Domingo, 20 Diciembre 2009...6:08 pm

Barcelona, sin plan y sin proyecto

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Seguramente los medios de propaganda del Ayuntamiento de Barcelona no difundirán el estudio realizado por la revista Consumer Eroski en el que se compara la calidad de las calles peatonales de 18 capitales españolas.

El motivo es que los resultados del estudio contradicen el discurso oficial sobre la excelencia de la calidad urbana que con tanto esmero se esfuerza en promover la alcaldía mediante costosas campañas publicitarias.

Dicho estudio sitúa a Barcelona entre los cuatro últimos puestos. Barcelona suspende en ocupación de la vía pública y en calidad del mobiliario urbano. La permisividad del horario de carga y descarga es excesiva; la dotación de bancos, árboles y papeleras, insuficiente, y la limpieza y el mantenimiento de las calles, muy deficiente. Las calles de Barcelona son las más sucias, con el pavimento cubierto con abundantes papeles, colillas, basura tirada fuera de las papeleras, baldosas sueltas o con agujeros y deterioros debidos a actos vandálicos. Ésta es una realidad que conocen bien los sufridos habitantes de Barcelona, pero que suele ser ignorada por el consistorio. La mejor prueba de la pasividad de la administración es que en cinco años, el estado de las calles peatonales apenas ha variado. Las conclusiones del citado estudio reflejan una realidad más profunda: el Ayuntamiento de Barcelona lleva años equivocando sus prioridades y se muestra cada vez más alejado de la realidad. Su gestión es errática y contradictoria. No se entiende que al mismo tiempo que plantea una costosísima reforma de la Diagonal, promueva un plan que empeorará la congestión urbana, permitiendo la construcción de más de 1.000 viviendas en terrenos próximos al Miniestadi; o que esté gestionando la desaparición de siete hectáreas de estos mismos terrenos destinados a equipamientos en una zona que el nuevo plan territorial califica precisamente como área especial de equipamientos. Es evidente que estas actuaciones son incoherentes y no responden a una idea global de ciudad. Más ejemplos: en Vallvidrera están talando árboles para abrir un nuevo camino peatonal a través del parque de Collserola, mientras las calles del próximo barrio de la Budellera permanecen sin pavimentar y sin alcantarillado. Los árboles casi centenarios de la plaza Folguera desaparecerán porque los responsables municipales no han encontrado un sitio más apropiado para acumular materiales durante las obras de excavación de la línea 9. El caso de la plaza de Joan Miró es especialmente grave. Aquí el Ayuntamiento ha construido un edificio, burlando la normativa urbanística que prohíbe edificar en el interior de la plaza. Estas obras no sólo son ilegales, sino que constituyen un atentado urbano contra la ciudad y sus habitantes porque se producen en el distrito más densamente poblado y con menos zonas verdes de la ciudad. Hay que recordar que el Ensanche tiene una tasa de 1,9 metros cuadrados de zonas verdes, es decir, plazas y jardines por habitante, cuando la media que recomienda la Organización Mundial de la Salud está en los 15 metros cuadrados por habitante. Es incomprensible que en una ciudad hiperdensificada se ocupe una plaza para construir un cuartel de bomberos.

Catalina Serra enunciaba en su artículo “La gran excusa Cerdá” (El País, 26-9-2009: leer) la teoría del abandono por parte de Barcelona de un urbanismo basado en la defensa del proyecto arquitectónico en favor del plan urbanístico. La realidad es que actualmente en Barcelona no hay ni proyecto ni plan. Las actuaciones urbanísticas son incoherentes y no están basadas en ningún planteamiento de futuro para la ciudad ni de utilidad pública. Dependen exclusivamente de la conveniencia política y del beneficio económico a corto plazo. El mayor símbolo de la banalidad de estas actuaciones podría ser la próxima restitución de las cuatro columnas de Puig i Cadafalch (el arquitecto que se dedicaba a quemar los libros de Ildefonso Cerdá) a un coste de dos millones de euros. Esto ocurrirá en un año en que se incrementará el déficit para mantener los servicios sociales. Un ayuntamiento que tira así el dinero tiene poca fuerza moral para exigir una mejor financiación al Estado.

Barcelona se llena de símbolos pero es cada vez más inhabitable. La descentralización administrativa en Consejos de Distrito y de Barrio parece no tener otro fin que alejar a los ciudadanos del centro de poder municipal, que es donde se toman las decisiones importantes. Las asociaciones oficiales, esclavas de la cultura de la subvención, se han convertido en instrumentos inútiles de movilización ciudadana. Lejos del escrutinio de los ciudadanos y desactivadas las asociaciones, el alcalde Hereu puede seguir emitiendo propaganda a través de su blog de trescientos mil euros, asesorado por Enric Casas, responsable de comunicación e imagen, a quien ha convertido en su número dos. El único plan del gobierno municipal de Barcelona consiste, por lo que se ve, en mantener la ficción de una Barcelona de ciudadanos felices y encantados de vivir en la mejor de las ciudades posibles (estos días se relanza la campaña ViscaBarcelona), en proyectar una imagen de Barcelona que nada tiene que ver con la realidad.

Koldo Blanco es Subsecretario de Acción Política de C’s y Responsable del Área de Acción Política de la Federación de Barcelona-ciudad

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