El presidente de un fondo para la reestructuración de activos financieros, o mejor dicho un banco malo, aparece degollado en las lujosas oficinas de su compañía. Le han asesinado con una espada y la sangre puede salpicar las manos de empresarios y políticos. Pero los engranajes del poder también se ponen en marcha para evitar las manchas, acallar rumores y generar polémicas que hagan que la Policía y, sobre todo, la opinión pública, no sea capaz de atar cabos.