado al uso real, puede convertirse en la lengua natural de nadie ni aunque se tomara a una generación entera y se la educara de forma aislada y exclusiva en ese estándar. Y esto es por dos razones fundamentales: porque el estándar no cubre las necesidades de expresión del hablante y porque ninguna lengua en uso puede escapar de la propiedad inherentemente dinámica del lenguaje natural y de su acción remodeladora de las hablas. La comunidad que produce y recibe el estándar seguirá dando lugar a nuevas formas de habla, que mantendrán una conexión más o menos cercana en función del resultado de la interacción de diversas fuerzas de signo contrario (convergentes y divergentes).

En cualquier caso, cuanto más se extienda lo que se clasifica como lengua, más se ampliará el hilo concatenado de hablas que la constituyen, más intrincadas serán sus conexiones, más polimórfica será en todos los niveles del lenguaje, y más difícil resultará, por ello, sublimar su «esencia común», en forma de un único estándar general que la represente y la identifique y que ofrezca a sus hablantes un espejismo de uniformidad. Esta es la paradoja esencial de la política lingüística española: que sus dos fines fundamentales (unidad y expansión) no sólo resultan irreconciliables, sino que colisionan irremediablemente.


Silvia Senz

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"Viva la edición viva." Palíndromo discursivo sobre la vitalidad del libro

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Un texto que sólo un verbívoro podía traducir:

 

Viva la edición viva

Màrius Serra. La Vanguardia. 23/03/2010

Más de 230.000 personas han visto ya el vídeo que la sección británica de Dorling Kindersley Books preparó para una de esas reuniones que la industria editorial monta para revitalizarse o para limitar el derramamiento de sangre a las venas ajenas (del competidor) y evitar así el corte de las propias. En todo caso, estos editores británicos pergeñaron un texto tan ingenuo como ingenioso que expone el discurso apocalíptico del fin de la edición, algo que en tiempos del libro electrónico se lleva mucho. El texto, debidamente trozeado, admite una lectura inversa, tal como muestra un clip en Youtube (The Future of Publishing).


Una voz femenina lee el texto de ida y, al terminar, el teleprompter recorre el trayecto inverso y la cálida voz lo relee de vuelta, consiguiendo decir todo lo contrario. De la muerte de la edición a su resurrección. El éxito en la conferencia fue tal que decidieron hacerla pública, y la necesidad de buenas noticias que aqueja al sector editorial lo ha catapultado a la fama. El artificio basa su fuerza en los conectores y por eso resulta complejo trasladarlo a otra lengua. Mi primera intención era reproducir las dos lecturas en su versión original inglesa, pero al final me he lanzado a traducirlo al castellano y aquí tienen mi versión de urgencia. Sean indulgentes e imagínenslo en una voz preciosa (leánlo ustedes mismos si no tienen cerca a Núria Solé), mientras por una pantalla desciende el texto en líneas de longitud variable, separadas aquí por barras:

"Ha muerto la edición/ Y/ Los libros aburren mortalmente/ Ya nadie puede decir que/ Nos gusta leer/ A mis amigos y a mi pero/ Nos caen los libros de las manos/ No es cierto que no/ Me influyan las tendencias/ Sé lo que quiero en cuanto lo veo sin que/ El continente/ Sea más importante que/ El contenido/ Debo admitir que / Mi atención no capta las grandes ideas/ Y es falso decir que/ Leo mucho y me gusta aprender/ No me importa/ Y no creas que/ Me siento comprometido con el medio ambiente y la sostenibilidad/ Espero que lo veas claro/ Lo más importante para mi es/ Saber qué vestido lleva Lady Gaga/ Y no me importa tanto/ Saber qué hizo Gandhi el siglo pasado/ Lo que me parece increíble es/ Que ahora mismo me estés leyendo/ Lo importante para ti es/ Que encuentres/ Clientes/ Para los/ Productos/ No pensar/ Que tu trabajo sea / Colgado en Facebook/ A través del móvil no/ Resistirá/ Según mis amigos y yo/ Tu mercado/ Va ya a morir/ No creo que/ La edición/ Viva".

Y ahora, con la puntuación cambiada y en orden inverso, el mensaje tan ingenuo como ingenioso de Dorling Kindersley Books: "¡Viva la edición! No creo que va-ya a morir. Tu mercado, según mis amigos y yo, resistirá a través del móvil, no colgado en Facebook. Que tu trabajo sea no pensar productos para los clientes que encuentres. Lo importante para ti es que ahora mismo me estés leyendo. Lo que me parece increíble es saber qué hizo Gandhi el siglo pasado y no me importa tanto saber qué vestido lleva Lady Gaga. Espero que lo veas claro: me siento comprometido con el medio ambiente y la sostenibilidad, y no creas que no me importa. Leo mucho y me gusta aprender y es falso decir que mi atención no capta las grandes ideas. Debo admitir que el contenido sea más importante que el continente. Sé lo que quiero en cuanto lo veo sin que me influyan las tendencias. No es cierto que no nos caen los libros de las manos a mis amigos y a mí, pero nos gusta leer. Ya nadie puede decir que los libros aburren mortalmente y ha muerto la edición".


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Los secundarios de la Real Academia Española

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[Artículo originalmente publicado en el mensual de crítica de la cultura La Fiera Literaria (versión impresa), núm. 222, Madrid-Barcelona-Sevilla, marzo del 2010. Rechacen plagios como este.]


 

 

Los secundarios de la Real Academia Española


Por Luis Carlos Díaz Salgado



Ya sé que dicho así, de sopetón, puede resultar un poco difícil de creer; pero les aseguro que pocas actividades me resultan tan entretenidas y chistosas como leer en la prensa las noticias relacionadas con la Real Academia Española. No me ocurre con todas ellas, eso también es cierto; a algunas les concedo la relevancia y el alcance que realmente tienen, como la reciente elección de Inés Fernández Ordóñez, la primera lingüista que ingresa en la RAE, o la más reciente aún presentación de la nueva Gramática académica, la más cercana a la ciencia lingüística de las hasta ahora elaboradas y publicadas por la institución. Sin embargo —y como les decía—, estos casos son las excepciones, y por regla general las noticias sobre la Academia suelen producirme el mismo efecto que el de una sesión de risoterapia. En fin, qué le voy a hacer, soy así de raro; ya sé que para la mayoría de hispanohablantes la Real Academia Española es una respetable institución cultural donde la tradición, la solemnidad y la ceremonia se confunden a menudo con lo viejo, lo fastidioso y lo aburrido —y esto poco tiene de entretenido, claro está—; pero yo, por el contrario, encuentro que las declaraciones que realizan los académicos no sólo son divertidas, sino que en ocasiones resultan más hilarantes que las letras de una chirigota gaditana.

En esta tarea de divertirme a golpe de declaraciones y ocurrencias desatinadas brillan con luz propia los escritores. Nada más conocerse que han sido nombrados académicos —y como si del ganador de un concurso de belleza se tratara—, son tantos los disparates y tantas las banalidades que cuentan los recién llegados que sólo pueden compararse en vacuidad y desparpajo con los disparates y las banalidades que declararon en su día los escritores académicos ya veteranos. Lean, por ejemplo, lo que confesaba hace unos días la escritora Soledad Puértolas, última adquisición de la RAE, cuando un periodista le preguntó sobre la función que desempeñaría en la denominada Docta Casa:


Ni idea. Lo que me pidan. Lo que soy. Mucha ciencia no creo, no soy gramática ni tengo los conocimientos eruditos de un filólogo o un lingüista. Será algo mucho más personal y subjetivo, como lo es la creación literaria; y algo más intuitivo, quizá más arriesgado. Un acercamiento natural a la lengua.


Ya les digo, como si de una cuchufletera se tratara, la séptima mujer de la historia española en convertirse en académica numeraria de la lengua (sólo siete en trescientos años de historia) se presenta ante la prensa para declarar —eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja— que no tiene más idea de gramática, filología o lingüística que la de andar por casa, y que lo suyo será, por tanto, «un acercamiento natural a la lengua». Signifique lo que signifique esta última frase, ¿se imaginan ustedes a un miembro electo de la Academia de la Historia afirmando que sólo puede dar fe de los tiempos que le han tocado vivir? ¿Podrían entender que un académico de Farmacia confesara que las medicinas que mejor conoce son las aspirinas y el ibuprofeno que toma cuando le da fiebre? ¿Comprenderían que un académico de Jurisprudencia anunciara sin sonrojo ante la prensa que las únicas leyes que domina al dedillo son las de la república independiente de su casa? No, ya sé que no. Este comportamiento sería impensable en una institución medianamente seria; y, por ello, en la Academia de Farmacia ingresan los farmacéuticos; en la de Historia, los historiadores; en la de Jurisprudencia, los jueces y abogados; y en la de Medicina, los médicos. Además, de esta manera —y por lógica tan simple—, los miembros de estas Reales Academias se ahorran el bochorno de confesar públicamente que no tienen ni idea de por qué o para qué han sido elegidos.

A diferencia de estas instituciones, y salvo en el caso de los pocos lingüistas y filólogos, la mayoría de miembros de la Real Academia Española se caracteriza por esmerarse en airear sus desnudas posaderas lingüísticas tan pronto conocen que han conseguido uno de los sillones con nombre de letras. Este comportamiento, además, es tan previsible como una ley física, créanme: se cumple irremediablemente y sin excepción alguna. Se me viene a la memoria, por ejemplo, el caso de Arturo Pérez Reverte, quien confesó —sin duda con el pecho henchido del orgullo hispano que lo caracteriza— que junto a él entraban en la Academia «todos sus lectores», y que su primera tarea en esta institución sería la de «escuchar y aprender». Es bien conocido por todo aquel que lo haya leído que Arturo Pérez Reverte es un cachondo en toda regla, pero hay que reconocer que aquí el escritor cartagenero se superó a sí mismo. Porque quien ingresó en una institución cultural dedicada a la lengua española sin pasar por una Facultad de Filología —que es donde los lingüistas van a «escuchar y aprender»— es él; quien aumentó su caché al hacerlo es él; quien a partir de entonces va de gañote a los Congresos de la Lengua que se celebran en América es él; y es él, en definitiva, quien aceptó ser académico de la lengua sin merecerlo; no por deméritos literarios, sino por deméritos científicos. Sus lectores no tienen la menor culpa de que a Reverte le atraigan los honores, seamos justos; bastante tienen ya con leer los comentarios machistas y carpetovetónicos que adornan muchas de sus obras literarias y la mayoría de sus artículos periodísticos. A cada uno, lo suyo.

Javier Marías, amigo y compañero de fatigas de Pérez Reverte, también ofreció en su día un buen ejemplo de esta guasa académica tan socarrona de la que yo disfruto enormemente. Tras conocer su nombramiento, Marías confesó sin empacho alguno que «no entendía por qué la Academia admitía en su seno a novelistas», ya que la labor de estos era «bastante pueril». Es difícil mostrar mayor desparpajo e ironía a la hora de aceptar un cargo, no me lo nieguen: es como cuando Groucho Marx afirmaba que jamás ingresaría en un club donde admitieran a gente como él. Y que conste que yo coincido con Javier Marías en lo principal: yo tampoco entiendo el criterio de la Real Academia Española a la hora de admitir nuevos miembros. No entiendo que en una academia de la lengua las decisiones lingüísticas las tomen escritores, biólogos, almirantes, sicólogos, arquitectos o periodistas. Tampoco comprendo que personas cultas y de gran talla intelectual y profesional —como muchos de los miembros de la RAE— admitan un cargo y una responsabilidad teórica para la que lisa y llanamente no están preparados. Así pues, o están locos estos académicos nuestros… o son unos guasones. Porque, díganme: ¿A quién en sus cabales se le ocurriría encargar la redacción de un diccionario a un poeta, por más genial que este pudiera ser? ¿Quién, con un poco de sentido común, escogería para redactar una gramática a un novelista, aunque fuese Premio Nobel? ¿En qué cabeza cabe, por tanto, que podamos tomarnos en serio a una institución en la que muchos de sus miembros declaran no tener ni idea de lo que hacen allí? El funcionamiento de la Academia Española es pura locura o pura broma, ya les digo, y por eso me resulta tan jocoso comprobar cómo mucha gente incluso considera que esta institución es ejemplo de seriedad y buen hacer: ¡bendita inocencia!

En fin, para mi deleite particular, lo paradójico de este comportamiento irracional y caduco que confunde un arte, la literatura, con una ciencia, la gramática, radica en que no es exclusivo de la Academia Española, sino que lo practican la mayoría de academias de la lengua. Un ejemplo muy claro de esto que les cuento tuvo como protagonista al director de la Euskaltzaindia, la Academia de la Lengua Vasca. Esta institución, que se encarga de elaborar la ortografía, el diccionario y la gramática del euskera, rechazó en su día al lingüista vascofrancés Xarles Videgain para admitir poco después a un ingeniero industrial, Andoni Sagarna, y a un escritor, Bernardo Atxaga. Con la intención de justificar ante los medios el extraño criterio de su institución a la hora de escoger nuevos miembros, el director de la Academia Vasca, el notario Andrés Urrutia, no dudó en resaltar ante la prensa las excelencias y el compromiso de este último:


Hay quien piensa que le hemos dado un premio nombrándole euskaltzaina [miembro de la Academia Vasca]. En realidad, le hemos llamado para trabajar.


Si el señor Urrutia hubiese tenido en cuenta la ley inmutable de la que les vengo hablando, esa que establece que un escritor recién elegido académico lo primerito que hace es el ridículo, entonces el director de la Academia Vasca se habría cuidado muy mucho de efectuar tales afirmaciones, porque al bueno de Bernardo Atxaga le faltó tiempo para declarar ante la prensa:


La pregunta debería ser qué tipo de trabajo puedo hacer. Porque es evidente que no puedo aportar mucho a las cuestiones intrínsecamente lingüísticas. Yo no puedo hacer gramáticas ni diccionarios, ni puedo ayudar en esos quehaceres. Lo que sí puedo hacer con más dedicación es esa tarea de cara al exterior. […] Sería una especie de propagandista de la lengua en el extranjero.


Vamos, que Atxaga ingresaba en la Academia Vasca para trabajar… de relaciones públicas: acabáramos. Así se entiende que Xarles Vidagain fuera rechazado en esta institución; así se entiende también que la propia RAE desestimara en su día la candidatura del lingüista Antonio Quilis para dejar sitio a Juan Luis Cebrián; así se entiende que la RAE escoja ahora a Soledad Puértolas cuando no hace tanto le negó el asiento al subdirector de ¡su propio Instituto de Lexicografía!, Rafael Rodríguez Marín, un lingüista competente que abandonó la institución poco después, no se sabe si por hastío o por vergüenza torera. Así se entiende, en definitiva, que la Academia haya tenido que recurrir a gramáticos y lingüistas ajenos a su seno para elaborar la nueva Gramática, la primera obra medianamente científica de toda su historia. Pero vaya, situaciones esperpénticas como estas no son raras cuando 31 de los 46 miembros de una academia de la lengua se dedican a las relaciones públicas y a la propaganda en vez de a la lingüística. Ese es el chiste con el que me vengo riendo desde hace ya muchos años.

En fin, ahora que se apagan en la prensa los ecos de la elección de Soledad Puértolas sé que me aguardan algunos meses de apatía hasta que la Academia elija a otro médico, a otro cineasta o a otro escritor, que bien podría llamarse Almudena Grandes, Elvira Lindo, Maruja Torres, Juan José Millás, Carlos Ruiz Zafón o cualquier otro peso pesado de nuestra liviana literatura actual; total, lo mismo daría uno que otro. Por eso les confieso que yo esperaré confiado y expectante, ya que estoy seguro de que sea quien sea el elegido —o la elegida— me proporcionará los mismos buenos ratos que Marías, Reverte o Puértolas, quien por cierto ya ha adelantado que su discurso de ingreso en la Academia versará sobre los personajes secundarios. Si me acepta el consejo, y en compensación por las risas que me he echado a costa de sus declaraciones, yo recomendaría a Soledad Púertolas que, en vez de citar a personajes literarios, fijara la vista y el ingenio en los escasos lingüistas de la institución en la que ingresa. Nada mejor para hablar de subalternos en el salón de plenos de la RAE que recordar a los científicos del lenguaje, los auténticos secundarios de la Real Academia Española.


En Sevilla, a mediados del mes de febrero del 2010.

 

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Curso gratuito de «Corrección de estilo en castellano»

(COMPLEMENTARIO DEL CURSO DE «CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA»)
Docente: Silvia Senz
Calendario y horario: 17/05/2010-23/06/2010, lunes y miércoles, de 18.30 a 21.30 h
Duración: 20 h presenciales
Lugar de realización: Editrain-Gremi d’Editors de Catalunya (Barcelona)

C/Comte Borrell 235-239 - 08029 Barcelona
Tel.: 93 488 08 84
Más información: Francisco Sierra <formacionbcn@editrain.com>.



I. CONCEPTOS BÁSICOS: CORRECCIÓN Y EDICIÓN DE TEXTOS Y CONTROL DE CALIDAD


II. NORMAS Y REGLAMENTOS EN LA EDICIÓN Y LA CORRECCIÓN DE TEXTOS

1. Conceptos de norma y reglamento

2. Reglamentos legales que afectan al trabajo de edición y corrección de textos

3. Normas que afectan al trabajo de edición y corrección de textos
3.1. Estándares no lingüísticos y ortotécnicos, y autoridades normativas
3.1.1. Conceptos básicos: estandarización
3.1.2. Normas ISO y normas del BIPM

3.2. Estándares lingüísticos (terminología y lengua general) y autoridades normativas
3.2.1. Conceptos básicos: lengua, variedad y estandarización lingüística
3.2.2. Estándares terminológicos
3.2.3. La norma académica: estado actual

3.3. La norma editorial (ortotipografía y tipografía) y autoridades normativas

4. Bibliografía y recursos en la Red



III. DIFICULTADES Y CRITERIOS NORMATIVOS Y ESTILÍSTICOS

1. Plano ortográfico (ortografía usual, ortografía tipográfica, ortografía bibliológica y ortografía técnica)

2. Plano gramatical

3. Plano léxico

4. Plano textual

5. Plano estilístico

6. Plano de transferencia (traducción y adaptación)


IV. LA CORRECCIÓN DE ESTILO

1. Conceptos preliminares

2. Perfil, competencias y atribuciones del corrector de estilo

3. Métodos, signos y técnicas de la corrección de estilo
3.1. Sobre papel (signos y fraseología)
3.2. Sobre pantalla
3.3. Mixta
3.4. Tecnología para la corrección de estilo

4. Taller práctico

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Los figurantes de la Real Academia Española

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Los lectores más fieles de esta bitácora recordarán aquella nota en la que reproducíamos una carta al director de El País, firmada con pseudónimo, donde se denunciaba la política laboral de la RAE para con sus equipos contratados, a la que añadíamos jugosos datos sobre la sobrada capacidad financiera de la institución: «Rae rica, trabajadores pobres».

La misma persona u otra utilizando idéntico alias (también los trabajadores explotados por el Instituto Cervantes usan, cual Fuenteovejuna, un pseudónimo común en su denuncia en la red) nos ha escrito este comentario al artículo de Luis Carlos Díaz «Los secundarios de la Real Academia». En él pone al descubierto, de un lado, qué caminos sigue la política científica de la RAE y, de otro, que tras la categoría de secundarios que ostentan los pocos lingüistas con sillón en la corporación académica, hay aún una categoría inferior, completamente anónima y laboralmente maltratada: la de los «figurantes». Lean:


Autor: Miguel Moore

No solo eso sino que los lingüistas y gramáticos contratados para elaborar la Nueva Gramática fueron despedidos casi el mismo día en que la obra salía a la calle, como pago a los servicios prestados. ¿Qué sucede si pasado mañana se publica un artículo con datos o con una teoría que entra en contradicción con algún apartado de la Nueva Gramática? ¿Acaso el equipo que la elaboró tendrá oportunidad de modificar su redacción? No amigos, el equipo que la elaboró engrosó las filas del paro, o si acaso volvieron a sus ocupaciones anteriores con una buena patadita en... su situación laboral.  Cortesía de la política laboral y científica de la RAE. Además a la RAE le da igual que la Nueva Gramática pueda quedarse obsoleta en algunos aspectos a los meses de su publicación. ¡Tiene otros trescientos años para preparar otra Nueva Nueva Gramática!


Sólo tenemos lo siguiente que añadir: Miguel Moore, seas quien seas, contáctanos, por favor. El correo del blog figura en el menú «Acerca de».

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Lo que haría yo con la tontá de la digitalización

Mandarles a los productores, expertos y blogueros a este:

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