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Més que no pas l’exclusió de colonitzadors catalans de la conquesta d’Amèrica, mite bastit pel nacionalisme català d’inicis del XX i no desmentit fins dates recents, va ser la cojuntural presència majoritària de castellanoparlants a Amèrica, l’evangelització i, per damunt de tot, els processos d’unificació nacional posteriors a l’emancipació de les colònies, els que van establir el castellà com a llengua hegemònica a Amèrica. De José María Sevilla Marcos: «El Lulismo en España a la muerte de Cristóbal Colón» (Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics, n.º 18, 2008 , pp. 17-27), citant les conclusions de l’estudi de R. Pinya i Homs: La debatuda exclusió catalano-aragonesa de la conquesta (Barcelona: Generalitat de Catalunya. Comissió Amèrica i Catalunya,1992.): La “debatida exclusión catalano-aragonesa de la conquista de América” ha sido y sigue siendo un tema candente entre las reivindicaciones de Cataluña respecto de Castilla y que dio lugar a un importante trabajo realizado por el Prof. Romà Pinya i Homs, por encargo de la Generalitat de Catalunya en la “Comissió Amèrica i Catalunya, de 1992” . Los resultados a los que llegó el Prof. Pinya Homs en sus conclusiones fueron que, por una serie de motivos, se tuvo que encargar el reino de Castilla-León de la progresión inicial de la conquista y evangelización de aquellos territorios de ultramar. Estos motivos fueron: 1)Predominio atlantista del reino de Castilla, que estaba en proceso de colonización de las Islas Canarias. Argumento esgrimible ante la rivalidad con Portugal, sancionado por el Papa Alejandro VI. 2) Ausencia de atractivo para ambos reinos de la repoblación demográfica hacia los nuevos territorios descubiertos. Fue necesario hacer fuertes concesiones a los colonos para que se establecieran en las Indias, siendo menos atendida esta llamada por los catalanes y aragoneses, ya que padecían un déficit demográfico mayor que en Castilla. 3) Si bien existió la contribución de catalanes y mallorquines a la conquista y evangelización de las Islas Canarias en el siglo XIV, fue Castilla en el siglo siguiente, al disponer de naves más avanzadas, las carabelas, la que se hizo cargo de forma exclusiva de la ocupación y culturización de las mismas. 4) A pesar del importante despliegue de catalanes en el segundo viaje de Colón, va a resultar discontinua su presencia en el nuevo mundo, debido a dos razones: una, la decepción que produjo la experiencia antillana, y, en segundo lugar, la conquista del reino de Nápoles y de las plazas del norte de África que trajo consigo una importante atracción de los catalanes hacia aquellas tradicionales zonas de interés en su historia. 5) A pesar de existir una cierta “leyenda negra” de algunos cronistas castellanos hacia los catalanes, que tenía por finalidad alimentar el exclusivismo castellano, enalteciendo las hazañas de sus conquistadores, nunca Cataluña quedó excluida de la colonización. 6) La colonización catalana en América se incrementó en la medida que aumentara la presión turca en el Mediterráneo. 7) La “Ordenanza” que, según el cronista Herrera, “prohíbe que no puedan pasar a las Indias sino los naturales de la Corona de Castilla”, el mismo Herrera reconoce que este exclusivismo nunca fue dirigido a los catalanes. Los “privilegios” castellanos desaparecieron a mediados del siglo XVI por la consideración de “españoles” a todos los que ahora ampara la actual Constitución Española. La consolidación del “estatus de español”, desconocido en los diversos ordenamientos jurídicos hispánicos de origen medieval, aparecerá en 1534 y definitivamente en la Cédula Real de 1564, al considerar como extranjeros en las Indias a los que “han ydo de fuera de estos Reynos de Castilla y de Aragón”. 8) Los “privilegios” castellanos desaparecieron a mediados del siglo XVI por la consideración de “españoles” a todos los que ahora ampara la actual Constitución Española. La consolidación del “estatus de español”, desconocido en los diversos ordenamientos jurídicos hispánicos de origen medieval, aparecerá en 1534 y definitivamente en la Cédula Real de 1564, al considerar como extranjeros en las Indias a los que “han ydo de fuera de estos Reynos de Castilla y de Aragón”. Els trets lingüístics que aplega una persona són tan definitoris de la seva idiosincràsia com qualsevol altra característica individual. Per la seva aportació a la definició del perfil d’un subjecte, l’estudi de la variació lingüística s’ha convertit en una eina utilíssima per a la criminalística, fins al punt d’arribar a desenvolupar-se’n una especialitat específica de peritatge lingüístic amb aplicacions forenses: la lingüística forense, una jove disciplina lingüística que, com diu l’equip del Laboratori de Lingüística Forense (ForensicLab) de l’Institut Universitari de Lingüística Aplicada (IULA-Universitat Pompeu Fabra) «inclou tota una sèrie d’àrees de recerca i estudi que tenen a veure amb l’ús de l’evidència lingüística en diferents àmbits», entre els quals destaquem els següents: * L’ús d’evidència fonològica, morfològica, sintàctica, discursiva, terminològica per identificar parlants d’una determinada varietat lingüística, estil o registre. * L’anàlisi de la imitació en la producció de textos amb finalitats criminals. * La determinació/atribució d’autoria, tant de textos orals com escrits, i la detecció de plagi. Des de fa uns anys, l’Idec de la Universitat Pompeu Fabra convoca un Diploma de postgrau en Lingüística Forense (Peritatge Lingüístic Forense). Per saber-ne més d’aquest camp d’intersecció entre el dret i la lingüística, podeu llegir a Googe Books el manual introductori Lingüística forense, lengua y derecho. Conceptos, métodos y aplicaciones, d’autoria diversa, editat per la directora d’aquest postgrau i del ForensicLab, la M. Teresa Turell. Els que busqueu més morbo, al web Criminalística teniu la descripció de diversos casos reals d’aplicació forense de la lingüística. Para los lectores veteranos de este blog, la polémica sobre la diferida publicación en línea del Diccionario panhispánico de dudas es ya un clásico. Lo cierto es que, desde su aparición, este «panhispánico nuestro de cada duda», como lo bautizó Ricardo Bada, no ha dejado de darnos de que hablar. Y no sólo a nosotros, por supuesto. Desde la primera reseña, se han sucedido enfoques críticos diversos (1, 2...), que han ido poniendo en solfa diversos aspectos de este diccionario académico. Su deficiente versión en línea no se ha salvado de la quema. Ya al poco de su aparición, José Antonio Millán señalaba: [...] el sitio como tal merece algunas mejoras; entre otras cuestiones: mantiene siempre la URL o dirección de la portada, lo que a alguien poco versado le puede impedir enlazar directamente a las páginas donde se encuentran los distintos materiales que contiene. Para acceder a la lista de artículos temáticos del DPD, por ejemplo, alguien sin mucho dominio del medio tendría que dar las siguientes instrucciones: «Vaya a http://www.rae.es/, haga clic en la columna de la izquierda, en “Diccionario panhispánico de dudas”; en la página que aparezca, debajo de la caja de búsquedas, haga clic en la columna de la derecha en “Articulos temáticos”.» Naturalmente, se puede hacer trampa (mirando en la propiedades de la página con el botón derecho), como yo he hecho para remitir a la lista completa, pero ¿por qué no facilitar las cosas? La Academia ha dado grandes pasos adelante poniendo en la Web a disposición del público hispanohablante sus materiales (lo que es de estricta justicia en una institución sin ánimo de lucro, que recibe tantos apoyos públicos —por no hablar de los privados— y que se propone difundir instrumentos para mayor bien de nuestra lengua). Sin embargo, le faltan pasos por dar. Por ejemplo: hoy en día es posible hacer directamente búsquedas en el Diccionario panhispánico y en el Diccionario de la RAE, pero ¿por qué no tener además un lemario de ambos en línea? (un lemario es la lista de las palabras o temas que tiene el diccionario). En la consulta del DPD, por ejemplo, se lee la siguiente nota: «Para obtener resultados, la palabra o tema buscados deben coincidir con el lema de alguno de los artículos contenidos en el diccionario, por lo que se recomienda seguir al máximo las orientaciones para la búsqueda.» ¿No sería más sencillo tener en línea el lemario que fuera enlazando a cada una de las palabras? Por ejemplo: a Y lo mismo para el DRAE... a Supongo que no pasará mucho tiempo sin que algún grupo de esforzados voluntarios amantes de su lengua, de los muchos que pueblan la Web, preste al público hispanohablante el buen servicio de preparar estos lemarios enlazados. Las palabras de Millán han resultado casi proféticas. No sabemos exactamente desde cuándo (aunque muy pronto lo averiguaremos), el hispanista Franz Mayrhofer (y no un esforzado hablante nativo de español, como esperaba Millán), docente del californiano Gavilan College, mantiene entre los recursos en línea de su departamento una versión propia del DPD en línea francamente muy mejorada. Además de restituir partes del pliego de principios de la versión impresa que no figuraban en la versión en línea, ofrece un lemario completo y la posibilidad de realizar búsquedas avanzadas. Un eficiente trabajo de servicio al usuario (particularmente a sus alumnos) que Mayrhofer ha realizado motu proprio y de manera independiente, porque si tenía que aguardar a que lo hicieran las propias Academias, habría tenido que esperar a que las ranas críen pelo. Eso sí, sigue faltando lo que mayor oprobio debería causar a la RAE y Academias asociadas: la nómina de los autores consultados para el desarrollo teórico de esta obra. Pero es que ni el más esforzado voluntario puede subsanar semejante falta de ética intelectual. Montse Alberte y Silvia Senz [Versió en català:] El 1976, en ple post-franquisme, Josep M. Ainaud de Lasarte va escriure un opuscle sobre les circumstàncies i el rerefons polític de la institució del Dia del Llibre (fiesta del Libro Español en el seu origen, també declarada en alguns països llatinoamericans —sembla ser que a instàncies acadèmiques— com a Día del Idioma Español). Aquí teniu l’extracte que l’any 1997 en va fer la revista El Temps. [Versión en castellano:] En 1976, un año después de la muerte del dictador Francisco Franco, Josep Maria Ainaud de Lasarte escribió un opúsculo sobre las ciscunstancias y el trasfondo político de la institución del Día del Libro (fiesta del Libro Español en sus orígenes, también declarada Día del Idioma Español en algunos países latinoamericanos, parece ser que a instancias académicas). Creemos que merece la pena ofrecer una traducción al castellano del extracto de la obra de Ainaud de Lasarte que la revista El Temps publicó en 1997, para que nuestros lectores hispanohablantes tomen consciencia de sobre qué procesos de represión y sustitución cultural y qué clase de proyectos nacionales —no sólo en España, sino también en la propia América Latina, en alguno de cuyos países se ha puesto en tela de juicio la constitucionalidad del Día del Idioma Español— se construyen los hitos simbólicos del nacionalismo (pan)hispánico: Como nació el Día del Libro «Día del Libro Español. Otra iniciativa de nuestro celoso compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro Español. Este modélico proyecto pasó a estudio de la correspondiente ponencia y está pendiente de decisión.» «La presente ley tiene por objeto establecer un régimen especial encaminado a promover el libro español, en sus diversas expresiones lingüísticas, y a fomentar su producción y difusión.» Aquella discriminación inicial podía alejar de la conmemoración oficial a muchas personas e instituciones que se mantenían fieles a la lengua del pueblo; en el caso concreto de Cataluña, las más prestigiosas y más populares. Por otra parte, el tono que tomó la conmemoración oficial fue a menudo el del tópico, de escasa elevación cultural. Así, las expresiones «sagrario imperecedero» refiriéndose al libro, o «genios de la Raza» para hablar de los clásicos castellanos, no eran las más adecuadas para actos de un cierto nivel literario o para medios de probado espíritu crítico. «En himnos fervientes cantemos en el Libro / loor en Cervantes, ingenio español, y miedo la alta cultura constantes velemos y vibre en nuestra alma de España el honor.» Ciertamente, no todas las celebraciones caían en este defecto: la Asociación Cervantina, de Madrid, o las sesiones de la Real Academia de la Lengua, sabían mantener el tono académico, pero no llegaban al pueblo. Al día siguiente de aquel Día del Libro, un periodista barcelonés escribía: «Es de esperar que la próxima festividad se celebrará el 23 de abril coincidiendo con la de Sant Jordi; alcanzará todavía mayor esplendor y será una verdadera fiesta del libro catalán.» «Hemos acertado. La fecha del 23 de abril, en el que la muerte de Cervantes coincide con la fiesta de Sant Jordi: rosas, libros y Santo...» «Y así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y belleza, única.» [Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, cap. LXXII.] [...] Incluso ha habido escritores que han querido establecer una cierta semblanza entre Sant Jordi, caballero de un ideal, rescatador de doncellas, y Don Quijote. Joan Estelrich escribía: «Don Quixot és la melangiosa caricatura de Sant Jordi, lluitant amb els molins de vent, entabanat per una justa i noble demència.» «Y, levantándose, dejó de comer, y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies, y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo: “Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina; llamóse don San Jorge, y fue, además, defendedor de doncellas. Veamos esta otra”.» [Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, cap. LVIII.] De José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez: Economía del español (Barcelona, Ariel, col. Fundación Telefónica, 2007; cita de «Introducción: razones de oportunidad», pp. 11-20), sobre las circunstancias coyunturales que en el año de publicación de esta obra animaron el desarrollo de estudios econométricos sobre el valor del español en los mercados lingüísticos: Otro hecho concurrente: el renovado papel del español como elemento vertebrador de la comunidad hispánica de naciones. No es algo nuevo ni tampoco aislado, pero hoy adquiere contornos mejor perfilados y más vigor. Hay que situarlo, enseguida, dentro de lo que acertadamente se ha llamado «reencuentro del mundo iberoamericano» (SANGUINETTI, 2007). Un reencuentro con componentes económicos, sociales y políticos bien definidos: principalmente, la masiva irrupción de multinacionales españolas en las economías de América Latina –escuela de estrategias de internacionalización para aquellas gracias, entre otras cosas, a la lengua compartida–; los flujos migratorios de iberoamericanos hacia España; los reforzados programas españoles de cooperación para el desarrollo; en fin, las anuales Cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, ya cerca de su vigésima convocatoria, y la creación, todavía reciente, de la Secretaria General Iberoamericana. Todo ello, es verdad, conforma una especie de agrandada base material del actual acercamiento, de la revitalizada afinidad, de la multiplicación de intercambios que evoca el término reencuentro. Donde este, sin embargo, se está produciendo más plenamente es en el terreno del idioma, merced a toda una serie de actuaciones que han ampliado y hecho más consistente el repertorio de normas e intereses compartidos en y sobre la lengua común. Suman aportes públicos y privados, iniciativas académicas y patrocinios de grandes empresas, trabajo especializado de lingüistas de alta cualificación y capacidad gestora. Todo ello al servicio de lo que es un verdadero programa de política lingüística panhispánica, cuyo cometido es fácilmente enunciable: la elaboración compartida –por las veintidós Academias de la Lengua Española de los tres grandes códigos que sustentan e ilustran la unidad del español: el código léxico del diccionario, el código gramatical y el código ortográfico (GARCÍA DE LA CONCHA, 2006). Fundamental, mas aún, determinante para llevarlo a buen puerto está resultando la fuerza emprendedora y el indiscutido liderazgo de la Real Academia Española, que ha revitalizado de paso la Asociación, creada en 1951, de las correspondientes corporaciones académicas nacionales. Asociación que, a su vez y en colaboración con el Instituto Cervantes, ha encontrado en los Congresos Internacionales de la Lengua Española –en Zacatecas, 1998; en Valladolid, 2001; en Rosario, 2004; en Cartagena de Indias, 2007– un escaparate excepcional para proyectar socialmente su voluntad de preservar la «unidad en la variedad» del condominio lingüístico que es el español. Los resultados de ese compartido empeño de quienes corporativamente son los valedores de la lengua, los logros de esa suerte de ambiciosa empresa intelectual transoceánica van mucho mas allá de lo estrictamente académico, siendo lo ahí conseguido de la máxima importancia. La tiene, desde luego, consensuar diccionario, gramática y ortografía, partiendo de las variantes léxicas, morfológicas y sintácticas de una lengua desparramada por doce millones de kilómetros cuadrados y que es lengua de países, no solo de administraciones o de élites, al contrario, pues, que el francés o el inglés en naciones que otrora fueron colonias [sic]. Algo de extraordinaria importancia, en efecto, en tanto que de algún modo institucionaliza la cualidad policéntrica de la norma lingüística que rige para todos y que todos aceptan. Un excepcional apoyo para la homogeneidad idiomática del orbe hispanohablante, ya caracterizado de antiguo por su cohesión, frente al panorama fuertemente dialectizado de otros territorios lingüísticos [sic], y una contribución de primer orden para facilitar el aprendizaje del español por doquier, tarea que siempre han hecho comparativamente accesible su nitidez fónica, su simplicidad ortográfica y la adecuación entre lengua hablada y escrita (SALVADOR, 2007). Breves muestras de variación del español: Fernández-Ordóñez, Inés (UAM): «Leísmo, laísmo y loísmo: estado de la cuestión», en Olga M. Fernández Soriano (coord.): Los pronombres átonos, Madrid, Taurus Ediciones, 1993, pp. 63-96. Fernández-Ordóñez, Inés (UAM): «Leísmo, laísmo y loísmo», en Violeta Demonte Barreto, Ignacio Bosque (coord.): Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 1 (Sintaxis básica de las clases de palabras), Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 1317-1398. Koike, K. (Proyecto Varilex): «Variación fraseológica del español», InformeVarilex 9 (2001), 77-92. Llisterri, J. (UAB): «La descripción fonética y fonológica del español: la variación». Moreno Cabrera, Juan Carlos: El universo de las lenguas. Clasificación, denominación, situación, tipología, historia y bibliografía de las lenguas, Madrid, Castalia (Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 23), 2003, pp. 188-189. Ueda, H. (Proyecto Varilex): «Resultados y proyectos en las investigaciones sobre variación léxica del español», Dialectología, 2 (2009), pp. 51-80. Artículos relacionados: Extracto de Esther Forgas Berdet: «Siguiendo pistas: la emergencia de la mujer en el diccionario», en A. M.ª Vigara Tauste (dir.): De igualdad y diferencias: diez estudios de género, Madrid, Huerga Fierro Editores, 2009, pp. 77-96 (cit. de pp. 94-95; los enlaces son nuestros). [...] El Diccionario del Español Actual, uno de los últimos y prestigiosos diccionarios del español, dirigido por Manuel Seco [M. Seco, O. Andrés y G. Ramos, 1999], se presenta como el reflejo de la lengua viva actual, la lengua hablada en el último tercio del siglo XX, y se basa, para ello, en un corpus propio creado a partir del acopio y selección de textos de todas clases. Es, en ese sentido, un posible heredero del primigenio diccionario de Autoridades, aunque, como aclaran sus autores en la introducción («Características del diccionario», p. XIII), «las citas con que está constituido nuestra fichero de medio siglo fueron tomadas selectivamente [el subrayado es nuestro] de las publicaciones más variadas aparecidas a lo largo de todo ese periodo», ya que «el [diccionario] nuestro, sin dejar de reconocer el peso de la literatura en la cultura y en la lengua de toda comunidad hablante, presta la debida atención a otros factores». Este diccionario, pues, contiene fuentes documentales escritas obtenidas de periódicos, folletos publicitarios, etc., y, especialmente, de textos de padre y madre conocidos, sean literarios o no. Así, en el apéndice II se da cuenta de la base documental empleada y se transcriben 926 fuentes de citaciones, la inmensa mayoría de las cuales son de autores conocidos (y algunas, de más de una firma), presuntas autoridades en el ámbito del lenguaje, personas cuya competencia de uso se supone modélica, tanto en el campo de la novela, la poesía y la dramaturgia, como en el del ensayo, la política y la filosofía. Pues bien, de esos casi mil autores representados, mil apariciones de personas reales como fuentes documentales, no llega a noventa el número de autoras citadas, no llegan a noventa las voces de mujeres escritoras que emergen en las 4638 páginas del diccionario, en definitiva. O sea, que nos encontramos de nuevo que todo un diccionario «actual», elaborado a lo largo de casi treinta años y que se presenta como reflejo del uso real de la lengua por parte de nuestros y nuestras compatriotas, se elabora a partir de unos datos casi exclusivamente centrado en la escritura masculina. Las cifras son apabullantes: de las 89 presencias femeninas como generadoras de sentido léxico y de norma lingüística ―menos de una décima parte del total de citaciones― solamente encontramos a 27 escritoras; el resto son voces femeninas que provienen de manuales escolares o académicos, de artículos especializados, de prólogos o biografías, de libros de música, ¡de cocina! o, incluso, de panfletos políticos. Pero hay algo todavía peor, porque si bien es cierto que la proporción entre escritoras de creación y escritores de creación es alarmante, al fin y al cabo las escasas novelistas que aparecen no hablan por sí mismas, sino que lo hacen con la voz de sus personajes, ya que la novela es por naturaleza polifónica y por ello el texto seleccionado en cada lema para su citación no tiene por qué ser representativo del pensamiento de la autora de la obra. En cambio, lo verdaderamente alarmante es que no aparece en parte alguna el reflejo del pensamiento femenino en estado puro, eso es, la filosofía escrita por mujeres o el ensayo femenino, que sería una oportunidad de oro para seguir la pista ―ahora sí― verdadera de nuestras opiniones sobre el mundo y del sentido que las mujeres damos a los distintos vocablos de la lengua. Para ilustrar esta carencia con dos ejemplos paradigmáticos, digamos solamente que Antonio Tovar es considerado «autoridad» en cinco citaciones, mientras que María Moliner solamente lo es en una, y que Pedro Laín Entralgo aparece como generador de citas (o sea, de sentido) en doce ocasiones, mientras que María Zambrano ¡no aparece en ninguna! |