Barcelona, 2 de enero, Paseo de Gracia con Gran Vía, 15.35 h de la tarde, desde un edificio con vistas, presencié una desagradable actuación de la Guardia Urbana característica de otro tipo de regímenes.
Como cada día, entre 3 y 4 personas de raza negra extienden sus sábanas con bolsos y objetos varios que intentan vender a una multitud de turistas que invade, especialmente en estas fechas, Paseo de Gracia. Miembros de la Guardia Urbana, quizá también de los Mossos, vestidos de paisano confiscan las mantas introduciéndolas en uno de sus vehículos.
Se pueden contar hasta 4 coches, 3 motos y más de 15 agentes. Es entonces cuando, según pude observar, uno de los manteros se niega a acompañar a la policía y a la retirada del material. Desconociendo las palabras que se cruzaron, ante el estupor de los transeúntes, el vendedor ambulante recibe una brutal paliza, al lado de las escaleras de entrada al metro, por una pareja de agentes porra en mano, que contaba con el soporte de 13 compañeros más.
Conocido es por todos el daño que ocasiona el top manta a la precaria economía del país, motivo bastante para combatirlo; pero no debemos olvidar el drama social latente tras este tipo de souvenirs, es decir, el comercio de seres humanos. Con actuaciones como las de ayer, como si de una obra de teatro se tratara a plena luz del día, nuestras policía no hace sino comportarse como aquellos de los que nos debe proteger.
Demasiadas son ya, las actuaciones desmesuradas por la policía desde que CIU gobierna en la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, razón que debe llevarnos a plantear el límite del uso legítimo de la fuerza y los escalofriantes indicios de abuso en el mismo.
Victoria Sugranyes Tello.
Esplugues del Llobregat
