Sobre este blog

No nos gusta la palabra "discapacitado". Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a "retroceder". La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Francisco Gaitán, pionero de la movilidad

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No nos gusta la palabra "discapacitado". Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a "retroceder". La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Este año voy a celebrar el día de las personas con discapacidad hablándoles de mi abuelo. Un sevillano de condición humilde y dotado de una extraordinaria visión y mucho talento. No. Él no era una persona con discapacidad, pero creyó siempre en sus capacidades.

Hoy hablamos de personas con discapacidad, como indica la ONU, pero Francisco Gaitán, que era mi abuelo, habría dicho minusválidos, que era la palabra políticamente correcta entonces, frente a algunas como "impedidos" o, incluso, "lisiados", más asociadas a los efectos de la guerra. Para mí la palabra "minusválido" no tiene ninguna connotación negativa, porque en mi familia se decía mucho y siempre con la mayor naturalidad. En la familia no había entonces ninguna persona con discapacidad. Pero Francisco Gaitán (Sevilla 1914/2006), en cuyo taller reparaba y alquilaba bicicletas, observaba que todos los días, un joven "se arrastraba" desde un pueblo cercano a Sevilla. Por cuenta propia, él decidió construirle un triciclo con los materiales que tenía en su taller de bicicletas. Cuando el joven regresó a su pueblo con el triciclo, otras familias lo vieron y empezaron a demandarle soluciones de movilidad similares. Así es como empezó a fabricar sillas de ruedas y, más adelante, coches con motor para las personas con movilidad reducida desde mediados de los años treinta del siglo pasado.

Luego, Francisco Gaitán llegaba a casa de la fábrica, se ponía su batín y se sentaba en la mesa de camilla y hablaba. Contaba muchas cosas. Su mente no dejaba de idear soluciones. Yo era una niña. Me sentaba a su lado y le escuchaba mientras dibujaba o me tomaba la merienda. Él me hablaba, con admiración, de esas personas que no podían moverse como nosotros, pero que eran capaces como cualquiera con la solución adecuada. Me contaba que había llegado a la fábrica un chico que no podía mover los brazos ni las piernas y que le habían adaptado un coche para que pudiera moverlo con la boca. Mi abuelo no veía la tetraplejia. Ni siquiera decíamos esa palabra. Supongo que yo la conocí de mayor.

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