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Viernes, 12 de Junio de 2009
 
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ante las noticias aparecidas en este periodico
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 Actualizado: 10 de junio de 2009 

Elecciones Europeas:
un inmenso rechazo que busca cómo expresarse

Tras las elecciones al falso “parlamento” europeo, sin poder tapar la enorme abstención, el Gobierno y otros dirigentes hablan de una marea de la derecha, un incremento de las expresiones más repugnantes del pasado europeo, como es el repunte de algunos partidos políticos xenófobos, partidos políticos de extrema derecha”, en palabras de Cándido Méndez. Dedicaremos esta carta semanal a un primer balance de los resultados.


La enorme abstención

Lo más destacado de los resultados es la abstención. La participación no ha llegado al 43% (2,5 puntos menos que en 2005). Sólo en 8 países de los 27, la participación supera el 50%, y entre ellos se incluyen dos, Bélgica y Luxemburgo, donde el voto es obligatorio. En 11 países la participación no llegó al 40%, en 6 de ellos no llegó al 20%. Bate el récord Eslovaquia, con un 19',64%.

La fenomenal abstención pone en evidencia una desconfianza y un rechazo generalizado a la Unión Europea, a sus políticas y a sus instituciones, que no encuentra expresión política a través del voto a ninguna candidatura.

Dentro de la Unión Europea, donde gobiernan instituciones que nadie elige y que no responden ante los ciudadanos, como la Comisión Europea, el Banco Central, el Tribunal Superior de Justicia, el único papel que tiene el llamado “parlamento” (que no tiene ninguno de los poderes y atribuciones de un auténtico parlamento) es el de dar una apariencia democrática a la UE. Con una participación del 43%, el intento queda más que maltrecho.

Los resultados del 7 junio de 2009 extienden a toda Europa el NO a la ‘Constitución Europea’ de los pueblos francés y holandés en mayo-junio de 2005, el NO del pueblo irlandés al tratado de Lisboa en junio de 2008.


La abstención expresa un rechazo

La masiva abstención es un rechazo a todos los gobiernos y partidos institucionales que se han sometido servilmente, contra la voluntad de sus pueblos, a las exigencias de demolición de la industria, de la agricultura, de los servicios públicos, exigencias dictadas por la Unión Europea en beneficios de los banqueros y los especuladores. Desde el Este al Oeste y del Norte al Sur, es el mismo rechazo: el de los obreros de Gdansk que luchan contra el cierre de sus astilleros, el de los trabajadores de la Opel en Alemania y de Caterpillar en Francia que se movilizan contra los planes de despidos, el de los trabajadores del estado español que se enfrentan con miedo e indignación a la oleada de EREs, despidos y desahucios, el de los campesinos búlgaros, españoles y franceses…

Con su negativa a avalar con su voto a las instituciones de la U.E., los trabajadores han manifestado su rechazo a los “planes de rescate”, coordinados en el cuadro de la Unión Europea, que entregan cientos de miles de millones de euros para que se recuperen los especuladores financieros hundidos, su rechazo a las directivas que privatizan los servicios públicos y prohíben toda intervención del estado para impedir los cierres de empresas, las deslocalizaciones, para defender los empleos amenazados, su rechazo a la integración de los sindicatos en los planes de la U.E., integración que las autoridades de Bruselas (apoyadas por la CES) quieren imponer a las organizaciones sindicales para que acompañen los planes de despidos.


La “subida de la derecha”

La prensa habla de un “giro a la derecha”, de la subida de los “conservadores” y la caída de los partidos socialdemócratas. Una afirmación más que discutible.

En la mayoría de los países, los que han bajado han sido los partidos en el gobierno. Es el caso de Gran Bretaña, de Irlanda (donde suben los Laboristas y Sinn Feinn), de Grecia (donde sube el Pasok), del Estado español, de Alemania (donde bajan los dos partidos en el gobierno)... En Francia hablan de “victoria de Sarkozy” y de su partido, la UMP... que no llega al 30% de los votos, cuando obtuvo un 40% en las legislativas en 2007.

Sin duda, en varios países el rechazo ha sido mayor a los partidos socialdemócratas, como en Alemania (donde pierden más que sus socios de gobierno) o en Francia. Los trabajadores quieren que sus organizaciones defiendan su derechos y conquistas sociales. Cuando esos partidos apoyan los recortes sociales impuestos por Bruselas, desde dentro o desde fuera del gobierno, mientras hablan y hablan de la “Europa Social” o agitan el fantasma de la derechona, los trabajadores se niegan a darles su apoyo. Los casos más sangrantes son los de los laboristas británicos de Gordon Brown y los socialistas franceses, que se han negado a defender el NO de los trabajadores en le referéndum de 2005 y que desde entonces no levantan cabeza.

En las condiciones en que se desarrollan las elecciones, cuando tanto la “derecha” como la “izquierda” socialdemócrata presentan un mismo programa de apoyo a la UE, a la Estrategia de Lisboa y al Tratado de Lisboa, y la mayoría de versiones del resto de la “izquierda”, un apoyo crítico a la UE, el rechazo a ese programa común se manifiesta en muchos países a través de la abstención, o del voto a los euroescépticos de diverso pelaje (algunos con tintes ultraderechistas) que son las únicas formaciones que defienden abiertamente el NO a la UE. Ese es el caso de Holanda, donde todos los partidos institucionales han dado la espalda al NO del pueblo en el referéndum de 2005.


Es la hora de romper con la Unión Europea

Este 7 de junio, los pueblos de Europa han expresado su voluntad de liberarse de la dictadura del “libre mercado” capitalista, encarnado por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Tribunal de Justicia Europeo, así como su instrumento, el supuesto “Parlamento Europeo”.

Una voluntad se ha expresado: la de oponer, a la anarquía de una “construcción europea” sometida a los apetitos insaciables de los capitalistas y de los financieros por sus Tratados fundacionales (Maastricht et Amsterdam), una unión libre de los pueblos y naciones libres de Europa; la voluntad de los pueblos de Europa de recuperar su soberanía para imponer la prohibición de los despidos en cada país, para abrir la vía a la nacionalización de la banca y de los grandes grupos industriales, y a todas las medidas de salvación pública que exige la gravedad de la crisis.

Una voluntad que traduce una exigencia: la ruptura con las instituciones fracasadas de la Unión Europea y de sus tratados, y el rechazo de todas las políticas de “renovación” y “reforma” de esas instituciones preconizadas por distintas formaciones de la “izquierda europea”.

Los medios de comunicación, la banca, las instituciones internacionales reclaman a las organizaciones levantadas por los trabajadores que acepten la supuesta derrota del 7 J y colaboren en destruir los puestos de trabajo y las conquistas mediante el diálogo social y pactos políticos de sometimiento a la reacción.

La Ejecutiva del PSOE se hace eco de inmediato prometiendo “diálogo social” encabezado por Zapatero y “abrir nuevos espacios de diálogo en el ámbito político” en particular con los franquistas y con todas las derechas.

Por su parte, la Secretaría de Internacional de CCOO pretende someter el movimiento obrero a Bruselas aunque haya desaparecido toda apariencia progresista del Parlamento Europeo: "El nuevo parlamento es peor que el anterior, pero hay que seguir construyendo alianzas para lograr mayorías en temas clave de la construcción europea y la Europa Social",

Pero este 7 de junio, los pueblos de Europa han expresado su voluntad de liberarse de la dictadura del “libre mercado” capitalista, encarnado por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Tribunal de Justicia Europeo, así como su instrumento, el supuesto “Parlamento Europeo”.

La voluntad de los trabajadores buscará abrirse camino en la lucha de clases, y la tarea de todos los militantes obreros conscientes es dar puntos de apoyo para que irrumpan las masas trabajadoras e impongan su solución a la “crisis” contra la UE, lo que pasa por rescatar las organizaciones levantadas por los trabajadores de las redes de Bruselas y de todas las fuerzas del capital.