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Se muestran los artículos pertenecientes al tema Los rumbos del libro y la edición/Les derives del llibre i l'edició.

"Viva la edición viva." Palíndromo discursivo sobre la vitalidad del libro

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Un texto que sólo un verbívoro podía traducir:

 

Viva la edición viva

Màrius Serra. La Vanguardia. 23/03/2010

Más de 230.000 personas han visto ya el vídeo que la sección británica de Dorling Kindersley Books preparó para una de esas reuniones que la industria editorial monta para revitalizarse o para limitar el derramamiento de sangre a las venas ajenas (del competidor) y evitar así el corte de las propias. En todo caso, estos editores británicos pergeñaron un texto tan ingenuo como ingenioso que expone el discurso apocalíptico del fin de la edición, algo que en tiempos del libro electrónico se lleva mucho. El texto, debidamente trozeado, admite una lectura inversa, tal como muestra un clip en Youtube (The Future of Publishing).


Una voz femenina lee el texto de ida y, al terminar, el teleprompter recorre el trayecto inverso y la cálida voz lo relee de vuelta, consiguiendo decir todo lo contrario. De la muerte de la edición a su resurrección. El éxito en la conferencia fue tal que decidieron hacerla pública, y la necesidad de buenas noticias que aqueja al sector editorial lo ha catapultado a la fama. El artificio basa su fuerza en los conectores y por eso resulta complejo trasladarlo a otra lengua. Mi primera intención era reproducir las dos lecturas en su versión original inglesa, pero al final me he lanzado a traducirlo al castellano y aquí tienen mi versión de urgencia. Sean indulgentes e imagínenslo en una voz preciosa (leánlo ustedes mismos si no tienen cerca a Núria Solé), mientras por una pantalla desciende el texto en líneas de longitud variable, separadas aquí por barras:

"Ha muerto la edición/ Y/ Los libros aburren mortalmente/ Ya nadie puede decir que/ Nos gusta leer/ A mis amigos y a mi pero/ Nos caen los libros de las manos/ No es cierto que no/ Me influyan las tendencias/ Sé lo que quiero en cuanto lo veo sin que/ El continente/ Sea más importante que/ El contenido/ Debo admitir que / Mi atención no capta las grandes ideas/ Y es falso decir que/ Leo mucho y me gusta aprender/ No me importa/ Y no creas que/ Me siento comprometido con el medio ambiente y la sostenibilidad/ Espero que lo veas claro/ Lo más importante para mi es/ Saber qué vestido lleva Lady Gaga/ Y no me importa tanto/ Saber qué hizo Gandhi el siglo pasado/ Lo que me parece increíble es/ Que ahora mismo me estés leyendo/ Lo importante para ti es/ Que encuentres/ Clientes/ Para los/ Productos/ No pensar/ Que tu trabajo sea / Colgado en Facebook/ A través del móvil no/ Resistirá/ Según mis amigos y yo/ Tu mercado/ Va ya a morir/ No creo que/ La edición/ Viva".

Y ahora, con la puntuación cambiada y en orden inverso, el mensaje tan ingenuo como ingenioso de Dorling Kindersley Books: "¡Viva la edición! No creo que va-ya a morir. Tu mercado, según mis amigos y yo, resistirá a través del móvil, no colgado en Facebook. Que tu trabajo sea no pensar productos para los clientes que encuentres. Lo importante para ti es que ahora mismo me estés leyendo. Lo que me parece increíble es saber qué hizo Gandhi el siglo pasado y no me importa tanto saber qué vestido lleva Lady Gaga. Espero que lo veas claro: me siento comprometido con el medio ambiente y la sostenibilidad, y no creas que no me importa. Leo mucho y me gusta aprender y es falso decir que mi atención no capta las grandes ideas. Debo admitir que el contenido sea más importante que el continente. Sé lo que quiero en cuanto lo veo sin que me influyan las tendencias. No es cierto que no nos caen los libros de las manos a mis amigos y a mí, pero nos gusta leer. Ya nadie puede decir que los libros aburren mortalmente y ha muerto la edición".


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La crisi de la premsa (a TV3 i TVE)

Algunes de les raons per les quals hi ha gent que ja no compra premsa impressa (i a més llegeix els diaris digitals d’uves a peres, com ara jo) a «I tu quin diari compres?» (30 Minuts, TV3):

TVE va tractar el tema gairebé alhora en el seu programa Informe Semanal:

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Corregir amb-sense paper

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Que el títol d’aquesta nota no us confongui: no tinc pas tirada a parlar con en Joan Clos. Passa que he ensopegat amb un sistema digital de correcció de textos que, encara que sembli paradoxal, es fa damunt del paper i es completa en pantalla.

És a dir, amb-sense paper.

És una aplicació de la tecnologia d’i-paper, es diu PaperProof, està desenvolupat per una empresa suïssa, i s’integra en el programa de processament de textos de codi obert OpenOffice (infinitament millor que el Word).

Segons he entès, aquest sistema empra un bolígraf digital, un paper (imprimible) i un sistema d’edició interactius, i un programari de reconeixement òptic de caràcters, marques de correcció, indicacions i esmenes. Tot plegat, permet corregir en la còpia en i-paper allà i quan convingui, com si fos paper normal, i, un cop activat l’i-paper i el programari, transmetre diversos tipus de correccions i comentaris del document en paper al document font en pantalla, on després es validen. És una mena d’híbrid entre el mètode i la tècnica de correcció d’originals en paper i el mètode i la tècnica de correcció en pantalla, que suma els avantatges de tots dos sistemes:

1) Permet al corrector fer una lectura òpticament menys fatigosa.

2) La còpia en paper és transportable i facilita al corrector la visualització global del text.

3) Pel fet de ser la lectura en paper menys feixuga i perceptivament més discernible que en pantalla, la tasca de correcció en paper és sempre més eficaç. Fugen de l’ull menys errors.

4) Alhora que corregeix en paper, el corrector introdueix les marques de correcció a la pantalla.

5) Es poder fer comentaris marginals per al client.

6) El client pot conservar una prova de les esmenes fetes. Per a les editorials, tenir una prova tangible de les diverses fases de correcció és fonamental com a prova pericial en cas de litigi amb l’autor. Per a les empreses acollides a una certificació de qualitat que obligui el corrector a fer una tasca molt acurada, la prova en paper té també aquest valor.


Vegeu-ne un parell de demos:

 

 

 

 

Sembla el mètode perfecte, ¿oi? Doncs no; té un munt de problemes:

1) El paper interactiu i intel·ligent és, de ben segur, molt més car que el paper tanoca i corrent de tota la vida. I no sabem si és reutilitzable. Els preus de mercat no permeten aquests luxes.

2) Aquest sistema només és apte per a la correcció de textos seguits, amb no gaires problemes de redacció, no per a textos amb greus mancances textuals. Prou sabem que la reescriptura i la correcció d’originals només estan separades per una fina línia vermella, que el client sovint «convida» a traspassar.

3) Aquest sistema tampoc no és apte per a la correcció de textos tipogràficament editats i muntants en pàgina

4) A la majoria de clients se’ls refum conservar o no una prova en paper de la feina feta, malgrat el seu valor pericial en cas de litigi.


Així doncs, dubto molt que aquesta eina tingui gaire futur, excepte que es faci molt econòmica i obri el ventall de possibilitats de correcció a tipus de documents més sofisticats.


Silvia Senz

 

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Dos visiones irreconciliables de la edición, dos visiones opuestas del mundo

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Ofrecemos al lector una compilación bibliográfica que muestra las dos maneras (excluyente e insostenible una, inclusiva y sostenible la otra) de entender hoy el negocio editorial:

1) El modelo de concentración editorial, saturación del mercado, control del circuito del libro, abuso laboral, baja calidad productiva y homogeneización (de la tipología de productos, de los contenidos y de las formas expresivas):

Adam, Thomas: «Tirages industriels, édition limitée (sur l’industrialisation et la concentration financière)», Transversales, Inventaire/invention, enero 2006.

Brémond, Janine y Greg: Las redes ocultas de la edición, Madrid, Editorial Popular, 2002.

«La concentration dans l’édition et ses effets», introducción a su obra L’Édition sous influence (Las redes ocultas de la edición), publicada en línea en el Observatoire des médias Acrimed.

— «La liberté d’édition en danger», Le Monde diplomatique, enero 2003; disponible en línea en versiones francesa, catalana y castellana:

Epstein, Jason: La industria del libro: el pasado, el presente y el futuro de la edición, Barcelona: Anagrama/Empúries, 2002.

Fouces González, Covadonga Gema (Universidad Pablo de Olavide de Sevilla): «La comunicación persuasiva y el mercado del best seller de ficción narrativa en la sociedad digital», comunicación presentada en el subgrupo de trabajo «Retórica y comunicación persuasiva en la sociedad digital» del I Congreso Online 2004 «¿Hacia qué Sociedad del Conocimiento?», organizado por el Observatorio para la Cibersociedad.

Fuentes Castilla, Enrique: «Las redes ocultas del libro», revista Istor, n.º 31, especial «El Libro y sus Historias».

García Viñó, Manuel: La gran estafa. Alfaguara, Planeta y la novela basura, Ediciones VOSA, 2005. Prólogo disponible.

Gómez-Escalonilla Moreno, Gloria: «El libro y la industria editorial», Laboratorio de Alternativas, n.º 63, 2005, Fundación Alternativas.

Gullón, Germán: Los mercaderes en el templo de la literatura, Madrid: Caballo de Troya, 2004. Reseñado por uno de los críticos criticados en este libro.

Lepape, Pierre: «Hyperconcentration chez les éditeurs. La dictature de la “world literature”», Le Monde diplomatique, marzo 2004; disponible en línea en versiones francesa, catalana e inglesa.

Lorenzo, Ana: «Alberto Manguel compara los best-sellers con MacDonalds», Libro de Notas, 12/02/2008.

Mármol, Miguel: «¿Cómo funcionan las grandes empresas editoriales? El reino del libro basura», Diagonal, n.º 32, 8-21/06/2006.

Rodríguez, Joaquín: «Editar en tiempo de gigantes», Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, año 2002,  n.º 51. 

Schiffrin, André:  La edición sin editores, Destino, Barcelona, 2000/ Ediciones Trilce, Montevideo, 2001/Ediciones Era, México, 2001.

El control de la palabra, Barcelona, Anagrama, 2006.

Schwartz, A.: «Le règne des livres sans qualités. Enquête sur l’édition en sciences sociales», Le Monde diplomatique, mayo 2006; disponible en línea en versión original francesa y un resumen en castellano.

Senz Bueno, S.: «“En un lugar de la ‘Mancha’”... Procesos de control de calidad del texto, libros de estilo y políticas editoriales», Panace@, vol. VI, n.º 21-22, septiembre-diciembre del 2005.

«Calidad editorial y grandes grupos: un elefante en una cacharrería», Addenda et Corrigenda, 11/01/2008.

«¿Qué garantizará la supervivencia de la industria editorial, el control de la palabra o los valores del oficio de editor?», Addenda et Corrigenda, 08/01/2008.

 

2) El modelo de edición de calidad, especializada, sostenible y bibliodiversa:

Danieli, Anna: «Edición independiente: estrategias para la diversidad», en Carlos Moneta (ed.): El Jardín de los senderos que se encuentran: Políticas publicas y diversidad cultural en el MERCOSUR, Unesco, Montevideo, 2006.

«Declaración de los Editores Independientes del mundo latino», Guadalajara (México), 29 de noviembre de 2005.

Gutiérrez de la Torre, José María: «Sociedad lectora y “bibliodiversidad”», Revista de Educación, n.º 1, 2005 (ejemplar dedicado a: «Sociedad lectora y educación») , pp. 363-384.

Joude, Pierre: « Pour la survie de la diversité culturelle. Eloge de la petite édition», Le Monde diplomatique, enero 2007; disponible en línea en versiones francesa y catalana.

«Petite bibliographie sur l’édition “indépendante”», L’édition avec éditeurs, 28/02/2007.

Slachevski, Paulo: «Los desafíos de la edición independiente y las industrias culturales en América Latina», Le Monde diplomatique, edición chilena, junio 2007.

Schiffrin, André: «Une influence croissante dans le monde des idées. Quand de “petits” éditeurs échappent à l’emprise des conglomérats», Le Monde diplomatique, octubre 2007; disponible en línea en versiones francesa y catalana.

Unesco: «Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales», PARÍS, 20/10/2005, versión en castellano.

Unión Latina, Alianza de Editores Independientes y Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC): Los editores independientes del mundo latino y la bibliodiversidad/Les éditeurs indépendants du monde latin et la bibliodiversité/Os editores independentes do mundo latino e a bibliodiversidade, actas del encuentro Los Editores Independientes del Mundo Latino y la Bibliodiversidad, 27 al 30 de noviembre del 2005, Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). 

 

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Encuesta para los trabajadores de los grandes grupos editoriales en español

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Hace ya un tiempo, enviamos esta encuesta a uno de los boletines que parte del equipo de A&C administramos en la red: Infoeditexto.

Enlazando con el asunto que venimos tratando en los últimos días, hemos decidido ampliar la consulta a todo lector que se acerque a esta bitácora y que tenga experiencia profesional en el sector del libro en español (especialmente en grandes grupos de edición). Nuestra intención es conocer de primera mano, por los relatos directos de sus protagonistas:

1)  las condiciones laborales de los profesionales de la edición (diseñadores gráficos, componedores [maquetistas], ilustradores, redactores, lexicógrafos, traductores, correctores, técnicos editoriales...) que trabajan para grandes grupos editoriales asentados en España o en Latinoamérica (fundamentalmente Grupo Planeta, Grupo Anaya, Grupo Santillana y Grupo Bertelsmann),

2) y las tendencias productivas en el tratamiento editorial del texto, en estos grandes conglomerados de la edición.

 

Los resultados se publicarán a finales de este mismo año en un estudio sobre la lengua española, donde se analizará, entre otros temas, la deriva de las prácticas productivas y situaciones socioprofesionales en el sector hispanoamericano del libro en los últimos 20 años, un centro de atención que el propio informe del CERLALC El espacio iberoamericano del libro 2007 (p. 21)  reconocía como una enorme laguna en los estudios sectoriales; laguna incomprensible si se tiene en cuenta que tanto esta edición del informe como la más reciente del 2008 ponen énfasis en el papel clave que tienen a) la reasociación de los conceptos de selección y calidad al papel del editor y b) la  reprofesionalización del sector, para hacer frente a la competencia en esta era de avalancha de contenidos digitales e impresos accesibles:

«Debido a la enorme cantidad de producción escrita, cuya difusión es posible gracias a las nuevas tecnologías, el editor tendrá un rol cada vez más importante como seleccionador de aquellos títulos que conformen su catálogo para convertirse en garante de calidad frente a la masa de lectores que recibe un bombardeo continuo de propuestas de material escrito en la red, como los blogs de autores, además de la infinidad de información de publicaciones digitales, y los libros impresos, cuyo número de novedades sigue creciendo.»

«El reto del enorme mercado potencial, la competencia intensificada desde el mismo sector y desde los nuevos medios, la revolución tecnológica y la amplia diferenciación del mercado en cuanto a calidades, gustos y tendencias exigen una preparación cada vez mayor de cada uno de los agentes de nuestra cadena productiva.

Desde nuestra perspectiva de empresarios, el tema pasa por la capacitación gerencial y de mercadeo, hasta la formación de traductores, diseñadores y editores. Pero, en una perspectiva más amplia, involucra a todos los actores de la cadena del libro y la lectura.»

Todo aquel que quiera participar puede descargarse el pdf del cuestionario, bien pinchando en la siguiente imagen del documento, bien entrando aquí.

 

Una vez descargado, deberá copiarlo y responderlo en un documento de texto (formato rtf), y enviarlo a esta dirección: <infoeditexto.encuestas@gmail.com>, añadiendo su nombre y primer apellido al final del nombre del documento (p. ej.: Encuesta trabajadores sector hispaoamericano del libro-Mónica Salas.rtf).

En la publicación de los datos obtenidos mediante esta encuesta, el anonimato de los participantes está garantizado.

Puede responderse al cuestionario con tanto detalle como se desee.

 

Gracias por vuestra colaboración,

 

S. Senz y M. Alberte (A&C e Infoeditexto)

 

 

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TV3 cerca autors que hagin publicat la seva obra a la xarxa

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Convocatòria urgent!

TV3 cerca autors que hagin autopublicat la seva obra literària a la xarxa (en català; qualsevol estàndard, qualsevol varietat), com a testimonis per a un nou programa de promoció de les noves tecnologies.
La franja d’edat hauria de ser entre 40 i 60, però si la història de la persona s’ho val també es podrien incloure altres franges d’edat.

Els interessats, envieu-nos a l’adreça
infoedicat@gmail.com les següents dades, que nosaltres transmetrem a l’equip de guionistes-documentalistes que ens han fet l’encàrrec de la cerca:

Nom i cognoms:
Nacionalitat:
Edat:
Publicacions:
Lloc de publicació al web:
Breu resum del vostre periple literari a la xarxa:
E-mail i telèfon de contacte:

 

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Revolucions tecnològiques

En aquesta magnífica paròdia noruega ens podem veure ben reflectits els editors que arribem atemorits a la revolució digital, i publiquem, com qui diu, un blog a les palpentes.

Tan i tan bé com anava el pergamí...

 

 


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¿Qué garantizará la supervivencia de la industria editorial: el control de la palabra o los valores del oficio de editor?

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Como ya sabe el lector asiduo de A&C, desde nuestros inicios hemos ido trasladando a esta bitácora variadas muestras de los movimientos «planetarios» (1, 2, 3, 4...), y nos hemos ocupado con especial dedicación a mostrar (1 y 2) la concupiscencia que une a los dos mayores grupos editoriales en español con el principal agente de la política lingüística española.

Quien haya disfrutado de estas notas, no se pierda ahora en el Ojo Fisgón de Martín Gómez «La concentración de la propiedad de la industria editorial y la subordinación de la política de contenidos a los intereses comerciales», un excelente análisis crítico de la exportación a Latinoamérica de las ya habituales prácticas promocionales (a lo Juan Palomo) del Grupo Planeta, que también comparte con su principal competidor y que de hecho son ya comunes a todo conglomerado editorial.

A la vista de todo ello cabe afirmar que, si alguna garantía pueden ofrecer (aún) al lector las reseñas críticas publicadas en la biblioblogosfera —donde se advierte un aumento de la profesionalidad y el rigor crítico—, esta es, sin duda, su independencia de los intereses de creadores y productores. Probablemente sea esta una de las causas de que la crítica digital independiente y el feedback lector-crítico-autor-editor que la red permite no se incluyan entre los recursos y estrategias habituales del márquetin editorial. Como muestra el último estudio de Dosdoce.com, «Tendencias web 2.0. En el sector editorial», la mayoría de las editoriales españolas sigue aplicando un modelo tradicional de comunicación y márquetin, consistente en la «creación de un canal unidireccional [y a menudo controlado, como muestra Martín Gómez] de publicación de información de la editorial: notas de prensa, ruedas de prensa, entrevistas con los autores, etc., que esperan sean publicadas en los medios de comunicación tradicionales (prensa, TV y radio) con el fin de llegar a sus públicos objetivos (lectores, críticos literarios, libreros, distribuidores, otras editoriales, etc.)». Y tan sólo un 22 % de las editoriales analizadas cuenta con una sección de enlaces de interés a blogs literarios, redes sociales y webs especializadas en cultura escrita.

Según el parecer de muchos de los expertos encuestados en el citado estudio, el principal motivo de la reticencia de la industria editorial española a utilizar todos los recursos de la red para su promoción es el recelo —el pavor, creo yo— ante la idea de sumergirse, sin guía ni garantías, en lo que se le antoja una selva digital, que proyecta sombras amenazadoras sobre el control —que el gremio aún detenta— del rendimiento y la difusión de una obra y del acceso al circuito editorial.

Pero no son la democratización de la edición ni la ductilización de las formas y canales de publicación que la red permite lo que debería espantar a los editores, sino la perspectiva de un futuro del libro sin editores de raza, capaces de asumir riesgos. Mal futuro auguro a la edición profesional si el editor que entiende y vive su oficio como una apuesta cultural, como un desafío que puede enfrentar con especial competencia, no sabe entender la crítica sincera (incluso si es negativa) como un estímulo.

Gracias a las TIC y a nuevos modelos de negocio editorial (1, 2...), hoy día todos podemos producir libros y publicarlos sin asumir pérdidas económicas. Por ello, ahora más que nunca, a nadie como a los profesionales de la edición les interesa señalar el enorme abismo que hay entre el productor de libros y el editor, y demostrar que ese abismo sólo puede salvarse con el valor añadido de la excelencia, la inventiva, el olfato, la capacidad de discernimiento, y la voluntad de riesgo y emprendimiento que aporta el oficio de editor.

Silvia Senz (Sabadell)

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«Follow the money» en la Ley del libro

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El pasado 29 de abril, en la Feria del Libro de Valladolid, el crítico y editor Constantino Bértolo practicó el sano ejercicio del follow the money con esta muy hispánica Ley de la lectura, el libro y las bibliotecas, que anda ahora en capilla. Lo reprodujo ayer Rebelión en el artículo «Ni ley de la lectura, ni ley del libro, ni ley de bibliotecas».

Atención a lo que comenta Bértolo acerca del oropel humanista con el que se engalana la ley. La estrategia propagandística del altruismo-bienintencionista-consensuador ofrece al capital tan buena vaselina, que suele revestir hoy la presentación de casi cualquier producto, y, por razones obvias (el supuesto beneficio social derivado de toda promoción educativo-cultural), parece resultar especialmente idónea para los productos lingüístico-culturales.

Debe de ser para mejor servir a esa propaganda por lo que se han incluido en ese proyecto de ley las vacuas —y falaces, en el caso de los correctores— afirmaciones sobre el papel cultural de la cadena de profesionales de la edición, que no llevarán, sin duda alguna, a ninguna mejora, porque, como cantaba Mina, sonno soltanto parole, parole, parole.

Silvia Senz (Sabadell)

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Lengua, traducción, calidad editorial y proyecto de ley del Libro

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Gracias a esa estimable fuente de información y análisis sectorial que suele ser el blog Opinión Con Valor +, me ha llegado la edición del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados español correspondiente a la sesión número 34, celebrada por la Comisión de Cultura de este organismo. En ella se recogen, entre otras, las comparecencias de Mario Merlino Tornini, presidente de la ACEtt (Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España), y de Antonio M.ª Ávila Álvarez, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con motivo de la tramitación del nuevo marco legal de definición y regulación del libro que es el proyecto de ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas.

Entresaco de esta sesión algunos párrafos relacionados con la presencia en el texto de cinco cuestiones que suelen ser objeto de análisis de esta bitácora: la lengua; el ERE; la responsabilidad del editor (publisher); el reconocimiento de la figura de algunos de los profesionales más directamente vinculados con la calidad formal de una obra publicada (traductores y correctores, en este caso; no se dice nada, por desgracia, de los grafistas, los editores de mesa, los redactores, los maquetadores...); y el modo como interpreta (u obvia, sin más) todo ello la FGEE —aspecto que destacaré con especial énfasis.

De la intervención de Mario Merlino:

El señor Presidente de la Asociación Colegial de Escritores, Traductores, ACE (Merlino Tornini):
En principio, reafirmo las gracias por estar aquí y por tener la posibilidad de expresar la posición de la Asociación de Traductores. [...] al definir las funciones del editor no se menciona explícitamente su responsabilidad respecto a los criterios de calidad del libro, lo que implica una vez más un reconocimiento no meramente simbólico de quienes contribuyen a su creación: autor o traductor, ilustrador y yo diría hasta corrector de estilo, etcétera. Precisar las funciones de los interlocutores en el caso concreto de las tareas que nos corresponden a nosotros como asociación, es decir, las funciones del editor y las del autor o traductor, ha de favorecer por lo menos, desde el punto de vista de los ideales íntimos, un mayor entendimiento, una relación responsable en la negociación de los contratos, un pacífico disparo a favor de la calidad del libro y, por tanto, a favor del respeto a los lectores que, en última instancia, son los genuinos destinatarios del libro. Por ello hemos insistido —y seguimos en esa lucha— en la necesidad de formar comisiones paritarias que apunten a un acuerdo en la negociación entre traductores y editores.

La señora Rodríguez-Salmones Cabeza [del Grupo Parlamentario Popular, a Antonio M.ª Ávila]:
En el proceso de creación y de edición del libro, cuando se necesita, el traductor es la pieza fundamental sin la cual nosotros no podríamos nunca llegar a la lectura. Hay muchos otros ámbitos donde el traductor tiene un reconocimiento físico. ¿Usted cree que este reconocimiento en los créditos del libro y en la propiedad intelectual debería hacerse a todos los que hoy figuran en esos créditos, al traductor, al corrector y al ilustrador? Nos encontramos con que hay tres ausencias claras en la ley. Los problemas son distintos —iba a decir los niveles, que según—, pero ¿qué se derivaría de ello en problemas de derecho, de propiedad intelectual y de tramitación de estos derechos?

Usted no ha entrado en una cuestión importante. ¿Cómo se percibe, se retribuye y se reconoce al traductor? Hay grandes traductores profesionales, hay traductores menos importantes y hay traductores por aquello de que se traduzca una obra y que una persona conoce el idioma.

Dirá que esto sucede igual con los escritores y con los editores. Yo he hablado de esta cuestión con los editores, del reconocimiento del traductor, del mayor reconocimiento del traductor y el editor inmediatamente plantea que hay traductores y traductores, por entendernos. Hay traductores cuyo reconocimiento parece fundamental y hay traductores que han hecho bien su trabajo y sencillamente han traducido, pero no son equiparables a los traductores que tienen ese gran reconocimiento. Entonces mis tres preguntas serían estas. ¿Cree que los ilustradores, los traductores y los correctores tendrían que tener un tratamiento similar? ¿Qué se deriva de ello en derechos de propiedad y en la gestión de los derechos? Y por otro lado, ¿es cierto que dentro de la profesión del traductor encontramos unos desniveles tan importantes que el editor, a veces, lo pone sobre la mesa como uno de los límites por los cuales las traducciones no tienen el reconocimiento que nosotros, como usted, creemos que deben tener en todo este proceso?

El señor Bedera Bravo [del Grupo Parlamentario Socialista, a Mario Merlino]:
[...] Por lo que se refiere al proceso, desde la creación hasta la lectura, hasta que el libro llega a manos del ciudadano, si los autores son la génesis, es evidente que ustedes han tenido bastante mala prensa, históricamente hablando, aunque no sé si, como decía la señora Rodríguez-Salmones, porque hay categorías o no. Nos consta que no es su caso. Usted es Premio Nacional de Traducción del año 2004, sabemos dónde está, y quizá por eso pueda respondernos mejor a algunas de las preguntas. Han tenido mala prensa. Ha habido bastantes avances en los últimos tiempos desde la época de la democracia, quizá cierto reconocimiento o al menos que aparezcan, porque efectivamente hay obras en las que no aparecen. Cuando un lector, un niño, toma un libro en sus manos, puede entenderse que el libro está escrito en castellano, cuando muchas veces no aparece ni el nombre del traductor. Usted, que también es traductor de italiano, habrá oído lo de traduttore-traditore, el famoso adagio italiano, famoso negativamente quiero decir. Ustedes han tenido mala prensa, y quizá sea ahora el momento de cambiarlo.

Por eso quiero hacerle algunas preguntas: ¿No cree usted que el concepto autor ya engloba también a los traductores?

Aparece en la Ley de Propiedad Intelectual. ¿Cree usted necesario que se explicite todavía más en esta ley la importancia del traductor? Y enlazando con lo que acabo de decir sobre los premios —artículo 5, donde se recogen los premios nacionales—, ¿cree usted que para los traductores es un acicate el mantenimiento o incluso la ampliación? Usted hablaba del mantenimiento de las dos vertientes, de las contestaciones que daban. ¿Cree usted que esto es un paso adelante en ese reconocimiento?

Otra pregunta que le quiero hacer, aunque tiene que ver colateralmente con su actividad principal, es qué opinión tiene usted del tratamiento que da la ley al formato libro, a la desaparición del objeto. Algunos somos un tanto mitómanos y nos gusta no solamente leer un buen libro, sino también ver una buena edición. ¿Qué opinión tiene usted?

[...] quiero comentarle una última cosa. Usted ha hablado de que hay chapuzas, a lo que también me sumo. Esto de hablar en segundo lugar tiene sus cosas buenas en algunos momentos, y sus cosas malas en otros, cuando vamos de la mano. Me gustaría que usted respondiera cómo ve esta cuestión para que no les digan aquello que decía Voltaire, que las traducciones incrementan los defectos de las obras y ensombrecen las bellezas. ¿Cómo ve usted todo esto?

El señor Presidente de la Asociación Colegial de Escritores, Traductores, ACE (Merlino Tornini):
[...] Con respecto a la primera intervención, sobre autores, traductores, correctores e ilustradores —vaya conjunto—, hay cosas que usted ha preguntado y que usted misma ha respondido. Decía que en el campo de la escritura hay buenos escritores, escritores regulares y malos escritores. [...] Con los traductores hay que seguir el mismo criterio que se sigue con los autores. Aquí es donde está la dificultad. El editor que especula con que hay traductores que no son tan buenos, si en realidad lo que quiere es gastar menos en la producción del libro, que contrate a un traductor regular, y lo que no le paga al traductor bueno que se lo pague al corrector o a cualquier otra persona que intervenga en el proceso de producción del libro. Esto —ahora se me mezclan un poco las cosas— tiene que ver con la mala prensa de los traductores. Claro que hay traductores que son malos profesionales, pero como hay malos profesionales en todos los ámbitos de la actividad humana. La capacidad de control de esa calidad es difícil. En cualquier caso, quiero insistir en la importancia del traductor y de su mención, no sólo en los créditos, no solo en la paginita con la letra muy pequeña, sino también en la cubierta, también en la portada, ya que puede ser un elemento a tener en cuenta, si el editor sabe elegir. Porque si llega un traductor novato —no estoy hablando solamente de los que estamos formados— que nunca ha hecho un trabajo de traducción, para eso existen las pruebas que puede hacer el editor y si la prueba es buena, por qué no darle un espacio a ese traductor recién llegado. Yo, como muchos colegas, comencé así. Perdón si me disperso un poco, pero comencé así y además lo hice en un momento en que la producción era magnífica, y tuve la suerte —aunque como figura en el Mesón
La Cueva del Vino, de Chinchón: La suerte es el minucioso cuidado de todos los detalles— de hacer mi primer trabajo en Alfaguara, cuando dirigía la editorial don Jaime Salinas, y era la primera vez que en España aparecía el nombre del traductor en la cubierta, y había un celoso cuidado en la calidad de las traducciones. ¿Por qué no recuperar esa buena historia —que la hay en España, esto fue en el año 1977, afortunadamente en los comienzos de la democracia—, y se sigue por ese camino? En cuanto al reconocimiento de los derechos, evidentemente ahí hay negociaciones que corresponden a cada asociación o a cada gremio por separado. Debo reconocer la importancia de los ilustradores y hasta de los correctores, pero eso forma parte de una negociación, no estrictamente individual, porque cada individuo puede ir arropado por la asociación que lo protege, pero en este caso, como usted me preguntaba a propósito del reconocimiento de los derechos, es lo que le puedo responder.

Con respecto a esos lugares comunes, que muchas veces utilizan los editores para hablar mal de los traductores, ¡basta de lugares comunes! Habrá que enfrentarse con un traductor bueno, habrá que buscarlo. Si el traductor es recién llegado, insisto en que habrá que someterlo a una prueba. Nadie se va a escandalizar porque lo sometan a una prueba, si todavía no tiene experiencia anterior.

[...] estamos hablando mucho del sentido de la responsabilidad, de la responsabilidad profesional, y yo les exigiría a los editores que asumieran definitivamente su responsabilidad profesional como editores, y que no se convirtieran en meros mercachifles.

Con respecto a la mala prensa, de alguna manera ya lo he citado. Por ejemplo, cuando se quiere publicar un libro no se discute si la obra es interesante o puede ser hasta llevadera, como para pasar el rato; pero cuando se ha hecho el contrato con el autor en ningún momento se le plantea que tiene una frase un poco torcida o mal escrita. Parece que el traductor siempre tiene la culpa de la mala redacción de los textos. [...] Supongamos que una traducción no es del todo buena, pero para eso existe el trabajo de corrección. Hay correctores que a mí y a muchos colegas míos, muy profesionales, nos siguen haciendo observaciones y muchas de ellas correctísimas.

No tengo ningún problema en reconocerlo, porque no es que el texto nos salga maravillosamente bien siempre, ya que a veces tenemos caídas, como todo el mundo.

Pero si hay un buen nivel en conjunto, esas correcciones son aceptables y necesarias. Por eso son importantes los correctores y por eso los citamos.

Con respecto a si hace falta insistir, ya que se ha avanzado en la conciencia de que le traductor también es un autor, creo que sí. Hace falta insistir porque todavía no es una conciencia generalizada. Cuando esa conciencia sea efectivamente generalizada, la palabra sobrará, pero a estas alturas todavía no sobra, y sigue siendo fundamental para que hasta en la ley se especifique claramente que el traductor es un autor. Desde el punto de vista de la organización, nosotros somos la sección autónoma de traductores, dentro de la Asociación Colegial de Escritores, y eso implica un reconocimiento.

[...] Me da la sensación —no seré yo el que les convenza de que hay que hacerlo— de que tampoco modifica demasiado la estructura de la ley añadir ese considerando.

De la intervención de Antonio M.ª Ávila:

La señora Rodríguez-Salmones Cabeza [del Grupo Parlamentario Popular, a Antonio M.ª Ávila]:
[...] ¿A usted qué le parece que traductores, correctores e ilustradores tengan un tratamiento en esta ley, que no lo tienen? Sé que lo de los impresores les parece una laguna porque en sus alegaciones lo hicieron saber, pero es una laguna que no se ha recogido y no entendemos la razón, porque si hay algo vinculado a un libro, es el impresor, sin la menor duda y sustancial, pero querríamos saber qué dicen ustedes.

Nosotros lo vamos a proponer, ustedes lo hicieron en las alegaciones recogiéndolo también y mañana les oiremos.

Hay una laguna que el primer compareciente y en general todo el que ha comparecido hasta ahora ha reconocido y es la relativa al autor. El autor no existe —bueno sí existe, qué tontería—, entendámonos, definición: autor, no existe; impresor, no existe. Entonces se puede no hacer definiciones porque no es necesario hacer muchas definiciones, pero nos parece que ellos tienen que estar. [...]

En cuanto a otras cuestiones que ustedes han dicho en las alegaciones, la lengua y el espacio iberoamericano son sustanciales al libro. No es que sean de la máxima importancia es que son meollo en el libro.

El señor director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, FGEE (Ávila Álvarez):
[...] Falta la figura del impresor, la habíamos pedido. Entiendo que la del autor no está, porque está en la Ley de Propiedad Intelectual. Por tanto, ahí está la figura del autor, puro y duro, la del traductor y la del ilustrador, y su sitio y su sede natural debe ser la Ley de Propiedad Intelectual. Esa es la razón por la que no está en la ley, porque está en la Ley de Propiedad Intelectual. Siempre hemos considerado que el traductor es autor, que el ilustrador es autor y así se contempla en el negocio editorial. [...] Justo porque entendemos que la lengua es tan importante es por lo que pedíamos la mención especial al espacio iberoamericano, porque —esto enlaza con una de las preguntas que me hacía el representante del Grupo Parlamentario Socialista— no solo es un mercado comercial, es algo más y ese algo más es ese espacio único en español que estamos construyendo entre América y España —y ojalá que algún día se incluya a Guinea o a Filipinas— y es el que creemos que debe potenciarse de manera especial.

Ese espacio también explica por qué, siendo un país atrasado por unas infraestructuras culturales deficientes, con un mal servicio público que ha habido tradicionalmente —y que explica una tasa baja comparada con la Unión Europea, pero que va subiendo en los últimos años—, somos una industria editorial: porque hemos tenido que salir fuera debido a que el mercado interno era raquítico. El editor español necesita a América, viaja a América. En cuanto se crea una editorial, a los dos años ya están haciendo su viaje a América. No se puede entender la industria editorial sin América y lo que eso significa. Por eso nos es tan importante la mención a la lengua española y al espacio en español con nuestros colegas iberoamericanos.

 

Silvia Senz

Artículos estrechamente relacionados:

Sobre el espacio común iberoamericano del libro y la responsabilidad lingüística de las editoriales, recomendamos leer, de Victoriano Colodrón:

«El territorio de La Mancha: libros, lengua y... dinero. (Unidad y diversidad del español en el “espacio común del libro”)»,

 

Y en este blog:

«Lecciones de lengua, traducción, edición y consumo cultural (a cargo de Javier Marías)»

«Copyleft, función social del editor y calidad editorial»

«Contrastes culturales de la idea de editar»

«Oficios por proteger, oficios que conocer: el Forum des métiers du livre»

«La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (3.ª parte)»

«Diversidad lingüística hispanoamericana, español como recurso económico y políticas lingüísticas institucionales»

«Lectura fácil, o la edición inclusiva (I)»

«La corrección y la edición: una senda desconocida hacia el lector»

«De niños y editores»

«Especies editoriales en extinción: Manifiesto de los Correctores de Español»

«Corrijo, luego no existo»

«En el día del corrector de textos»)


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Dosdoce presenta un buscador y un agregador culturales

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Pilar Chargoñia venía hace pocos días comentando el relevante papel que ha adquirido la red en la difusión cultural, y la autoridad creciente que están adquiriendo los blogs y páginas sobre el libro en la valoración de la producción editorial. Una función, por cierto, en la que esta bitácora cumple la modesta pero necesaria labor de aportar una visión profesional sobre la calidad formal y textual de las publicaciones españolas y latinoamericanas, en cualquiera de nuestras lenguas, y de analizar cómo afecta la pujante expansión del español al mercado mundial de la edición.

Atentísimos a la trascendencia de la red en la difusión cultural, el equipo de Dosdoce nos anuncia en su estupendo blog sobre cultura, comunicación y márquetin, Comunicación Cultural, que celebran su tercer aniversario con la puesta en marcha de dos nuevas herramientas de gestión de información cultural para editores y profesionales del libro: un buscador cultural y un agregador cultural, creado este último en colaboración con Grupo Evoluziona.

Ambas tienen como objeto facilitar a los profesionales del mundo del libro la gestión de la abundante información sobre libros en la red y permitirles a un editor y a su jefe de prensa mantenerse al día de cualquier noticia publicada en internet sobre sus libros.

El buscador cultural rastrea los contenidos publicado en más de 150 blogs literarios y medios digitales que habitualmente publican reseñas de libros o elaboran artículos de opinión y estudios sobre temas relacionados con el sector del libro. Paralelamente, este buscador identifica todos los contenidos publicados en los sitios web de más de 3000 editoriales y librerías independientes de toda España. En febrero, el buscador ampliará su campo cultural añadiendo otros 2000 sitios web de museos, galerías de arte y bitácoras culturales a la base de datos de este buscador especializado.

En Dosdoce invitan a todas aquellas personas que consideren que su blog, editorial, librería, etcétera, debería estar en este buscador cultural que les envíen un e-correo a con el nombre de su sitio web, su URL, y un par de párrafos descriptivos de la bitácora, web o empresa, a fin de contar con ellos para próximas actualizaciones.

El agregador, que se presentará próximamente en Madrid, incluye 50 blogs especializados en el sector del libro y la edición. La presentación tendrá lugar el martes, 23 de enero, a las 10.30 horas, en el Salón de Actos del Centro Cultural Conde Duque de Madrid. La entrada es libre pero el aforo limitado, por lo que es conveniente reservar plaza en incluyendo datos personales (nombre, entidad cultural, e-correo de contacto).

Actualización (24/01/2007): el agregador está ya listo para descarga y uso aquí.

 

Silvia Senz (Sabadell)

 

 

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El libro y la magia

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Se habla y se ha hablado, y mucho, sobre el libro tradicional y el nuevo libro, o libro digital. El libro nuevo no se presta a definiciones cerradas. Si bien en los comienzos de las nuevas tecnologías unos lo veían como un mero cambio de soporte para los mismos contenidos y más adelante se dibujaba como una amenaza a editores y sociedades de derechos de autor en forma de empresas que digitalizaban libros a tutiplén, la gente comenzó a percibir las ventajas del hipertexto e incluso a escribir libros explícitamente hechos para la web y algunos opinaron incluso que la red en sí es un libro lleno de páginas con sus propios índices (buscadores) en que todo el conocimiento humano tiene cabida. Y surgieron los blogs, otra forma tan revolucionaria como la www para llegar a todos los lectores.

Hay expertos que analizan estos cambios, que llevan años explicándolos, y muy bien. Yo recomiendo desde esta bitácora que se den un paseo por dos sitios: el primero, el sitio de José Antonio Millán; en particular, sus artículos «La lectura y la sociedad del conocimiento», «Leer en tiempos de abundancia», «Google y Europa»… y su blog El Futuro del Libro. El segundo, el blog Opinión con Valor +, de Txetxu Barandián, sobre todo su sección «El mundo del libro». Ambos ofrecen además opiniones y artículos de otras gentes muy interesantes, ya sea en su propio sitio, ya mediante enlace. Aprovechen, también, para navegar con tranquilidad por JAM y por Opinión con Valor. No los defraudarán.

A raíz de esto tan complicado que hoy es el libro, déjenme que les traiga a colación la definición que el Proyecto de Ley de la Lectura, del Libro y de las Bibliotecas da para libro:

Libro: obra científica, literaria o de cualquier otra índole que constituye una publicación unitaria en uno o varios volúmenes y que puede aparecer impresa o en cualquier otro soporte susceptible de lectura.

Se entienden incluidos en la definición de libro a los efectos de esta ley los libros electrónicos y los libros que se publiquen o se difundan por Internet o en otro soporte que pueda aparecer en el futuro, los materiales complementarios de carácter impreso, visual, audiovisual o sonoro que sean editados conjuntamente con el libro y que participen del carácter unitario del mismo, así como cualquier otra manifestación editorial.

Compárenla con la definición de libro que daba la UNESCO en 1964 en su «Recomendación sobre la normalización internacional de las estadísticas a la edición de libros y publicaciones periódicas», que hemos estudiado todos los que alguna vez hemos opositado a bibliotecas:

Definiciones

6. Las siguientes definiciones, que no afectan los acuerdos internacionales en vigor, se han redactado especialmente para ser utilizadas a fines de la realización de las estadísticas relativas a la edición de libros a que se refiere la presente recomendación :
a. Se entiende por libro una publicación impresa no periódica que consta como mínimo de 49 páginas, sin contar las de cubierta, editada en el país y puesta a disposición del público ;
b. Se entiende por folleto la publicación impresa no periódica que consta de 5 a 48 páginas sin contar las de cubierta, impresa, editada en el país y puesta a disposición del público.


Está claro que la definición necesitaba revisarse, pero los sentimentales echaremos de menos las cuarenta y nueve páginas.

Y como sentimental que soy, y como colofón, les contaré una anécdota de ésas que uno recuerda para siempre —el que la vive, claro—. Era el año 2000 y yo era más joven que ahora, mucho más joven, a pesar de que ya tenía a mis dos hijas. Traducía algunos textos técnicos del francés y, sí, corregía de vez en cuando trabajos o tesis que me remitían particulares, pero mi gran amor eran los libros y las bibliotecas.

Ese año, el Museo Arqueológico Nacional ofreció un ciclo de conferencias bajo el nombre de «La escritura y el libro en la historia» —lo cierto es que este museo, sito en la calle Serrano de Madrid, a espaldas de la Biblioteca Nacional, organiza actividades muy interesantes—. Una amiga y yo asistíamos a todas las conferencias que podíamos de ese ciclo y no nos arrepentíamos, aun teniendo que robar el tiempo de donde no lo había.

El caso es que una de las conferencias la iba a dar Hipólito Escolar Sobrino. ¡Don Hipólito Escolar! El que haya estudiado o leído siquiera algo de historia del libro sabrá lo emocionante que nos resultaba que viniera él en persona, en carne y hueso. ¡Y para colmo, su conferencia se titulaba «El orto de la Galaxia Gutenberg»!

Ese día fuimos con antelación, convencidas de que el aforo estaría completo enseguida y nos quedaríamos fuera. Sorpresa: hubo sitio, no diré que de sobra, pero no menos que en las otras conferencias.

Fue un placer verle y oírle hablar. Tomé notas, por supuesto, como en el resto de las ponencias a las que asistí. Pero no me hace falta consultarlas para poner aquí un dato con el que comenzó él: «De los aproximadamente cinco mil años de la historia de la escritura, sólo cinco siglos los ocupan los incunables y los libros actuales; eso hace un 10 %, ¿no me engaño?». Y tampoco tengo que consultarlas para compartir con ustedes las palabras con que terminó: «Es el fin de la Galaxia Gutenberg: el libro va a dejar de existir tal y como lo conocemos. El (o la) Internet acabará con el libro actual».

¿Qué quieren? Era Hipólito Escolar quien me lo decía. Para mí fue como el día en que mis hermanos mayores me dijeron que los Reyes Magos eran papá y mamá, que si quería ir a comprar algo con ellos. Un mundo nuevo se abrió, por supuesto, pero la llorera no me la quitó nadie.

Ana Lorenzo, Rivas Vaciamadrid (Madrid), España

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La patraña del gran editor

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En pleno fervor promocional del premio Planeta 2006, Màrius Serra, otro de los premiados por Planeta, en su caso con el premio Ramon Llull 2005 por su novela Farsa, se sirve de las nuevas tecnologías no sólo para publicar sus últimas creaciones , sino para buscarse la necesaria promoción para Patraña (la recién publicada versión castellana de Farsa), que Planeta sólo parece dispensar a sus premiados recientes.

Màrius Serra no es un adelantado ni tampoco una excepción. Como otros autores, sufre el progresivo deterioro de los servicios que les prestan su editores ­—que también son sus distribuidores en las grandes editoriales; libreros incluso si disponen de cadenas de librerías— y que a menudo se reducen ya a la impresión, la encuadernación y la distribución en librerías, con una labor de edición y promoción a menudo precaria; a cambio, eso sí, de embolsarse buena parte del 90 % de precio de venta al público de cada ejemplar. Y, como otros autores, Màrius ha de convertirse en su propio publisher, esto es, ha de encargarse de hacer pública su obra, de ponerla por sus propios medios en conocimiento del lector.

Hace poco tiempo, la prolífica revista Dosdoce publicó un estudio sobre las estrategias de promoción y comunicación que utilizan las editoriales españolas, quienes, según sus conclusiones, desaprovechan el potencial de las nuevas tecnologías. Vistas las actuales tendencias en la edición, sería interesante mover el foco de ese estudio y centrarlo en las estrategias promocionales que los autores se ven obligados a utilizar. Probablemente se vería que superan —y con mucho— en ingenio a los medios que tan torpe y discriminadamente emplean las grandes editoriales.

A este paso, van a ser los grandes grupos editoriales quienes aboquen a sus autores no ya sólo a la autopromoción, sino a la autopublicación. Empresas como Lulu.com, recién desembarcada en España, que permite autoeditar muy fácilmente una obra, publicarla y promocionarla en la web e imprimirla bajo demanda, «sin intermediarios entre el autor y el comprador», y por supuesto Amazon y Google Libros los acogerán con los brazos abiertos. Y el autor, que puede elegir ya qué licencias aplicar a su obra digitalmente publicada, y hacerlo con toda facilidad, sólo necesitará solicitar un número ISBN para su obra y lanzarla a la carrera comercial vía web. También los correctores, editores de mesa, redactores, traductores, diseñadores gráficos..., tan mal queridos en las editoriales, seguiremos ahí, como un servicio independiente de un editor ya innecesario, desde el momento en que deja de aportar valor al producto y servicio al autor y al lector. Porque contrariamente a lo que afirmaba José María Barandiarán en un interesante artículo sobre el panorama de la autoedición en España («La democratización de la edición tiene, no obstante, algunos inconvenientes de cara a la calidad del producto: “Los libros son peores en cuanto a la corrección del texto, por la velocidad y la facilidad a la que puede plantearse la publicación y por el hecho de que no hay detrás un editor que se preocupe de corregir el contenido”), los libros sólo son peores cuando quien los genera entiende la edición en función de su cuenta de resultados.

Lo decía hace poco José Antonio Millán, en una entrevista publicada en la revista Eroski-Consumer.es:

¿Cree en la propiedad intelectual de la obra escrita como un medio para obtener beneficios derivados, o bien apostaría por que el creador enajenara sus beneficios de la difusión libre de su obra? ¿Estamos preparados para un escenario así o seguimos necesitando a los intermediarios (editores, agentes, correctores, impresores...)?

Creo que son dos cuestiones distintas. La licencia Creative Commons, que permite compartir sin uso comercial, a la que está sujeta parte de mi obra, es una herramienta de difusión (y por tanto de publicidad, de influencia...) muy grande. Lo explico en el artículo La gestión del entusiasmo. Pero eso no impide que cuando se quiera hacer uso comercial, mi agente literario le venda a un editor el derecho a publicarla. Los intermediarios son una cuestión distinta. Tengo la sensación de que los editores (y hablo en genérico: yo tengo hoy en día de los mejores editores que se puedan encontrar) están incumpliendo cada vez más el pacto con sus autores. En parte por la creciente degradación del circuito distribuidor-librería, y en parte porque están reduciendo costes de manera radical, y eso se nota en la calidad del producto final. Eso puede forzar a muchos a buscar medios alternativos de difundir su obra. Entre que te edite alguien que va a distribuir mal tus libros (porque los va a tener dos semanas en las librerías) y otro que los va a tener constantemente disponibles en una librería virtual, y los va a imprimir con impresión bajo pedido (print on demand) a medida que los necesite y los va a enviar a los compradores, la elección va a ser bien clara. Claro, que al final habremos sustituido un intermediario (el editor) por otro (la librería virtual, o un proyecto como Google Libros). El panorama se está rehaciendo... Respecto a los agentes y los correctores, me siguen pareciendo importantes en el medio digital.

Y, concluyendo, este es el e-correo que envía Màrius Serra, por su cuenta y riesgo, a quienes considera lectores potenciales de Patraña, en un intento de promover un boca-oreja internético:

Hola, soy Màrius Serra.

Ya sé que hoy todos los medios de comunicación hablarán del nuevo premio Planeta de novela.

Por eso yo hoy, si no te molesta, querría importunarte brevemente para anunciarte la llegada a las librerías de mi novela Patraña (también editada por Planeta, aunque con una inversión promocional mucho más humilde, me temo).

Y que conste que el título del e-mail no es una crítica a los premios literarios en general ni al Planeta en particular. Las patrañas abundan en todos los campos.

Mi Patraña es una novela compleja, pero espero que te sea gratificante.
En 1856, Robert Houdin, padre de la prestidigitación moderna, viaja a Argelia enviado por el gobierno francés para demostrar la primacía de la razón ilustrada.

En la Barcelona del Fòrum 2004, un mago aplica un truco del mismo Houdin a inmigrantes sin papeles. Al salir del armario, los inmigrantes hablan catalán, tienen una visa de La Caixa y son socios del Barça. A continuación desaparecen sin dejar rastro hasta que los localizan en el Gran Casino de Barcelona.

La solución al intricado laberinto de relaciones entre ciudadanos indígenas e inmigrantes tiene que ver con el lenguaje, y más concretamente con las palabras que Saussure buscara bajo las palabras en su nunca demostrada teoría de los anagramas.

Esta parodia de la sociedad occidental de nuestros días, galardonada con el premio Ramon Llull de las letras catalanas 2006, ya ha recibido el aplauso de la crítica y de miles de lectores catalanes.

Ahora tengo el gusto de invitarte a leerla en la traducción al castellano de Roser Berdagué y anunciarte que dentro de pocos meses Meri Pozza la publicará también en italiano.

Espero que, si te gusta, la recomiendes a tus amigos castellanolectores. Seguro que al premio Planeta no le hace falta el boca a boca, pero a Patraña sí, de modo que, aun a sabiendas de ser poco original, reenvíame a discreción.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, aún en España)

El presidente de México veta el régimen de precio único del libro

En una nota anterior me referí a la promulgación en México de la nueva Ley de Fomento de la Lectura y el Libro, que instituía el régimen de precio único. Entonces hablaba de las bondades del régimen y señalaba como siguiente tarea superar dos obstáculos inmediatos: la centralización excesiva y problemas de distribución.

Pero en estos días el presidente Fox vetó la disposición del precio único (no toda la ley) basándose en una opinión de la Comisión Federal de Competencia, según la cual, para citar las palabras del director de la comisión, Eduardo Pérez Motta, «el esquema del precio único impediría a todos los participantes en el mercado de los libros ofrecer a los consumidores precios más bajos, aunque estuvieran en condiciones de hacerlo por operar eficientemente, debido a que esta práctica quedaría fuera de la ley». Hace un año, el 5 de octubre de 2005, la CFC ya había hecho pública su oposición, así que no es ninguna sorpresa su postura.En cambio, sí sorprende la metodología que siguió para fundar su opinión. Explica José Ángel Quintanilla, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, que todo lo que hizo la comisión fue consultar en el sitio electrónico de Amazon el precio de dos libros en seis mercados, tres de precio único y tres de precio libre. Con esa «muestra», la comisión concluyó que el precio único aumenta el costo para los consumidores hasta treinta por ciento.

No es el único pecado de la Comisión Federal de Competencia. También pasó por alto la opinión casi unánime de libreros y editores, que viven a diario la concentración del mercado y que tienen que enfrentar la presión de las empresas más grandes por conseguir descuentos que nunca están al alcance de las librerías pequeñas, tanto las especializadas como las que atienden a lectores de ciudades alejadas o poco pobladas. Ignoró también la opinión de intelectuales cercanos al medio editorial. El resultado, como era de esperar, ha sido la reprobación general (para tres ejemplos accesibles, véase el artículo del periodista Fernando Escalante, que da un repaso al veto del presidente, la nota de la poeta Coral Bracho, en la que revisa el régimen del precio único en otros países y el comentario de Alberto Ruy Sánchez, sobre la debilidad de las explicaciones del presidente y sus consejeros).

Las editoriales y las librerías no compiten con precios, sino, por ejemplo, con su catálogo. En las situaciones ideales, compiten también en el terreno de la calidad y el cuidado editorial. El veto del régimen de precio único es una de esas equivocaciones bien intencionadas de las que es difícil retractarse. Por si fuera poco, México empieza estos días la transición del gobierno federal, de modo que no se avizoran cambios en varios meses. Llegará, sin embargo, la hora del arrepentimiento. Seguramente retomaremos el régimen de precio único y, con suerte, daremos otros pasos mejor encaminados. Esperemos que sea pronto.

Javier Dávila, ciudad de México

Prestigio y calidad lingüística: el futuro del mercado de la edición... en EUA

[Viene de aquí.]

Vivimos una época de profunda crisis del purismo y el prescriptivismo normativo español, fruto de un obsoleto modelo de norma culta única y hegemónica, que ha dado paso a una política académica de diplomática defensa de la diversidad (o norma policéntrica piramidal), y fruto también de la actual aceleración del proceso de cambio lingüístico, propiciado por un creciente mestizaje de lenguas y culturas y por el efecto amplificador de nuevos usos lingüísticos que tienen los medios de comunicación de masas .

La lengua española tiene ya un alcance y una variedad de usos tan inabarcable, y su difusión está hoy en tantas manos, que establecer medios dinámicos de criba, regulación y fijación de los usos, con el fin de conformar una norma común, resulta una labor compleja que exige nuevos métodos. Parece que el único que se plantean hoy las autoridades normativas al respecto es sentarse a esperar que fructifiquen en el terreno neutral de los medios de comunicación hispanos de EUA las semillas de la norma mediática panhispánica que van sembrando, con ayuda de los mecanismos de autorregulación de la propia lengua y del abono que procuran los imperativos de la sociedad de la información, la mundialización y el papel del español como activo económico (esto es, la necesidad de emplear un español internacional para la comunicación, el desarrollo de tecnologías de la lengua y la enseñanza del E/LE). Se diría que no confían en que haya otros medios que permitan a la unidad del español —y a sus valedores— sobrevivir a su diversidad dialectal, a la pluralidad de su norma culta, a su ineludible descastellanización, a la mala imagen de un modelo excluyente y eurocentrista de norma culta, y a las razones secesionistas andaluzas, de viabilidad legal abierta por procesos de secesión hasta hace poco refrenada (pero ya efectiva), que afectan a otras lenguas de España.

Atrás parecen quedar los días en que el control de los restringidos medios de expresión de una lengua permitieron, sobre la base del purismo idiomático, de determinados criterios de corrección y de la ejemplaridad, separar el grano de la paja y establecer claramente un modelo de lengua homogénea y genuina, cuya prevalencia se ha garantizado mediante la asociación de ese modelo a la expresión —sobre todo escrita y, por tanto, más fija— propia de hablantes de un elevado nivel cultural, y a los conceptos de prestigio y distinción social. Hoy, cualquier uso parece aceptable —o no rechazable en principio—, siempre que permita una comunicación eficaz, y de que no derribe las paredes maestras del español o altere su código ortográfico. (No olvidemos que la ortografía es la plasmación de la unidad del idioma y, por puramente convencional, la parcela más inasequible al cambio lingüístico; salvo, claro, que unánimemente se decidiera simplificarla para facilitar su aprendizaje y mejorar su uso; o reformarla para que represente los rasgos fonéticos y fonológicos mayoritarios del español, que están más próximos a los que refleja la propuesta de ortografía andaluza que a los del habla que fundamenta la actual ortografía.)

Esta crisis del prescriptivismo ha modificado sustancialmente la percepción general de la corrección lingüística, como todos los correctores de español (escrito, especialmente) un poco bregados hemos ido observando en nuestra práctica profesional; y no sólo por el principal efecto que este nuevo punto de vista ha tenido en nuestro trabajo (la progresiva supresión de los procesos de corrección y de la figura del corrector profesional en los medios escritos y orales), sino por el cambio de actitud en las demandas de los autores, lectores y editores que siguen exigiendo un texto correcto. Lo que cuenta a ojos de muchos de ellos ya no es tanto nuestra labor censora como nuestra mediación para hacer un texto más comprensible y legible. Lo relevante de una corrección no es cazar esas irregularidades de la lengua que reflejan una evidente fase de transformación de usos y paradigmas (impropiedades léxicas o extranjerismos mínimamente establecidos, solecismos generalizados...), sino procurar que los usos sean uniformes para no marear al lector; que —sin sobrepasar los difusos límites entre escritura y corrección de textos— el texto esté bien articulado; que el registro y el nivel de lenguaje sean los adecuados al texto y al destinatario; que la ortografía sea impecable, y que las convenciones ortotipográficas y la puntuación sirvan para mejorar la construcción y comprensión del texto.

Parece que corregir ya no equivale, pues, a conferir prestigio a un texto, sino a acercarlo al lector. No obstante, parece también que la vieja (o no tan vieja) idea de que la lengua correcta y ejemplar, «el buen escribir y el buen hablar», imprime un marchamo de calidad y distinción social a quien la usa no ha sido completamente desechada y pervive —por necesidad— en el terreno de las relaciones públicas y empresariales y en el asentamiento del español en Estados Unidos.

Hace poco me topé con un curso organizado por la Fundación Canaria Empresa de la Universidad de La Laguna (Tenerife), titulado «Norma lingüística y prestigio social (la lengua española en las relaciones sociales y laborales)». Los objetivos de este curso, dirigido a universitarios canarios (de habla canaria, se supone) en situación de desempleo, son: «a) Concienciar a los alumnos de la importancia que tiene el correcto uso del idioma en las relaciones sociales y laborales. b) Informarles de conceptos lingüísticos fundamentales relacionados con la unidad y la variedad idiomáticas: dialecto, sociolecto, registro, norma lingüística. c) Proporcionarles la información y los recursos fundamentales para que puedan afrontar y resolver con buen criterio los distintos problemas lingüísticos».

Se diría, pues, que la noción de que el uso correcto y apropiado del lenguaje es sinónimo de «saber estar» y de cultura y que contribuye a mejorar la imagen pública pervive en la conciencia de los hablantes. ¿A qué se debe esta mentalidad que equipara dominio de la norma lingüística con nivel social y cultural elevado? Sin duda, como hemos señalado, a que el criterio de corrección que, de manera general, se ha aplicado a la confección de la norma común está referido al nivel culto, puesto que se considera que el hablante de este nivel es el más capacitado para la comunicación eficaz y que el nivel culto de la lengua, por su riqueza expresiva, es el más eficaz como vehículo de pensamiento y cultura. Por esta razón, la corrección del habla sigue teniendo entre los hablantes un papel determinante en la aceptación y promoción social de un individuo; pero no sólo en la de un individuo, sino en la de toda una comunidad de hablantes, como ocurre con el español de los hispanos de Estados Unidos de América.

En el caso del español que se habla en Estados Unidos, el muy diverso origen social y geográfico de la inmigración hispana, y sus enormes diferencias en cuanto a nivel educativo y de dominio del español (no siempre lengua materna en ciertos grupos de inmigrantes) generan una imagen social de rechazo del español como lengua de cultura y pensamiento. A ese rechazo se suma, como bien apuntaba Rainer Enrique Hamel, la resistencia de la sociedad anglohablante a una quebequización del país y nuevas políticas fronterizas y lingüísticas proteccionistas, de «combate del español en los ámbitos de prestigio, sobre todo en la educación, la academia y en otras instituciones públicas, reforzando una política monolingüe de Estado. Por esta razón, el futuro del español en EE. UU. está estrechamente relacionado con su penetración y aceptación en los ámbitos de prestigio y el desarrollo o la adaptación de una norma estándar. Mientras las variedades o la posible koiné emergente permanezcan como “dialectos sin techo”, su estabilidad será probablemente limitada».

La conciencia, pues, de que el futuro del español en Estados Unidos depende de la mejora de su imagen pública, lo que a su vez exige un uso correcto y elevado, sumado al hecho de que no hay mejor caldo de cultivo de una nueva norma de alcance hispánico que el de un español poliforme aún por cohesionar, y a las grandes expectativas de negocio que abriría la pervivencia del español en EUA (ya una lengua cada vez más presente en medios y publicaciones), ha llevado a diversas institucionales lingüísticas y culturales españolas a promover esa mejora del uso del español en los medios de comunicación hispanos. (Otro asunto es que lo hagan con mejor o peor fortuna.) Nada se sabe, sin embargo, de políticas lingüísticas institucionales encaminadas a promover la calidad lingüística de los libros en español que se comercializan en Estados Unidos, pese a que no hay mejor medio que el del impreso eminentemente vehículo de cultura para asociar la lengua española de Estados Unidos a esa necesaria imagen de cultura y excelencia. Quizá los editores españoles, preparados, con ayuda de las instituciones culturales españolas, para dar el gran salto al mercado estadounidense, deberían recapacitar sobre este punto y plantearse la conveniencia de recomponer los ya muy corruptos procesos de control de calidad del texto sobre la base de que calidad, prestigio y mercado se retroalimentan. Al menos en Estados Unidos.

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

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Precio único para los libros mexicanos


Por estos días dos sucesos han marcado cambios en el panorama del libro en México. Uno es la inauguración, el 25 de abril, de la librería Rosario Castellanos en los predios donde estuvo un legendario cine de la ciudad de México, el cine Lido. Además de sus grandísimas dimensiones, tiene los anexos habituales de toda librería de buen tamaño: sala de cine y de usos múltiples, sala infantil y juvenil, sección de venta de discos y películas, sección de exposiciones temporales y la infaltable cafetería. El conjunto pertenece al Fondo de Cultura Económica. No voy a detenerme aquí ahora, porque si como colaborador del FCE he sufrido durante varios años los inconvenientes que trajo la construcción de un proyecto tan caro, como lector aún no he visitado el sitio, y es fácil adivinar que quien se asome se sentirá maravillado. En cambio, haré un comentario sobre una nueva ley.

El 26 de abril, la Cámara de Diputados de México aprobó una Ley de Fomento de la Lectura y el Libro. Del conjunto de la ley, lo que causó una polémica sorda y constante durante varios meses fue la institución del sistema de precio único.

En general, los opositores a la nueva norma se quejan de que el precio único va a acabar con los descuentos que ofrecen las grandes librerías y las ferias y que se sustrae al libro de la economía real de la oferta y la demanda. No estoy de acuerdo. Me parece que el verdadero problema está en que los legisladores no consideraron un problema lateral: el mal sistema de distribución que tenemos. En particular, dos aspectos de este sistema estorban las bondades del precio único. El primero es que la red nacional está centralizada al grado de ser obsoleta. Una pequeña librería de alguna ciudad que esté a más de dos o tres horas de la ciudad de México (digamos, Xalapa al este o Morelia al oeste) paga más por recibir sus libros y, sin embargo, tendrá que venderlos al mismo precio. Como se ve, el precio único debería ser una ventaja para el lector de esas ciudades, pues ya no tendría que cubrir el costo del transporte; pero si los costos ahorcan a la pequeña librería, al final nuestro lector hipotético pagará carísimo su libro.

El segundo obstáculo de la distribución es que las editoriales acostumbran fijar un límite mínimo a los pedidos de las librerías, lo que nuevamente lastima a las librerías pequeñas.

La mayoría de los libreros están de acuerdo con la ley, porque termina definitivamente con la guerra de precios que beneficiaba a ciertos títulos y a las grandes cadenas. Sin embargo, para muchas librerías pequeñas la desaparición de un problema les traerá otro. ¿Cómo se resuelve? Hay dos medidas inmediatas. Una, que las propias librerías tracen canales de distribución comunes que por lo menos les den más fuerza a la hora de hacer pedidos a las editoriales. La otra es un programa oficial de beneficios fiscales. La ley exige que se establezca una comisión de fomento a la lectura. Si esta comisión se deja de iniciativas cosméticas y ocasionales, acaso vea que facilitarles la gestión de su empresa a las librerías pequeñas es una forma práctica y sensata de que sobrevivan.

Tendremos, pues, un sistema más ordenado y racional. Es también un buen momento para abordar los problemas más imperiosos y resolverlos.

 

Javier Dávila, ciudad de México

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Ediciones, sorpresas y carreras

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El uno de febrero, esta misma bitácora se hacía eco de las palabras de Jesús Badenes , director general de librerías del grupo Planeta, sobre lo desconocidos que eran los escritores de best-sellers de ahora y lo conocidos que eran los de antes. Bueno, señores, yo no sé si es que antes nacían, no con el pan, sino con el contrato bajo el brazo o si su relación desde pequeños con el mundo de la cultura era, según Badenes, determinante; la verdad es que nunca se me había ocurrido. Lo cierto es que los desconocidos tampoco lo son tanto, al menos a mi entender.

El fenómeno boca-oreja, andar de boca en boca o como se quiera llamar existe y existió, pero es como en todo: primero va la moda y luego los amigos que nos lo recomiendan. Aunque es cierto que siempre hay —gracias al cielo no somos tan previsibles— algo que se escapa a toda regla y triunfa o fracasa sin que nadie de márquetin o mercadotecnia, de sociología, de riesgo económico ni de psicología de masas logre explicarlo.

La sombra del viento bien pudo ser una sorpresa para sus editores, que quizá a pesar del premio no esperaban tantas ventas ni que el libro se vendiera en el extranjero —y es que hoy en día hablar de un best-seller o un superventas es hablar de cifras millonarias de ventas, en una competición de cien metros lisos, y no de fondo, entre millones de aspirantes, porque se publica todo—. El libro tiene un comienzo precioso y ensoñador; si uno ama los libros, además, no puede evitar enamorarse de ese muchacho y de ese mundo en donde un libro te elige en una biblioteca con la que todos hemos soñado y ambos os pertenecéis el uno al otro hasta que la muerte os separe. Pero ni el libro se mantiene en este estilo ni esto es una crítica de libros. El caso es que en 1993 Ruiz Zafón fue ganador del premio Edebé con El príncipe de la niebla, novela destinada a un público juvenil. Escribió, dirigidos al mismo público, El palacio de la media noche, Las luces de septiembre y Marina. Por cierto, todas de intriga y un amor no muy típico. Ah, y mucha maldad. Léanlos, o lean alguno de ellos; si eligen El palacio de la media noche encontrarán un cierto personaje inmortal y pirómano, ¿les recuerda a alguien? Bueno, a lo que íbamos; en el 2001, Carlos Ruiz Zafón queda finalista del premio Fernando Lara con La sombra del viento. Vaya, no me parece que hablemos de un desconocido que publica su primera obra en una pequeña editorial.

Conste que he elegido a este autor porque me he leído su best-seller y sus libros, que saqué para mi hija de la biblioteca municipal, a la que por cierto le han encantado. No sé si será así con los demás desconocidos, me figuro que sí. Si no recuerdo mal, antes de que La hermandad de la Sábana Santa o La biblia de barro hicieran de Julia Navarro una superventas o bestsellariana —¿se puede, al estilo de la redonda de pizzería?—, ya había publicado libros como Nosotros, la transición, Entre Felipe y Aznar, 1982-1996, Señora Presidenta...

Digo todo esto para que no piensen los pobres autores inéditos que tener un libro circulando gracias a una gran editorial y llegar a tan extenso público es así de fácil: España es ahora la tierra de las oportunidades; uno llega, escribe, manda el original y hala, a otro libro, mariposa. Bueno, pues no. De esos sueños que nos intentan vender, uno entre un millón (a lo mejor Dan Brown es ese uno), pero no creo yo que a Carlos Ruiz Zafón, a Julia Navarro y a tantos más que se quedan por el camino, o que no se quedan, que simplemente llegan a otro público, haya que quitarles el mérito de su trabajo y su persistencia.

El último premio Ramon Llull lo ha ganado Màrius Serra —¿conocen Verbalia?— con Farsa, que ya está en catalán, pero que no aparecerá en castellano hasta septiembre. El pasado veintidós de marzo, en La Vanguardia, Jordi Galves reseñaba el libro y resumía así el tema de la novela:

Intentaré resumir lo que esta novela quiere decir. En plena celebración de los fastos del denominado Fòrum de les Cultures se quiere agasajar a un grupo incontrolado de inmigrantes sin papeles que pretendía encerrarse en el museo del Barça hasta lograr regularizar su situación. Uno de ellos, significativamente «un moro», acabará tras una rocambolesca peripecia formando parte de un número de prestidigitación de un mago henchido de vanidad, el Gran Morelli, quien le transformará en la quintaesencia del cliché del buen inmigrante: catalanohablante, con acento de Osona, que conoce el Virolai y Els segadors, viste como un empleado de La Caixa, posee Visa y Mastercard, carnets del RACC, del Caprabo, del Barça y de Amics del Zoo. El lector percibe de inmediato que lo que se nos cuenta es una astracanada, una exageración a partir de una realidad muy concreta.

No sé ustedes, pero yo estoy deseando que se publique en castellano. Lo publicará Planeta, la misma editorial que publicó La sombra del viento. A lo mejor se llevan una sorpresa, a pesar del premio; a lo mejor no, quién sabe. Quizá digan que era un desconocido.

Si los editores tuvieran más tiempo para leer, cribar, elegir... para ser editores y no sólo empresarios, que también, quizá no se llevarían tantas sorpresas porque de la línea de meta no partirían tantísimos y la carrera sería de fondo, como venía siendo y como algunos editores independientes intentan mantener. Y claro, así no haría falta dopaje.

Ana Lorenzo (Rivas Vaciamadrid, España)

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Ciberbitácoras, un nuevo filón para la edición

20060320130505-lulu-price.jpgHace poco (12/03/2006) comentaba José Antonio Millán la oferta de Editorial Premura, dirigida a blogueros, de editar y publicar en libro una selección de los artículos aparecidos en sus bitácoras, que podía —según se sugería— servir tanto para rentabilizar la labor del bloguer como para promocionarse (a modo del book que utilizan las maniquís) como articulistas —sin olvidar la función de souvenir o de pura satisfacción de la vanidad.

Premura es la primera editorial española en darse cuenta del filón para el editor que supone adaptar la producción de los blogs a formato libro. Las ciberbitácoras son, hoy por hoy, espacios muy prolíficos de creación literaria y de compilación más o menos articulada de opiniones y contenidos, y no es de extrañar que cada vez más se contemplen no sólo como una fuente de generación y difusión de nuevo pensamiento, tendencias e incluso sinergias, sino también de negocio puro y directo. En el mundo de la edición anglosajona ya se ha instituido incluso un premio para las mejores novelas basadas en ciberbitácoras escritas en inglés: el Lulu Blooker Price, como reseñaba recientemente el suplemento El Navegante de El Mundo.

¿Qué editorial española o hispanoamericana será la primera en llevarse el gato al agua con un nuevo premio de novela o de ensayo bloguero? Se admiten apuestas.

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

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La piratería y la edición de libros en el Perú (2.ª parte)

2. Lectores y redes de distribución

Aún aceptando que el más grave problema por afrontar es la piratería, Coronado no puede dejar de reconocer que las «Sucesivas décadas de inestabilidad económica nacional han debilitado a los agentes que en el Perú intervienen en los distintos campos de la actividad editorial y librera. Esa situación se refleja en lo reducida que hoy se encuentra la red comercial del libro en nuestro país y en el escaso volumen de ventas que anualmente alcanza el sector editorial y librero.

»El 55 % de las librerías del país se concentra en los distritos capitalinos de Miraflores y San Isidro y, en el territorio nacional, no son más de cuarenta los locales especializados. La crisis del sector editorial y librero peruano responde también a la ausencia de políticas de fomento del hábito de la lectura, lo cual se origina en la postergación, durante más de quince años, de una Ley del Libro como la que acaba de promulgarse y que pronto entrará en plena vigencia, y de la cual se espera que impulse el desarrollo de la actividad editorial y librera en nuestro país».

Así, en el artículo «Emergencia lectora, un país no lector» León Trahtemberg afirma: «Los peruanos leen menos de un libro al año. La mayoría, porque no sabe leer y tiene dificultades de sostener una lectura fluida que les permita comprender un texto más allá de algunos titulares y notas periodísticas. Otros, porque su condición de pobreza les impide tener acceso a libros. Y otros más, porque aún teniendo acceso a ellos no gozan de leerlos porque nunca aprendieron a encontrarle sentido a la lectura». Tremenda sentencia no hace sino confirmar una carencia educativa que se ha venido dando desde hace muchas décadas a lo largo y ancho de la gran mayoría de escuelas estatales del Perú. Según los resultados de la encuesta Hábitos de lectura y ciudadanía informada en la población peruana-2004, llevada a cabo por la Biblioteca Nacional del Perú y la Universidad Nacional de Ingeniería al 90 % de los peruanos les gusta leer. «La cifra es alta y puede crear confusión. Los datos de la misma encuesta nos indican que los peruanos leen poco más de un libro al año: 1,3. La Comisión Nacional de Educación señalaba una cifra menor: 0,89.

»[…] Acerca de qué es lo que leen los peruanos: el periódico ocupa el primer lugar (71,6 %), le siguen los libros (55 %), revistas, (36 %), Internet (24,2 %). La Biblia (20 %) es el texto más leído, seguido por enciclopedias (7,1 %), y chistes, historietas y folletos (3,8 %)».

Mencionaba Coronado que el 55% de librerías se concentraban en los distritos limeños de San Isidro y Miraflores. Esta situación se traduce en una imposibilidad material de conseguir un libro en alguna zona alejada de la capital, demanda que es atendida por la piratería. En palabras del representante del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe CERLALC-Unesco, José Luis Acosta, recogidas en el artículo «El libro en el Perú», de Jack Martínez: «[…] La distribución es una de las causas. El libro original no llega donde sí lo hacen los piratas».

Una posición relacionada con este vivir de espaldas a los «otros», en el campo de la producción literaria la tenemos en Marcel Velásquez Castro: «[…] lo que pasa con la escena literaria contemporánea: no es sólo que un pequeño grupo de escritores, editoriales y académicos sigue constituyendo un poder hegemónico que oculta y minimiza las escenas y producciones literarias de los márgenes, márgenes que se construyen con las variables regionales, étnicas, sociales e incluso de género; sino que ahora las instituciones literarias tradicionales están siendo plenamente desbordadas por esos márgenes. El asalto se produce desde múltiples lugares: la novela de masas, la novela escrita por mujeres, las novelas populares, los relatos étnicos, etcétera. El canon narrativo peruano ya no se puede construir sobre la opinión de fosilizados académicos y el índice de venta en las lujosas librerías de Miraflores y San Isidro. Sin embargo, la miopía de la mayoría de los críticos literarios sigue atendiendo preferentemente a los textos legitimados por los medios de comunicación masiva y las políticas de lobby de las grandes editoriales transnacionales». En esta línea, es sintomático el descontento que puede apreciarse en una entrevista realizada por el poeta Miguel Ildelfonso a varios jóvenes escritores del Perú, quienes denuncian sin pelos en la lengua la existencia de clientelajes y de otras taras que aún siguen enquistados en la escena editorial limeña.

3. Perspectivas

Tuvimos la presencia de una institución como CERLALC-Unesco hasta octubre del año pasado. Aunque, como dicen en su misma página: «Esta oficina se abrió como una experiencia piloto en la región, vislumbrando posibilidades de desarrollo institucional a partir de las alianzas y trabajos conjuntos con instituciones locales, pero que por situaciones coyunturales de la realidad peruana en el sector del libro, no permitieron el rápido desarrollo de estas alianzas, razón por la cual el CERLALC se vio en la necesidad de efectuar el cierre». Sería bueno saber cuáles son específicamente esas situaciones coyunturales. (La lectura atenta de la entrevista de Jack Martínez a José Luis Acosta resulta, en este sentido, aleccionadora.)

La creación de Promolibro que ya ha presentado un plan de fomento a la lectura debe ser complementada con acciones estatales en materia política educativa, lingüística y económica que atiendan ciertos males endémicos del Perú (la informalidad, la baja calidad educativa, etc.). Asimismo, se debe buscar un real compromiso con todas las instituciones involucradas (desde la Policía hasta los centros educativos).

Es de notar que la Cámara Peruana del Libro ha estado reclamando el cumplimiento de las penas prescritas por ley para los que cometan delitos de piratería editorial, clamor que hasta ahora no ha sido escuchado.

Se espera que el descenso de la carga impositiva al sector editorial redunde en un descenso de los precios de los libros formales y que se abran nuevas redes tanto para la publicación de autores no conocidos en el circuito tradicional, como para la venta de libros.

Fernando Carbajal Orihuela (Lima, Perú.)

La piratería y la edición de libros en el Perú (1.ª parte)

Las editoriales formales de libros atraviesan una grave crisis. Una crisis provocada, en líneas generales, por una inadecuada legislación de propiedad intelectual y tributaria, lo que a su vez creó el contexto ideal para el desarrollo y la evolución de la piratería.

1. El libro formal y el pirata

En noviembre del 2003, el editor Germán Coronado Vallenas (presidente de la Comisión de Lucha contra la Piratería de Libros de la Cámara Peruana del Libro) dictó la conferencia La industria editorial peruana frente a la piratería de libros: análisis y propuestas. Como reza el título, el autor hace un análisis sobre el origen, causas y consecuencias de la apremiante crisis de piratería que agobia al sector editorial en el Perú.

Un libro formal es aquel que ha pasado por un riguroso control de calidad —al menos ese es el ideal— desde la concepción, corrección, maquetación (diagramación por lares peruanos) impresión y distribución, pagando las correspondientes tasas tributarias y sueldos a sus trabajadores. Un libro pirata se salta alegremente cualquiera de esos pasos, generalmente utilizando técnicas reprográficas (aunque ya se tienen noticias de un uso más depurado, casi a la par del de las editoriales tradicionales).

La Alianza Internacional para la Propiedad Intelectual (IIPA, por sus siglas en inglés) estimó en 8,5 millones de dólares las pérdidas que el Estado sufrió por el sector editorial pirata en el 2004, como puede leerse en el informe Una aproximación al mercado de informal de la industria pirata editorial de la misma Cámara Peruana del Libro (CPL). Asimismo, Coronado afirma que las ventas de este sector ascienden a 13,5 millones de dólares.

¿Cómo es que el Perú ha llegado a estos extremos, convirtiéndose, incluso, en exportador de libros piratas a los países vecinos?

Según Coronado, los detonantes fueron:

· La suspensión del régimen de privilegios de los que gozaba la importación de libros (dólar MUC).

· La implantación de aranceles (15 %) a la importación de libros en 1990, (ajustados a 12,5 % hoy en día), y la aplicación por primera vez del Impuesto General a las Ventas (18%).

· La obsolescencia de la legislación especializada en propiedad intelectual.

Asimismo, en otro informe de la CPL, La piratería editorial y los determinantes de su demanda se lee: «Durante la década del ochenta nuestro país no se hallaba abierto al libre comercio y la piratería encontró un aliciente en la dificultad de acceder a las obras protegidas que provenían del exterior. Esto se vio ampliamente magnificado por el alto costo del ejemplar lícito y por el tardío ingreso de la obra al mercado. En la década del noventa, cuando se liberalizó el mercado en nuestro país, se accedió a avances tecnológicos que disminuyeron muchos de los costos relacionados a la reproducción, impresión, grabación, etc.».

Es así que, al diferenciarse los precios de los libros formales, quedó automáticamente fuera del alcance de las grandes mayorías. La piratería había encontrado un adecuado caldo de cultivo.

Aunque, actualmente, la obsolescencia legislativa ha sido superada con la dación del Decreto Legislativo N.º 822 de 1996. Asimismo, la Ley de democratización del libro y de fomento de la lectura del año 2003 busca dar mayores alicientes al sector, lo cual debe significar en un plazo mediato una disminución en el precio final de los libros formales.

(Continúa aquí. )

 

Fernando Carbajal Orihuela (Lima, Perú)

Ventajas y riesgos de la interacción lector-productor/autor

Hablábamos hace unos días del estudio El papel de la comunicación en la promoción del libro, realizado por la Revista Cultural Dosdoce en colaboración con la agencia de márquetin y comunicación Blue Creativos, cuyas conclusiones se recogían en el último número de Dosdoce y que ponía de manifiesto el escasísimo uso estratégico de los medios digitales de promoción por parte de las editoriales bibliológicas.

Como ya viene siendo habitual, los negocios relacionados con el libro y el acceso a la información y el conocimiento que se desarrollan en la Red están tomando la delantera a los editores, especialmente a los editores de libros, estancados en estilos de publicación obsoletos o francamente renovables. Un nuevo paso en este sentido lo ha dado Amazon, que permite a los autores de libros que comercializa escribir sus propios blogs y comunicarse directamente con sus lectores mediante la herramienta Amazon Connect.

Desde la edición tradicional, raramente se dan respuestas a estos retos que plantea la Red más allá del habitual desdén —cuando no hostilidad—. El caso de Harper Collins, que ha iniciado un programa que permitirá consultar gratuitamente el texto completo de algunas obras seleccionadas de su catálogo como respuesta a la biblioteca virtual que desarrolla Google al que se acusa de estar digitalizando libros que no son de dominio público, es una excepción.

En el caso de Amazon, sin embargo, las editoriales bibliológicas lo tendrían muy fácil: bastaría con ofrecer a sus autores y clientes herramientas similares a Amazon Connect. Aunque eso supondría que sus cargos ejecutivos comprendieran finalmente las ventajas de generar interacción con el lector.

Conociendo el panorama actual de la edición española, a veces me pregunto, sin embargo, si las editoriales de libros realmente no entienden la conveniencia de poner al día sus técnicas promocionales y establecer lazos de comunicación con el lector, o más bien es que temen crear esos canales de interacción. A lo mejor sospechan que la información crítica que recibieran de sus lectores no les iba a gustar. Y a sus autores tampoco. Es probable que, si el lector tuviera acceso al autor y al productor de libros, el volumen de quejas emitidas arreciara. Y eso pondría aún más en evidencia la mala calidad (formal y de contenido) de muchas de las producciones editoriales, de lo que se derivarían nuevas necesidades estructurales y legales que dieran garantías de consumo al lector; a saber:

1) la creación en todas las editoriales de verdaderos servicios de atención al cliente y de reclamación;

2) la creación, promovida por los gremios del sector, de una norma de calidad para la edición y producción de libros, que permitiera certificar los productos que la cumplieran y dar al cliente garantías de excelencia y control;

3) la institución, también promovida por los gremios, de la figura del Defensor del Lector, que recogiera y gestionara las quejas recibidas por los clientes sobre la atención y el servicio dispensado por las editoriales,

4) y la modificación de las leyes de consumo, de tal modo que fuera posible devolver y obtener el reintegro del precio de un libro en malas condiciones formales (lo cual incluye la calidad lingüística y tipográfica del texto).

Evidentemente, propiciar una comunicación con los lectores tiene no pocos riesgos para los editores.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, España)

Un pulso insostenible por la cultura sostenible

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El cada vez más frecuente el choque de intereses entre la industria cultural —que exige protección ante prácticas que le suponen un perjuicio económico—, los creadores —que reclaman sus legítimos derechos a percibir los réditos que les corresponden por su trabajo (y que les permiten seguir creando)— y la demanda, cada vez más extendida, de los consumidores/usuarios de vías de libre acceso al conocimiento.

Todas estas reclamaciones parecen, en un principio, razonables, si no fuera porque en todos los casos existen sombras de sospecha que desvirtúan su legitimidad. Por una parte, existe entre los directivos de las industrias y los creadores una visión apocalíptica del papel que desempeñan en su pervivencia ciertas prácticas de consumo, que no es capaz de discriminar lo que realmente es una violación de los derechos de autor de aquello que simplemente supone una transformación de los hábitos de consumo, de las tendencias socioculturales y de las exigencias del cliente. En el mundo del libro, esta visión deformada y tremendista se lleva a tal extremo que incluso una práctica tan necesaria para la difusión del conocimiento y el acceso de los autores a sus lectores potenciales como es el préstamo bibliotecario es vista como una amenaza, a la que se pretende poner coto por la fuerza de la ley y la imposición de un gravamen (el canon por préstamo bibliotecario) que ha desencadenado en el usuario y en los organismos culturales un efecto de rebote y ha generalizado la idea de que los productores culturales y las agrupaciones corporativas de creadores no son más que mercaderes, sin más intereses que los meramente lucrativos.

En una línea parecida, los editores estadounidenses se lamentaban recientemente del volumen de ventas de libros usados (que no devengan regalías al autor ni ganancia suplementaria al editor) en librerías como Amazon, EBay o Alibris, y reclamaban protección legal ante esta nueva competencia, que consideran desleal y rayana en la ilegalidad. La venta de libro de segunda mano es una práctica legal, pero las facilidades para su adquisición que permiten estas librerías internéticas han disparado las cifras. Los editores argumentan que Amazon y EBay suelen poner a la venta ejemplares usados a muy bajo coste casi simultáneamente al lanzamiento de la obra como novedad, lo que bloquea las ventas de los ejemplares nuevos. En contrapartida, estas modernas librerías de viejo sostienen que los libros usados son la única posibilidad de acceso a títulos para ciertos segmentos de la población, que de este modo tienen a su alcance obras y autores que de otra manera nunca habrían conocido ni adquirido. Y los consumidores defienden de nuevo su derecho a adquirir obras a un precio razonable y el papel de almacenes de fondo que estas librerías realizan con obras que al poco tiempo ya no podrían adquirirse en las propias editoriales, cada vez más reacias a mantener un catálogo permanente.

En esta confrontación, el baile de cifras es constante: unas estadísticas que unos (autores y productores) entienden como prácticas de consumo cultural que los condenan a la ruina y la desaparición son, para los otros (consumidores, bibliotecarios, librerías de viejo…), irrelevantes, porque, según sostienen, se equilibran por la capacidad de retroalimentación de la industria que permite el aumento progresivo del número de lectores y del acceso a nuevos autores; no existe, para ellos, amenaza, sino un proceso de transformación del reparto de ganancias, que dejarían de concentrarse en pocas manos.

No obstante, si sobre las quejas del productor y el autor y sus intentos desmesurados de buscar protección legal se cierne la sombra de la codicia, no menos oscura es la que proyecta sobre el consumidor defensor del libre acceso al conocimiento la fina línea que separa esta filosofía de la violación pura y dura, mediante prácticas de piratería, de los derechos de autor y de los derechos de reproducción, una línea que, en el sector del libro, demasiado a menudo se atraviesa tanto entre segmentos de población juvenil sin problemas adquisitivos pero criada en la cultura de la fotocopia y la libre reproducción, como en países donde sí existen verdaderas dificultades de acceso a la cultura; situaciones, una y otra, que propician el desarrollo de un negocio editorial paralelo, completamente exento de garantías para el consumidor.

Enrocados, creadores e industria editorial, en la teoría de que facilitar el acceso a los productos culturales supone abonar el terreno para las prácticas delictivas y propiciar el fin de la industria cultural, y haciéndose fuertes, tanto el consumidor como las entidades de carácter cultural, científico o educativo sin ánimo de lucro e instituciones docentes públicas, en la idea de que es necesario promover y garantizar el libre e ilimitado acceso al conocimiento, este litigio no puede resolverse de otro modo que mediante un pulso sostenido, que mida la capacidad de presión y condicionamiento de unos y otros sobre los organismos políticos y legislativos para que legislen según sus intereses.

Como necesario contrapunto a esta confrontación de fuerzas surgen de vez en cuando vías de solución alternativas, como las nuevas licencias Creative Commons (adaptadas desde octubre del 2004 a la legislación sobre propiedad intelectual del Estado español), una organización sin ánimo de lucro que ofrece un sistema flexible de derechos de autor para el trabajo creativo, que abarca un amplio abanico de licencias, desde el tradicional sistema de derechos de autor hasta el dominio público, pasando por diversas opciones de licencia de uso o modificación por terceras personas entre las que el creador puede escoger según su conveniencia. Por desgracia, son iniciativas que apenas suponen un parche en la brecha que se está abriendo entre productores, instituciones culturales y consumidores, que difícilmente podrá cerrarse si los organismos que establecen políticas culturales y de protección de derechos intelectuales no propician un diálogo y una negociación entre las partes, encaminada a establecer prácticas de consumo y legislaciones que satisfagan las exigencias más irrenunciables de unos y otros.

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, España)

Nuevo número de DosDoce y herramientas digitales de la edición

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La revista sobre comunicación, arte y literatura DosDoce acaba de publicar un nuevo número, con un sumario del que destacaría dos artículos especialmente vinculados a los temas de esta bitácora.

En el primero de ellos, La digitalización de libros, se hace una reseña del seminario «Archivo de la Internet española. Webs y archivos personales» (Madrid, 12/12/2005) dirigido por J. A. Millán, donde se planteó la necesidad de establecer políticas de recopilación y conservación del patrimonio digital, encaminadas a preservar, para su consulta y estudio, las obras y las webs en lengua española de interés, una tarea en la que deberían implicarse los productores de cultura en español, mediante la conservación de copias digitales de las obras de sus autores.

En el segundo, Estudio: La comunicación en la promoción del libro, se recogen las principales conclusiones a las que llega el estudio El papel de la comunicación en la promoción del libro, realizado por la Revista Cultural Dosdoce en colaboración con la agencia de márquetin y comunicación Blue Creativos a partir de los datos facilitados por 56 editoriales españolas. De este estudio, centrado exclusivamente en el uso estratégico de los medios digitales de promoción que las editoriales bibliológicas tienen a su alcance, se desprende una constatación que puede extenderse a otros campos de la edición española: la falta de adaptación del sector del libro a las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para buscar autores; hallar medios flexibles de explotación de los derechos de edición y reproducción; mejorar los procesos de realización y producción sin perder calidad ni sacrificar procedimientos necesarios; publicar en diversos formatos paralelos, y difundir una obra usando mecanismos de comunicación que establezcan un diálogo directo con el lector al que va dirigida —un feed-back, por otra parte, muy necesario para retroalimentar la cadena de creación-producción-publicación.

 
Silvia Senz Bueno
(Sabadell, Cataluña, España) 

Círculos viciosos de la edición de libros

Es habitual leer especulaciones diversas sobre las causas de la actual sobreproducción de libros, de la acelerada rotación de novedades y de la saturación del mercado editorial de obras de rápida salida, escasa calidad y peor factura. Pese a que cada país o zona lingüístico-cultural (España, Cataluña, México, Argentina...) vive esta situación con matices, existen concomitancias en este absurdo desenfreno productivo, que apuntan a tres factores que se retraolimentan: falta de buenos creadores, exceso de ambición de una industria editorial supeditada a una exclusiva lógica mercantil y bajos índices de lectura.
Dando una escasa muestra de capacidad autocrítica, muchos editores se limitan a hacer hincapié en la necesidad de impulsar políticas educativas de fomento de la lectura y olvidan que los lectores se forman, en cualquier caso, con buenos libros, y que los creadores no pueden publicar sin editores que ya ni siquiera leen, evalúan y seleccionan originales sobre criterios de calidad e interés cultural.

Silvia Senz
(Sabadell, Cataluña, España)



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