16 Abril 2011
Bibliotecas de Barcelona: algunas sombras
OPINIÓN
Por Antonio López
Al amparo jurídico de algunos aspectos de la Ley de Bibliotecas de Cataluña (1993), en 1996 el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación de Barcelona impulsaron un Plan de Bibliotecas para el periodo 1998-2010. En 1996 las bibliotecas públicas de la ciudad de Barcelona, gestionadas en virtud de un convenio marco y convenios adicionales específicos entre la Diputación y el Ayuntamiento, eran 18. El Plan creó el Consorcio de Bibliotecas de Barcelona, fórmula de gestión que garantizaba la igual implicación de ambas administraciones en el que se ha convertido para los barceloneses en el principal agente de difusión y acceso a la cultura y la información. Es innegable que ha funcionado la sinergia entre las dos administraciones y, por poner dos ejemplos, la red de la ciudad condal, que cuenta este año con 36 bibliotecas (algunas de desafortunada funcionalidad y concepción, como la de la Sagrada Familia, que recuerda la frase de Jorge Luis Borges: “Existen edicificios cuya sola arquitectura ya es diabólica”) está perfectamente articulada en la red provincial o los servicios prestados a los usuarios y el impacto de las campañas son comunes en toda la provincia (división territorial que el artículo 141 de la Constitución Española define come ente jurídico). En el caso concreto de Barcelona, dentro de la misma ciudad, el principio de globalidad permite simplificar los procesos de gestión y ofrecer servicios homogéneos a las bibliotecas de distrito y barrio, cuya única diferencia es el volumen de fondos, y número de personal asignado.
Además de la consulta y préstamos de sus fondos en toda clase de soportes, las bibliotecas del consorcio ofrecen acceso a internet, cursos de informática, intercambio de idiomas, exposiciones, conferencias y talleres, y son un punto de información sobre actividades culturales de la ciudad.
Desde el punto de vista técnico, esto es, bajo estrictos criterios de biblioteconomía, la red del Consorcio presenta puntos deficientes. Sin ir más lejos, siendo el sistema informático de catalogación elegido el adecuado, no lo es la interfaz del usuario último; añádase que los criterios de conservación son más que discutibles por no decir inexistentes. Pongamos dos ejemplos de esto último. No solo los libros de formato en 4º mayor pasan apuros, sino que parece que nadie hubiera previsto la existencia de obras en folio y gran folio y, lo que no es menos grave, tampoco se tomó la solución obvia: dada la falta de previsión topológica en las secciones de cada matería, lo lógico es lo técnicamente aplicable en estos casos: ubicar los libros afectados en el depósito de reserva directamente sin pasar por los expositores de novedades. Otro ejemplo: algún órgano de decisión del Consorcio no dudó, por mor del ahorro de espacio, sustituir las cajas de los cedés por sobres de pvc. Con ello logra lo que jamás haría un profesional: disvirtuar el documento y contribuir a su deterioro (doble: el de las desprotegidas carátulas de papel y el del soporte de audio o software cuyo lado registrado ahora se somete a continuos roces). En cuestiones generales elementales para la conservación no vale la pena extenderse por obvias: la agresión de luz natural que sufren los fondos en algunas de las sedes es desaforado, la temperatura media en invierno por encima y la humedad por debajo de las optimales para la conservación del papel; para el etiquetado se utilizan materiales no reversibles, etc.
Con todo, es el motivo de estas líneas reflexionar sobre un cambio en los criterios de préstamo que tuvo lugar el pasado año y que ha repercutido muy negativamente en uno de los estándares de prestación de servicios que el Consorcio tenía como sus objetivos: la calidad. Hasta el año 2009, las normas de préstamo de documentos eran las siguientes:
6 Libros, 21 días
4 Revistas, 7 días
3 CD, 7 días
3 Videos/DVD, 7 días
Digamos sólo de pasada que el préstamo de revistas en ámbito bibliotecario es una extravagancia, además de una irresponsabilidad y una temeridad: es evidente la fragilidad de este tipo de documento y su rápido deterioro (por no mencionar las acciones vandálicas de expolio de páginas que se observan en muchos ejemplares). En el vértice jerárquico del Consorcio parece haber algún temerario que, priorizando a los lectores del presente de publicaciones periódicas, ha optado por privar a los futuros de idéntico acceso a tales fondos. Por favor, que algún profesional le explique que una biblioteca pública y generalista no puede dejar de ser una biblioteca de conservación para los usuarios del mañana.
El pasado año unas nuevas normas de préstamo establecieron el siguiente criterio:
15 Libros y revistas, 30 días
15 CD/Videos/DVD, 30 días
El número de usuarios de la red es tal que los fondos de las bibliotecas del Consorcio no soportaron las nuevas normas sin un menoscabo de los principios de eficacia y eficiencia del sistema, pilares del Plan de Bibliotecas; vulnerados éstos, la calidad del servicio a los usuarios se resintió súbitamente: la optimización y distribución de los recursos resulta gravemente dañada por la merma en la disponibilidad de fondos, esto es, su accesibilidad y rotación.
El pasado 3 de enero un nuevo cambio entró en vigor:
15 Libros y revistas, 30 días
6 Videos/DVD, 30 días
9 CD audio/CD-R, 9 días
Como puede observarse, el desaguisado que alguien, émulo del Dr. Mabuse dirigiendo el hampa desde su celda, está lejos de haber mejorado. ¿Qué cabeza barruntó que un usuario, teniendo el sistema un millón de ellos según cifras oficiales, pueda retener durante un mes 15 libros y/o revistas y/o 15 películas o cedés? Una temeridad, por otra parte, desde el punto de vista de la conservación del patrimonio público: libros y películas “bailan” en las estanterías deformándose aquéllos, desordenadas éstas.
Déjense asesorar los gestores políticos por los profesionales que, sin duda, les reconducirán al sentido común.
Nota: Al Consorci de Biblioteques de Barcelona ya nos habíamos referido en La huelga de salas cinematográficas o ¿crea demanda el exceso de oferta? y en La Diputación de Barcelona o cómo pervertir la oferta y la demanda.