Para un buen número de mujeres cobrar por nuestro trabajo, darle un valor económico, nunca ha sido nuestro fuerte. Hechas al regalo cotidiano del tiempo nos parece que nuestros saberes entran en el mismo saco de la entrega. Ya cuando estudiamos la carrera poníamos nuestro esfuerzo, tiempo y conocimiento al servicio de nuestros colegas que firmaban el trabajo en cuestión y avanzaban ligeros hacia la licenciatura. Nos fastidiaba bastante, pero tampoco queríamos parecer demasiado ambiciosas, solo mostrar un interés de baja intensidad, femenino. Desoyendo los consejos de Adrienne Rich cuando nos decía: No damos la importancia debida a nuestro trabajo o a nosotras mismas, siempre nos parecen más importantes las necesidades de los demás que las propias.