Sobre este blog

Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.

El niño

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Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.

Un día el niño me dejó de hablar y yo me sentí vacía. Nuestra relación había empezado de la forma menos ortodoxa: '¿Por qué tienes las tetas tan caídas?' Yo le dije que se lo explicaría si, a cambio, él me decía por qué estaba ahí. Ahí, quiero decir, dentro de un DM de Instagram; ahí, quiero decir, dispuesto a hablar con una desconocida con una insistencia admirable. Cada día me formulaba esa pregunta a eso de las siete de la tarde. Llegué a pensar que quería una explicación científica. Que quizás la necesitaba de verdad. ¿Por qué hay sol y nubes y por qué hay estrellas y por qué los perros son amigos del hombre? Los niños preguntan cosas y los adultos responden. ¿Quién te ha traído hasta aquí?, le dije al niño antes de decirle que yo sabía que era un niño. Me dijo que le habían pasado un vídeo mío unos amigos suyos pero que él, en verdad, ni lo había visto ni nada. Este gesto sincero, el reconocimiento de no haber visto la charla, me llenó de una extraña ternura. Entablamos conversación de inmediato. 

Por sus fotos etiquetadas, descubrí que el niño era un niño. No debía de tener más de 12 años. Vi sus fotos en la plaza y en un banco. Desde ese momento yo solo pude verlo como el personaje ese de 'BoJack' escondido dentro de una gabardina de adulto, tambaleante. A veces me daba ganas de hacerle cosquillas para que se cayera al suelo. El niño no debía medir más de 1.20 y sus amigos medían parecido. Os juro que luego me habló él. Me dijo que esperaba que no me importara que me hubiera abierto DM. Le dije, con actitud algo victoriana, demostrándole quién era la adulta aquí, que internet era un lugar desolador. El niño, entonces, se mostró preocupado: ¿Te molestan mucho? ¿Quiénes?, le dije. ¿Niños cómo tú? Me preguntó, entonces, que como sabía que él era un niño y le dije que le había visto en sus fotos etiquetadas, que eran públicas y se podían ver. Ah. Pero estoy a punto de cumplir 12. Le felicité por anticipado. Se mostró contento y sin dudarlo me dio un corazón rojo a mi respuesta. 

El niño se quedó dormidito en mis DMs hasta el día siguiente, yo no quise despertarlo. Al día siguiente, después de pernoctar en mi pensión, después de dormirse sobre sus propios DMs; de alguna forma después de dormirse sobre mis tetas, el niño despertó de otro modo. Más sereno. Me dijo: 'Todavía no he visto el vídeo, ¿pero podrías recomendarme libros de feminismo NO de hembrismo?'. El niño había despertado con una nueva vocación que yo me vi obligada a asistir. No en forma de recomendación. El hembrismo no existe, niño, eso se lo han inventado tus amigos. ¿Ah, noooo? Su lenguaje virtual nunca era muy exclamativo, más bien económico y directo. Pero aquí agregó varias oooooos, lo cual interpreté nuevamente como una suerte de revelación para él. ¿Y si era verdad que a este niño nadie le había explicado que el hembrismo no existe? ¿Ese niño quería un libro y yo habría de dárselo? O una película, me dijo. Tampoco soy mucho de leer ni de política de momento pero me gusta estar informado de todo. Nuevamente ese de momento me pareció un acto de fe.

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