Se muestran los artículos pertenecientes a Octubre de 2006.

Se publica «Copyleft. Manual de uso»

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Anuncian en Rebelión la publicación del libro Copyleft. Manual de uso, obra de varios autores publicada por Traficantes de Sueños. En la Wiki del Hackmeeting 2006 de Sindominio proponen una mesa redonda para la presentación de la obra.

El libro —bajo licencia Creative Commons, por supuesto— cuenta con una web propia, donde puede descargarse la obra en pdf, además de adquirirse, al precio de 10 euros.

Pese a que la obra nace como libro, se proyecta como web colectiva y cooperativa: anuncian que en breve se publicará la guía en formato wiki, para permitir revisiones y actualizaciones.

Según manifiestan en la web del manual, esta obra, que surge de los grupos de trabajo de las Jornadas Copyleft realizadas en Donostia en junio del 2005 —de entre los que ya reseñamos aquí las «FAQ sobre edición y copyleft» de Traficantes de Sueños— pretende aclarar los conceptos de cultura libre y copyleft —¿izquierdo de autor?—y dar las necesarias referencias prácticas de manejo para las personas que trabajan en los distintos ámbitos de la creación y el trabajo intelectual (músicos, escritores, programadores, artistas, editores, juristas, mediactivistas y un larguísimo etcétera).

Más explícito, de todos modos, es su contenido:

0 Introducción

01 Guía del software libre: Jesús M. González Barahona

Introducción

Aspectos legales

¿Por qué se produce software libre?

Consecuencias principales

Unas breves conclusiones

02 Guía del autor de música libre: musicalibre.info

Introducción

Aspectos legales y licencias

Grabación

Página web

Promoción

Venta y distribución de CDs

Los problemas con las entidades de gestión

03 El copyleft en el ámbito de la edición: Emmanuel Rodríguez

Qué es la edición

El copyleft en la edición

¿Cómo aplicar una licencia copyleft?

La batalla por el copyleft

Hacia una comunidad copyleft en el ámbito de la edición

A modo de epílogo: ¿más allá del copyleft?

04 Arte y copyleft: Natxo Rodriguez

Producción, legislación y derechos de autor en el ámbito del arte

Tipos de licencia

Licencias y tipografías

¿Por qué utilizar Creative Commons?

Cómo proteger nuestro trabajo con licencias copyleft

Pasos para licenciar una obra plástica como copyleft

Dificultades materiales para la expansión del copyleft en el arte

Comunidad copyleft en el arte

Ejemplos de producción copyleft

Recursos online

05 Licencias libres y creación audiovisual: Maria Concepción Cagide y Nerea Fillat Oiz

Algunas características del mundo de la producción audiovisual

Características generales de la LPI en las producciones audiovisuales

Aplicación de licencias libres a creaciones audiovisuales

Dificultades materiales en la producción de vídeos libres

Experiencias de producción de materiales libres en el mundo audiovisual

A modo de conclusión

06 El derecho es copyleft. O la libertad

de copiar las leyes: Javier de la Cueva

Introducción

Los materiales de trabajo

Uso cotidiano

Conclusión

07 Activismo copyleft. Liberar los códigos de la producción tecnopolítica: Teresa Malina Torrent

Sombras sobre la oportunidad de un cambio histórico

El copyright contra la comunidad en la era de la redes informáticas

Embriogénesis de los cuerpos políticos del copyleft

Comunidad, tecnociencia, trabajo y cooperación en la constitución del activismo copyleft

Esbozo de una cartografía reticular a través de algunas trayectorias activistas

Algunos principios tácticos a modo de conclusión

08 Activismo copyleft. Liberar los códigos de la producción tecnopolítica: Eben Moglen

Silvia Senz Bueno (Sabadell, Cataluña, aún en España)

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02/10/2006 11:25 Enlace a esta entrada.Cultura libre/Cultura lliure No hay comentarios. Comentar.

Breve y disparatada teoría sobre las inexplicables razones de algunos silencios

Las academias de la lengua hispanoamericanas —generalicemos, que el espacio también es oro— se han llamado a silencio. Sus intervenciones son pocas, incompletas, elitistas. La omnipresente razón económica de las faltas de intervención en el ámbito cultural es de sobras conocido por todos. Otra razón posible, sutil y agazapada: la falta de pasión, esa que hace superar obstáculos a fuerza de persistencia. A los españoles, en cambio, esta pasión les sobra. España aúna la pasión con el comercio, allí —les hago un guiño de picardía, lectores— se «hace», «valoriza» y «defiende» el idioma «que les pertenece». A «nosotros», el mundo ancho y ajeno desparramado al oeste del Atlántico, nos gana la modorra, la molicie, la pereza ancestral...

Una variante lingüística regional es la mezcla de los idiomas que las masas migratorias han amalgamado. El lenguaje, todo lenguaje hablado y escrito por cierta cantidad de gente durante cierta cantidad de tiempo —y no es necesario precisarlo más— sí genera identidad. La lengua está subsumida en la cultura y confiere identidad. Decir que una lengua no confiere identidad es decir que a un grupo humano se le puede imponer una cultura que le sea ajena. Se puede hacer, cómo no..., a la fuerza.

A las academias de la lengua hispanoamericanas sólo les queda resistir, hacer investigaciones exhaustivas y de muy bajo perfil, en ámbitos públicos o privados. El sistema educativo, principal meta de su labor, no llegará a conocer su titánica tarea, ni a valorarla, siquiera por el mero hecho de verse reflejada en ella.

Son muy pocos los conocedores y estudiosos de la lengua, los lingüistas y académicos, españoles o hispanoamericanos, que conocen el trabajo publicado por José del Valle. Son muy pocos los que ven los riesgos de la comercialización del idioma español. Cuidar la lengua —en sus variantes regionales, siempre— enriquecerla, mimar a los escritores y autores que la usan con soltura y regocijo..., ¿para qué?

Paciencia, nos piden algunos, paciencia, tenemos las normas que dictaremos sobre el español neutro o internacional. ¿Ah, sí? Claro, nos dicen, desde los principales medios de comunicación os diremos qué hacer; estamos unidos, la lengua es una sola, nos entendemos perfectamente: todos miramos las mismas telenovelas, los mismos culebrones, la misma contracultura... ¡Yo no!, quisiera gritar. Tranquilos, nos dicen, tranquilos, que tenemos la prensa, y desde ella nos hemos de entender... Tenemos, insisten en machacarnos, los subtitulados de las películas que veis en familia los fines de semana y fiestas de guardar... Y aún falta, pienso para mi coleto, que me digan que tenemos la televisión por cable y sus aguadas traducciones al maravilloso y único español estándar.

La mayoría de los editores —y el nexo entre la industria del libro y los medios de comunicación o multinacionales es evidente— son gestores culturales que se encuentran abocados a la comercialización de la cultura para subsistir. El idioma español es un negocio que se planifica desde la península ibérica, con el aval de las multinacionales y el silencio de las academias hispanoamericanas; las editoriales —nacionales o extranjeras— publican libros «vendibles». ¿Y la cultura?

Mmm... No nos hagamos mala sangre, más bien elaboremos una propuesta fantástica, para reírnos un ratito:

● Estandarícese regionalmente la lengua desde las academias correspondientes para estudiar las variantes, conocerlas, investigarlas...

● Responsabilícese a los editores que, sin ver más allá del criterio comercial, deciden no publicar los libros aprobados por la crítica especializada.

● Restrínjase la edición de libros, revistas, periódicos, blogs, folletos, etc. a las publicaciones cuidadosas que formarán el corpus del idioma.

● Penalícense los malos usos lingüísticos (faltas de ortografía, esencialmente) sobre cualquier soporte, analógico o digital, desde los ministerios de educación correspondientes.

Soñar puede costar bien poco. Gracias a todos por aguantar hasta aquí; me estaba haciendo falta un desahogo.

Pilar Chargoñia, Montevideo, Uruguay; valchar@dinet.com.uy


¿Y esta publicidad? Puedes eliminarla si quieres

Del purismo al desconcierto (1.ª parte)

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Los discursos de incorporación a las academias suelen ser esclarecedores sobre las ideas e intenciones del académico de turno. El del argentino José Luis Moure es difícil de resumir; además de estar escrito de manera amena y humorística, los conceptos que expresa son particularmente sintéticos, propio de quien sabe qué quiere decir e intenta no cansar al auditorio con su prolijidad. Este hijo de gallegos inmigrantes titula con acierto Del purismo al desconcierto. ¿Qué hacer con el idioma? su discurso de incorporación a la Academia Argentina de Letras, el 12 de junio del 2003.

En esta primera parte transcribo parte de su discurso sobre la evolución lingüística en América durante los siglos XVIII y XIX:

 

Si las lenguas están destinadas a cambiar de manera inevitable [...], y si la ciencia lingüística dice que esos cambios imparables son consustanciales al lenguaje humano, cómo debía yo justificar mi alianza con el desprecio general hacia formas rústicas, como cáido o léido (empleadas no sólo por nuestros hombres de campo sino por el insospechable Espronceda), mientras debía tolerar, cantar y aplaudir, con el mismo rostro y con patriótica inimputabilidad el Óid, mortales de nuestro Himno, las correctísimas formas reina y vaina, en tanto la sana evolución habría prescrito reína (REGINA) y vaína (VAGINA), y en tanto los mismos españoles, gracias a un provenzalismo, se salvaron de pasar del latín hispaniolos a *españuelos, así como el bendito galicismo monjes liberó a los monachos de ser *mongos (MOMO). Fui así llegando a la afrentosa conclusión de que un profesor de castellano lleva sobre sus hombros una misión paradojal: explicar a los alumnos el apasionante e inevitable itinerario del cambio lingüístico, entusiasmarlos con la promesa de que es precisamente el cambio el que permite desencorsetar la lengua para que se abra hacia nuevos itinerarios expresivos y creativos, elogiar a los novelistas y poetas que violaron las normas de puntuación y el orden sintáctico enseñados, pero prohibir con energía a esos mismos alumnos que en sus exposiciones y escritos den testimonio personal de ese cambio lingüístico. El profesor de lengua viene a ser así una suerte de héroe trágico [...], encargado de impedir con inflexibilidad, durante un lapso que él no puede medir, las transformaciones lingüísticas que su ciencia le demuestra irrefrenables. Su discurso sincero, imbuido de una —digamos— sana esquizofrenia, desafía a diario los axiomas básicos de la lógica aristotélica: «Esto está mal, pero en realidad está bien...»; o «todos hablan bien, pero algunos hablan mal...». Se dice objeto y sujeto, pero jamás dotor o «presidente eleto», aunque el mismísimo Juan de Valdés lo habría suscripto (o suscrito...). Decir haiga es motivo de sanción barrial, pero decir caiga es prueba de conjugación impecable. Naturalmente, las aporías de este tipo podrían multiplicarse y extenderse al plano de la morfología y de la sintaxis.

El español de América ha sido víctima selecta de estas picanas correctoras. Como algunos nuevos ricos, amnésicos de su pasado familiar, la normativa académica española del siglo XVIII y sus secuelas inauguraron el horror hacia muchas formas y construcciones de rancia estirpe peninsular, cuyo único pecado no fue su incorrección raigal, sino simplemente haber sobrevivido en la desmesura territorial transoceánica.

Corolario de lo que acabamos de exponer es la cruel evidencia de que el conocimiento lingüístico y las normas de corrección han avanzado por caminos de creciente divergencia. Se ha señalado que la gramática se constituye en la historia como una instrumentación de las lenguas que, en cuanto arte o techné, se presenta como un modo de enseñar a leer y a escribir correctamente. La gramática instaló, en el dominio de los estudios lingüísticos, la cualidad de la corrección. En un primer momento, una cierta armonía fue posible sobre la base de fundamentos que podríamos llamar simbólicos, casi éticos. Y sobre la antigua idea de la analogía, que postulaba una forma inicial perfecta del lenguaje que habría sido víctima de desviaciones y corrupciones sucesivas, el siglo XVIII se propuso preservar la pureza de la lengua sancionando su intrínseca dignidad y exigiendo su reposo [...]

La cruzada purista era noble en sus propósitos e ingenua en su fe: la lengua debía fijarse en una etapa de su evolución, y debía glorificarse ese estado como norma ideal e intangible, a la que todos los desvíos debían someterse. En el escenario de la América colonial, la forma pura significó, naturalmente, la peninsular. Andrés Bello, el insigne gramático venezolano, criado intelectualmente por el racionalismo dieciochesco, autor de una gramática renovadora de larga vigencia, propulsor de una sensata reforma ortográfica al servicio de una mayor coherencia del código gráfico, consideraba, no obstante, «importante la conservación de la lengua de nuestros padres —se refería a los españoles— en su posible pureza», y llegó a manifestar su aflicción, por ejemplo, por que fuese cosa desesperada restablecer en América los sonidos castellanos de s y z. Que el seseo fuese general en América y en parte no despreciable de la Península era, para el purismo de Bello, no un testimonio de limpia simplificación y evolución fonológicas, sino la desafortunada extensión de una infección irreversible.

Rufino José Cuervo, el inmenso filólogo colombiano (el «descubridor lingüístico» de América [...]), tuvo que modificar sustancialmente su perspectiva purista inicial, de fidelidad a su maestro Bello, a medida que acrecentaba sus conocimientos lingüísticos y de historia de la lengua. Y en los diecisiete años que mediaron entre la primera edición de sus Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano (el lapso que va de 1867 a 1884), hubo de abandonar su inicial voluntad casi exclusivamente purista, que se había iniciado estigmatizando académicamente las corruptelas del habla de sus compatriotas en la forma de un libro de correcciones del lenguaje, para llegar a hacerse cargo y verse forzado a exponer la impensada evidencia de que el «instinto popular» es una de las fuerzas que determinan la vida de la lengua, que buena parte de los vulgarismos que se denunciaban son el resultado de la obediencia a las leyes del castellano y corresponden al desarrollo natural del lenguaje. Mientras, por el contrario, son muchas las formas cultas, fieles a las exigencias académicas de naturaleza fonético-etimológica, las que contrarían el genio de la lengua. Así se afianzó en Cuervo la certeza de que el español de América no es el mero dominio de la corrupción provocada por los naturales, sino una variedad legítima, en ocasiones más fiel a los orígenes del idioma que las evoluciones peninsulares y, para peor, científicamente indispensable, si se la quiere ver como un aporte testimonial a la historia de la lengua, que la variedad académica europea no siempre está en condiciones de ofrecer.

Así fue como el estudio de la realidad lingüística de América condujo a Cuervo a considerar en clave lingüística lo que inicialmente había enfrentado con la mirada de un gramático preceptista. A la sombra de Bello había visto las desviaciones como barbarismos, como abusos cuya proscripción era lícita; pero su conocimiento posterior le permitió forjar la oposición entre dos entidades legítimas: el lenguaje popular y el lenguaje literario, y proclamar que, aun siendo la variedad lingüística americana legítima y autónoma, no debería seguir su curso por separado, sino estableciendo el criterio de corrección en una instancia supranacional; es decir, observando las características propias de la lengua, su «tipo», y no prescribiendo como modelo un uso determinado. El uso de los buenos escritores, decisivo para Bello, será en cambio atendible para Cuervo sólo en tanto sea reflejo de ese «tipo» de lengua española, el que resulte de un desarrollo fiel a las leyes del idioma. [...] La evolución de su pensamiento lo llevaría finalmente al escepticismo, y sería una pequeña obra de nuestro compatriota (y miembro de esta Academia) Francisco Soto y Calvo, más precisamente, un léxico añadido a su poema rural Nastasio (1899), el que instalaría definitivamente en Cuervo la idea de que el español de América, al calor de su ímpetu evolutivo, del andar del tiempo y de las transformaciones ordinarias de las sociedades, habría de diversificarse en una pluralidad de dialectos diferenciados.

El purismo, al que renunció Cuervo por honestidad científica, había sido ya rechazado ideológica y precursoramente por la voluntad emancipadora americanista de la generación argentina de 1837, detrás de la cual anidaban el ideario romántico, el pensamiento de la filosofía herderiana y la escuela histórica del derecho, de Savigny, reivindicadores de las fuerzas creadoras del pueblo, de la unicidad de su historia y de la lengua como elemento configurador de una particular cosmovisión.

Las últimas formulaciones de Cuervo —y recurro una vez más a la autoridad de Guitarte— casi no fueron conocidas en el mundo hispánico. Esta ausencia conceptual determinó, en las estribaciones finales del siglo XIX, la paralela inexistencia de una política lingüística americana que pudiera encarnar la nueva situación del continente y, en consecuencia, una oscilación entre la adhesión a la norma española, claramente manifiesta en la fundación de academias nacionales correspondientes a la española, y conatos independentistas radicales, que se extremaron en el criollismo y en la voluntad de crear lenguas propias en la Argentina y en Chile. Fueron esbozos de proyectos de efímera duración, pero conflictos de identidad nacional que, en todo caso, explican la demora en la creación de nuestra Academia Argentina de Letras hasta 1931, sesenta años después de la colombiana, cincuenta y siete, de la ecuatoriana, y cincuenta y seis de la mexicana.

[Continuará en una segunda parte, donde transcribiré la información que nos da J. L. Moure sobre la evolución lingüística en América desde el siglo XX hasta nuestros días.]

Pilar Chargoñia (Montevideo, Uruguay)

 

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De niños y editores

20061015232015-nina-leyendo.jpgHoy mi hija tiró un libro al suelo. Hoy también he leído un artículo sobre libros y basura... Los editores continúan quejándose de la falta de lectores, aunque no he visto muchas iniciativas suyas a este respecto, pero siguen lanzando libros y más libros a la palestra.

Pertenezco a un club de lectura. La iniciativa no surgió de ningún editor. Según parece, es una de las iniciativas municipales, creo que de la concejalía de la mujer, como parte del programa de fomento de la autoestima, avance intelectual, etc. y la red de bibliotecas municipales, cuando el programa terminó al cabo de un año, decidió llevarlo adelante en los distintos barrios de la ciudad. En el club de lectura nos dejan los libros un mes y allí nos reunimos para comentar gustos y disgustos, aprender un poco más sobre el libro y quién lo escribió, poner en común sensaciones, opiniones, pasados y presentes en literatura. 

Tenemos mucho cuidado con los libros, pero no resisten demasiado, aunque nos esforzamos por tratarlos bien. 

Muchos de los libros que leemos, aparte de en nuestro club, no nos gustan. Algunos han venido acompañados de bombo y platillo editorial, pero no dejan poso en el lector. Leo todos los libros que lee mi hija y he encontrado en ellos ilustraciones muy hermosas... y faltas de ortografía e incoherencia en la puntuación y el estilo general. 

Me dicen, y veo patente en el resultado final, que los periódicos no emplean ya correctores. 

Y poniéndolo todo junto, digo yo: ¿no deberían los editores quejarse menos y editar mejor? ¿Ofrecer un libro digno, encuadernado de modo que pueda durar y corregido por correctores que conozcan su oficio y bien pagados? 

Quizá es el momento de hacer restructuración en el sector editorial, que queden sólo aquellos que dan al libro la importancia que se merece, los que recuerdan que hubo tiempos en que la gente moría y mataba por un libro, por leerlo y por defenderlo. 

Quizá no sea necesaria tanta cantidad, pero sí que se echa en falta la calidad, el olor y el tacto de un buen libro, que pueda ponerse en la biblioteca porque está bien escrito, se ha corregido bien y merece la pena que lo lean y compartan los que vienen después. 

Mar Rodríguez

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La patraña del gran editor

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En pleno fervor promocional del premio Planeta 2006, Màrius Serra, otro de los premiados por Planeta, en su caso con el premio Ramon Llull 2005 por su novela Farsa, se sirve de las nuevas tecnologías no sólo para publicar sus últimas creaciones , sino para buscarse la necesaria promoción para Patraña (la recién publicada versión castellana de Farsa), que Planeta sólo parece dispensar a sus premiados recientes.

Màrius Serra no es un adelantado ni tampoco una excepción. Como otros autores, sufre el progresivo deterioro de los servicios que les prestan su editores ­—que también son sus distribuidores en las grandes editoriales; libreros incluso si disponen de cadenas de librerías— y que a menudo se reducen ya a la impresión, la encuadernación y la distribución en librerías, con una labor de edición y promoción a menudo precaria; a cambio, eso sí, de embolsarse buena parte del 90 % de precio de venta al público de cada ejemplar. Y, como otros autores, Màrius ha de convertirse en su propio publisher, esto es, ha de encargarse de hacer pública su obra, de ponerla por sus propios medios en conocimiento del lector.

Hace poco tiempo, la prolífica revista Dosdoce publicó un estudio sobre las estrategias de promoción y comunicación que utilizan las editoriales españolas, quienes, según sus conclusiones, desaprovechan el potencial de las nuevas tecnologías. Vistas las actuales tendencias en la edición, sería interesante mover el foco de ese estudio y centrarlo en las estrategias promocionales que los autores se ven obligados a utilizar. Probablemente se vería que superan —y con mucho— en ingenio a los medios que tan torpe y discriminadamente emplean las grandes editoriales.

A este paso, van a ser los grandes grupos editoriales quienes aboquen a sus autores no ya sólo a la autopromoción, sino a la autopublicación. Empresas como Lulu.com, recién desembarcada en España, que permite autoeditar muy fácilmente una obra, publicarla y promocionarla en la web e imprimirla bajo demanda, «sin intermediarios entre el autor y el comprador», y por supuesto Amazon y Google Libros los acogerán con los brazos abiertos. Y el autor, que puede elegir ya qué licencias aplicar a su obra digitalmente publicada, y hacerlo con toda facilidad, sólo necesitará solicitar un número ISBN para su obra y lanzarla a la carrera comercial vía web. También los correctores, editores de mesa, redactores, traductores, diseñadores gráficos..., tan mal queridos en las editoriales, seguiremos ahí, como un servicio independiente de un editor ya innecesario, desde el momento en que deja de aportar valor al producto y servicio al autor y al lector. Porque contrariamente a lo que afirmaba José María Barandiarán en un interesante artículo sobre el panorama de la autoedición en España («La democratización de la edición tiene, no obstante, algunos inconvenientes de cara a la calidad del producto: “Los libros son peores en cuanto a la corrección del texto, por la velocidad y la facilidad a la que puede plantearse la publicación y por el hecho de que no hay detrás un editor que se preocupe de corregir el contenido”), los libros sólo son peores cuando quien los genera entiende la edición en función de su cuenta de resultados.

Lo decía hace poco José Antonio Millán, en una entrevista publicada en la revista Eroski-Consumer.es:

¿Cree en la propiedad intelectual de la obra escrita como un medio para obtener beneficios derivados, o bien apostaría por que el creador enajenara sus beneficios de la difusión libre de su obra? ¿Estamos preparados para un escenario así o seguimos necesitando a los intermediarios (editores, agentes, correctores, impresores...)?

Creo que son dos cuestiones distintas. La licencia Creative Commons, que permite compartir sin uso comercial, a la que está sujeta parte de mi obra, es una herramienta de difusión (y por tanto de publicidad, de influencia...) muy grande. Lo explico en el artículo La gestión del entusiasmo. Pero eso no impide que cuando se quiera hacer uso comercial, mi agente literario le venda a un editor el derecho a publicarla. Los intermediarios son una cuestión distinta. Tengo la sensación de que los editores (y hablo en genérico: yo tengo hoy en día de los mejores editores que se puedan encontrar) están incumpliendo cada vez más el pacto con sus autores. En parte por la creciente degradación del circuito distribuidor-librería, y en parte porque están reduciendo costes de manera radical, y eso se nota en la calidad del producto final. Eso puede forzar a muchos a buscar medios alternativos de difundir su obra. Entre que te edite alguien que va a distribuir mal tus libros (porque los va a tener dos semanas en las librerías) y otro que los va a tener constantemente disponibles en una librería virtual, y los va a imprimir con impresión bajo pedido (print on demand) a medida que los necesite y los va a enviar a los compradores, la elección va a ser bien clara. Claro, que al final habremos sustituido un intermediario (el editor) por otro (la librería virtual, o un proyecto como Google Libros). El panorama se está rehaciendo... Respecto a los agentes y los correctores, me siguen pareciendo importantes en el medio digital.

Y, concluyendo, este es el e-correo que envía Màrius Serra, por su cuenta y riesgo, a quienes considera lectores potenciales de Patraña, en un intento de promover un boca-oreja internético:

Hola, soy Màrius Serra.

Ya sé que hoy todos los medios de comunicación hablarán del nuevo premio Planeta de novela.

Por eso yo hoy, si no te molesta, querría importunarte brevemente para anunciarte la llegada a las librerías de mi novela Patraña (también editada por Planeta, aunque con una inversión promocional mucho más humilde, me temo).

Y que conste que el título del e-mail no es una crítica a los premios literarios en general ni al Planeta en particular. Las patrañas abundan en todos los campos.

Mi Patraña es una novela compleja, pero espero que te sea gratificante.
En 1856, Robert Houdin, padre de la prestidigitación moderna, viaja a Argelia enviado por el gobierno francés para demostrar la primacía de la razón ilustrada.

En la Barcelona del Fòrum 2004, un mago aplica un truco del mismo Houdin a inmigrantes sin papeles. Al salir del armario, los inmigrantes hablan catalán, tienen una visa de La Caixa y son socios del Barça. A continuación desaparecen sin dejar rastro hasta que los localizan en el Gran Casino de Barcelona.

La solución al intricado laberinto de relaciones entre ciudadanos indígenas e inmigrantes tiene que ver con el lenguaje, y más concretamente con las palabras que Saussure buscara bajo las palabras en su nunca demostrada teoría de los anagramas.

Esta parodia de la sociedad occidental de nuestros días, galardonada con el premio Ramon Llull de las letras catalanas 2006, ya ha recibido el aplauso de la crítica y de miles de lectores catalanes.

Ahora tengo el gusto de invitarte a leerla en la traducción al castellano de Roser Berdagué y anunciarte que dentro de pocos meses Meri Pozza la publicará también en italiano.

Espero que, si te gusta, la recomiendes a tus amigos castellanolectores. Seguro que al premio Planeta no le hace falta el boca a boca, pero a Patraña sí, de modo que, aun a sabiendas de ser poco original, reenvíame a discreción.

Silvia Senz (Sabadell, Cataluña, aún en España)

Del purismo al desconcierto (2.ª parte)

[Viene de aquí.]

Luego de informarnos sobre la evolución lingüística en América durante los siglos XVIII y XIX, Moure continúa —en su impecable prosa— con los elementos más sustanciales que se dieron desde el siglo XX hasta nuestros días:

Los inicios del siglo XX, aliviando los malos presagios de Cuervo y contrariando una desafortunada baladronada de Azorín, aportaron la sensatez de Unamuno pidiendo que España renunciara a su absolutismo sobre la lengua e incorporara en su beneficio la legitimidad y razón del sello americano. Menéndez Pidal habría de proveer, en 1944, los necesarios argumentos lingüísticos que avalaban la unidad de un «idioma común», noción a partir de la cual la Real Academia Española abandonó finalmente la preocupación por la pureza de la lengua y replanteó su política de cara a los territorios ultramarinos. [...] [H]ubo que esperar hasta 1956 para que el II Congreso de Academias de la Lengua Española recomendara a la Real Academia [Española] el reconocimiento de la legitimidad del seseo. Acaso la demora haya sido una inconsciente revancha histórica contra aquel episodio de 1820, cuando el teniente coronel colombiano Hermógenes Maza, tras identificar a los prisioneros españoles haciéndoles pronunciar la palabra «Francisco», y como sus intenciones no eran precisamente dialectológicas, ordenó que todo realizador de ce interdental fuese decapitado y arrojado al río Magdalena.

Si nos hemos demorado en este excurso, poco original por cierto, del ascenso y decadencia del purismo casticizante como criterio de corrección de nuestro idioma, es porque la renuncia académica a sostenerlo no implicó la desaparición de sus efectos. Creemos, por el contrario, que tanto su sobrevida irreflexiva como el radicalismo de sus detractores han tenido, al menos en nuestro país, consecuencias nocivas para la enseñanza y defensa de la lengua, entendida ésta como la variedad estándar, codificada y normalizada, la que estoy empleando en este momento, la que deseo encontrar en los diarios, la que querría oír en los noticieros, aquella en la que leo a Borges y a Torrente Ballester, la variedad elaborada que me permite escribir y ser entendido por los lectores instruidos que la dominan, y los que deberían dominarla en todo el ámbito del español.

Fue precisamente una formulación de Guillermo Guitarte [...], coincidente con algo que muchas veces pensé sin atreverme a decirlo, la que me dio ánimos para hacerlo hoy: «Hay que decir que la desaparición del concepto de pureza de la lengua crea, a su vez, el problema de encontrar otro criterio que guíe la política lingüística. La falta de un criterio de valor, reemplazado acaso por nociones puramente lingüísticas o sociológicas, puede a la larga ser más perjudicial a la conservación de la lengua que la vieja idea de la pureza.» (Guitarte, Guillermo. «El camino de Cuervo al español de América». En Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar. Madrid: Gredos, 1983, I, p. 81.)

[...] Nuestra preocupación por estas cuestiones, los desvelos, nada novedosos, por plantearnos la necesidad de un criterio de corrección admisible y compartido, el trabajo conjunto de las academias y aun su estoica resistencia frente a burlas y desprecios, la circunstancia misma de querer seguir discutiendo sobre la materia, sólo se sostienen sobre la convicción extralingüística de que la unidad de la lengua española es un bien posible y deseable, y sobre la convicción profesional de que los argentinos tenemos voz y voto en ese proyecto.

[...] No podemos pasar revista aquí a las múltiples y ricas corrientes de la lingüística contemporánea, pero me atrevería a decir que la prescripción fue unánimemente vista como intrusa dentro del campo de análisis, o —en una llamativa inversión de papeles— como petición de principio para dar por sentada la «corrección» de las estructuras pasibles de los análisis, que la lingüística realizaría en procura de dar cuenta de la estructura de la langue. De la misma forma, la inserción de las perspectivas antropológica y social, así como ampliaron enriquecedoramente el campo de estudio al quebrar la concepción de la unidad y autonomía de lo lingüístico, y al forzar a admitir la injerencia connatural de elementos que previamente habían sido considerados externos, relegaron aún más la atención hacia el prescriptivismo, y dirigieron su atención antes a los efectos de la sociedad sobre la lengua que a las funciones sociales de ésta, como lo son las actitudes de la gente hacia el uso del idioma.

Y nos parece de suma importancia, porque está en el centro de lo que deseamos decir, la paralela observación de James y Leslie Milroy, en un libro ya clásico (aunque publicado en 1985 [Authority in language, Investigating Prescription and Standardization, London, Routledge and P. Kegan]), acerca de las consecuencias de la desatención de los lingüistas hacia la prescripción, en tanto desde la década de 1950 advierten que es notoria una declinación de la enseñanza de la gramática en las escuelas inglesas. Algunos educadores —dicen estos mismos autores— parecen haber interpretado los ataques a la gramática prescriptiva como ataques a la enseñanza de la gramática en general, e incluso algunos especialistas han denunciado una declinación de la alfabetización (literacy) como resultado de esta tendencia.

[...] [J]unto con el rechazo por el purismo se desconfió del prescriptivismo, que no tiene por qué ser su sinónimo.

Los Milroy [...] destacan —y yo mismo pude comprobarlo— la decepción que habitualmente sienten las personas, cuando los lingüistas nos negamos científicamente a expedirnos sobre dudas concretas acerca de la corrección de alguna de las producciones que nos someten. Afortunadamente, la sociolingüística ha debido aceptar que no es posible estudiar el lenguaje sin atender a la influencia ejercida por los conocimientos que los propios hablantes tienen sobre el valor social de los elementos de su lengua.

[En la tercera y última parte se desarrollarán las convicciones del académico sobre la actualidad lingüística hispanoamericana.]

Pilar Chargoñia (Montevideo, Uruguay)

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La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (1.ª parte)

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El español internacional del futuro, ¿un cóctel de mestizaje y técnicas in vitro, made in USA?

 

 

 

En el reciente congreso de la División de Español de la American Translators Association (ATA), celebrado en Las Vegas en abril de este año, Alberto Gómez Font (AGF en adelante), coordinador general de la Fundéu, ofreció la ponencia titulada «El español global en los medios de comunicación hispanos de los EE. UU. y en los grandes medios trasnacionales».
En ella, AGF desarrolla un discurso que ya hemos comentado otras veces en esta bitácora (aquí, aquí y aquí), que él mismo ha expuesto en diversas ocasiones (
aquí, aquí y aquí), y que la revista que publica la propia Fundéu ha recogido recientemente en un número monográfico.
En síntesis, lo que propone ese discurso es la posibilidad —no la factibilidad— de «crear» un español neutro internacional, que parta del español híbrido que supuestamente se está gestando en EE. UU., y que utilice como vehículo de neutralización y foco de irradiación los medios de masas internacionales y estadounidenses en español, de notable influencia, al parecer, en el habla de sus consumidores.

En el seminario internacional «El español en los medios de comunicación de los Estados Unidos» (organizado por la Fundéu y la Fundación San Millán y celebrado en San Millán de la Cogolla en mayo de este año), el propio director de la RAE (y presidente de la Fundéu), Víctor García de la Concha, declaró a los medios de comunicación estadounidenses «“de enorme importancia” porque “es difícil encontrar en los Estados Unidos aliados mejores para llegar a la gran masa de hispanohablantes, que los medios de comunicación”».

A este respecto, dice AGF:

Lo cierto, a mi parecer, es que ese español [internacional] ya existe, y no es nuevo, lleva mucho tiempo existiendo, aunque ahora hablemos más de él y su realidad sea cada vez más visible gracias a la velocidad con la que nos comunicamos, a la velocidad con la que intercambiamos formas de llamar a las cosas y a la velocidad con la que las hacemos propias. La revolución que hemos vivido en las comunicaciones, especialmente en Internet y en la televisión, ha permitido que el mundo hispanohablante se acerque cada vez más. Poco a poco nuestros oídos se han ido acostumbrando a palabras y expresiones que hasta hace muy poco tiempo eran extrañas para nosotros. Así, para los medios de comunicación internacionales en español, cada vez hay menos palabras que «traducir» del español local al español internacional. Y si ese español existe en algún sitio es en los Estados Unidos, pues es el país donde se juntan todas los modalidades locales, se funden, y junto con ellas van añadiéndose innovaciones tomadas del inglés que no tienen por qué ser negativas.

Y también:

Está claro que en los Estados Unidos es donde más laboratorios ha habido y sigue habiendo, en los que se crea a diario ese nuevo español, ese español válido para todos los hispanohablantes, para todos los medios de comunicación que se escriben o se transmiten en nuestra lengua. [...] El español que se difunde en los medios es homogéneo internacionalmente, y esto, unido a la gran influencia que éstos tienen sobre la población, ayuda a unificar el español en el mundo. [...] hablar del español internacional no es algo abstracto, como en principio pueda parecer, sino que tiene aplicaciones prácticas, incluso comerciales. [El enlace es nuestro.]

En la teoría planteada por AGF para la conformación y fijación de un español internacional, los medios se constituyen en nuevos agentes normativizadores y normalizadores, y la plasmación de su trabajo codificador no son ya las obras académicas, sino los libros de estilo —lo que el traductor Xosé Castro denominaba «academias privadas de la lengua»—. Con este fin, AGF recupera el Proyecto Zacatecas —proyecto suyo y de Álex Grijelmo (vicepresidente primero de la Fundéu y presidente de la Agencia Efe), de libro de estilo unitario de los medios en español— y lo propulsa como referencia normativa por excelencia:

[...] tendremos que retomar el Proyecto Zacatecas y dirigirlo hacia lo que nos interesa: hacia la búsqueda de acuerdos en los libros de estilo de los principales medios de comunicación del siglo XXI, pues a nadie se le oculta que quienes dictan la norma de uso, mucho más que los diccionarios, las gramáticas y los libros de ortografía, son los manuales y libros de estilo que ya se consideran como las verdaderas guías de uso del español actual, del español del siglo XXI. Así, pues, cualquier persona que se aproxime al estudio del español deberá tener muy en cuenta el uso que de éste se hace en la prensa y deberá consultar los libros de estilo de periódicos, emisoras de radio y canales de televisión, en los que encontrará resueltas muchas de las dudas que se irá planteando a medida que avance en su conocimiento.

Hay que tener presente que los verdaderos maestros del español son los medios de comunicación, que se encargan de difundir los nuevos usos de la lengua; hasta tal punto es evidente ese papel de la prensa que la Real Academia Española, al redactar la última edición de su diccionario (22.ª, 2001), utilizó los textos de la prensa como referencia y les dio la misma importancia, o quizás más, que a los textos surgidos de las plumas de los grandes escritores.

Cabe señalar que estas últimas afirmaciones de AGF contrastan llamativamente con las conclusiones que se recogen en la Memoria anual de la Fundéu: «La Fundación del Español Urgente subraya la falta de sensibilidad hacia el idioma en los medios de comunicación».

Pese a ello, AGF remata su teoría con esta optimista consigna:

No hay que hacer caso de los pesimistas que auguran un futuro horrible para la lengua española en los Estados Unidos; todo lo contrario: hay que confiar en la importantísima labor de los medios de comunicación hispanos, cada día más conscientes de su papel como guías del buen uso de nuestra lengua.

¿Realmente cabe ser tan optimistas con respecto al futuro del español en EE. UU.? ¿Son realistas o ilusorias estas perspectivas presentadas por AGF? Lo analizaremos en la segunda parte de esta serie: «Un poco de divulgación sociolingüística».


Silvia Senz Bueno (Sabadell )

 

 

 

 

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La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (2.ª parte)

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Un poco de divulgación sociolingüística

 

(Viene de aquí.)

Ya comentamos en un artículo anterior las muy diversas trabas de índole social, cultural, lingüística y política (las más recientes, tremendamente drásticas) con las que la lengua española puede encontrarse en ese supuesto camino hacia una nueva variedad estadounidense. Pero quizá convenga, llegados a este punto, hacer un poco de divulgación sociolingüística para que el lector menos avisado de esta bitácora comprenda por qué los libros de estilo de los medios de comunicación estadounidenses e internacionales no bastan para intervenir de manera efectiva y eficaz en su conformación como modelo de español internacional.

Tal como ya se ha explicado anteriormente aquí, se entiende por planificación lingüística la intervención consciente sobre una lengua o variedad lingüística, con diversos objetivos (modernización de la lengua, enriquecimiento para adaptarla a nuevas necesidades, extensión de su uso, favorecimiento de intercambios comerciales e internacionales, mantenimiento de la hegemonía cultural de la lengua en el poder...). Esta intervención requiere una evaluación previa de la situación de la lengua o variedad sobre la que se quiere operar.

Según el modelo de Heinz Kloss, en la planificación de una lengua se adoptan dos tipos de medidas de intervención: 1) lingüísticas (planificación del corpus, o estandarización), que operan mediante la normativización, esto es, con propuestas normativas que afectan a la gramática, la ortografía o el vocabulario de una lengua, y 2) sociales (planificación del estatus), encaminadas a intervenir en la posición social que una lengua ocupa respecto de otras o con relación a los criterios políticos, sociales o ideológicos de los gobiernos.

Por lo que se refiere al valor social de la lengua (estatus), si los hablantes de la lengua o variedad sobre la que se quiere operar arrastran un estigma social negativo, las dificultades a la hora de estandarizarla serán mucho mayores.

Por otra parte, la implantación de las normas lingüísticas fijadas es un proceso social que se desarrolla en la educación. Por esta razón, es necesario que la lengua sobre la que se quiere intervenir esté presente en el sistema educativo oficial del país o territorio donde residen y se educan los hablantes de esa lengua.

Tomando como referencia estas premisas, parece poco factible, pues, que la intervención de los medios de comunicación estadounidenses e internacionales sirva, por sí sola, para conformar un español internacional basado en el español (o en los españoles) que se habla en EE. UU. Para ilustrar esta evidencia, valgan estos nuevos contrapuntos a las «optimistas» expectativas de Alberto Gómez Font al respecto:

Sin embargo, en el caso de los hispanos la cuestión de la identidad lingüística se presenta mediante la doble confrontación español/inglés; español/ modelo castellano normativo-académico/variante nacional de origen (dominicana, cubana, mexicana, puertorriqueña, etc.)
Por lo que mientras existe una alta valoración del «español» como lengua internacional, existe una valoración negativa del español que se habla en los Estados Unidos, lo cual sustenta, fundamentalmente, en los estereotipos que se tiene sobre sus hablantes, los inmigrantes hispanos a quienes se los considera «pobres», «incultos», «ignorantes», y, por lo tanto, portadores de una lengua española «incorrecta», «fea». A las características propias de las variantes nacionales que son portadores estos hispanos, se añade la influencia que el inglés ejerce, a través del uso de vocablos en inglés, de giros, lo que hace que se reafirme más su condición de «lengua deteriorada».
Esta actitud negativa hacia las formas de hablar de los hispanos ha hecho que muchos de ellos se autodiscriminen y consideren «su» español incorrecto, lo que ha llevado, a muchos, al abandono de su lengua materna.

(Nuria Gregori y Sergio Valdés: «Identidad, uso y actitudes lingüísticas de la comunidad cubana en Miami, 2.ª parte».)

El valor simbólico del español como seña de identidad hispánica, como patrimonio cultural, sin embargo, se ve confrontado en sus idealizaciones excesivas con realidades centrífugas y conflictivas en los diversos confines de sus territorios. La presencia e incluso revitalización de ciertas lenguas amerindias son el producto de la movilización de sus hablantes, que presentan con fuerza creciente sus reivindicaciones lingüísticas, educativas y de autonomía, que cuestionan precisamente el postulado del español como referente identitario; la enorme y muy dinámica comunidad hispana en los Estados Unidos se ha construido imaginarios simbólicos propios, desde Aztlán, la cuna mítica de la civilización azteca, hasta su cultura chicana inconfundible.

(Rainer Enrique Hamel: «Las cuatro fronteras de la identidad lingüística del español: lengua dominante y dominada, lengua fronteriza y lengua internacional».)

 


Hispanos en Estados Unidos van perdiendo el dominio del español

Según un estudio publicado por profesores de sociología de Nueva Jersey y California, esto sucede generaciones después del arribo de inmigrantes y el inglés se convierte en el idioma predominante.

El texto contradice los argumentos populares de que la magnitud de la inmigración latina hacia Estados Unidos podría crear una sociedad bilingüe y un cambio fundamental en la cultura estadounidense.

Ese tipo de sentimientos han desempeñado un papel en debates en torno a la ley migratoria de Estados Unidos, y anteriormente este año desataron una controversia por una versión en español de The Star-Spangled Banner, el himno nacional estadounidense.

Douglas Massey, de la Universidad de Princeton, y Ruben Rumbaut y Frank Bean, de la Universidad de California, plantel de Irvine, hallaron que el español daba paso al inglés entre la gran cantidad de habitantes hispanos en el sur de California.

El estudio sugiere que entre los inmigrantes mexicanos que llegan actualmente al sur de ese estado, apenas cinco de cada 100 de sus bisnietos hablan un español fluido.

«Incluso en el mayor enclave de habla hispana en la nación, con una región fronteriza que históricamente perteneció a México, el español parece ir encaminado hacia una muerte natural para la tercera generación residente en Estados Unidos»', indicaron los investigadores en el texto, publicado en el número de septiembre de la revista Population and Development Review (especializada en población y desarrollo).

Los autores del nuevo documento usan información de un sondeo para mostrar que los hispanos de cada generación sucesiva hablan el inglés como lengua nativa, de igual forma que las oleadas anteriores de inmigrantes en la historia estadounidense.

El texto se basa también en dos estudios, uno efectuado en el 2004 y el otro del 2001 al 2003, para globalizar una muestra de 5.703 residentes del sur de California. Entre el grupo, 1.642 eran de ascendencia mexicana y un total de 2.262 tenían ancestros latinoamericanos.

La supervivencia del español entre los descendientes de los inmigrantes mexicanos y centroamericanos era más elevada que entre los otros grupos, pero aun así seguía el patrón en que el inglés llegaba a ser la lengua predominante con el paso de los años.

Entre los estadounidenses de origen mexicano con dos padres nacidos en Estados Unidos pero tres o más abuelos nacidos en el extranjero, sólo el 17 % hablaba español fluido. Entre los que tenían sólo uno o dos abuelos nacidos fuera de territorio estadounidense, la fluencia en español disminuía al 7 %.

Sólo el 5 % de los estadounidenses de origen mexicano con padres y abuelos nacidos en Estados Unidos hablaban bien español.

Entre la tercera generación de estadounidenses de origen mexicano, el 96 % prefieren hablar inglés en sus hogares.

(«Hispanos en Estados Unidos van perdiendo el dominio del español», El Tiempo.com, 13/09/2006.)

Samuel Huntington afirmó en su libro Who Are We? que los inmigrantes hispanos eran una amenaza para la identidad nacional de los Estados Unidos porque, a diferencia de otros grupos étnicos, no se estaban integrando en la nación anfitriona. La noticia de que Univisión Communications, el conglomerado de medios en español, está en venta es un síntoma más de lo equivocado que está este respetado caballero. Univisión controla más del 80 % del mercado en español pero, debido a que los hispanos de la segunda generación prefieren los programas en inglés, sus perspectivas para crecer en el largo plazo son pequeñas…, a menos que ella también se integre a la cultura estadounidense.

Parecería no existir razón alguna para que su propietario, Jerrold Perenchio, venda Univisión. El conglomerado, que incluye las áreas de televisión, radio y música, es una máquina de hacer dinero. En 1992, el señor Perenchio adquirió Univisión por 0 millones; hoy día, el conglomerado de medios posee una capitalización de mercado de mil millones.

Sin embargo, las tendencias demográficas no juegan a favor de Univisión. Los nacimientos han superado a la inmigración como el factor clave en el crecimiento de la población hispana en los Estados Unidos. El mercado hispano continúa creciendo con dinamismo, pero los estadounidenses de origen hispano, y no los nuevos inmigrantes, son la verdadera fuerza detrás de esta expansión. Usted lo adivinó: los hispanos de la segunda generación hablan inglés y de manera creciente prefieren leer y ver medios en inglés.

Cualquiera que esté remotamente familiarizado con el mercado hispano sabía esto desde hace mucho tiempo. Lo experimenté personalmente hace algunos años cuando trabajé para una cadena de periódicos en Florida. Estudios realizados por organizaciones tales como el Pew Research Center, el Urban Institute y la Kaiser Family Foundation indican que los latinos nacidos en los Estados Unidos representan en la actualidad el 60 % de todos los latinos; que la segunda generación es bilingüe, posee un nivel de educación más alto y gana más dinero que sus padres inmigrantes; y que la tercera generación ni siquiera habla español. De tener algún efecto, el estigma que hoy día conlleva ser un inmigrante en los Estados Unidos presionará a la segunda generación a enfatizar su condición de estadounidense. Y los recién llegados no pueden frenar el proceso: sus hijos harán lo mismo.

[...]

El señor Perenchio puede tener otros motivos para vender (digamos, retirarse a Bora-Bora a perseguir mosquitos), pero resulta obvio que la cadena televisiva, que se esfuerza principalmente en satisfacer a los hispanos de la primera generación con acarameladas telenovelas, no puede seguir expandiéndose de un modo significativo a menos que haga algo drástico. La introducción de una programación bilingüe, por ejemplo, podría ampliar la audiencia de Univisión, pero también podría enajenar a su base de la primera generación. El desafío planteado por una generación que se va apartando de los medios en español, y no solamente la competencia de los medios electrónicos, puede ser la razón por la cual los ingresos publicitarios de la cadena han venido creciendo recientemente al ritmo de un tercio de la tasa de crecimiento de los ingresos de la TV en general.

Los hispanos jóvenes y angloparlantes preferirán mirar reality shows como The Real World y comedias como George Lopez, tal como lo señalara una nota reciente del New York Times, o escuchar la radio Hurban, un híbrido musical con el cual Clear Channel está experimentando en la actualidad.

Por supuesto, ningún grupo se integra a una cultura sin marcarla. Pero esa ha sido la historia de los Estados Unidos. Cada grupo religioso o étnico que se volvió parte de la nación estadounidense la enriqueció sin alterar fundamentalmente las ideas básicas que informan sus instituciones. Sí, los hispanos influirán en la cultura de los Estados Unidos, pero es cierto también que la cultura prevaleciente, comenzando por el idioma, está influenciándolos mucho más. Muchos hispanos parecen desear ver sus historias reflejadas en la programación televisiva en inglés. Me sorprendería si las cadenas televisivas en inglés no contemplan eso en sus planes futuros. Pero esas historias serán en inglés y mostrarán a los hispanos en proceso de integración cultural. [...]

(Álvaro Vargas Llosa: «La rebelión de la segunda generación».)

Parece pues, que la supervivencia del español en EE. UU. no depende en absoluto de la intervención de los medios en la definición del español estadounidense, y que tampoco se ajusta a la realidad el pronóstico de Gómez Font según el cual nuestros nietos verán ya en los diccionarios académicos la etiqueta «EUA» para marcar los usos propios del español estadounidense, o su vaticinio de que, dentro de 200 años, en EE. UU. sólo se hablará español.

¿Por qué, entonces, se da tanto valor al mundo hispano de Estados Unidos si parece que su idiosincrasia y sus circunstancias no son las idóneas para una planificación lingüística del español en este terreno? Lo analizaremos en la tercera y última parte de este artículo: «La imagen y el prestigio del (y de lo) español en Estados Unidos, una apuesta de mercado».

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell)

 

 

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La fijación del español internacional (y de la edición en español) en EE. UU. , ¿una cuestión de prestigio, imagen, medios y libros de estilo? (3.ª parte)

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Hemos visto en la entrega anterior que el español en EE. UU. declina por razones demográficas y económicas, a medida que los nacimientos de hijos de hispanos en Estados Unidos superan a la entrada de inmigrantes (un flujo que a su vez irá en descenso a medida que mejoren las economías latinoamericanas), y muere, por razones socioculturales, con las terceras generaciones de hispanos, que ni siquiera ven televisión o leen medios en español. La población latina y los medios en español estadounidenses no parecen pues, en absoluto, un buen germen para el español del futuro. Aun así, se insiste, en el discurso académico y paraacadémico, en la necesidad de conformar un español internacional y de asentarlo en el territorio de EE. UU. ¿Por qué?

Si el futuro nos cierra la puerta a una respuesta plausible, quizá lo razonable sea buscarla en el presente.

 

 

 

La imagen y el prestigio del (y de lo) español en Estados Unidos, una apuesta de mercado

La clave para entender la importancia que se está dando a la homogeneización del español estadounidense es, sin duda alguna, mercantil. El asentamiento del español en este país como una lengua «bien hablada y bien escrita en los medios», «homogénea», «culta» y «socialmente aceptable» responde a una apuesta mercantil española a medio plazo, hecha, eso sí, sobre una base sociolingüística poco realista, como hemos visto.

Como dijo Joaquín Garrido en su ponencia «Hispano y español en Estados Unidos», presentada en el II Congreso Internacional de la Lengua Española («El español en la Sociedad de la Información», Valladolid, 16-19/10/2001), organizado por la RAE y el Instituto Cervantes:

En este ambiente estadounidense de «pluralidad cultural» hay una oportunidad para la cultura española. Es importante, como señala Probst Salomon, que los escritores y políticos españoles «aborden esta sorprendente transformación social que está motivada por el idioma español; si no, España se convertirá en un espectador en lugar de participar en ella». Como observa Gómez Dacal (2000: 154), «Con o sin cooperación de terceros países (los de habla española, en general, y de España, en particular), el futuro del español en Estados Unidos está asegurado». Esta contribución se está llevando a cabo, tanto en la red como en la realidad, mediante la actuación del Instituto Cervantes y la Real Academia Española, como es evidente en las presentes circunstancias.

Como he escrito anteriormente (Garrido 2001), el objetivo de la política lingüística del español es doble: su difusión interna, entre los estadounidenses de origen hispanohablante, y su difusión externa, entre los angloparlantes. Para ello hay que insistir en el español como lengua de cultura y actividad económica tanto de España como de México, de Venezuela como de Argentina, de Perú como de Cuba, pero también de Estados Unidos, entre otros países. Es decir, se trata de insistir en que la lengua española es europea pero sobre todo americana.

Y como decía el propio Garrido en las conclusiones de su trabajo del 2000 «Política lingüística del español en EE.UU.»:

Una bomba o un milagro o un regalo. Sobre todo en España, tenemos que entender el español como ese regalo para nosotros de que el español sea la lengua en América. Pero también en Estados Unidos. Los Estados Unidos de América son un país de muchos hablantes de español, que lo han sido, que lo son, o que lo pueden ser. Dentro de esa «América» que es el otro continente donde se habla español, los Estados Unidos son en sí mismos, por su importancia, otro mundo. Hagámoslo nuestro.

A su vez, el presidente del BBVA (entidad cofundadora de la Fundéu), Francisco González, manifestaba recientemente que el español vive «un periodo de fuerte auge» en los Estados Unidos y que «mantener y reforzar esta tendencia positiva resulta clave para el papel del español en la cultura y la economía global del siglo XXI».

No es nuevo en esta bitácora hablar de la relevancia que tiene la conformación de un español internacional en la explotación del español como recurso económico. Incidir en el español de EE. UU. y lo hispano tiene, además, una importancia estratégica en la proyección de la imagen de España (la Marca España) en el mundo, y en el dominio, prioritario para España, del pujante mercado hispano en EE. UU., para lo cual se ha puesto a punto un Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense, donde los sectores de mayor oportunidad son el agroalimentario, los bienes de consumo, los de alto contenido tecnológico, y los culturales y audiovisuales (cuya promoción internacional cuenta con dotaciones multimillonarias y proyectos de expansión a través de la Red).

Según ya hemos visto en la entrega anterior de este artículo, ese plan topa —como la propia percepción del español entre buena parte de la comunidad hispana de EE. UU.— con la traba de la imagen de lo español: «En el mercado estadounidense el principal problema de la imagen de España es la “confusión de lo español con lo hispano”, como señala el presidente de Positioning Systems, que ve en la colonia hispana a una posible transmisora de nuestra imagen-país que aún no ha sido explotada».

Evidentemente, superar esa mala imagen pasa por mejorar in situ —y a poder ser con la colaboración de los miembros más conocidos e influyentes de la comunidad hispana en EE. UU., como se ve en el portal America Reads Spanish, o de la propia familia real española— la imagen de España y del español como cultura y lengua de prestigio.

No son ajenas a ello la labor de difusión de las culturas española (especialmente) e hispanoamericana, y del español como lengua de cultura que realiza el Instituto Cervantes, ni la política lingüística panhispánica de las academias, que fomenta, a través de la identificación con la lengua española, un sentimiento de pertenencia a la comunidad hispánica, a la patria común del español.

No obstante, en lo que respecta a la codificación del nuevo estándar del español que llevan a cabo las academias, no basta con abrir a América el abanico de la norma culta para fomentar entre los hablantes ese sentimiento de identificación con la lengua española. Como apunta José del Valle en un estudio sobre las tendencias en el español de Nueva York, la idea de prestigio que acompaña a la norma culta puede generar una actitud de rechazo hacia su propia lengua en el hablante estadounidense no perteneciente a la élite cultural y económica hispana:

[...] no hay que olvidar que el español hablado por la mayoría de los hispanos neoyorquinos ocupa también una posición de subordinación con respecto al español estándar. A nadie se le escapa que, en el contexto del mundo hispánico, el dominio de la variedad estándar del español de cada nación es importantísimo factor para el acceso a los recursos económicos de la sociedad y para disponer de movilidad social ascendente. La subordinación de los dialectos distantes del estándar que se deriva de este hecho práctico se ve reforzada por los usos públicos de la lengua, por ejemplo, en los medios de comunicación, que perpetúan las jerarquías lingüísticas dominantes. Además, la actitud de la élite cultural y económica hispana estadounidense y de los portavoces de la cultura lingüística dominante, con sus condenas del comportamiento lingüístico de los hispanos, acentúan aún más la estigmatización de que son objeto, aumentando así la inseguridad de que son víctimas. En este contexto, las instituciones destinadas a la promoción de la lengua española y la cultura hispana en los Estados Unidos no llegan a desempeñar una función correctora, y tienden a servir a la élite cultural hispana y a ignorar el carácter incuestionablemente político de la presencia del español en Nueva York.

En consecuencia, ante la estigmatización que sufre su comportamiento lingüístico, el hispano neoyorquino o bien acepta su condición marginal, o bien se siente en la necesidad de adaptarse a uno de los dos modelos lingüísticos que se le presentan: el inglés estándar o el español estándar. Frente a este dilema, al no existir los medios que permitan al hispano adquirir el español estándar y ante la posición dominante del inglés, optarán por adoptar esta lengua en aras de la promesa —no siempre realista— de ascenso socioeconómico.

De los argumentos anteriores se puede extraer la siguiente conclusión: la cultura lingüística dominante en el mundo hispánico que estigmatiza el comportamiento lingüístico híbrido puede ser perniciosa para la supervivencia del español en Nueva York, al aumentar la inseguridad lingüística de los hispanos y desgajar conceptualmente su conducta verbal del todo idiomático que conocemos como lengua española.

Por su parte, en este estudio sobre la importancia de la comunidad hispana para los intereses de España en el mundo, publicado por el Real Instituto Elcano, Emilio Cassinello advierte con respecto a las políticas de fomento, por parte española, de un sentimiento de pertenencia a una comunidad hispánica global:

Como en todo plan estratégico, hay que evitar dar pasos en falso –en especial en sus comienzos–. Es crítico no caer en la simplista tentación de pretender ser o constituirse en una referencia común para todos los hispanos. La existencia de una memoria histórica y cultural compartida no nos confiere ni su representación ni un papel homogeneizador de sus intereses. Ello a pesar de los equívocos que en la misma sociedad estadounidense puedan producirse: el Hispanic Yearbook incluye en su listado de embajadas y consulados hispanos a la embajada y consulados españoles; y los cuestionarios del Censo siguen asociando Hispanic/españoles, pues si en el de 1990 se preguntaba “Is this person of Spanish/Hispanic origin?”, en el del 2000 el binomio se transformó en trilogía, conservando la referencia española: “Is this person Spanish/Hispanic/Latino?”. La organización empresarial The Conference Board, en una reciente encuesta sobre el mercado hispano, al definir Hispanics incluye expresamente a “personas originarias de España”.

Inclusive en el terreno del idioma hay que guardar ciertas precauciones, y estar abiertos a una actitud posibilista, evitando pronunciamientos dogmáticos, pues en la comunidad hispana no existe absoluta unanimidad en cuando al bilingüismo –entre los hispanos hay quien apoya el English Only como la vía más rápida y menos conflictiva de incorporarse al mainstream– lo mismo que hay defensores y proponentes del spanglish como nexo de relación entre los diversos grupos.

En lo que respecta al Plan Integral de Desarrollo del Mercado Estadounidense y a la proyección en el país de la marca España, el sector editorial español avanza con determinación por este camino con el Plan del Libro en Español en Estados Unidos, la progresiva presencia en el país de los grandes grupos editoriales españoles, los acuerdos de estos con los grandes grupos locales para publicar en castellano, el interés local por editar en español, la presencia del libro español en las principales ferias del país, el seminario sobre implantación de las editoriales españolas en EE. UU. y el posgrado de edición global e internacional que se organizan actualmente en España.

Llama, eso sí, la atención que en ninguna de las estrategias de expansión y afianzamiento del mercado del libro en español en EE. UU. se preste la menor atención al «español» propiamente dicho. Ni en los programas de los cursos anteriormente citados, ni en la página del libro en español de la Federación de Gremios de Editores de España, America Reads Spanish, se contempla el asunto de la lengua en la edición, ni en cuanto a variedad ni en cuanto a calidad. Es más: curiosamente, en los enlaces generales de este portal del libro en español se da como único recurso sobre el uso del español la Oficina de Corrección del Español (ABRA), creada en 1992 por Antonio Machín, Luis Duyos y el propio Alberto Gómez Font (hoy, coordinador general de la Fundéu ), y relanzada por Machín en marzo de este año mediante una nota de Efe (la otra entidad cofundadora de la citada Fundéu), de la que se hicieron eco diversos medios españoles y latinoamericanos. ABRA cuenta con una comisión asesora formada por el propio Luis Duyos, por Xosé Castro (profesor, junto a la académica argentina Alicia Zorrilla y Gómez Font, de los cursos para periodistas latinoamericanos de la Fundéu) y por Leonardo Gómez Torrego (asesor de la Fundéu). Ninguna otra referencia a la lengua española, aparte de esta Oficina de Corrección del Español amparada por Efe, que, además de dar recetas de buen uso, presta servicios editorales. Como si no existieran más recursos, servicios ni autoridades sobre el idioma y su uso en el mundo editorial.

Sobre la cuestión del idioma (de su variedad y del modelo estándar que se ofrece en los libros publicados en español en Estados Unidos, y en toda América), no obstante, hay mucha más pana por cortar. Hablaremos de ello con detalle en otra ocasión. Valgan esta ponencia de Nikolás Canellos y este estupendo análisis de Victoriano Colodrón como avanzadilla.

 

Silvia Senz Bueno (Sabadell)

 

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En el día del corrector de textos

20061027141116-corregir-2.jpgLa Fundación Litterae[1] instaura como el día del corrector el 27 de octubre.[2] Y no porque esta institución lo haya querido consagrar habría uno de seguir sus pasos. No. Creo que esa rara avis, figura casi siempre anónima y mal pagada (monetaria y moralmente) merece en tierras gauchas, como aquí y en cualquier lugar, un reconocimiento especial.

En el mundo existe una tendencia hacia una disminución absoluta de los índices de lectura.[3] El Perú no es ajeno a esta propensión, y ahora los tipos de personas que antes leían están más habituados al discurso audiovisual que al «monótono» transcurrir de cadenas y cadenas de letras.

Para añadir un poco de ají al asunto las grandes editoriales miden sus costos basados más en la cantidad de marketing —mercadotecnia, insiste el corrector, aunque ni caso le hagan— a invertir que en la calidad del texto.

En este contexto exigente, dados los pocos lectores potenciales, se privilegia al autor que redacte «bien» y que sepa utilizar el corrector ortográfico del supremo Word. No hay problema, se democratiza la producción de literatura, en el amplio sentido de la palabra. Personas que no habrían sido «autores» en otros tiempos ahora lo son a mucha honra. Incluso, hay autoeditores y profesiones en formación que reclaman nuevas posiciones a las tradicionales en la industria editorial, todo ante la insurgencia de la PC y la Internet.

Pero estas bondades de la tecnología han confundido a no pocas personas que ven como los bits, letras y tamaña información vuelan inasibles de clic en clic.

Y pues, surgen, irremediables, las paradojas. Escritores con algo que decir que manejan insuficientemente la gramática y ortografía tradicional de la lengua española. Editores apurados en «sacar» el producto, apremiando a los correctores (si es que tienen la mínima decencia de contratar uno) en tiempos y en precios. Periódicos abrumados por las rotativas de última generación que tiene el diario vecino y que termina saliendo primero al mercado.

¿Quién sufrió los ajustes?, ¿qué eslabón se rompió?

El de corrector de textos —también llamado corrector de estilo o corrector tipográfico, según corrija originales o pruebas—, aquel que cuida que un texto llegue a los lectores bien escrito, o sea, el encargado del control de la calidad.

Resultado: erratas morrocotudas (véanse, por ejemplo, «Esa carie de los renglones llamada errata», o «Don Joaquín y las erratas») párrafos abstrusos, datos falsos, a los cuales no escapan ni los diarios más serios (aquellos que no han dado forata [¿de dónde habrá salido esta palabra?] a todo el equipo de corrección de pruebas y mantienen a uno que otro ojo acucioso maltrecho por ahí).

Los redactores y editores por jubilarse y otros de no tanta edad recordarán a aquellos seres mitológicos pertrechados con raros instrumentos (como el tipómetro, por ejemplo[4]), habituados a luchar con los errores. Aún así, en esos tiempos, como hoy, las erratas eran despiadadas y no hacían distingo por raza o creencia. Pero, al menos había el intento de acabar con ellas.

En esta línea son de destacar iniciativas como el «Manifiesto de los correctores de español», o la que en Uruguay ha iniciado una solitaria correctora llamada Pilar Chargoñia, en busca de «la expedición de un título de idoneidad como corrector de textos (ortotipografía y estilo)».

¿El Perú? Bien, gracias, cuña’o. Sé con’ciente, pe, varón… lo justo, ponte una mano al bolsillo derecho y otra en el corazón.

Mejor termino como dice (¿o decía?) el epígrafe de Addenda et Corrigenda, citando a Antonio Machado: «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas».

¡Feliz día, corrector!, en donde estés.

 

Fernando Carbajal Orihuela

DNI n.º 088760976

Lima (Perú), 27 de octubre del 2006


[1] Institución argentina, nacida, como en su página web puede leerse, para difundir el uso correcto del idioma español. También forma correctores del idioma español. (Para acceder a la lectura sin signos intrusos hay que configurar el explorador web al código griego.)

[2] «La elección del día se debe al del nacimiento del humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam (1467-1536), quien también se desempeñó como corrector.» Hay también un imperdible artículo sobre los correctores, aunque, paradójicamente, con algunas erratas tipográficas.

[3] Aunque cabría hacer la pregunta de qué índices habría que bajar en el Perú cuando nunca los tuvo altos.

[4] «¿Quién sabe hoy qué significan palabras como corondel, regletas, lingotes, galeras, galerines, filetes, orlas, chaflanes, lutos, hombrillos, componedores, chibaletes, platinas, serpentines, matrices... Palabras en general de origen latino o grecolatino. La misma unidad de medición es hoy agua pasada. El tipómetro era la vara de medida, el cícero la unidad. ¿Cuánta gente sabe hoy qué es un cícero? ¿Y cuánta cuál es su correspondencia en unidades decimales? Hoy día se mide en puntos y milímetros.» (Ángel Zoco Sarasa, jefe de Archivo y Documentación del Diario de Navarra: «Los procesos de cambio tecnológico y su repercusión en el entorno de los medios de comunicación escrita. Un estudio de caso: Diario De Navarra (1903-2004)»)

 

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La Real Academia del Español Ofuscado

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Gracias al blog «Pitoflero es un adjetivo» descubrimos Hoygan.info, una página que parece que nació como complemento ideal de esta bitácora (especialmente de nuestros apartados «Espantajos», «Edición y calidad» y «Malas prácticas»).

Ya informamos en su día de otras páginas que compilan dislates y aberraciones lingüísticos (especialmente, difundidos en medios de comunicación de masas), pero recoger los que aparecen en weblogs, chats y foros es una fuente inagotable de... diversión (al menos):

Dicen en Hoygan:

Si tienes un weblog, o si visitas algún foro seguramente te habrás encontrado con mensajes llenos de faltas de ortografía...

¡Comparte el dolor de tus ojos! Envíalos para humillación pública en la plaza, así todos podremos conocer, votar y publicar nuevos y emocionantes hoygan.

[Leer más.]

Aprovechamos la circunstancia para invitar a los lectores de A&C a enviarnos reseñas de cualquier obra publicada (digital o en papel) de «derribo lingüístico», que los haya hecho bizquear. (Nuestra dirección en «Acerca de».)

Segunda convocatoria de los correctores uruguayos

El pasado viernes 27 de octubre —día del Corrector de Textos—, a las 15 horas, tres correctoras (Serrana Botto, Leticia Chifflet y quien suscribe) nos entrevistamos con el maestro Luis Garibaldi, director de Educación del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay, para pedirle que se otorgara a los correctores uruguayos una constancia oficial en el ejercicio de la profesión. El director Garibaldi nos expuso las posibilidades de intervención de su Dirección en el Ministerio, de manera muy clara y con particular sencillez.

El resultado de la entrevista se divide en dos etapas:

1. Se tratará de conseguir la certificación laboral de los correctores de textos.

Esta certificación la otorgará un tribunal, y ese tripartito estará formado por los agentes involucrados en la evaluación de los correctores (por ejemplo: un representante de la casa de estudios que estará encargada de extender la certificación oficial; otro representante de la parte empleadora, quizá por editoriales, y como tercero se evaluará a quién corresponde incluir, tal vez del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social).

Para conseguir la expedición de la certificación —que tiene un costo para el Ministerio—, no puede tratarse de un colectivo que aglutine a muy pocas personas.

Nuestro próximo movimiento es abocarnos a la firma de una carta que se presentará ante el Ministerio pidiendo la certificación laboral de nuestro oficio. Deberá estar firmada por los correctores uruguayos y también por personas de otros oficios inherentes a la industria de la cultura escrita y que tampoco tengan posibilidad de obtener reconocimiento a su formación en el país.

2. Se promoverá la formación de los correctores de textos.

Esta formación se instrumentará más adelante, ya que primero cabe conseguir la unión de los interesados en la certificación laboral.

Convocamos a los correctores uruguayos a una reunión el próximo sábado 18 de noviembre, a las 10.00 horas, en Adolfo Berro 893 (entre Buschental e Irigoitía).

Rogamos difundir al máximo esta información entre los correctores uruguayos y quienes trabajan en oficios relacionados con las publicaciones.

Por cualquier información, no duden en comunicarse con nosotros a valchar@adinet.com.uy.

Pilar Chargoñia, correctora de estilo

Adolfo Berro 893, Montevideo, Uruguay

Tel.: 336 47 45

[Agradecemos las posibilidades de difusión en la Red de los llamados a los correctores uruguayos, especialmente al Grupo A&C, Ricardo Soca, y Domingo Mendívil.]