En plena vigilia de una huelga general inédita, con Gobierno y sindicatos tocando el violín e interpretando una melodía sobre los servicios mínimos que nos haga olvidar el tema principal, se impone recordar de dónde venimos y analizar a dónde vamos.
Para empezar, recordemos que esta huelga es la que se convoca en lugar de la que procedía ante la negativa del Gobierno a aceptar la existencia de la crisis; la que se imponía al verificar la pasividad del PSOE a la hora de iniciar las reformas estructurales que necesitaba (en pretérito) nuestra economía; la que resultaba imperiosa a la vista del déficit galopante que se avecinaba con el Plan E, y la que en otro tiempo hubiera servido a los sindicatos para justificar su constitucional función.
Ahora toca hablar de los servicios mínimos, y vemos con pavor cómo Gobierno y sindicatos, vigilado y vigilante, ponen en la picota a los empresarios y a la oposición. Y cómo se decora el mobiliario urbano con unos carteles que, a más de cinco metros de distancia, tan sólo dejan en la retina de los ojos de los ciudadanos una palabra: NO. ¿NO a la huelga?, ¿NO a las empresas?, ¿NO a la oposición?
Situación surrealista
Esta situación surrealista sólo se entiende si recordamos que este partido socialista es el mismo que alcanzó el poder sobrepasando las líneas rojas (no las políticas, sino las éticas), y que se ha mantenido atacando a la oposición en lugar de gobernar, con eslóganes electorales en torno a verbos que sugerían reavivar continuamente el revanchismo guerracivilista, reeditado tras la pérdida del poder absoluto de que gozó el PSOE en manos de Felipe González.
Pero este surrealismo cainita no nos viene de nuevo. Al igual que el actual Gobierno de España pacta contra sí mismo, ya sea en Cataluña o en Euskadi. Con Mas y contra Maragall. Con Duran i Lleida y contra Montilla. Con Urkullu y contra Patxi López. Y siempre intentando convertir la institución de la oposición en algo absolutamente inútil, para luego atizarla abiertamente en los mítines dominicales.
El señor Zapatero sigue superándose a sí mismo al afirmar que la oposición critica las propuestas gubernamentales antes de leérselas. Debería leer a Mao Tse Tung. Mao decía que la crítica debe hacerse a tiempo, no cuando los hechos ya se han consumado. Pero ya empezamos a distinguir entre globos sonda y propuestas legislativas concretas. Y es indecente, desde un punto de vista político, pretender gobernar con las ideas de los demás.
Si el socialismo español necesita ideas, que se deje de primarias y convoque elecciones generales, para devolver a la sociedad la ilusión de un cambio político, que tranquilizará a los mercados y aliviará las apretadas agendas de las instituciones europeas e internacionales.
Búsqueda de culpables
El actual presidente del Gobierno de España ya ha conseguido parte de su objetivo, engañar a muchos ciudadanos con un discurso marrullero, confuso y de bajo perfil, que sugiere que todos los partidos son por igual responsables de la actual situación de inacción política y de la no recuperación económica.
En este país, tan rico en identidades y lenguas, se empieza a forjar una nueva identidad común, la búsqueda continua de culpables, y la fabricación de enemigos frente a los que diseñar victimismos. Buscar culpables en lugar de soluciones nos sumerge en la mediocridad y nos aleja de la recuperación de la brillantez que necesita nuestra acción política.
Constatada la incapacidad para superar esta situación de parálisis política, sólo queda recordar que las elecciones anticipadas son el único mecanismo que nuestro sistema democrático contempla. Decía un conocido político que, ante la especulación en torno al poder, él defendía aquello de : “Programa, programa y programa”. España necesita eso. La solidez de un proyecto político que recupere los cimientos de nuestra economía, y la claridad de ideas de quienes lo tienen que poner en práctica.
En lugar de hacer estadísticas sobre el nivel de seguimiento de la huelga general y de cumplimiento de los servicios mínimos, sugiero trabajar más aún por sacar adelante a este país, olvidarnos de culpables, y aplicar de una vez las soluciones que ya llevan escritas mucho tiempo en el diario de sesiones de nuestras cámaras legislativas.
Angeles
El artículo en Expansión
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