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Martes, 21 de Noviembre de 2006
 

Actualizado: 20 de noviembre de 2006


Levantamiento revolucionario en México


La nación mexicana se ha levantado en los últimos meses. La exigencia de soberanía nacional, de democracia, ha estallado con el rechazo masivo al fraude electoral que intenta consagrar como presidente al candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, el candidato de la Casa Blanca. Como parte de ese impulso de la nación hay que comprender el levantamiento popular, con características insurreccionales, de Oaxaca, donde a partir de la huelga de maestros, el pueblo ha ocupado durante meses los edificios gubernamentales exigiendo el cese del gobernador Ulises Ruiz.

El rechazo al fraude reunió el 16 de septiembre a más de un millón de delegados en la ciudad de México en la Convención Nacional Democrática que decidió reconocer a López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), como presidente legítimo, que debe ser proclamado hoy 20 de noviembre en una nueva concentración multitudinaria, mientras la Embajada de los Estados Unidos trata de superar el boicot para proclamar presidente a Calderón el 1 de diciembre.

Un país arrasado

No puede entenderse la masiva movilización popular sin tener en cuenta un fenómeno: la entrada en vigor en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que crea una zona de libre comercio entre los Estados Unidos, México y Canadá, abriendo plenamente los mercados de los países vecinos a las multinacionales USA.

El TLCAN ha devastado México. Ha significado la ruina de miles de empresas mexicanas. Aunque las exportaciones aumentaron notablemente, de 7 millones de empresas que hay en el campo, menos de 20.000 participan de la exportación agrícola. En alimentos, bebidas y tabaco 300 empresas (de 32.000) exportan el 80% del total; las 5 principales montadoras de autos exportan el 33% del total. Unas pocas empresas se favorecen del aumento en las exportaciones. Y los inversores de los Estados Unidos se han apropiado de miles de empresas. Hoy el 55% de las empresas son estadounidenses.

Con el empleo, los resultados son igualmente alarmantes. En el sector agrícola se han desplazado 1.900.000 trabajadores, y en el sector industrial, que supone el 87% del total de las exportaciones, y emplea al 17% de la población activa, el empleo ha aumentado 2,2 millones de personas entre 1991 y 2005, sin compensar el desplazamiento de la población del campo y el aumento en la población activa, de más de 11 millones de personas. Como resultado, la emigración a los Estados Unidos aumentó de 4 millones de personas en 1990 a 8 millones en 2000.

Aumentó la productividad en el sector manufacturero y disminuyeron los salarios reales entre 1993 y 2002. Las multinacionales de los Estados Unidos sobreexplotan a los obreros mexicanos. Se redujeron los salarios mínimos y se liberó a los empresarios de asegurar las pensiones de sus empleados, mientras el Ejecutivo ha comenzado a privatizar las prestaciones de la seguridad social.

La agricultura ha sido arrasada por el TLCAN. El campo mexicano ha sucumbido bajo la competencia de los productos subsidiados norteamericanos, que inundan los mercados de su país.

México, exportador de azúcar y maíz en el pasado, ahora compra edulcorantes y granos transgénicos al norte de su frontera. El TLCAN transformó a México en un país importador de alimentos. Entre 1995 y el 2001 se pasó de una balanza comercial agrícola de 581 millones de dólares a favor, a una balanza deficitaria de 2.148 millones de dólares. Esto ha causado mayores estragos en las regiones de agricultura campesina: Chiapas, Oaxaca, Yucatán, Guerrero…

En el plano laboral y sindical, el Estado suprimió las conquistas que los trabajadores mexicanos habían ganado en años de lucha, para hacer al país más atractivo a los inversionistas extranjeros.

El resultado global es tremendo: entre 1994 y 2000 la pobreza en México pasó del 51% al 70% de la población. El 20% más pobre bajó su participación en el ingreso de 3.6% a 2.9%, mientras que el 10% más rico la aumentó del 44% al 50%.

Privatizaciones

Mientras la economía productiva es devastada, los sucesivos gobiernos, y en particular el de Vicente Fox (PAN) han llevado a cabo una oleada de privatizaciones. El gobierno federal vendió, fusionó y liquidó el 40% de las empresas públicas “no estratégicas”, al pasar de 1.115 entidades a finales de 1982, a 697 en 1986.

Los bancos, nacionalizados en los años 1980 a un alto costo, para evitar una quiebra generalizada, y saneados a cargo del Estado, fueron reprivatizados en el marco de la “liberalización del crédito” que impone el TLCAN.

El proceso se acelera a partir de 1988, con la privatización a fondo de sectores como los de siderurgia, banca y teléfonos, azucareras, fertilizantes; De 1995 a 2000, se profundiza aún más y se realizan cambios constitucionales para vender los ferrocarriles, aeropuertos y la comunicación vía satélite.

Los gobiernos del PAN, y su candidato presidencial aupado en el fraude, van más allá: apuntan a la privatización de los servicios energéticos, como los de electricidad, gas y petróleo, a los que el Gobierno ha retirado toda financiación oficial para hacerlos ver como inoperantes. A ello se añade la propuesta de privatización del agua. El petróleo, explotado por la petrolera estatal Pemex, es la primera fuente de ingresos de México, y supone un 10% del PIB. Su nacionalización marcó un punto culminante en la lucha por la soberanía de México.

Al tiempo, se han producido recortes generalizados en los presupuestos de los servicios públicos de salud, de educación, y en las transferencias del gobierno federal a los ayuntamientos.

Por la soberanía nacional

La aplicación de este programa se ha enfrentado a una creciente movilización popular. Las propuestas privatizadoras del presidente Fox no han pasado a los hechos precisamente por esa activa oposición, con masivas manifestaciones de los eléctricos, los maestros, los empleados de la seguridad social y otros sectores de masas. Este movimiento se fue polarizando en las manifestaciones para que Obrador pudiese participar en las elecciones, y luego contra el fraude.

El candidato del PRD, López Obrador, incluyó en su programa electoral el rechazo a la privatización del sector energético y a la destrucción del campo. Independientemente de sus intenciones y las del PRD, un partido burgués con elementos “nacionalistas”, que incluye a gobernadores de varios estados que aplican la política del PAN, las masas trabajadoras de México utilizaron el voto a López Obrador como un arma de lucha contra la destrucción del país, para abrir una salida política democrática, basada en la soberanía. Y la Convención proclamó este objetivo.

La lucha contra el fraude es la lucha por la soberanía, que incluye el control de sus recursos naturales, la defensa de su economía productiva, el rechazo a la colonización USA.

¿Qué salida pueden tener si no las exigencias de los maestros y la población de Oaxaca, o de los eléctricos, o de otros sectores? Al entrar las tropas federales en esa ciudad, Jesusa Rodríguez, coordinadora de la CND, convocó una manifestación de cientos de miles en México DF: “¡Ulises va a caer y Calderón también!”. Y ante la Embajada de los Estados Unidos: “¡Estos son los que chingan la nación!”

Hay una inmensa presión del imperialismo para que el PRD y los amplios sectores agrupados en la Convención capitulen, acepten integrarse como “oposición sumisa y castrada” en el reparto de la corrupción. Basta ver los editoriales de la prensa española.

Frente a ello, la delegación internacional que participó en la Convención, y en primera línea el Acuerdo Internacional de los Trabajadores, llamaron a apoyar la lucha de los trabajadores y la nación mexicana por la soberanía.

En nuestro país, a raíz de ese llamamiento ha habido cinco delegaciones a la Embajada y a los consulados de México, en particular el pasado 13, jornada internacional convocada por la delegación internacional que acudió a la Convención Nacional Democrática. Hoy, día 20, se va a reunir de nuevo en el Zócalo de la ciudad de México la representación de la nación para proclamar a López Obrador presidente legítimo. Es la primera línea de la lucha de los trabajadores y pueblos del mundo en defensa de las naciones. Hay que renovar la solidaridad con el pueblo mexicano, estar alerta a los acontecimientos de los próximos días.