Cuenta Charles Perrault en uno de sus cuentos más célebres la historia de tres hermanos en el trance de repartirse la herencia de su padre, un molinero que en el momento de su fallecimiento tenía como únicos activos un molino, un burro y un gato, animal éste que da el nombre al cuento, el conocido gato con botas.

El hermano pequeño es el último en elegir y por tanto el destinatario del gato, el activo de menos valor de los tres. Se explica en el cuento que el pequeño de los tres hermanos se queda con el animal muy a disgusto suyo, por las dudas que le sirviera para ganarse la vida, pensando incluso en pasarlo por la paella para comérselo y aprovechar después la piel.

Pero no, al final el hijo menor, al que su gato le apoda marqués de Carabás para darle mayor pompa, acierta totalmente con la elección pues no solo no sacrifica al animal, sino que le concede una bolsa y unas botas tal y como el gato le había pedido, instrumentos con lo que tras diversas muestras de ingenio del animal, consigue casar a su señor con una princesa, convirtiéndose el propio felino en un gran señor.

Claro está que si ese cuento se hubiese escrito hoy en día, y el molinero en lugar de dedicarse a moler cereales en su molino, fuera un avispado empresario del sector de la banca o de las telecomunicaciones y claro, los activos a repartir entre sus descendientes consistieran en una nave industrial (en lugar del molino), un coche con muchos caballos (en lugar del humilde burro) y unos “datos con botas”, quizás el final del cuento sería diferente.

Me refiero al “dato con botas” como cualquier base de datos con miles y miles de datos personales de personas físicas, obtenidos eso si con todas las obligaciones que la ley de protección de datos personales impone a los responsables del fichero, y por tanto preparada para ser explotada para enviar publicidad por correo electrónico o sms a todo tipo de clientes, cuyos datos personales habrán sido analizados previamente para establecer un patrón de su conducta y así poderles vender desde viajes personalizados a teléfonos móviles de última generación.

Ahora es el momento de preguntarnos otra vez ¿que activo habría elegido el hijo mayor si el cuento llevara como fecha el año 2011?. Sin duda, el dato con botas.

© Ramon Arnó, 2011, Lleida.

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