Josep Pla, en su masía de Gerona
Josep Pla, en su masía de Gerona - EFE

Josep Pla, erótico e inédito

Destino publica fragmentos desconocidos del escritor que habían de ampliar el dietario «Notas dispersas»

BarcelonaActualizado:

«Nada me hace ilusión. Cuando me hablan de la felicidad, la cursilería de la palabra hace que me parta en dos de risa. Lo ideal es hacerse todas las ilusiones del mundo y no creer en ninguna. Decepcionante, deprimente, qué se le va a hacer». Cuando Francesc Montero, investigador de la Cátedra Josep Pla, dio con los fragmentos inéditos de lo que debía de ser la segunda parte del dietario «Notes disperses» (1969), no dudó en cómo bautizar esas reflexiones teñidas de tedium vitae: «Hacerse todas las ilusiones posibles y otras notas dispersas».

La longitud del título se corresponde con la génesis del libro. El voluminoso manuscrito que había de ser «Notas dispersas» incluía prosas ya publicadas en obras anteriores. La correspondencia entre Pla y su editor, Josep Vergés, demuestra que ambos tenían la intención de ampliar aquellas notas a otro volumen. Cinco años después de «Notes disperses» veían la luz «Notas para Silvia» (1974) y, en 1979, «Notas del crepúsculo», que cerraba el ciclo de dietarios que el ampurdanés inició con «El cuaderno gris» (1966).

Al cotejar los dos manuscritos referidos a «Notas dispersas», Montero identificó un número considerable de textos inéditos. «No conocemos los motivos por los que fueron descartados, pero es obvio que una buena parte eran inaceptables en aquellos años y que muchos otros eran susceptibles de recibir el tijeretazo de la censura».

Desasosiego erótico

En esos papeles de la década 1950-1960, con acotaciones de épocas anteriores, Pla conjuga el desengaño sobre la situación de Cataluñay España bajo el franquismo, encuentros con Dalí, Samaranch o Tarradellas con crudas reflexiones del desasosiego erótico –referencias a Aurora, el amor de sus años de madurez– y de sus problemas con el alcohol. El volumen se completa con tres cartas, entre las que destaca la que culpabiliza a Carlos Sentís de un incidente ocurrido en 1941 con el jefe de orden público. Con apretada caligrafía en libros de contabilidad, los comentarios de Pla sobre los catalanes son tan lacerantes como los dedicados al patrioterismo franquista.

No faltan anécdotas simpáticas, como una visita en 1962 a Salvador Dalí. Elogia la casa de Port Lligat, el monólogo del pintor sobre Llull y Mahoma y el retrato de Gala desnuda: la musa de Dalí exclama en un aparte: «Ah Monsieur Pla! La peinture! Quelle couillonade! Dalí, concluye, «es uno de los hombres más divertidos de este país, y que sabe más cosas».

La presencia erótica sobrevuela otras anotaciones. Pla evoca la excitación de cuando tenía veinte años en una Barcelona prostibularia y la «correspondencia pornográfica» con Aurora Perea, la mujer que propulsa su sensualidad madura y a la que dedica poesías: «Estos versos tan malos –impresentables– tienen para mí, una cierta importancia onírica –diríamos– porque me concentran el recuerdo y la imaginación en la época de Aurora».

El Pla que ha perdido la s ilusiones se consuela con aforismos al modo de Montaigne o Chamfort y ejercicios de sinceridad como el que anota en 1947 en relación a la corrupción de la posguerra: «Hay una gran cantidad de gente que cree que soy un cínico crudo, puro y total. Todas las personas que me conocen y me han tratado un poco (muy pocas) saben que soy un candoroso recalcitrante… Me han tratado de cínico en estos años de latrocinio nacional y delirante. Oficial, bendecido, y si no aceptado, consentido por la clase por definición moral».