Por una ciencia en borrador al alcance de (casi) todos

Archivo de Historias Médicas del Centro de Salud Mental del Este (El Peñón, Venezuela)

La ciencia lleva décadas pensando en cómo abrirse, cómo generar nuevos contextos de interlocución con nuevos actores, entre ellos la ciudadanía, y cómo habilitar las condiciones para que el conocimiento que produce circule libremente de la manera más amplia posible. Una de las respuestas para ello ha sido el "acceso abierto" (Open Access), un movimiento que tiene como objetivo transformar el perverso sistema de publicación de resultados en el que la ciencia está prisionera desde hace varias décadas: escribir gratis en las revistas científicas, pagar para leer lo que otros han escrito gratis. Se pueden imaginar quién saca tajada de todo eso: un puñado de grandes industrias editoriales con márgenes de beneficios del 35%, aún en tiempos de crisis. El sector privado está depredando lo público ante la desidia de quienes forman su cuerpo. El "acceso abierto" es una respuesta que pone patas arriba al modelo económico de un sistema editorial que lleva varias décadas succionando una parte significativa de los recursos públicos que se dedican a la investigación. En tales circunstancias las administraciones públicas de todos los niveles han comenzado a apoyar sin titubeos estas iniciativas que buscan la apertura del conocimiento. La Unión Europea, por ejemplo, ha hecho pública recientemente su intención de que toda la investigación financiada con los fondos de su próximo programa de investigación (Horizon 2020) deba ser publicada en acceso abierto. De manera paradójica, muchos científicos y académicos permanecen encastillados en prácticas de clausura que restringen el acceso a sus resultados: por vergüenza, desidia o por una mal entendida competitividad con sus colegas ponen trabas a la circulación de sus propios resultados. El argumento que planteo es sencillo: es hora de comenzar a revisar esa mala praxis y tomar medidas contra ella; y un mecanismo para ello es facilitar la publicación de los borradores de la investigación: practicar una ciencia en borrador que no teme hacer público su carácter provisional y promisorio.

Los medios de comunicación están en plena transformación. Los periódicos llevan varios años discutiendo su modelo de negocio, la desaparición del papel, reflexionando sobre la transformación de su misma profesión... Las publicaciones científicas han pasado más de dos décadas sosteniendo el mismo debate y experimentando con modelos radicalmente novedosos que intentan abrir nuevas posibilidades a la singularidad de su sistema editorial. Uno de los aforismos más acendrados de la ciencia dice eso de: "publica o muere" ("publish or perish"). Publicar, escribir, es una de las prácticas fundamentales sobre las que se asienta desde el siglo XVII la ciencia. Así que el sistema editorial que sustenta la circulación de ese conocimiento, en términos de artículos, revistas y libros, es una pieza clave del quehacer científico en cualquier disciplina. Este, sin embargo, es de una singularidad y perversidad excepcional. Primero una breve síntesis de su singularidad y después una mención sobre su perversidad.

Recuerdo mi época como periodista en la que escribía noticias del día en el mismo día, o algunos reportajes amplios a los que dedicaba una semana o dos. El ritmo de la ciencia es muy diferente, mucho más pausado. Escribir un artículo me lleva ahora varias semanas o varios meses de intensa dedicación. Una vez escrito sigue un procedimiento estándar: lo envío a una revista que decide si lo acepta para revisión. En caso afirmativo el editor lo manda a varios científicos que lo leen, comentan y valoran si es valioso para su publicación y si son necesarios cambios. Una de esas revisiones, si es buena (no siempre lo son) requiere al menos una mañana o incluso un día completo dedicado a una lectura atenta y a la redacción de comentarios y sugerencias para el autor. En total, el proceso de correcciones y revisiones requiere habitualmente varios meses en un ir y venir de versiones diversas del artículo. Lo mismo que el trabajo de redacción, el de revisión es realizado gratuitamente por investigadores. Un reciente e importante informe realizado por The House of Lords en el Reino Unido estimaba que el coste no remunerado del trabajo de revisión realizado en todo el mundo por académicos equivalía a 1,9 billones de libras. Uno lo hace (no por amor al arte), sino por amor a la ciencia, que viene a ser lo mismo. Este modo de funcionamiento, basado en contribuciones no remuneradas de quienes realizan el grueso del trabajo (escribir y revisar) es la singularidad del sistema editorial de la ciencia.

La perversidad llega después, una vez que la revista circula como un objeto finalizado. Cuando quien quiere leer esos artículos ha de pagar por ellos, pese a que han sido elaborados gracias a un trabajo no remunerado. Se ha llegado a tal situación que a principios de 2012 los matemáticos de todo el mundo lanzaron una campaña de boicot contra la editorial Elsevier por la política de publicaciones que esta mantiene. La editorial de origen holandés publica unos 2.000 revistas académicas y no ha sufrido los achaques de la crisis pues en el año 2010 sus beneficios fueron de unos 850 millones de euros. Su margen de beneficios es cercano al 35% y así se ha mantenido durante la última década. Junto a Elsevier, Spinger, Wiley and Sons e Informa son los cuatro grandes conglomerados editoriales que controlan una buena parte del sistema editorial de la ciencia. Y como la primera, el resto de compañías tienen márgenes de beneficios próximos al 35% (un increíble 42% en el caso de Jon Wiley).

Las suscripciones individuales anuales de las revistas cuestan a partir del centenar de euros, cuando la suscripción es institucional, una universidad o departamento, cuesta varios cientos de euros o incluso varios miles. En el caso de no tener suscripción, lo habitual es que descargar un único artículo cueste unos 25 euros. El negocio es redondo y es consecuencia del cambio que se produce en la segunda mitad del siglo XX, cuando las sociedades académicas dejan de ser las principales editoras de revistas y el sector privado entra en el negocio por cuenta propia o instadas por las mismas sociedades académicas. La situación actual es un claro ejemplo de la depredación de lo público por la desidia de quienes forman (formamos) parte de ello. Ahí van algunos datos para dar una idea del gasto que representa la compra de publicaciones para el erario público. Las bibliotecas universitarias y de centros de investigación españoles gastaron en el año 2009 en la compra de revistas y bases de datos 98 millones de euros, según se recoge en el anuario de la Red de Bibliotecas Universitarias (Rebiun). La Universidad Complutense de Madrid gastó ese año 3,4 millones de euros, la Universidad de Barcelona 5,2 millones y el CSIC 8,4 millones. Comparado con una década previa, el gasto en la compra de revista y bases de datos es más del doble.

La solución que se propone a ese dilema es el "acceso abierto", un modelo que plantea un nuevo canon para el sistema editorial: el acceso gratuito a los resultados académicos y la posibilidad de que los artículos (y otros formatos) donde se publican puedan ser reproducidos libremente en otros lugares. Las administraciones públicas han comenzado a adoptar políticas que obligan a publicar en revistas de acceso abierto los resultados de investigaciones que han sido financiadas con dinero público. Ese es el planteamiento adoptado por los centros de investigación en salud de los EE.UU. (NIH) desde 2008. Una política similar, con algunas diferencias, que promueve el acceso se está planteando en el Reino Unido para toda la investigación financiada con dinero público [http://www.timeshighereducation.co.uk/story.asp?storycode=421081].

Ahora se cumple justo una década de las tres primeras declaraciones institucionales que se han convertido en el referente del acceso abierto (designadas por el nombre de las ciudades donde se realizaron: Budapest, Bethesda y Berlín) y se ha celebrado estos días la 'semana del acceso abierto' promovida por la asociación internacional de librerías académicas SPARC. En la última década decenas de revistas académicas han abrazado el acceso abierto o han surgido siguiendo la publicación ese modelo de publicación. El directorio de revistas en acceso abierto (DOAJ) registra 8.313 revistas de un total de unas 25.000 revistas con revisión por pares en todo el mundo. En España hay 426 publicaciones académicas de acceso abierto registradas en el DOAJ.

Este es, sin embargo, sólo uno de los mecanismos de apertura de la ciencia. Hay otra manera promovida desde el "acceso abierto" de una sencillez pasmosa: consiste en publicar los borradores de los resultados. Por borradores me refiero a las versiones últimas de un texto a punto de ser cerrado (pre-prints, post-prints o literalmente borradores). Salvo por detalles menores, estos tienen el mismo contenido que las versiones finales. El objetivo de la publicación de borradores es doble: primero acelerar la circulación de los resultados. Uno de los últimos artículos que he escrito con mi colega Alberto Corsín lo hemos enviado recientemente a una revista para que aparezca publicado ¡en el año 2015! Y esa dilación no es algo excepcional, ocurre a menudo que un autor ha de esperar un año o más hasta que su texto aparece publicado. En segundo lugar, publicar los borradores es una manera de eludir el control que las editoriales tienen sobre los textos. Estas controlan los derechos de autor sobre la versión que publican, pero no sobre las anteriores o posteriores (post-print). Eso abre una vía sencilla para hacer circular los resultados sin exponerse a problemas legales.

El sistema de publicación de borradores ha ganado importancia y universidades de todo el mundo han creado repositorios para ellos y, lo más relevante, están estableciendo políticas en las que obligan a sus investigadores a enviar copias de sus textos (borradores o versiones finales) para ser alojados en esos repositorios y que al menos los miembros de la propia universidad puedan acceder libremente al conocimiento que se elabora en ella. Hay al menos 160 universidades de todo el mundo con mandatos de este tipo (según datos del repositorio ROARMAP), once de ellos de universidades españolas. La estrategia española de ciencia y tecnología publicada recientemente señala específicamente como objetivo desarrollar este tipo de repositorios de acceso.

Más allá de las iniciativas institucionales, el sistema de publicación de borradores abre la posibilidad para que los investigadores y académicos publiquen en Internet sus resultados y contribuyan de esa manera a hacer que circule el conocimiento que elaboran gracias a la financiación pública. Pero desgraciadamente, pese a los esfuerzos institucionales acompañados de retóricas grandilocuentes los repositorios de acceso abierto de borradores suelen estar medio vacíos. La situación muestra un gravísimo problema y una práctica extendida en nuestras universidades y centros de investigación, especialmente en el área de las ciencias sociales. No soy el único que ha pedido una tesis para poder leerla y se ha encontrado con un no por respuesta. Recientemente examiné con detalle las páginas web individuales de los 21 miembros que componen un departamento de mi disciplina (antropología) en una universidad española. Ninguno de ellos proporcionaba enlaces a sus artículos o producción científica. Ninguno. Y sólo cinco daban cuenta detallada de sus publicaciones, otros cuatro proporcionaban información parcial de su producción. Más de la mitad de los miembros del departamento no ofrecían ninguna información sobre los resultados de su trabajo. Y mucho menos la posibilidad de acceder a ello.

La anécdota, que no es más que una anécdota, es sin embargo significativa de una tendencia que me atrevo a afirmar que es generalizada en el ámbito de las ciencias sociales en nuestra academia y en nuestro país: un nulo esfuerzo por hacer accesible el conocimiento que se financia con el dinero público. Como he dicho: las tesis se ponen a buen recaudo hasta que el autor, o autora, ha publicado un libro basado en ella (si acaso); no se comparten los artículos que se escriben porque parece que lo único relevante es que aparezca un ítem más en el currículo; no se proporciona información de las producción científica propia y no se habilitan espacios de intercambio de conocimiento... No es ninguna exageración decir que buena parte de los científicos y científicas sociales permanecen anquilosados en prácticas secretistas y uno no entiende para quién investigan o para quién escriben. Ante esta situación parece ineludible que las instituciones debieran tomar cartas en el asunto y establecer, como ya se hace en otros lugares, políticas imperativas que obliguen a (i) publicar el historial de la producción científica individual y (ii) facilitar el acceso a los borradores o versiones finales de los resultados de investigación. Una ciencia que no se abre al acceso de todos, o casi todos, es una ciencia para nadie que mina los propios fundamentos de su razón de ser. Aunque sea inacabada y en proceso de gestación deberíamos tener, todos o casi todos, acceso a una ciencia en borrador.

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Explorando la política de la diversidad funcional

"Todos somos diversidad funcional"

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2006, entró en vigor en España en mayo de 2008. Se trata de un instrumento normativo resultado de un avance notable en el ámbito del derecho internacional, desde posiciones que consideraban la discapacidad bajo una perspectiva médica y rehabilitadora, hacia planteamientos próximos a un punto de vista social, orientados hacia la igualdad de oportunidades dentro de un marco de derechos humanos.

La discriminación por motivo de discapacidad es experimentada permanentemente por millones de personas en el mundo. Nos desenvolvemos en sociedades en las que se establecen supuestos esquemas de "normalidad" que llegan a definir la manera de funcionar física, sensorial y psicológica, que, por lo general, no favorecen la posibilidad de incluir modos alternativos de funcionamiento.

Se supone que lo normal es poseer ciertas capacidades que permitan dar respuesta a los requerimientos funcionales derivados de nuestros patrones sociales y culturales de vida. El conjunto de capacidades (ver, oír, hablar, caminar, moverse, etc.) que se erige en criterio de normalidad funcional  determina un patrón normativo de funcionamiento al que implícitamente deben adaptarse todas las personas.

El término diversidad funcional fue propuesto en España por Manuel Lobato y Javier Romañach desde el Foro de Vida Independiente, y a partir de su introducción en enero de 2005 se ha difundido con rapidez. Frente a otras denominaciones habituales de semántica marcadamente negativa, como discapacidad, minusvalía, invalidez, incapacidad o inutilidad, presentes en el lenguaje cotidiano y en el legislativo, se plantea la posibilidad de un cambio de ideas basado en la noción mucho más positiva, rica y situada de diversidad funcional.

La diversidad funcional es el resultado de tener en cuenta todas las expresiones posibles de funcionamiento. Cada persona incorpora un modo singular de funcionamiento. La diversidad funcional es inherente al ser humano. Respetar, pongamos por caso, la diversidad cultural, étnica, sexual o ideológica en una sociedad implica garantizar la expresión de todas sus posibles manifestaciones. Socialmente se considera, al menos en teoría, que la diversidad cultural, étnica, sexual e ideológica son valiosas. Socialmente no se considera, en cambio, que la diversidad funcional sea valiosa. Por lo tanto, no se considera que deba respetarse ni garantizarse la expresión de los diferentes funcionamientos posibles.

Con el título Funcionamientos. Diseños abiertos y remezcla social, Medialab-Prado ha puesto en marcha una convocatoria dirigida a proyectos que planteen el diseño de objetos, hardware, software, entornos, edificios, espacios públicos, etc., desde la perspectiva de la diversidad funcional, del diseño abierto y de los estándares abiertos.

Los entornos, en general, ya se trate de entornos espaciales, artefactuales o tecnológicos, condicionan las posibilidades de funcionamiento. Esto es un axioma aplicable a cualquier persona, no sólo, como habitualmente se cree, a las personas con discapacidad, las personas mayores, los niños o a cualquiera cuyas características funcionales no coincidan con el patrón normativo de funcionamiento fijado en el entorno.

Desde el punto de vista de este enfoque relacional el funcionamiento no deriva de un supuesto patrón normativo, sino de la relación entre la persona y el entorno, de manera que no sólo la disposición funcional de la persona, sino también los elementos presentes en cada entorno condicionan, de manera favorable o desfavorable, las posibilidades de funcionamiento.

Por ello, en el apartado (v) del Preámbulo de la mencionada Convención de Naciones Unidas se destaca "la importancia de la accesibilidad al entorno físico, social, económico y cultural, a la salud y la educación y a la información y las comunicaciones, para que las personas con discapacidad puedan gozar plenamente de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales". La accesibilidad se convierte así en un derecho instrumental y un requisito para la igualdad de oportunidades.

Cuanto mayor sea el conjunto de funcionamientos que puedan integrarse en un entorno, más accesible e incluyente será, y como resultado permitirá que un número mayor de personas y grupos sociales puedan participar y desarrollar en el mismo sus actividades.

La convocatoria Funcionamientos. Diseños abiertos y remezcla social se orienta hacia proyectos que planteen una revisión del diseño de los entornos en los que nos desenvolvemos cotidianamente, explorando las posibilidades de un nuevo enfoque en el que la idea de diversidad funcional sea el punto de partida en el desarrollo de los procesos de diseño.

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La lista de proyectos seleccionados para esta convoctatoria puede consultarse aquí. Para participar como colaborador en su desarrollo hay que inscribirse gratuitamente en este formulario.

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Empresas y hardware abierto: el caso Makerbot

To Have The Door Open...

Existen varias empresas en el mundo que se dedican al desarrollo de hardware de una manera un poco peculiar: publican las fuentes de sus invenciones y las comparten con el mundo entero. Este es el modelo del «open source hardware» o hardware de código abierto: un hardware cuyo diseño, componentes, herramientas y documentación son abiertas y están públicamente disponibles de manera que cualquier persona puede estudiarlo, modificarlo, distribuirlo, fabricarlo, vender diseños o incluso generar más hardware basado en el original.

El origen de estas empresas es variado: algunas están vinculadas a proyectos sin ánimo de lucro; otras emplean el modelo del open source directamente y por principios; en otros casos se centran en la investigación (es el caso de Reprap, origen de todas las impresoras 3D personales que existen hoy en día); y algunas a proyectos educativos (como puede ser el caso de Arduino o de Raspberry Pi). Estas iniciativas, por el hecho de ser abiertas, han posibilitado el nacimiento de otras empresas que han podido desarrollar comercialmente un producto original u ofrecer servicios y otros productos alrededor de ese producto inicial. En definitiva, son empresas herederas de una comunidad que ha generado un conocimiento y lo ha compartido de manera «libre».

Como en otros casos vinculados a la cultura libre, esta economía del hardware abierto se basa en la calidad del producto y la capacidad de innovación de la empresa y no en la venta de copias únicas, aunque aun así pueda estar bajo una marca registrada. La capacidad de innovación de las empresas que se rigen por la apertura y se fundan sobre comunidades pre-existentes generadas alrededor de sus productos abiertos, descentralizados, originales y compartidos, suele ser más potente. Además, la autoría, lejos de ser eliminada, se pone de relieve en el seno de la comunidad. Este modelo parece funcionar: empresas como Sparkfun, Adafruit, Ultimaker, Cooking Hacks producen hardware abierto; empresas españolas, como Reprap BCN, Ultra-lab o Bricogeek, basan su negocio en ello y llegan a crear todo un ecosistema, eso sí, todavía incipiente.




El debate surgió hace unas semanas cuando la empresa neoyorkina de desarrollo de open hardware Makerbot Industries, fabricante de impresoras 3D abiertas, anunció que su próximo modelo de impresora tendría partes cerradas. La primera respuesta de la comunidad fue pasional y justificada: lo que antes era libre y basado en el conocimiento colectivo, ahora con el nuevo modelo tendría partes cerradas. Cierto es que no se puede cerrar lo que ya se abrió, pero sí se puede cerrar lo que vendrá: así, el retorno colectivo ya no existe, ni se devuelve nada a la comunidad. Se encadena bajo la forma de un producto cerrado.

Pero estas voces decepcionadas se vieron rápidamente amortiguadas, por una parte por el ruido creado por la fuerte comunicación alrededor del nuevo producto, que se difundió basicamente bajo el eslógan «I want the new Replicator 2» en Twitter, y, por otra parte, por las expectativas de la reunión de la comunidad en Nueva York con motivo del Open Hardware Summit. Fue en ese momento, en un contexto de búsqueda de consenso, donde emergió una pregunta: ¿Puede una empresa de open hardware cambiar de escala? Y a partir de aquí nacieron otras dudas: ¿Es el contexto real demasiado agresivo y desleal para que una empresa de open hardware sobreviva? ¿Tiene que ser cerrado un producto que quiere dirigirse al mercado? ¿Es aceptable un modelo híbrido?

Aún no existen respuestas, pero sí se pueden plantear otras cuestiones aún más interesantes: ¿Puede una empresa de open hardware que cierra sus productos sobrevivir sin su comunidad? ¿Sabría enfrentarse a clientes y no a miembros de la comunidad? ¿Cerrar el conocimiento a los usuarios es el único modo de cerrarlo a los competidores? Y finalmente, ¿qué significa entonces querer hacer negocio con el open hardware? A esta última pregunta sí podemos contestar: no se trata de una mera oportunidad de negocio, ni siquiera de innovación, sino de creer que no todo está pactado, que  principios como la copia, el consumo compulsivo, la privatización del conocimiento, el monopolio y la dominación del mercado pueden matizarse. Se trata de creer que hay posibilidades, de que las actividades económicas no provoquen más desigualdades. Tenemos que pararnos a pensar que esta manera de hacer tiene su valor. porque el open hardware, aunque cambie pocas cosas, ofrece por lo menos la posibilidad del cambio. Por lo tanto, ¿tiene realmente sentido la pregunta del cambio de escala? ¿Debe tener el mismo modelo de desarrollo una empresa de open hardware que cualquier otra empresa de desarrollo de tecnología?

El cambio de política de Makerbot Industries no debe invalidar los esfuerzos de un ecosistema cuyo crecimiento es la prueba de la vigencia del modelo económico basado en el open hardware. Tal vez incluso puedan convivir y contribuyan juntos a cierto tipo de empoderamientos y de mejoras. La circulación del conocimiento no es el único pilar, ni la única dimensión del impacto social de un producto desde su diseño hasta su consumo. Sin embargo, de momento, mucha parte de la comunidad, dubitativa, sigue esperando que la decisión de  Makerbot no vaya más allá y  poder evaluar si el cierre de lo que fue un modelo de apertura era algo verdaderamente necesario.

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Hacia nuevas formas de sentir la ciudad

Taller de prototipado del AQE desarrollado en MP durante el 8 y 9 de junio de 2012

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Taller de discusión colectiva sobre políticas culturales en Madrid

Mesas de debate sobre el PECAM

El pasado mes de julio el Área de Las Artes abrió un proceso de consulta pública para la elaboración de un Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento de Madrid 2012 – 2015 (PECAM), cuyo texto de avance ha sido publicado para someterse a debate abierto antes de su redacción definitiva.

Con la idea de promover un espacio de discusión y activar la participación y la generación de ideas y propuestas para mejorar y completar el Plan, este viernes 19 de octubre Intermediae, Matadero-Madrid y Medialab-Prado organizan conjuntamente unos talleres de discusión colectiva sobre políticas culturales en Madrid de 10h a 20h en Matadero Madrid.

El objetivo de esta iniciativa es promover la organización de distintos talleres sobre los temas planteados por particulares y colectivos a través de una convocatoria abierta. Hasta la fecha se han recibido numerosas ideas para conformar nodos temáticos sobre los que discutir cuestiones como transparencia y participación ciudadana, proyectos de gestión ciudadana de solares públicos, la visibilidad internacional, subvenciones y mecenazgo, etc. Las sugerencias pueden enviarse a través de correo electrónico a talleres(arroba)mataderomadrid.org. Cualquier persona puede unirse a cualquiera de las mesas de discusión propuestas.

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De la piedra a la nave. Diseño colaborativo de tipografía

Esbozos de la tipografía Serrería Extravagante del primer día de taller

Las fachadas de la futura nueva sede del Medialab-Prado, la Serrería Belga, están decoradas con una hermosa tipografía. En respuesta al reto, propuesto por el Medialab-Prado, de liberar estas letras de su pétrea prisión y abrirlas al resto del mundo, celebramos un taller de tres días en Madrid. La premisa era diseñar una tipografía de manera colaborativa, usando un forma de trabajar absolutamente libre, y sin requisitos para los participantes – la invitación estaba abierta a todos.

Manufactura Independente es un estudio de investigación y diseño libre sito en Oporto, Portugal, dirigido por Ana Isabel Carvalho y Ricardo Lafuente. Nos entusiasmó recibir la invitación del Medialab-Prado para venir a Madrid y trabajar en este revival tipográfico inspirado por un edificio con una historia tan rica. La acogida de la convocatoria fue impresionante, y dos días después ya estaba cerrada con un total de treinta participantes con trayectorias dispares y provenientes de ciudades de toda España.

La primera dificultad con la que nos topamos fue la de idear un método que nos permitiera trabajar de manera colaborativa y, al mismo tiempo, crear y mantener un estilo de diseño coherente. Partir de las letras talladas de la fachada de la Serrería resultó ser un aspecto fundamental. Supuso un punto de partida desde el que podíamos empezar y al que podíamos recurrir cuando fuera necesario.

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Prototipos urbanos: un espacio para la experimentación ciudadana

Proyecto Hormiga Interatibus desarrollado en el taller Interactivos?'09: Ciencia de garaje

Todos quieren ser digitales porque lo digital parece ofrecer la posibilidad de un futuro distinto. El mismo diario que acoge este blog parece en su nombre una invocación de la virtualidad de lo digital, ese carácter potencial que se abre a infinitas posibilidades: Eldiario.es,  'El diario es...' parece conminar a que cada uno dé continuidad a la promesa de un nombre inacabado. Así que todos quieren ser digitales porque lo digital ofrece la promesa de poder pensar (y hacer) el mundo de nuevo. La política se digitaliza y amplía a Internet, los movimientos sociales hacen de la red su lugar de residencia, los gobiernos se tornan electrónicos, los libros se evaporan en bits y, claro está, el periodismo también se reencarna. He aquí un ejemplo en este mismo diario ( Ignacio Escolar entraba esta semana a discutir el tema). También la academia, que es nuestro lugar, quiere digitalizarse (humanidades digitales, e-research, técnicas digitales...). La academia que es el modo de estar en el mundo de quien esto escribe y de Alberto Corsín, compañero de aventuras académicas.

Hace dos años comenzamos una investigación en un lugar donde se piensa y experimenta de una manera singular con las transformaciones que la cultura digital está introduciendo en nuestra contemporaneidad: Medialab-Prado, el mismo centro que ahora acoge este texto con su habitual hospitalidad. Lo primero que aprendimos es que Medialab-Prado se aproxima a la experimentación de diferentes dominios a través de figuras como el procomún, los laboratorios ciudadanos, la ciencia de garaje o la producción colaborativa de cultura. Y nos encontramos con una figura excepcional que había atraído la atención de Alberto Corsín, la de los prototipos. La cultura de los prototipos constituye uno de los elementos salientes del modo de hacer de Medialab.

Antes de volver sobre los prototipos un comentario sobre la cultura digital que quizás nos ayude a poner en contexto la singularidad de esos objetos. Eso que llamamos cultura digital es antes que un todo coherente un entramado de formas de hacer distintas, lenguajes excluyentes habitualmente e imaginarios en no pocas ocasiones incompatibles. O dicho de otra manera y con más claridad, mejor sería pensar no en una cultura digital sino a través de múltiples culturas digitales; un plural de importancia radical. Me explico. El iPhone, Microsoft o Facebook nos proponen mundos radicalmente distintos e inconmensurables frente a otras tecnologías y proyectos como los blogs, el Software libre o la Wikipedia. No voy a entrar ahora a discutir las virtudes particulares y la inclinación personal por unos proyectos y tecnologías en detrimento de otros; me basta con hacer explícito que nos encontramos ante tecnologías y sus culturas (digitales) que nos proponen modos de organizar la sociedad y hacer mundos radicalmente distintos.

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Cultura digital y procomún

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sobre este blog

Medialab-Prado

Medialab-Prado es un programa del Área de Las Artes del Ayuntamiento de Madrid, un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido de las redes digitales.

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